miércoles, 18 de marzo de 2009

Encrucijada nacional

Venezuela no termina el 2 de diciembre, no importa lo que allí pase, la historia continúa y esta confusión e incertidumbre nacional va a continuar porque el país vive una crisis política de larga duración y tiene que ver con el agotamiento del modelo rentista petrolero, cuyas piedras angulares fueron y son el populismo clientelar y la corrupción generalizada.

La sociedad venezolana sigue siendo la misma, ayer fue mayoritariamente "adeca" y eventualmente copeyana, hoy es "chavista".

En nuestros países la tradición "gobiernera" es fuerte y arraigada, especialmente en estado de necesidad y por la tentación "facilista" del poder y el dinero.

El 2 de diciembre, cualquiera sea el resultado, nada de esto va a cambiar; la coyuntura es básicamente política, avanzar en el proyecto autoritario-totalitario del Presidente y sus acólitos o frenarlos y proteger el proyecto democrático nacional. El primer dilema político en la oposición y en la disidencia es votar o abstenerse; ambas posturas cuentan con argumentos sólidos a favor y en contra.

Votar con la esperanza de ganar el "No" es válido aunque no lo creo posible en un régimen que, en el fondo, no cree en elecciones y no va a dejar el poder por un simple proceso electoral. Esto ya no es una democracia electoral.

Si en algo quisiera equivocarme es en esta apreciación; ojalá ocurra lo que sucedió en Nicaragua, cuando la derrota del sandinismo frente a Violeta Chamorro.

Dejar de votar con la esperanza de deslegitimar el poder, también es válido, aunque de eficacia cuestionable.

De allí que, sin descalificar ambas posturas, lo importante es plantearse "el día después", ya que la crisis va a continuar y a los abstencionistas no se les puede endosar la culpa de la derrota del "No" y a los que votaron les tocará asumir la grave responsabilidad histórica de haber legalizado y legitimado con su participación "un fraude constitucional", "una reforma inconstitucional" y eventualmente, "un golpe de Estado desde el Estado".

En esta "encrucijada nacional" nada se va a resolver el 2D pero sí se clarificará de manera definitiva la naturaleza del régimen que encabeza Chávez y el papel real del liderazgo de oposición. El éxito de Chávez, aparte de su innegable astucia, habilidad política y la abundante y sin control chequera petrolera, tiene mucho que ver con la limitaciones intelectuales y políticas de muchos de los "líderes" de oposición que lo han adversado, unos demasiados cansados para estas lides, otros demasiado apresurados y muchos, simplemente, cuidando intereses personales y subalternos.

Si la política respondiera a impulsos racionales y no a los emocionales e irracionales, el Presidente o eventualmente la Sala Constitucional del Tribunal Supremo deberían retirar la propuesta por inviable e inadecuada y así todos: el país, el Gobierno y la oposición ganaríamos tiempo para canalizar nuestras diferencias de manera democrática y no confrontacional, y si más adelante se quiere insistir en la discusión constitucional se puede desarrollar un acuerdo político civilizado para hacerlo por la vía constituyente.

De lo que se trata no es de avasallar ni eliminar al adversario sino de reencontrarnos otra vez, todos los sectores políticos del país, en el proyecto democrático nacional que se inició en el ya lejano 1936, y que de manera accidentada y contradictoria a veces, ha continuado desarrollándose en Venezuela. Primero fue el sufragio universal, después la discusión constitucional del 47 y el pacto constitucional de 1961. Después logramos por primera vez en nuestra historia que un gobierno democrático legal y legítimamente electo terminara su mandato y más adelante, que un gobierno pudiera ser derrotado en un proceso electoral y sin traumas le entregó el poder el partido ganador de oposición.

Esa es la democracia, elecciones transparentes, árbitro electoral confiable, respeto a la voluntad popular, respeto a las normas constitucionales y legales y alternabilidad en el poder. Hoy la democracia venezolana está fuertemente amenazada, una vez más, por la tentación autoritaria, por la corrupción y por la enorme deuda social. Este es el verdadero desafío: un consenso nacional respetuoso de las diferencias, tolerante y plural. De allí que el 2D en sí mismo no es tan importante como el "día después", en donde Venezuela amanecerá más amenazada en sus posibilidades de pueblo o con la esperanza de un vasto movimiento democrático, que permita recuperar la ruta democrática del país, de manera civil y pacífica pero tercamente firme en sus convicciones o principios.

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