Con la descentralización se abandona el discurso “municipalista” vieja herencia de la independencia y se empieza a desarrollar una verdadera municipalización de la vida nacional sobre la base de la multiplicación de los municipios, pasamos de 202 a 335 municipalidades y una responsabilidad acrecentada de los poderes locales sobre los asuntos de cada localidad.
El poder se democratizaba y se acercaba al ciudadano de manera efectiva y moderna. El situado constitucional pasó de un 15% a un 20%, de los ingresos ordinarios para los Estados y el mismo porcentaje se distribuía a nivel de cada municipio, además de ampliarse el sistema tributario local y estatal, así como permitía la administración directa de diversos servicios e instituciones.
El país parecía bien encaminado, por lo menos en la dirección del proceso de descentralización, y así pareció entenderlo el Constituyente de 1999 y así lo reflejó la Constitución aprobada. Casi 10 años después, la Carta Magna, reiteradamente violada por el actual régimen, ha conservado a nivel declarativo y nominalista, los principios de la descentralización mientras el gobierno avanza en un proyecto autoritario ferozmente estatista y centralista, pretendiendo no sólo revertir y anular lo logrado sino imponer un control total en todos los ámbitos de la vida nacional y dentro del llamado “gacetazo” con sus “26 leyes” inconsultas de la habilitante imponer las regiones militares y el poder comunal directamente subordinados al presidente como la sustitución práctica del poder democrático y descentralizado en las regiones y municipios del país.
Mientras que la Constitución establece en su Artículo Nº 4, que somos un Estado Federal Descentralizado el Presidente vuelve a hablar de un República Unitaria, reminiscencia del país rural y caudillesco que fuimos, anacronismo histórico de una mentalidad que se niega a desaparecer. Estamos seguros que este fatídico designio no se va a cumplir, estamos en el siglo XXI y nuestra sociedad no transitó en vano el siglo XX.
La democracia y la descentralización son dos experiencias históricas ya ensayadas entre nosotros y a ellas nos acostumbramos y no vamos a renunciar a nuestro derecho a un futuro de libertad y progreso nacional sustentado en la dignidad de cada venezolano y su derecho inalienable a un empleo productivo que le permita la autopromoción de él y su familia en el marco de un Estado de Derecho y unas instituciones y una sociedad que promuevan en su conjunto la solidaridad necesaria que nos permita avanzar de manera adecuada eficiente y moderna, en el camino de la justicia social evitando el desvarío de las ilusiones mesiánicas y la utopías engañosas que sólo han demostrado en su fracaso histórico como los pueblos pueden ser engañados y extraviarse.
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