miércoles, 29 de noviembre de 2006

Participación y libertad

Así de simple se nos presenta la situación nacional: democracia o dictadura. La Venezuela de la dignidad y la libertad no puede sucumbir frente a la ambición de poder de un individuo, que sin importarle la Constitución, se proclama como el único capacitado para gobernarnos y lo piensa hacer hasta el 2021 o el 2030.
Más allá del juego de intereses en torno al gobierno y la oposición, en Venezuela tenemos que cerrar filas frente a un proyecto dictatorial personalista y no hay mejor oportunidad para hacerlo que el próximo 3 de diciembre.
Es cierto que no hay suficientes garantías electorales ni un CNE confiable, y el candidato del gobierno abusando de manera obscena de los recursos públicos; pero también es cierto que el proceso electoral para un demócrata es su mejor oportunidad para cambiar las cosas; y algo fundamental: la gente quiere votar, quiere corregir el rumbo y castigar el mal gobierno. Una vez que la gente vote no va a permitir que se irrespete su voto, allí es cuando se va a obligar a las verdaderas garantías electorales, como lo dijera el candidato de oposición sobre la fuerza de dos ejércitos: el del pueblo y el de las Fuerzas Armadas. Y es que ocho años después nadie puede llamarse a engaño sobre el personaje que desgobierna y su proyecto dictatorial. La oposición puede ganar, pero para ello debe terminar de unirse. El candidato está haciendo su trabajo, en la calle y en la base, el resultado ya se vio en la "avalancha" caraqueña del 7 de octubre. El venezolano no tiene vocación servil, por lo menos desde que murió Gómez en 1935, y no quiere emular al pobre pueblo cubano con su dictadura de 47 años.
Si se pueden ganar las elecciones de diciembre y si hay fraude, el pueblo no va a permitir que prospere. El "candidato del amor" lleva ocho años destilando odio y dividiendo a los venezolanos. Con su "amor" despidió a casi 200 mil venezolanos de sus trabajos en PDVSA. Casi 100 mil personas han sido asesinadas por la delincuencia durante su gobierno y apenas se permitió unas lágrimas por una víctima cubana. Ha comprado armas para 100 guerras que los venezolanos no queremos combatir. El único combate que queremos y debemos asumir es contra la pobreza, la inseguridad y el desempleo y por una democracia progresista, digna y honesta; porque los venezolanos nos merecemos la paz, el desarrollo y el progreso y ningún caudillo decimonónico nos lo va a impedir.

lunes, 27 de noviembre de 2006

¿Democracia o dictadura?

En el siglo XX latinoamericano era frecuente plantearse el debate político en estos términos: democracia o dictadura, en un continente mayoritariamente gobernado por dictadores. En Venezuela padecimos esta tragedia con Castro - Gómez y su epígono Pérez Jiménez; fueron casi 50 años de dictadura, autoritarismo y falta de libertad.
Después vino el largo amanecer democrático, tímidamente en el 36 y en el 45 y después de manera plena y auspiciosa en el 58, con el 23 de enero y la progresista Constitución del 61. Democracia imperfecta e incompleta, pero democracia real y perfectible. Por acumulación de errores de una élite política ensoberbecida en el poder y una élite empresarial dada al negocio sin escrúpulos; el país intenta un cambio en 1998 y elige al ex golpista; ocho años después no terminamos de asumir el enorme error cometido.
El 3 de diciembre nos toca votar y elegir, a mi juicio, no tanto entre candidatos sino entre un proyecto dictatorial, personalista y militarista, y una alternativa que nos permita recuperar el proyecto democrático venezolano y relanzarlo, sin los errores y desviaciones del pasado.
El candidato a la reelección indefinida y aspirante a perpetuarse en el poder se nos presenta como el hombre providencial; humilde, repite que es el único que nos puede gobernar hasta el 2021 o el 2030 o hasta que la "revolución" se consolide, para felicidad de sus "súbditos", y apela al "amor" como argumento supremo de buena intención y buen gobierno. Este es un concepto tan anacrónico y cursi que habla muy mal de la idea que tiene de los venezolanos, como si fueran seres en minoridad absoluta, que necesitan un "padre" para vivir como sociedad y nación. Es la negación de todo lo que ha logrado Venezuela en el último siglo y lo que ha logrado la mayor parte de la humanidad en los últimos 300 años.
"Yo, el supremo", necesita el poder absoluto para "amarnos", para decretar una gran "misión miseria" y con las migajas de la renta petrolera administrar nuestras necesidades con sentido paternalista, convirtiéndonos a todos, menos el grupo en el poder, en necesitados crónicos.
El 3 de diciembre no es una simple elección; es una decisión entre la democracia o la dictadura. La calle y el voto son nuestros instrumentos de lucha pero igualmente las garantías electorales y el respeto a la voluntad popular.
Las líneas estratégicas nacionales e internacionales se están desarrollando en contra del candidato del continuismo: la chequera petrolera ya no alcanza y el aislamiento hacia adentro y hacia fuera es visible y notorio.

lunes, 13 de noviembre de 2006

La locura que nos gobierna


Este artículo se iba a titular "Crónica electoral", después pensé en llamarlo "Crónicas Marcianas", hasta que me decidí por "La locura que nos gobierna"; y es que lo que está pasando en Venezuela sobrepasa toda racionalidad y toda lógica.
Un candidato se proclama "único, absoluto y eterno". Después de ocho años de gobierno pide más tiempo, como si en los sistemas políticos modernos y democráticos períodos de 4 ó 5 años con reelección inmediata no fueran más que suficientes. Después de ocho años de odio, confrontación y violencia se declara el candidato del amor; como si el que fuera pintor o pelotero tuviera alguna importancia para los venezolanos (de paso creo que ni es pintor ni es pelotero); y como militar, dicen que ni pasó el curso de estado mayor y traicionó su juramento de oficial. Como gobernante tiene que rendir cuentas de los 300 mil millones de dólares que le tocaba administrar y aparentemente no está dispuesto a hacerlo.
Sus contrincantes son "frijolitos" y "currutacos" y no merecen que él baje de su olimpo mesiánico para debatir sobre el país, el presente y el futuro del mismo. Un debate no lo acepta porque su autosuficiencia narcisística se lo impide.
Su problema es el mundo, Venezuela le queda pequeña, aunque de aquí saca los dólares para su diplomacia irresponsable y aislacionista. El enemigo es el imperio, con el cual comercia como nunca antes se había hecho; le mandamos petróleo e importamos casi todo. Se ha aislado de América Latina y sufre una paliza diplomática en la ONU y lo proclama como victoria. No tengo duda: la locura nos gobierna, y si la sociedad lo permite, es que estamos peor de lo que pensamos. No es la primera vez que esto ocurre en la historia y seguramente no será la última, pero los venezolanos merecemos mejor suerte.