La
vida siempre termina en tragedia y soledad, es la conclusión a la
que llegamos después de leer esta novela histórica del colombiano
Evelio Rosero “La Carroza de Bolívar”. (Colección Andanzas.
Tusquets Editores. España 2012, México 2012). Nos desvanecemos en
el tiempo de las almas sin cuerpo. La memoria efímera de la imagen
extraña y ajena que ya no es. Vamos siendo sin retorno, entre el
infinito y el abismo. La figura trágica y polémica de Simón
Bolívar es el convocante de este libro. Figura ambivalente, llevada
a los altares, convertido en mito desencarnado y por otro lado, la
memoria empecinada de los que se sienten agraviados, víctimas de su
ira y crueldad, en este caso los habitantes de Pasto, particularmente
odiados y castigados por el llamado libertador. La memoria colectiva
recuerda, a los civiles fusilados de la Guaira, la entrega, en una
noche aciaga, de Miranda, y el correspondiente salvoconducto de
Monteverde al futuro libertador por los servicios prestados a su
majestad. El ignominioso juicio y posterior fusilamiento de Piar y
otros muchos episodios que nos remiten a la condición humana,
demasiado humana de los llamados héroes. Verdad o mentira, la
historia es profundamente manipulable, lo cierto es que un pueblo es
de memoria bifronte: Una apunta al cielo y la otra al infierno, o
como diría Jorge Luis Borges, por un lado la historia de la
eternidad y por el otro la historia de la infamia. Al fin de cuentas
es historia humana, siempre marcada por la tragedia y la soledad. “Y
la soledad regresaba infinita porque de inmediato recordaba que ambos
estaban muertos (muertos en el sueño y en la realidad). Les
preguntaba asombrado: Qué hacen aquí?, Si ustedes están muertos, y
la cara de su madre se volvía a él con la mayor naturalidad, casi
como si lo felicitara, vos también”. Esta es una novela bien
escrita y bien estructurada y en pasajes como el citado nos recuerda
al gran novelista mexicano Juan Rulfo, y es que el escritor, al igual
que el historiador, llega un momento en que no logra distinguir con
claridad el mundo de los muertos y el mundo de los vivos y es que la
vida y por consiguiente la historia no es otra cosa que la
superposición ambigua de estos dos planos, y si hay un personaje que
se presta para esta confusión es Simón Bolívar.
domingo, 28 de octubre de 2012
El interés como ideología
Cualquier explicación
de la realidad política es múltiple y depende en gran medida del
interés o los intereses del opinante. Así ha ocurrido con el último
proceso electoral, el oficialismo explica su triunfo por el carisma
del líder, por el programa presentado al país y por su efectiva
maquinaria electoral. Mientras que desde la oposición se insiste en
el despiadado e insultante ventajismo del gobierno, la abundancia de
recursos y la mercantilización del voto, además de un sistema
electoral perverso o fraudulento, empezando por el abultado REP y su
cedulación discrecional, así como un CNE claramente parcializado.
Habrá otras razones y otros criterios, pero lo esencial, los
argumentos de parte y parte, básicamente han sido los aquí
expresados. Intentemos analizarlos, el carisma, concepto weberiano,
de índole mágico-religioso, sin lugar a dudas es real, pero eficaz
sólo si está acompañado por mucho dinero. El programa, en nuestros
procesos electorales es un simple adorno, dudo que exista un elector
que lo haya leído completo. Otra cosa son las promesas y las
expectativas creadas y cultivadas a través de la multimillonaria
propaganda y que en nuestro contexto básicamente se resume en las
“misiones” clientelares. Si nos atenemos a un concepto de
ideología que se expresa en la frase: dime cuales son tus intereses
y te diré cómo piensas y votas. Son nuestras necesidades que nos
condicionan además del lucro y el aprovechamiento de las
circunstancias. En una economía rentista como la nuestra y en un
sistema de gobierno rico y pueblo pobre, los procesos electorales son
fuertemente manipulados por la distribución de los recursos y las
prebendas. Nuestro sistema político electoral está fuertemente
marcado además por lo que pudiéramos llamar la “franquicia
cubana” que al controlar el sistema de cedulación y pasaportes,
así como registros y notarias, prácticamente controla toda la
información de la sociedad y que le permite directamente acceder a
la información individualizada tanto para manipular en un sentido u
otro, así como amenazar los intereses lícitos del ciudadano,
fácilmente proyectable hacia el acto electoral.
Cualquiera sea nuestra
apreciación del proceso electoral hay una realidad cierta y es que
hay dos Venezuela, una realidad inconveniente y altamente peligrosa
para los intereses nacionales. Un país dividido a partir del
empecinamiento de un sector en imponer un proyecto hegemónico. Ganó
Chávez, ojalá termine de entender que es para representarnos a
todos y gobernar en función de los intereses lícitos de todos los
sectores.
Entre el miedo y la esperanza
Otra vez ha triunfado
el ventajismo de un gobierno inescrupuloso que se sustenta en un
sistema electoral fraudulento y perverso. Pudiéramos calificarlo
como el método cubano, de represión y control y que tan eficazmente
ha funcionado en la isla-prisión por más de medio siglo. El aporte
venezolano serían nuestras viejas picardías electorales y el
abundante dinero propio de una renta petrolera generosa. La fórmula
es simple, generar miseria y miedo, miedo y miseria, es el método
empleado por un régimen personalista y militarista como el nuestro.
El sistema comienza a operar ha partir del REP, sustentado en un
sistema nacional de identificación totalmente operado por los
cubanos y que permite incorporar de manera abierta y “legal”
miles y quizás millones de extranjeros. El siguiente paso es la
información y control, propio de un estado policial, de todos los
ciudadanos a partir de la información pormenorizada de su vida,
movimientos e intereses, de allí la presencia cubana en puertos y
aeropuertos, notarias y registros, lugares donde se concentran todo
lo vital de nuestra economía y de nuestra sociedad. Chávez ha
hipotecado la soberanía nacional a cambio de su permanencia en el
poder. Todo lo demás es manipulación ideológica y propaganda muy
propio de regímenes cuyas características perversas lo emparejan
tanto con el nazi-fascismo como con el comunismo. A pesar de ello 6
millones y medio de venezolanos siguen empecinados en no dejarse
avasallar por esta dictadura personal en curso y amenazante proyecto
totalitario. Estamos convencidos que si la oposición no termina de
asumir al régimen en su verdadera naturaleza siempre le van a faltar
votos para derrotar la propagada oficial, la descarada manipulación
del elector y l disposición generosa de votantes cautivos. La
oposición no puede continuar siendo ingenua en sus estrategias y
políticas y mucho menos seguir alentando falsas esperanzas en la
gente. Hay que entender que estos son procesos largos y complejos y
que no se agotan en lo electoral. Sin renunciar a participar
electoralmente hay que denunciar las trampas del sistema, sin temor a
que el ciudadano conozca la verdad de las cosas, pero igualmente hay
que insistir en la participación y organización de partidos
políticos y sociedad civil en las protestas de calle que
permanentemente se generan a partir de un mal gobierno, ineficiente y
corrupto, y una sociedad crecientemente problematizada y amenazada.
En la unidad opositora hay que desterrar la tentación de las
hegemonías y los sectarismos. Todos somos y son necesarios. No
avergonzarse de lo positivo del proyecto democrático desarrollado en
Venezuela a partir de 1958, al contrario, hay que recuperarlo y darle
continuidad creativa.
Hay que evitar el
desaliento a todo trance y apostar a una victoria electoral igual que
las elecciones parlamentarias que permita mantener y acrecentar
gobernaciones y alcaldías, especialmente en la Venezuela urbana y de
clase media que sigue siendo la mejor garantía de progreso, de
democracia y libertad. Tenemos una importante tarea por delante,
seguir construyendo la mayoría política necesaria para derrotar
este régimen, de allí la importancia de las elecciones de este
diciembre, así como las del próximo año y definitivamente tenemos
una gran oportunidad de conquistar una mayoría política de cara a
las parlamentarias del 2015, más allá de cualquier otro
imponderable que no depende de nuestra voluntad política. El
proyecto y gobierno alternativo de un país plural, abierto y
democrático se construye día a día y seguimos convencidos que si
no fueran por el miedo, el chantaje y la compra-venta de votos esta
mayoría hubiera triunfado sin lugar a dudas en las recién
finalizadas presidenciales.
No nos engañemos con
los cantos de sirena del reelecto, enfermo y obcecado que ha
reiterado que va “a profundizar la revolución” es decir, más
miseria, más miedo y más represión. ¿La dirigencia opositora está
consciente y preparada para esto?.
Héroes de papel
Los procesos
electorales y la política en general tienden a engendrar héroes de
papel, hijos de la paja y del humo y de la política como
espectáculo. El ser humano, en este caso, el elector, en su
minoridad, ilusión e inmadurez, llega a creer que todo va a cambiar
por su decisión y la de millones como él, a través del voto, uno
de los grandes mitos de la modernidad, como si los procesos políticos
no expresaran, intereses e influencias electorales que vienen de las
profundidades de la sociedad. En nuestro país, sociedad de
mentalidad mágica e ingenua, producto inequívoco de 100 años de
renta petrolera y facilismo sin rendición de cuentas, ha creado una
“élite” codiciosa e irresponsable y un “pueblo” pícaro y
aprovechado (con esto no pretendo juzgar ni calificar personas, en la
viña del señor hay de todo); sino categorizar conductas
generalizadas. En este marco transcurre creo es 19 convocatoria
electoral de la era chavista, período histriónico e irresponsable
(una oclocracia cleptocrática), pero el drama es que de todo esto,
no sólo es responsable un solo hombre, sino muchos, millones, cuyo
silencio y complicidad cubren y arropan estos oscuros 14 años de
insensatez y desvarío. Con la campaña electoral se pretende
conjurar todo esto, con otros personajes y otras circunstancias,
ojalá se logre, sin pagar el costo terrible de una crisis que me
luce prolongada.
Entramos a un proceso
de transición de dificultades crecientes pero si tenemos la sensatez
del acuerdo nacional y se logra la necesaria gobernabilidad que pasa
en primer lugar por el control de la inseguridad y el
restablecimiento del estado de derecho, estoy seguro que en poco
tiempo, de 1 a 2 años, el país recobraría su capacidad de
crecimiento y confianza. Tenemos talento y recursos humanos para esto
y ventajas geopolíticas y económicas de todo tipo. Es importante la
confianza de cara al futuro, no solamente frente a un eventual
triunfo de la oposición sino en la necesidad política de
identificar al adversario no como enemigo sino como contraparte
necesaria para la construcción de una democracia plural y así mismo
entender de una vez por todas que los hombres de gobierno solamente
son calificables desde su integridad y honestidad personal y su
competencia técnica y profesional para intentar superar
definitivamente esa larga y repetitiva historia nacional de los
hombres y de los héroes de papel.
Tiempo de dictadura
No se
angustien ni se acobarden
Juan 14:27
(NVI)
Ni olvido ni
memoria corta, es uno de los mensajes de este excelente documental de
Carlos Oteiza, ni mas oportuno. “Tiempo de dictadura” es un
recordatorio a los venezolanos de que la historia tiende a ser
cíclica y que nunca hay que abandonar la esperanza de vivir en
libertad y democracia. Mensaje oportuno, especialmente en estos
tiempos post-electorales que tanto desaliento han provocado en
millones de personas. La historia no se detiene, la vida continua y
los amos del poder son temporales por definición. Así fue con
Marcos Pérez Jiménez, cuya memoria se ha diluido entre las nuevas
generaciones y mucho más olvidado está el 2 de diciembre, fecha
emblemática de esa dictadura. Igual va a pasar con el 4 de febrero,
otra oprobiosa fecha de nuestra historia. A Pérez Jiménez no le
faltó dinero y mucho menos miedo para mandar, en esa época se
decía, seguridad en la calle y miedo en la casa, pero a pesar de
todo, cuando le tocó el momento, la dictadura se derrumba y el
dictador huye. Otro aspecto aleccionador del documental es la
pasividad y el silencio cómplice de las mayorías, usufructuarios
afortunados de la renta petrolera y entretenidos en el permanente
bonche nacional. Entre 1952 y 1957 todo parecía controlado, pero a
pesar de ello siempre existió una minoría del coraje y la dignidad
y que permitió que en su momento la mayoría recapacitara y volviera
a comprometerse con la libertad y la democracia.
El
documental es afortunado en la interpretación de los hechos,
particularmente en llamar la atención en la dualidad social que
siempre ha existido en Venezuela, un sector próspero y un sector
indigente, hoy sigue siendo igual y ya no son miles sino millones de
personas. Un grupo usufructuaba el poder y las riquezas, los del
gobierno y los amigos del régimen y se vivía la famosa legalidad
que muy gráficamente expresó el dictador dominicano José Leonidas
Trujillo: “A los amigos todo, a los enemigos la ley”. Venezuela,
en tiempos de dictadura, lucía amodorrada y complaciente y el
control militar y la militarización del país parecía absoluta, lo
que llevó a decir al entonces joven político Rafaél Caldera, que
parecía más fácil militarizar a los civiles que civilizar a los
militares, quizá estaba pensando en los desfiles de la llamada
semana de la patria, en donde conjuntamente con las fuerzas armadas
desfilaban encuadrados todos los sectores, desde las escuelas, hasta
los trabajadores, pasando por los empleados públicos. Todo cambia, y
viendo este documental, pareciera que no ha cambiado nada.
miércoles, 3 de octubre de 2012
No son dioses
En los últimos años
han venido ocurriendo una serie de acontecimientos políticos que
revisten carácter histórico tales como la llamada primavera árabe
en una región que parecía inmovilizada políticamente, con sus
dictadores de discursos rimbombantes y regímenes de sicarios y
torturadores. El primero Sadan Hussein y su hiperbólica y amenazante
madre de todas las guerras. Para su pueblo fue un verdadero
depredador, particularmente destructivo, provocó una guerra de 10
años contra Irán, invadió Kuwait y guerreó permanentemente contra
los Kurdos y terminó desafiando a Occidente con su arrogancia de
loco para terminar escondido, preso y juzgado. El costo para Irak de
este dictador fue tan alto que todavía hoy sufre sus consecuencias.
Afortunadamente la primavera árabe continuó con el impulso
antidictatorial y así cae sucesivamente de manera ignominiosa y
violenta el dictador tunecino y el dictador egipcio y el extravagante
ayatola libio, todos con un final trágico, como para indicarnos que
en la modernidad no solo hay una justicia divina sino que también la
humanidad ha aprendido o está aprendiendo a juzgar a este tipo de
gobernantes. En lista de espera está Asad de Siria y en algún
momento tendrán que caer las teocracias anacrónicas de Irán y
Arabia Saudita. La historia no se detiene y esa es su grandeza, que a
pesar de los bárbaros que siempre nos amenazan y los tiranos de
turno, la libertad, la cultura, la ciudadanía y en general el
llamado proceso civilizatorio siempre llegan y terminan por
prevalecer. Esto que pudiéramos llamar optimismo histórico como
contraparte necesaria de la versión trágica de la historia nos
ayuda a sobrevivir a cualquier contingencia negativa de nuestros
procesos históricos particulares. Los gobernantes autoritarios
pierden la sensatez y el sentido de realidad y siempre terminan
abriendo las puertas del infierno que los devora. Es lo que ha
sucedido en el Medio Oriente con quienes se creían dioses y eternos.
En la historia todo fluye, todo cambia y todo termina, y el clima de
la libertad siempre implica riesgos.
Nuestra fe absoluta en
la dignidad humana y en el proyecto de humanidad que se desprende de
la misma, garantiza el inevitable proceso de liberación que no otra
cosa ha sido la historia de la humanidad. En estas latitudes también
tenemos nuestros tormentos, pero como decíamos, la primavera
política siempre llega.
lunes, 24 de septiembre de 2012
2012: El proceso electoral como un combate moral
Para la conciencia
histórica nacional es importante el concepto de continuidad y
convivencia que no es otra cosa que la reconciliación psíquica de
nuestros tiempos históricos; ninguno de ellos puede ser negado y
todos son importantes y necesarios en esta dialéctica de la historia
nacional. El pasado indígena y africano es de una riqueza
antropológica y cultural absoluta, igual que la herencia hispana y
europea en general, muy de acuerdo con el concepto universalista de
raza cósmica de José Vasconcelo cuando se refiere a esta nueva
realidad latinoamericana. Hablamos español y portugués y como se
sabe una lengua ya es una patria. Nos identifica el humanismo clásico
y cristiano y la cosmovisión y costumbre de los ancestros así como
las múltiples influencias de ese sincretismo extraordinario que
produce la globalización. En todo este proceso: Colonia,
Emancipación y República, para utilizar términos al uso,
identifican de manera dinámica y progresiva aspectos y rasgos que
definen la venezolaneidad, entre ellos el ansia libertaria y el
sentido igualitario de las personas. Como sociedad moderna estamos
empeñados en un proyecto democrático, republicano, federal y
civilizatorio. Queremos consolidar la ciudadanía y la civilidad
sobre un modelo económico y social de equidad y justicia y en el
siglo XX nuestra sociedad, en este sentido, conoció éxitos
innegables tanto en su desarrollo socio-cultural como económico y
político y en ellos se inscribe nuestra democracia, que abrevó en
la mejor tradición republicana y progresista. Democracia imperfecta
pero perfectible y esa es una de las exigencias históricas de esta
cita electoral del 2012, reafirmar nuestra vocación y tradición
democrática con convicción y coraje.
“La democracia es
producto de la historia. Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser
humano ha ensayado diversas formas de gobierno y participación
democrática para el autogobierno, la libertad individual y la
igualdad social; y la búsqueda de la oportunidad y la riqueza es tan
antigua como la misma humanidad. Está en la naturaleza humana la
lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la
libertad y la igualdad.” La democracia deja de ser una abstracción
o una simple teoría política para pasar a expresar conquistas
civilizatorias fundamentales como la individualización de una
persona como ciudadano, protegido en sus derechos frente al poder
arbitrario del Estado y la Ley. La democracia, igualmente, es el
control democrático del poder para beneficio de todos y su
funcionamiento como sistema político, jurídico y constitucional
tiene como norte “la igualdad y que su consecuencia debe ser el
esfuerzo del estado para minimizar las diferencias entre los
hombres”. El poder debe ser difundido y compartido, para que el
pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema. La
democracia no es real si no es internalizada como un sistema de
valores por todos los ciudadanos, valores que, en última instancia,
no son otra cosa que la libertad, la igualdad y la fraternidad
consigna ésta última olvidada de la revolución francesa y tan
urgentemente necesaria en este problemático y problematizado siglo
XXI.
La democracia en
Venezuela es tardía y solo se posibilita en el siglo XX, entre otras
razones, por la modernización acelerada provocada por la economía
petrolera y como consecuencia, los cambios cualitativos que sufriera
la sociedad venezolana. En nuestra tradición electoral, el
antecedente moderno más importante es la Ley de Censo Electoral y de
Elección, promulgada el 11 de septiembre de 1936, ley imperfecta y
limitada pero que permite asumir la posibilidad de iniciar un proceso
democratizador que aunque el gobierno de la época pretendía frenar
y controlar era inevitable dada las nuevas condiciones que se venían
dando en el mundo y en nuestra sociedad. Hay que esperar al golpe de
estado del 18 de octubre de 1945 para potenciar el modelo democrático
de masa y partidos y que tiene su expresión más acabada en 1947 con
la adopción del Sufragio Universal y Secreto y la elección
mayoritaria de Rómulo Gallegos en 1948. La sociedad venezolana
cuenta con nuevos actores políticos, aunque el marcaje militar
siempre está presente y es que en el país venía desarrollándose
un nueva economía petrolera de importancia global y que había
generado en los últimos 30 años cambios sustantivos en la sociedad
venezolana. Es la insurgencia campesina y obrera que empieza a crear
el nuevo paisaje urbano de los trabajadores y las clases medias, con
su vanguardia sindical y partidista, en el marco de una lucha
política e ideológica a nivel mundial que confrontaba a los países
avanzados capitalistas europeos y norteamericanos y a los emergentes
países comunistas con la Unión Soviética a la cabeza. En este
contexto Venezuela vive su propio proceso de cambios económicos,
sociales, culturales y políticos que se expresan de manera gráfica
en la lucha por el gobierno y el poder. Una vez establecido el
sufragio, los procesos electorales pasan a expresar de una manera
precisa los intereses en juego y los respectivos planteamientos
programáticos, ideológicos y políticos de cada sector.
Interrumpido el proceso democrático por la dictadura de Pérez
Jiménez, otro golpe de estado cívico-militar restituye el proceso
político, democrático y electoral ininterrumpido hasta el día de
hoy. El venezolano se acostumbró a votar y se acostumbró a pensar
que este es el mecanismo más idóneo para resolver la controversia
política. Así vemos como en 1959 resulta electo Rómulo Betancourt,
Presidente de la República, con 49,18% de votos derrotando a
Wolfgang Larrazabal, quien obtuvo 34,61% y Rafaél Caldera con un
16,21% de votos. Fue una contienda dura y difícil, en circunstancias
sumamente adversas de inestabilidad y con una fuerte amenaza de
golpes de estado y una inquietante incertidumbre social y económica.
A pesar de todo ello, y la posterior amenaza insurgente y golpista,
Rómulo Betancourt fue el primer presidente de nuestra historia
electo constitucionalmente que completó su período constitucional.
En 1963 es electo Raúl Leoni, abanderado de Acción Democrática,
que a pesar de las divisiones sufridas logra la victoria con una
propuesta programática progresista y un respaldo multipartidista. En
1968 gana la presidencia Rafaél Caldera con un 29,13% de votos, con
una diferencia de apenas 30.000 votos con respecto a Gonzalo Barrios
candidato de Acción Democrática. Con esta elección se puede decir
con propiedad que la democracia está consolidada en el país ya que
en términos electorales se ha salido airoso de todas las pruebas y
con Caldera, por primera vez en nuestra historia, un líder opositor
gana las elecciones y el gobierno de turno así lo reconoce. Otro
éxito de este período es que la izquierda insurgente que venía
alentada por el proceso cubano decide participar electoralmente y a
pesar de que nunca logró sobrepasar el 5% de los votos, se convirtió
en un actor más en aceptar las reglas del juego electoral
democrático.
El éxito de la
democracia venezolana en los años 50 y 60 del siglo pasado radica
precisamente en el entendimiento político que prevaleció entre los
sectores dirigentes, tanto en la derrota del dictador como en el
respaldo unánime a la nueva constitución de 1961. Igualmente, se
entendió, en los últimos 3 gobiernos aludidos, que ningún partido
puede gobernar sólo, y que las alianzas, los acuerdos y consensos,
son necesarios e imprescindibles en un sistema democrático que
pretenda ir más allá de administrar y sobrevivir a las crisis.
En 1973, Acción
Democrática vuelve al poder con la candidatura de Carlos Andrés
Pérez y su abrumadora victoria. En 1978 gana COPEI con Luis Herrera
Campins, y se consolida en el proceso político venezolano el llamado
bipartidismo, configurando de esa manera lo que pudiéramos llamar
una democracia madura y estabilizada. En 1983 es electo Jaime
Lusinchi de Acción Democrática con el 56,72% de los votos frente a
Rafaél Caldera de COPEI que obtiene un 34,54% y con una abstención
de apenas el 12,25%. En este proceso la izquierda se divide con la
candidatura de Teodoro Petkoff que saca un 4,17% y José Vicente
Rangel que repite una tercera candidatura con 3,34% de votos. Esto
que pudiéramos considerar el momento políticamente estelar del
sistema democrático venezolano es al mismo tiempo el punto de
inflexión de una crisis que venía anunciándose a través de los
llamados profetas del desastre entre ellos Juan Pablo Pérez Alfonso
y que tenía que ver con un modelo de desarrollo atrapado en el
rentismo petrolero y al mismo tiempo en políticas económicas
epilépticas y sin prestar la suficiente atención al problema social
que se venía incubando y a la creciente corrupción. Sin lugar a
dudas el boom petrolero de los años 70 había desarticulado nuestro
sistema político, económico y social y había creado un antimodelo
de desarrollo que en expresión de André Gunther Frank es el
desarrollo del subdesarrollo. La señal más visible de la crisis que
se anunciaba y que la clase dirigente no fue capaz de anticipar y
manejar fue el famoso viernes negro de 1983. En 1988 el país
nostálgico pretendió regresar a la Venezuela facilona y
despilfarradora de los años 70 con la nueva elección de Carlos
Andrés Pérez con 52,89% de votos. En esta elección Eduardo
Fernández de COPEI pierde con 40,40% y lo que expresó de manera
gráfica la situación de incertidumbre política que se estaba
comenzando a vivir y el final del consenso necesario para gobernar
fueron los 26 candidatos que compitieron para esta elección. La
situación de crisis de nuestra élite era tan grave en su pérdida
de sintonía con el país que el testimonio de Diego Arria referido a
la campaña de 1978 y a su candidatura es altamente esclarecedor: “Yo
veía que el bipartidismo iba a acabar con la democracia en
Venezuela, el país estaba secuestrado por 500 o 600 personas que
nunca en su vida habían pagado un pasaje, cuyo choferes y
guardaespaldas eran pagados por el Estado, que vivían del patrimonio
de la nación.” Qué actuales suenan estas palabras cuando, a
nuestro juicio, vuelve a darse el distanciamiento entre gobierno y
pueblo y élite y sociedad“. El país confundido, con una
dirigencia extraviada se enfrenta a la coyuntura electoral de 1993
con las precandidaturas emocionales de Renny Otolina y la candidatura
de Irene Sáez, como expresión de una sociedad desorientada, de una
dirigencia que había perdido claridad y de unos partidos políticos
desprestigiados que naufragaban en las complicidades de la
corrupción, el maridaje de la política y los negocios y que había
ignorado políticamente hablando lo que expresaba el llamado Caracazo
de 1989 y las intentonas golpistas de 1992. Frente a tantos extravíos
el país decide elegir a Rafaél Caldera con apenas 30,48% de los
votos, Acción Democrática se presenta menguada y disminuida con
Claudio Fermín para apenas sacar 23,60% de votos y Oswaldo Álvarez
Paz un 22,73% de votos, frente a una importante abstención del
39,84%, es decir, que la larga y agónica crisis que venía
perfilándose desde finales de los 70 y que arropó de manera
negativa la llamada década perdida de los 80, culminó en un vacío
de representación que fue llenado oportunamente por Hugo Chávez
candidato en 1998 con una abrumadora victoria del 56%
aproximadamente. De esta manera se cerraba el ciclo del bipartidismo
puntofijista y se iniciaba un gobierno bajo los mejores auspicios y a
mi juicio con una sociedad sin conciencia clara de lo que le esperaba
y que una vez más, en sus extravíos, recurría a la magia del
caudillo salvacionista y a la mágica renta petrolera.
Desde 1998 a esta,
parte el país ha vivido quizá en demasía, muchas jornadas
electorales, que han permitido consolidarse, en el gobierno y en el
poder, a Hugo Chávez que en el 2006 obtiene electoralmente una
importante relegitimación con 62,84% de votos frente a Manuel
Rosales, abanderado unitario de la oposición con 38,9%. Mucho se ha
debatido sobre las características democráticas del actual
gobernante y en estos últimos 14 años, se ha hablado de militarismo
nacionalista, militarismo populista, proyecto socialista, autocracia
en desarrollo y amenaza permanente totalitaria cuyo modelo es Cuba.
Quizás ésta ha sido la mayor debilidad del presidente y su mayor
fortaleza, la ambigüedad de un estilo de liderazgo y de un proyecto
de gobierno que vive permanentemente entre la promesa y la amenaza.
En 1958 el registro electoral estaba constituido por 2.913.801
venezolanos, actualmente se habla de un padrón electoral de
18.903.143 electores que luce exagerado para la población total del
país, pero sea como sea, Venezuela en términos demográficos y
sociales, ha sufrido cambios importantes. Tenemos un electorado joven
mayoritariamente urbano y tenemos un electorado femenino que
representa un poco más de la mitad del número de electores, al
mismo tiempo que a nuestra sociedad se le han creado expectativas de
todo tipo en un tiempo y una época, comenzando el siglo XXI, en
donde la conciencia colectiva tiende a ser más desarrollada y
activa. Como sea, el 2012 termina siendo una encrucijada de un
proceso político lleno de altibajos, amenazas, éxitos y fracasos,
pero lo que no puede cuestionarse ni ponerse en duda es que en el
2012 debe asumirse el proyecto democrático en todo sentido y no
sacrificarlo bajo ninguna circunstancia.
El 7 de octubre
culmina un proceso altamente asimétrico. Por un lado el ventajismo
electoral gubernamental y la parcialidad oficialista inocultable de
la mayoría de los miembros del CNE. Igualmente destaca la intención
y voluntad fraudulenta de un régimen que ganó el poder en su
momento y no está dispuesto a abandonarlo a través de un simple
proceso electoral. Ésto último no termina de entenderlo la
oposición que están enfrentando una voluntad de poder y un proyecto
político de fuerte connotación político-ideológico-religioso, que
se asume eterno, asentado sobre una irracionalidad cultivada y una
emocionalidad manipulada a partir de las carencias afectivas,
psíquicas y materiales de millones de personas. Miseria y miedo, no
otro, es el credo del candidato-mesías; sobre la pobreza creciente y
las necesidades insatisfechas, el candidato oficialista sigue
presentándose como el proveedor por excelencia de la tribu.
Creemos que es
importante evitar el fetichismo mágico del 7 de octubre, no
descartar ningún escenario y pensar que quizás los acontecimientos
más importantes van a ocurrir después de esa fecha, aparte de los
imponderables a que la historia nos tiene tan acostumbrados y más en
este caso, con un candidato, sin lugar a dudas, enfermo. La
democracia implica, entre otras cosas, elecciones periódicas,
transparentes y equilibradas, aunque la presencia y frecuencia de los
procesos electorales no implican necesariamente la existencia de una
democracia real. Como ejemplo tenemos los gobiernos del fenecido
mundo comunista de Europa oriental que se autocalificaban de
democracias y hacían elecciones que siempre ganaba el gobierno
abrumadoramente. Cuba es otro ejemplo, de elecciones sin democracia.
Un dictador puede ser electo, como lo fue Hitler, y muchos otros,
inclusive por un tiempo pueden ser figuras populares, como Musolini
en los primeros años de su gobierno y como Perón, en Argentina.
En nuestro país la
democracia es reciente, de memoria corta y frágil y su sustento
electoral tradicionalmente precario y manipulable, de allí la frase
conocida que acta mata voto. En general, los gobiernos siempre han
jugado al abuso del poder y al ventajismo, pero además, en estos
últimos tiempos, hay que agregar las tecnologías aplicadas a los
procesos electorales, en donde no se termina de tener claro cuales
son las garantías con respecto a la transmisión y totalización de
votos y el secreto del mismo. El problema no es cómo se vota sino el
compromiso con la transparencia electoral y el respeto al voto
popular que entre nosotros tiende a ser débil configurando un
sistema electoral estructuralemente fraudulento; siempre ha sido así
pero en los regímenes autoritarios el ventajismo y la trampa se
acentúan. Tenemos un CNE, ya aludido, con 4 integrantes públicamente
identificadas con el oficialismo y el otro miembro que no termina de
generar la confianza necesaria ya que fue designado por un poder
legislativo abrumadoramente mayoritario de representantes
gubernamentales. Un registro electoral de casi 19 millones de
personas con derecho a voto luce inflado para un país que no llega a
totalizar 30 millones de habitantes y con un sistema de cedulación
manejado por cubanos largamente liberal en otorgar cédulas con una
facilidad increíble para una burocracia que no se caracteriza
precisamente por su eficiencia y transparencia.
El discurso de la
amenaza y del miedo tienden a imponerse como estrategia electoral del
oficialismo y están tratando de crear la matriz de opinión, a nivel
nacional e internacional de que ya ganó y que la oposición no va a
reconocer el triunfo oficialista, de esta manera están preparando el
escenario del “arrebatón”, acusando a la oposición de lo que
ellos pudieran pensar hacer, es el efecto espejo o como dice el dicho
popular, el ladrón juzga por su condición. Esta estrategia de
declararse ganadores anticipadamente va a encontrar eco en algunos
gobiernos que están haciendo grandes negocios en Venezuela, como por
ejemplo los amigos del Alba y del Mercosur.
El fraude es una
posibilidad real y no hay que dejar de mencionarlo con el argumento
de que va a asustar a los votantes, ese es un viejo prejuicio de los
políticos con el ciudadano siempre tratados como menores de edad o
incapaces de discernimiento. Creemos que es muy importante la
información veraz y la interpretación correspondiente sin menoscabo
del optimismo necesario para ganar las elecciones y creemos que en
ese sentido el candidato y en la campaña se está desarrollando una
estrategia adecuada y exitosa. En este proceso electoral hay un
ingrediente que a nuestro juicio es de suma importancia, el
ingrediente moral, de allí que es pertinente la pregunta: ¿Cuándo
el voto se convierte en un acto moral?. A nuestro juicio cuando sería
irresponsable elegir a consciencia a un enfermo, con una enfermedad
progresivamente limitante y con riesgo cierto de crear situaciones de
inestabilidad o precariedad institucional. Igualmente cuando se está
eligiendo a alguien que no esconde su intención de perpetuarse en el
poder y crear un régimen que aunque se identifique como socialista
en la práctica es el tradicional comunismo cuyo modelo que se
proclama y no se esconde es el terrorífico régimen cubano con su
isla-prisión. Igualmente es el castigo necesario a un mal gobierno
que ha debilitado fuertemente nuestra salud moral con un incremento
sustantivo en corrupción, delincuencia y narcotráfico.
El 7 de octubre
culmina el proceso electoral, y a mi juicio con el triunfo de la
oposición. Creemos que es la mejor posibilidad para propiciar y
desarrollar una alternabilidad democrática: que prevalezca el
pluralismo y el equilibrio que nuestra sociedad está demandando y
nos permita seguir desarrollando un sistema democrático, de
institucionalidad fuerte, economía sólida y diversificada y de
fuerte acento social.
Para nuestro proceso
político sería muy conveniente una derrota electoral del partido de
gobierno y estos son algunos de los dilemas del PSUV: dejar de ser un
partido militar, dedocrático y evitar las trampas electorales para
permanecer en el poder, así mismo, no puede seguir siendo la mampara
electoral de un proyecto personalista y totalitario de poder.
Mientras si pierde en buena lid y con un caudal importante de votos
puede aspirar a convertirse en uno de los pilares partidistas
importantes del sistema político democrático venezolano y para ello
necesita perder las elecciones, aceptar los resultados y pasar a la
oposición democrática, abriéndole cauce a un “chavismo sin
chávez” al mismo tiempo que se compromete en un diálogo
multipartidista y representativo de todo nuestro ser social,
garantizando la convivencia nacional dentro del necesario equilibrio
dinámico que no otra cosa es la democracia, además del sufragio y
la alternancia de gobierno.
El 7 de octubre todo
el país estará sometido a pruebas a partir de una pregunta
fundamental ¿Estamos dispuestos a tolerarnos? De cómo respondamos
va a depender el futuro. Estabilidad y gobernabilidad o inestabilidad
e ingobernabilidad; ese y no otro es el dilema que nos plantea este
proceso electoral a partir de la madurez y la racionalidad de sus
actores fundamentales; el futuro puede ser promisorio o precario;
seguimos en la crisis o comenzamos a salir de la crisis. Cada
venezolano en particular, a través de su voto, tiene la
responsabilidad moral de formularse sus propias preguntas y generar
sus propias respuestas desde su conciencia moral, con coraje y
lucidez.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Chamanismo y espectáculo o el regreso a la razón
La campaña electoral
en curso luce, especialmente en el campo oficialista,
desproporcionadamente mediática y mágica. Un candidato
evidentemente limitado físicamente ha obligado a potenciar su
campaña mediática, contando con los inmensos recursos del Estado y
un CNE extremadamente permisivo con el presidente-candidato.
Como es lógico, el
candidato opositor está explotando sus ventajas, la juventud y el
vigor en primer lugar, que lo presenta deportivo y activo y además
con una estrategia inteligente que le ha permitido consolidar su
espacio natural de oposición y al mismo tiempo penetrar sectores
tradicionalmente vinculados al candidato del gobierno. De cumplirse
esta expectativa en el comando opositor se empieza a hablar de una
avalancha electoral que permitiría acumular entre 1 millón y 1
millón y medio de ventaja, es decir, un 10% o más. De ser así, al
gobierno, con todo y su ventajismo, le va a ser difícil minimizar o
maquillar el triunfo opositor con una votación manipulada. Si el
gobierno pierde, pero “gana”, como ocurrió en las
parlamentarias, nos precipitaríamos, sin lugar a dudas, en una
crisis de legitimidad y gobernabilidad que obligaría a las fuerzas
opositoras a exigir el reconocimiento de su victoria.
El oficialismo va a
insistir en el voto de interés y en el apoyo emocional y lógicamente
en la descalificación del adversario. A pesar de que la sociedades y
sus diversos sectores responden a intereses concretos, en la actual
campaña presidencial todavía no está claro el peso que va a tener
lo que he llamado el pensamiento mágico o chamanismo y la campaña
como espectáculo. Programas y propuestas pasan a un segundo lugar y
todo se reduce y resuelve en lo imaginario colectivo sobre bases
publicitarias y programáticas para “vender al candidato”.
Urge recuperar en
Venezuela el regreso a la razón, optar definitivamente por el futuro
y abandonar este anacronismo fracasado de los últimos 14 años. Creo
que el país lo ha venido entendiendo y de allí la ascendente
candidatura de Capriles Radonski, con su perfil de joven profesional,
honesto y competente y una experiencia de gobierno que lo avala como
excelente gerente y buen administrador. No otra cosa necesita el
país, ya basta de chamanismo y espectáculo y se hace necesario
conquistar a plenitud un gobierno moderno, que se caracteriza por su
eficiencia y pulcritud, que es un gobierno temporal y alternativo y
una democracia perfectible y en ascenso y la construcción de la
necesaria república federal diferida desde hace 200 años.
Pertinencia y compromiso
Inaugurándose el siglo XXI, la
humanidad ha conquistado la posibilidad práctica de ofrecer
educación de calidad para todos, tal como lo pronosticó, en su
momento Comenio (1592-1670), educación de todo para todos. Lo
anterior no significa que la tarea está hecha, al contrario, en cada
país el sistema educativo tiene sus éxitos y sus omisiones o tareas
por cumplir. En nuestro país, a pesar de que tenemos Universidad
desde el siglo XVIII y el famoso decreto guzmancista de 1870,
decretando la primaria obligatoria, hay que esperar al siglo XX y
concretamente a 1936 con la creación del Instituto Pedagógico
Nacional y la misión chilena para poder hablar de un proyecto
educativo de Estado, que aunque sin continuidad gubernamental y con
experiencias incompletas y limitadas, en general puede considerarse
exitoso en lo fundamental. Si nos limitamos al sector universitario y
particularmente a las llamadas universidades históricas o autónomas,
éste estaría representado fundamentalmente por la Universidad
Central de Venezuela (UCV); la Universidad de los Andes (ULA); la
Universidad del Zulia (LUZ); la Universidad de Carabobo (UC) y
posteriormente por la Universidad de Oriente (UDO) y la Universidad
Simón Bolívar (USB) hasta configurar un sistema de más de 170
instituciones de educación superior, de las cuales 24 son de gestión
privada, incluidas las católicas o de inspiración cristiana, con
una matrícula en el 2012 de 320 mil estudiantes aproximadamente de
los cuales 67 mil corresponden a las últimas nombradas.
De acuerdo al Dr. Jaime Requena,
y en función de la
“estadística oficial
correspondiente al año 2008/2009: hay 48 Universidades en total, 22
de las cuales son de gestión pública y 26 de gestión privada, con
1.222.000 estudiantes. Unos 77.826 docentes; 52.983 en las públicas
y 11.495 en las privadas. 5.851 profesores a dedicación exclusiva y
2.385 a tiempo completo, datos que sólo incluyen al sector público
y por categoría se identifican 13.000 instructores o asistentes;
9.000 agregados, 4.000 asociados y 3.000 titulares, de éste total
sólo un 8% está dedicado a la investigación, sin ponderar la
pertinencia e influencia que éstas puedan tener, concluye el Dr.
Requena con una afirmación que compartimos “Cada día nuestras
universidades públicas se tornan en diseminadoras de conocimiento y
no en sus productoras... un 92% de los docentes universitarios,
simplemente se dedican a transmitir conocimiento que otros generan
allende.” 1
En la discusión universitaria 2
temas son recurrentes, la pertinencia de las instituciones y la
calidad de la educación que se imparte en ellas. Con respecto al
primer punto es frecuente abordarlo desde la perspectiva e influencia
política y social que éstas han ejercido directa o indirectamente,
y en cuanto al segundo punto se tiende a abordarlo desde la
pertinencia científica y su impacto social. Desde mi punto de vista
las universidades han sido particularmente exitosas y protagónicas
en ciertos momentos políticos importantes como lo fueron en la
insurgencia y resistencia a la dictadura de Juan Vicente Gómez y
Marcos Pérez Jiménez aunque a partir de la década de los 70 y 80
se vive un proceso de auto marginación progresiva de su influencia
en la vida política hasta resurgir con fuerza relativa en el 2007
con un vigoroso aunque minoritario movimiento estudiantil cuyos
dirigentes rápidamente derivaron hacia el activismo político
insertándose en los partidos políticos. En lo social, sin lugar a
dudas, las universidades directa e indirectamente y en especial a
través de sus egresados, fueron el motor principal de nuestros
programas de desarrollo y modernización y ayudaron a configurar la
dinámica y compleja realidad urbana y sus clases medias. La
universidad entra en mengua en su rol sociopolítico en los últimos
30 años y no es casual que coincida con el decaimiento del debate
ideológico, político, científico y filosófico que pareciera
haberse ausentado del claustro universitario, sustituido por una
visión más pragmática de la realidad intra y extramuros y una
masificación, positiva en si misma, pero que termina sacrificando lo
importante por atender las urgencias del día a día, con una
repercusión directa en la calidad y pertinencia académica. Hoy por
hoy la Universidad venezolana problematizada en todo sentido, con un
marco jurídico-político precario y anacrónico caracterizado por la
incertidumbre, enfrenta el desafío del porvenir, cabalgando sobre
una globalización inevitable y un reto tecno científico que no
terminamos de asumir a plenitud. En el campo científico, la
Universidad ha hecho un gran esfuerzo pero no suficientemente
satisfactorio y es que el modelo, la tradición y la cultura
imperante tienden a privilegiar el modelo docente y
profesionalizante. De la investigación se tiende más a hablar de
ella que hacerla y algunos indicadores así lo demuestran. Si
nuestros términos de comparación son los países avanzados y
aplicamos el criterio del número de investigadores por número de
habitantes, en Venezuela tendríamos un déficit de 76.000
investigadores y si nos comparamos en América Latina el déficit es
de 20.000 investigadores.2
En 1990 se crea el Programa de
Promoción del Investigador (PPI); éste es un buen ejemplo exigido
en su momento por la propia comunidad científica y la presión
social y gubernamental sobre las Universidades para la necesaria
rendición de cuentas y que permitió desarrollar este importante
programa y del cual referimos algunos indicadores que registra en un
primer momento a 741 investigadores acreditados, encabezando la
estadística la UCV con 223 y la Universidad de los Andes con 113,
seguidos por LUZ con 36. Éste programa fue cancelado en el 2011 y
sustituido por el Programa de Estímulo a la Innovación (PEI)
fuertemente condicionado y a mi juicio comprometido con la línea
política e ideológica del actual gobierno. Para el momento de su
cancelación el PPI estaba encabezado por LUZ con 1044
investigadores, la ULA con 1035 y la UCV con 731.3
Otro indicador importante “es
el número de artículos publicados con un firmante venezolano en
revistas del ISI Web of Knowledge el cual ha decrecido un 15% desde
los 968 de 2006 hasta los 831 en 2008... y agrega el mismo autor que
el programa gubernamental Misión Ciencia parece estar favoreciendo a
las Universidades afines al régimen y penalizando gravemente a las
no afines”.4
De los investigadores
pertenecientes a las Universidades nacionales el 37,4% corresponde al
área de Ciencias médicas, biológicas y del agro. Un 27% a las
ciencias físicas, químicas y matemáticas. Un 20% a las ciencias
sociales y un 18,6% a las ingenierías, tecnología y ciencias de la
tierra.5
Toda esta realidad expresada de
manera estadística tiene su reflejo en el ranking iberoamericano SIR
2011, establecido sobre los siguientes indicadores: Producción
Científica (PC); Colaboración Internacional (CI); Calidad
Científica Promedio (CCP) y Porcentaje de Publicaciones en Revista
del Primer Quartil SJR (1Q). En los primeros lugares se ubica la
Universidad Nacional Autónoma de México; la Universidad Estadual de
Campinas y la Universidad Federal de Río de Janeiro. En el número
72 de Iberoamérica y 33 de América Latina aparece la Universidad
Central de Venezuela. La Universidad Simón Bolívar en el puesto 101
de Iberoamérica y 50 de América Latina y ésta ilustre Universidad
de los Andes en el 102 de Iberoamérica y 51 de América Latina.
En el modelo científico de
universidad, la función que se privilegia, es sin lugar a dudas y de
manera práctica, la de crear y comunicar conocimiento. Entre
nosotros esto no ha sido así. La modernidad de la Universidad
venezolana y en general de nuestra educación se ubica a partir de
1936, por aquello que dijera el ilustre merideño Mariano Picón
Salas, que nuestro siglo XX comienza en 1936 a la muerte del dictador
Juan Vicente Gómez en 1935. Para ese año sólo funcionaban 2
universidades, la Universidad Central de Venezuela reabierta en 1922
y ésta Universidad de los Andes. En total el país contaba con 1000
estudiantes aproximadamente y 100 profesores lo que explica la
posición pesimista de Razetti expresada en 1915 al inaugurarse el
curso de Clínica Quirúrgica, citado por Jaime Requena,
“En nuestro país la misión
del profesorado científico está perfectamente determinada. Nosotros
no podemos ser maestros originales fundadores de teorías científicas
nuevas, porque nuestra instrucción se ha desarrollado en un medio
pobre, desprovisto de los recursos que la riqueza y la tradición han
acumulado en los centros intelectuales de Europa, genitores del Arte
y de las Ciencias. Así vemos que no obstante lo extenso y complicado
de nuestra patología regional, nuestro caudal científico es todavía
demasiado reducido para poder servir de base a la formación de una
ciencia médica nacional propia y original. Tenemos pues,
necesariamente que limitarnos a repetir lo que los grandes maestros
enseñan, procurando explicar a nuestros discípulos la ciencia tal
como sale formada de las mejores escuelas extranjeras, nuestra
libertad se reduce a escoger lo que consideramos mejor según nuestro
criterio personal para interpretar los hechos a la luz de las
doctrinas consagradas por el éxito y demostradas por la
experiencia.”
Este pesimismo explicable del
eminente Dr. Razetti afortunadamente hoy no es totalmente cierto,
porque algo se ha avanzado en el desarrollo de un pensamiento
científico nacional aunque lamentablemente no ha sido el deseable a
pesar de las oportunidades y recursos que se han tenido. Extremando
mi provocación diría que en lo fundamental el Dr. Razetti
lamentablemente sigue teniendo razón.
Si vinculamos, como debe ser el
desarrollo científico con la educación, ésta comienza su expansión
democrática y democratizadora a partir de 1958 y así observamos
cómo de manera continua, a veces aluvional e improvisado, la
educación y la Universidad se convierten y constituyen en el
principal soporte de nuestra evolución social y desarrollo
económico. “Se logró reducir el analfabetismo de un 48,8% en el
año 1950 a 34,8% en el año 1961; 22,1% en el año 1971; y 14,1% en
la década de los 80 y un 8% para finales de siglo” (Jaime
Requena). y si creemos en las estadísticas del actual gobierno el
analfabetismo está erradicado de Venezuela. “La matrícula
universitaria creció 2183% entre 1958 y 1975 y 372% entre 1975 y
1998. En 1950-1951 teníamos 6.901 estudiantes y casi 1000 docentes”
y actualmente tenemos 2 millones de estudiantes aproximadamente, un
evidente éxito de la sociedad venezolana y no sólo de sus diversos
gobiernos.
En este proceso de medio siglo
largo, de crecimiento cuantitativo-cualitativo (de acuerdo al llamado
evolucionismo orgánico que postula la fórmula a la calidad por la
cantidad) Venezuela ha progresado en todo sentido y en materia
científica y técnica también lo hemos hecho. En 1967 se crea el
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
CONICIT. En 1974 se crea el INVEPET (Fundación para la Investigación
en Hidrocarburos y Petroquímica), la cual cambia su denominación en
1976 a INTEVEP manteniendo su figura jurídica de fundación. En el
2006 se promulga la Ley Orgánica de Ciencia Y Tecnología (LOCTI)
muy auspiciosa en sus comienzos y rápidamente distorsionada por
razones políticas. En este medio siglo el principal esfuerzo en
investigación ha sido soportado por las Universidades ya citadas con
un 33% de investigadores en el área de Ciencias Sociales,
Humanidades y Artes y un 24% en áreas médicas y biomédicas, donde
se concentra la mayor producción (Jaime Requena) y aportes con
proyección internacional importante.
En la Constitución de 1999 se
asumen 2 iniciativas estratégicas de gran importancia y una vieja
aspiración de nuestras universidades como lo era dar rango
constitucional al principio de la autonomía universitaria y la
creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnologías, lamentablemente
en ambos casos, en la práctica, han terminado siendo simples
declaraciones de buena voluntad incumplidas e irrespetadas
reiteradamente por un gobierno que pareciera no creer ni en la
autonomía, ni en la Universidad autónoma ni en la Ciencia y la
Tecnología como soportes reales de un desarrollo moderno,
republicano y democrático.
El otro aspecto que habría que
abordar lo hace el Dr. Orlando Albornoz en sus dos últimos libros6
. El autor habla del
impacto de la investigación científica y técnica en una sociedad
determinada y al efecto dice: “el papel de la producción de
conocimientos, el papel de las ciencias en una sociedad depende
directamente de la capacidad de absorción del aparato productivo y
de las innovaciones producidas”, es decir, el impacto en general
sobre toda la sociedad y en todos sus aspectos de la tecno ciencia.
Un buen ejemplo en mi campo profesional es la investigación
histórica-histioriográfica y su influencia, que de alguna manera,
llega a determinar o condicionar la conciencia colectiva en función
de los intereses dominantes y la subjetividad del investigador.
La investigación o el proceso de
creación y producción del conocimiento tiene que ser
contextualizada adecuadamente para entender “el clima” que
facilite o dificulte dichos procesos, en nuestro caso las
instituciones y políticas al respecto tienden a burocratizarse y a
desviarse de sus propósitos originales y la parte administrativa de
los mismos, se vuelve lenta, pesada y llena de obstáculos para el
investigador. Talento y creatividad son necesarios en el
investigador, igual que vocación y condiciones adecuadas y entre
nosotros y en nuestras universidades, no terminamos de entenderlo. En
este sentido creo útil esta definición de vocación-profesión que
hace Jacques Derrida “profesar un conocimiento con maestría”.
El investigador nace y se hace y
es por ello que toda política de promoción de la investigación y
la innovación debe partir siempre del investigador promoviendo los
estímulos y facilidades correspondientes.
El clima de libertad, autonomía
y cambio es fundamental para propiciar la vocación permanente y el
cumplimiento de los fines teleológicos de la Universidad que no son
otros que la propia libertad, la búsqueda de la verdad y la
dignificación permanente de los seres humanos. Ésta Universidad
esencial si así puede decirse, en el 2088 cumple su primer milenio.
En el tiempo largo de 10 siglos, la Universidad, de origen europeo,
se globaliza, se masifica y se hace una y diversa. De la Universidad
a la multiversidad en la cual, durante cada época, se plantean sus
propios retos y desafíos, de orden histórico y sociocultural, así
como académicos, administrativos y tecno científicos.
El llamado modelo
profesionalizante así como el científico —que gira en torno a la
investigación— no desaparece, pero ya no es suficiente para
definir el modelo universitario, cuyo reto principal es el inevitable
y necesario crecimiento cuantitativo de la matrícula estudiantil y
del número de profesores.
La educación superior en el
siglo XX dejó de ser una educación de minorías y de élites y se
masifica, multiplicando las oportunidades para millones de personas y
asumiendo el desafío de cómo conciliar cantidad con calidad. De
allí la aparición de miles de universidades en todo el planeta, con
perfiles e identidades fundamentalmente iguales, pero al mismo tiempo
con particularidades que ya no solo se agotan en la docencia y la
investigación, sino que asumen una tercera función: la «Extensión»,
en su sentido más amplio, así como el desarrollo de perfiles muy
específicos como servicio o respuesta a determinados proyectos del
sector público o privado.
Otra realidad a tomar en cuenta
es la convivencia y articulación con otras instituciones a nivel
nacional e internacional que cumplen funciones educativas o de
investigación de alto nivel, sin necesariamente ser consideradas
universidades.
El monopolio de la educación
superior afortunadamente ya no existe y el reto tecno científico,
así como una educación de calidad sustentada en valores y
servicios, tampoco es territorio exclusivo de las universidades.
Igualmente la distinción pública-privada termina siendo contingente
e insuficiente para definir a una Universidad, ya que lo único que
importa es su calidad y su pertinencia social.
Una Universidad está al servicio
de su entorno más inmediato: local, regional o nacional, pero
igualmente con visión y vocación internacional, pues la cultura y
la ciencia, también en su sentido más amplio, identifican lo humano
civilizatorio universal. De hecho, la palabra «Universidad» nos
remite a la idea de lo universal como humanidad en proceso de
hominización; de acompañamiento y crecimiento en conjunto de todos
los seres humanos solidariamente sin discriminación de ningún tipo.
La Universidad del siglo XXI
continúa la tradición milenaria de la institución, y en particular
sus características modernas incorporadas en los comienzos del siglo
XIX a través de los modelos universitarios conocidos como el «modelo
francés o napoleónico» y el «modelo alemán», a partir de la
fundación de la Universidad de Berlín por Guillermo Von Humbolt.
La Universidad existe sin
condición —como sostiene Jacques Derrida— y «hace profesión de
la verdad, promete un compromiso sin límite para con la verdad». La
Universidad debe asumir a plenitud la mundialización como un «estar»
en el mundo y seguir contribuyendo a hacer el mundo desde las
ciencias y las humanidades. De lo que se trata es de una nueva
humanización desde la ética y desde el saber y sin permitir
condicionamientos de ningún poder. La independencia y «el derecho
mismo a decirlo todo» es su esencia y naturaleza identitaria básica
y no otra cosa es la autonomía. Continua el mismo autor: “No
obstante: la idea de que ese espacio de tipo académico debe estar
simbólicamente protegido por una especie de inmunidad absoluta, como
si su adentro fuese inviolable, creo… que debemos reafirmarla,
declararla, profesarla constantemente, aunque la protección de esa
inmunidad académica… no sea nunca pura, aunque siempre pueda
desarrollar peligrosos procesos de autoinmunidad, aunque —y sobre
todo— no deba jamás impedir que nos dirijamos al exterior de la
Universidad —sin abstención utópica alguna—. Esa libertad o esa
inmunidad de la Universidad, y por excelencia de sus Humanidades,
debemos reivindicarlas comprometiéndonos con ella con todas nuestras
fuerzas. No sólo de forma verbal y declarativa, sino en el trabajo,
en acto y en lo que hacemos advenir por medio de acontecimientos.”
Libertad, Autonomía y
Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples
amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así,
amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una
nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo
humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento
crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.
La reivindicación de la
Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y
desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la
historia de las universidades es la historia de la humanidad y
viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su
tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia,
que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la
noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso
humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos
tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de
manera deliberada para propiciar la manipulación política, la
identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La
Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste
como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como
maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con
maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los
estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el
conocimiento como diálogo y alteridad, contribuyen al acto creador
de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo
existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se
agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal,
pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés
u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin
dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la
Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los
estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento
y la administración no pueden estar condicionados sino a la
identidad y los fines de la Universidad. Lucrar con la Universidad y
la Educación es la negación misma de ambas. De allí que la
distinción entre Universidad pública y Universidad privada termina
siendo artificial e inconveniente, ya que ambas sólo pueden
responder a un interés cultural y científico y a un servicio
público.
Tampoco podemos prescindir de la
idea del egresado universitario como un potencial profesional
trabajador, formado en una profesión en busca de empleo y
oportunidades. Cuando reducimos la inclusión solo al ingreso
universitario y olvidamos la prosecución académica, el rendimiento
y la calidad de los estudios, así como ignoramos el futuro empleo o
el mercado laboral en su sentido más amplio, estamos configurando un
fraude académico y una gran estafa social.
El desafío principal del siglo
XXI para las universidades es la ambigüedad e insuficiencia del
saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la
impresionante cantidad de información acumulada y trasmitida, así
como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida,
con humor e ironía «tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo
pues no saben ustedes qué les espera».”7
“En 1088 se funda la primera
universidad, en Bolonia, Italia. Nace, como su nombre lo indica,
universal, humanista y autónoma con respecto al poder, con libertad
académica y de investigación. Transcurridos casi mil años, la
universidad se ha transformado, se «historizó»; pero en lo
esencial sigue siendo la misma: universal, humanista y libre. De allí
la importancia de la autonomía universitaria como garantía de
independencia y de fidelidad a su vocación originaria.
A las universidades les interesa
el pasado cada día menos. Aunque no renuncian a la memoria, el
compromiso es hoy con el futuro. Con el reto tecno científico, con
la formación profesional sometida a permanentes exigencias de cambio
y con una cultura relativista que se inspira —según Nietzsche—
en una «Libertad sin límites, posibilidades sin límites, vacío
sin límites».
En América la universidad se
funda, tempranamente, en el siglo XVI: 1538, en Santo Domingo; 1551,
en México; 1563, en Bogotá; 1586, en Quito.
En Venezuela su implante es
tardío y hay que esperar hasta el siglo XVIII, cuando se funda la
Universidad de Caracas, en 1721, y, posteriormente, en el siglo XIX,
las Universidades de los Andes (1810), y las del Zulia y Carabobo
(1891), reabiertas respectivamente en 1946 y 1958.8
“La autonomía, es una versión
de la libertad que permite el autogobierno y la libertad responsable,
tanto del pensamiento como de las ideas. Es la exigencia de la razón
de conocer, comprender, preguntar siempre. La filosofía y la
ciencia, igual que la poesía y todo arte, nacen del asombro. Es el
ser humano interrogándose a sí mismo e interrogando al mundo, a la
naturaleza, al universo entero; es la razón intentando sustituir al
mito. La autonomía universitaria nace de estas circunstancias y
estas necesidades.
De allí que siempre termina
siendo amenazada, fundamentalmente desde el poder, sea este político,
económico o religioso. El poder tiende a avasallar, controlar o
mediatizar, y la universidad —no importa cuán grande sea su
crisis— tiende siempre, y de manera natural, a buscar y servir a la
verdad, sabiendo que la verdad es nuestra única posibilidad real de
libertad.”
“De acuerdo a la Asociación
Internacional de Universidades, en sus reuniones de Nueva Delhi
(1962), Cambridge (1963), Moscú (1964), y Tokio (1965), la autonomía
estaría definida:
Por el derecho de las
universidades a seleccionar su personal a todos los niveles:
autoridades, profesores, empleados y obreros.
Por la selección de sus
estudiantes, con criterios libres y amplios.
Por la autonomía curricular,
docente y administrativa; así como por el otorgamiento de títulos.
Por la capacidad plena para
determinar el tipo de investigación que se quiere hacer.
Por la autonomía para distribuir
y administrar los recursos financieros y de cualquier otro tipo.
De acuerdo a lo anterior, la
autonomía implica el autogobierno y una amplia independencia
académica y administrativa. No es el caso analizar en detalle todos
estos puntos, pero sí es importante constatar —una vez más— la
amplitud conceptual y la problematicidad de la autonomía, sus
contenidos políticos y académicos, así como su conflictualidad
estructural con respecto al Estado.
No puede darse una comprensión
de la autonomía sin tomar en cuenta su historicidad, el tipo de
universidad que se pretende y el modelo de sociedad que somos y que
queremos llegar a ser. Juan Pablo II nos lo recuerda acertadamente
cuando dice: «La Universidad en cuanto Universidad es una comunidad
académica, que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y
desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante
la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a
las comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de
aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus
funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad
académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la
comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común».”
Hemos recorrido un camino
importante como sociedad en todo sentido, si nuestros parámetros de
comparación es con nosotros mismos, pero si miramos hacia afuera,
como debe ser, nos queda mucho camino por recorrer y particularmente
en el desarrollo de la investigación y la tecno-ciencia. Entre las
urgencias que nos impone el siglo XXI está definir en la práctica
un nuevo modelo universitario más acorde con los tiempos que corren
y vincular este proceso a las políticas públicas y a los intereses
del sector privado en una visión globalizada de la realidad. Es
fundamental la coherencia y continuidad de las políticas de reforma,
tanto del sistema educativo como del sistema científico y técnico
nacional. La Universidad semper reformanda, siempre en reforma está
obligada a asumir el desafío del futuro y sin lugar a dudas este
desafío pasa por incorporarnos plenamente y en todo sentido a la
revolución tecno-científica que caracterizan a nuestra
contemporaneidad.
1Cita
tomada del Dr. Jaime Requena en el prólogo al libro del Dr. Orlando
Albornoz: “Las múltiples funciones de la Universidad: Crear,
transferir y compartir conocimiento”.
2Navarro
V. Arturo. “la investigación venezolana dentro del contexto de la
Globalización”. Publicado en Abril del 2008 en
www.entorno-empresarial.com
3Observatorio
Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (ONCTI). Registros
Administrativos del programa de promoción al Investigador (PPI)
período 1990-2009, Registro Nacional de Innovación e Investigación
(RNII), año 2011.
4Casassus,
Barbara. “Venezuela: As Research Funding Declines, Chávez,
Scientist Trade Charges,” Science 324: 1126-1127. 29 May
2009.
5Hebe
M. C. Vessuri. La calidad de la investigación en Venezuela:
Elementos para el debate en torno al programa de promoción del
investigador. Publicado en www.interciencia.org
6Dr.
Orlando Albornoz. Competitividad y Solidaridad: Las tendencias de la
Universidad contemporánea. Editorial Universidad Católica Cecilio
Acosta. 2011.
Dr. Orlando Albornoz. Las múltiples
funciones de la Universidad: crear, transferir y compartir
conocimiento. Editorial Fundación Simón Rodríguez de la Lotería
del Táchira. 2012.
7La
Universidad del siglo XXI. Ángel Lombardi. Editorial Universidad
Católica Cecilio Acosta. 2012.
8
Ángel Lombardi. Autonomía y Democracia. UNICA. 2007.
martes, 18 de septiembre de 2012
Cuidado con la violencia
En Venezuela, sociedad
profundamente violenta, y acosada por la inseguridad y la
delincuencia se ha venido insinuando los peligros de una violencia
política que inclusive algunas voces irresponsables han llegado
hasta hablar de guerra civil, no saben de lo que están hablando.
Al efecto es muy
aleccionador el discurso de Miguel de Unamuno, rector de la
Universidad de Salamanca, en vísperas de la terrible guerra civil y
cuando los ánimos estaban exaltados y en ese clima un grupo de
fanáticos irrumpieron en el aula magna de esa universidad,
encabezados por el bárbaro general Millán-Astray con su tristemente
célebre grito de ¡Viva la muerte, abajo la inteligencia!.
En ese trágico
momento, 12 de octubre de 1936, decía el rector Unamuno: “Estáis
esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz
de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a
mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.
Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de ¡Viva la muerte!, y
yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira
de algunos que no la comprendían, he de deciros, como experto en la
materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General
Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un
tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.
Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados
mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más.
Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar
las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de
la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un
terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su
alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: ¡Muera la
inteligencia! ¡Viva la muerte! Y la asamblea le hace coro. Unamuno
inmutable continua “Este es el templo de la inteligencia y yo soy
su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis,
porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para
convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que
os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros
que penséis en España. He dicho.”
La barbarie se impuso
como lo temía el rector Unamuno y España pagó las consecuencias.
En Venezuela, somos tan insensatos de no aprender estas lecciones
fundamentales de la historia.
La religión del dinero
Lo que creemos determina lo que
pensamos y en consecuencia,
cómo vivimos.
H. B.
A nuestra religión particular, en la mayoría de los casos, se le
impone otra, avasallante y omnipresente, la religión del dinero. En
la cultura contemporánea, el hombre moderno le ha puesto precio a
todo, comenzando por sí mismo. Vida, dignidad y libertad terminan
siendo bienes transables y las instituciones funcionan sobre
estructuras de poder que no son otra cosa que estructuras de
intereses. No hay principio político más eficaz y ejercicio teórico
más efectivo que el de ubicar y hacerle seguimiento al dinero, su
origen o procedencia y la manera como fue obtenido. Un amigo ya
fallecido decía que para explicar la dinámica social y política
había que asumirla desde la asociación o los conflictos de
intereses y lo resumía en una frase gráfica: “Socios, asociados
en sociedad”. No hay principio ni ideología y mucho menos
compromiso moral, de allí la mala fama del mundo de la política y
de los negocios en general. Las relaciones humanas comienzan y
terminan siendo relaciones de interés y particularmente en esta
época de relativismo moral y axiológico donde por lo regular tiende
a prevalecer sólo el interés, inclusive en el ámbito conyugal y
familiar.
La verdadera crisis de nuestro tiempo y de nuestra sociedad es sin
lugar a duda moral, todo o casi todo tiende a corromperse, tanto lo
privado como lo público y en este segundo caso es monstruoso cuando
es la propia élite dominante quien da el mal ejemplo, configurando
una “corruptocracia” que es cuando todo el sistema tiende a
cultivar y a hacer prevalecer la injusticia y la ilegalidad, es el
Estado vacío, es el gobernante que no gobierna sino manda. Esta
anomia y patología ocurre cuando la sociedad se desorienta y
extravía y pierde el norte moral y ético, cuando los poderes
pierden su autonomía y sus dirigentes son tarifados o se hipotecan.
El Estado se convierte en un instrumento de intereses particulares,
es “privatizado” negando el interés general y el bien común, un
buen ejemplo son los estados totalitarios en donde unos individuos y
una camarilla lo controlan todo y se benefician de todo.
Esto ha ocurrido en todas las épocas y puede afectar en algún
momento a cualquier sociedad, así ocurrió en la emblemática Roma y
que permitió decir a Cicerón: “La República está experimentando
inestabilidad política y económica, porque hoy en día las virtudes
de los padres fundadores han dado paso a la corrupción”.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Nosotros mandamos
Los gobiernos,
gobiernan; los dictadores, mandan, es una frase que me la inspira una
película del cineasta italiano Marco Bellocquio “Vincere”, un
inteligente alegato contra el fascismo italiano y Mussolini, a partir
de una anécdota romántica del dictador. Casi toda Italia se hizo
fascista. En las dictaduras y en los regímenes autoritarios y
totalitarios, la complicidad y el oportunismo son frecuentes y el
miedo generalizado. La mayoría de los seres humanos viven y apuestan
en primer lugar a la sobrevivencia hasta que las cosas cambien y
pasen los malos tiempos. En la Venezuela rural a esto se le llamaba
pasar agachado y en el país urbano que somos hoy se le llama
resilencia, resistir con la flexibilidad necesaria para adaptarse y
sobrevivir y si se puede sacarle provecho a la situación. En el
fascismo todo gira en torno al líder, al Duce, un semidios en trance
de convertirse en dios, es el trágico e irracional culto a la
personalidad. Visto en perspectiva y a la distancia, el dictador
italiano con su uniforme de opereta, su gestualidad de loco y su
balcón del pueblo en piazza Venezia (imágenes recuperadas en la
película a través de diversos documentales) nos hace reflexionar
cómo las masas son irracionales y cómo los pueblos se extravían.
La consigna fascista era vencer o morir, era la frase favorita del
dictador, un valiente cuando estaba acompañado y era el dueño del
poder ya que precisamente no fue muy valiente su conducta cuando le
tocó su trágico final con su precipitada huida disfrazado de mujer,
posteriormente descubierto y fusilado. Italia pagó bien caro por
este personaje y su régimen de camisas negras, régimen necrofílico
y demente ya que no otra cosa fue el fascismo que por cierto no
termina de extinguirse, quizá para recordarnos que también las
sociedades enferman. En América Latina la tradición fascista ha
contaminado fuertemente a nuestros sectores políticos y militares el
más emblemático quizá fue Perón y el peronismo, no es casual que
éste hiciera su aprendizaje fascista como agregado militar de la
embajada argentina en Roma en la época inicial del fascismo
italiano. Posteriormente en América Latina hubo otros imitadores y
algunos inclusive gobiernan actualmente.
domingo, 9 de septiembre de 2012
Fin de un ciclo
No sé si el único e
insustituible candidato del gobierno va a ser derrotado el 7 de
Octubre, espero que sí, pero lo que percibo es que estamos en las
postrimerías de un ciclo de un proyecto de poder, una elipsis de una
ambición, que empezó auspicioso en 1992 y 20 años después luce
agotado, envejecido, repetitivo y enfermo (y con ésto último no me
refiero a su presunta enfermedad) sino a un régimen enfermo,
indigestado de petrodólares y corrupción. A un gobierno fracasado y
a una retórica ahogada en promesas. Desde cualquier punto que se
mire Venezuela no está bien, cualquiera sea el indicador que
tomemos. La prometida inclusión es un fracaso con 65 venezolanos de
cada 100 obligados a la precariedad y riesgos de la economía
informal. Las oportunidades educativas naufragan en la improvisación
y la baja calidad de la educación, sin oportunidad de un empleo
productivo y con la calidad de vida que la modernidad nos promete y
ofrece. Carreteras, servicios en general y seguridad absolutamente
deteriorados. En materia de soberanía, tan cacareada por el régimen,
por su enfrentamiento verbal con el imperio, ha disimulado o
escondido un entreguismo obsceno a otros intereses internacionales
como si el capitalismo brasileño y ruso fuera diferente al
capitalismo norteamericano y es vergonzante las relaciones con Irán
y Bielorusia y lo que es absolutamente inaceptable es la relación
incestuosa con Cuba, país que prácticamente ha copado todos
nuestros niveles de funcionamiento y seguridad, empezando por la
propia seguridad del presidente, así como instituciones estratégicas
como las fuerzas armadas, registros y notarias, sistema nacional de
identificación, puertos y aeropuertos, lo que nos permite decir que
en la práctica hemos propiciado un ejercito de ocupación con
características muy bien definidas y a la par nos hemos convertido
en el sostén económico de un régimen fracasado como el cubano.
20 años es mucho
tiempo, inclusive para una crisis de larga duración como la nuestra,
que tiene que ver con el agotamiento del modelo rentista petrolero.
El actual gobernante ya excedió o por lo menos igualó en tiempo e
influencias a Páez, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Pérez Jiménez,
sólo le falta alcanzar la larga tiranía de Gómez con sus 27 años
de oprobioso poder. No creo que en pleno siglo XXI necesitemos otro
Gómez. El pasado siempre muere aunque tienda a persistir convertido
en fantasmas y demonios. Los pueblos soportan el pasado, por un
tiempo, pero siempre terminan reconciliándose con el futuro.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Yo y nosotros
Arrancando la campaña
presidencial el 1ero de Julio del 2012 hasta el acto electoral del
7-Oct comienza inevitablemente polarizadas y las estrategias
definidas en lo esencial. El candidato oficialista no disimula ni
esconde el ventajismo de su campaña ni el eje de la misma que es él
mismo, su abultado “yo” político y simbólico. En este tipo de
liderazgo caudillesco y mesiánico, la adhesión al líder se
convierte en un acto emocional-irracional-religioso sustentado en la
abundancia de petrodólares y la dádiva petrolera y un discurso
agresivo y pisicológicamente compensador para muchos resentidos o
con fuertes complejos sociales así como para una multitud de gentes
que viven en la precariedad social y económica. En nuestra tradición
es el cacique-caudillo-brujo-taumaturgo. En otras tradiciones
sociohistóricas y culturales es el Duce o Führer o el padrecito
soviético o el gran timonel chino. El dictador cubano Fidel Castro
en una entrevista para un documental con el cineasta Oliver Stone
decía que el en Cuba, después de medio siglo en el poder, apenas se
consideraba un líder espiritual.
El candidato de la
oposición, como es lógico, explota su juventud y salud así como la
unidad política que lo acompaña. En su discurso es inclusivo,
plural y reconciliador y de manera reiterada insiste en el “nosotros”
colectivo, el país necesario para compartir un futuro. En lo
personal pienso que este es el discurso adecuado, el “nosotros”
prevaleciendo sobre el “yo”. La manipulación trinitaria
Dios-Bolívar-Chávez en donde en algunos casos el tercero en la
propaganda se superpone al primero y al segundo crea una confusión
deliberada, no sé, si útil electoralmente pero absolutamente
inconveniente para la conciencia colectiva, en donde a los individuos
se les despersonaliza y se les convierte en seres pasivos de la
historia delegando en el “yo” omnipresente la solución de todos
sus problemas.
En esta campaña
electoral se confrontan muchos intereses y cuyo desenlace
evidentemente no conozco aunque en mi opción política deseable
pienso que ya es hora para un cambio necesario y poder continuar
construyendo la historia nacional sobre proyectos racionales y en
donde el “nosotros” social y cultural asuma a plenitud la
responsabilidad del destino colectivo.
martes, 4 de septiembre de 2012
El oficio de existir en una época nihilista
Se
me ha invitado y retado a venir a hablarles en guayabera, darle un
sentido jovial y dionisíaco a mis palabras, intentar practicar la
gaya ciencia y por si fuera poco que contradiga al fundador de la
ciencia moderna, invirtiendo su famosa fórmula “cogito ergo sum”
por “sum ergo cogito”, no sé si podré ser exitoso en el
intento. Efectivamente creo que antropológicamente las manos
preceden al cerebro y lo condicionan. Vivimos aprendiendo y
aprendemos con la experiencia, ya lo había anticipado de alguna
manera Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) y Kant (1724-1804), a
pesar de su idealismo filosófico así lo había entendido cuando
decía que la conciencia no puede ir más allá de la experiencia y
por eso en la sabiduría popular se dice y se repite que nadie
escarmienta en cabeza ajena. Dicho esto me gustaría compartir con
ustedes, especialistas y expertos en tantas cosas y disciplinas que
desconozco, una visión o comprensión de nuestra época desde una
perspectiva histórico-filosófica que por lo menos a mi me ha sido
útil como es tratar de profundizar en una tendencia identificada
como nihilismo, así como el existencialismo y en una época, la
nuestra, definida básicamente como nihilista. Estamos hablando
particularmente del siglo XIX y XX, épocas complejas y dinámicas
que para muchos son al mismo tiempo epílogos y prólogos de tantas
cosas viejas por desaparecer y tantas cosas nuevas por terminar de
definirse, no otra cosa en este sentido es la llamada posmodernidad.
El siglo XX fue calificado por Martín Buber (1878-1965) como el
siglo sin dios y que Nietzsche avizoró y anticipó tal como lo
observó Lou Salomé (1861-1937) cuando en su última entrevista con
el filósofo este le decía que el siglo estaba por terminar y ella
le replicó que al contrario, su siglo estaba por comenzar
(Recordemos que Nietzsche muere en 1900). Éste en su obra había
insistido hasta la saciedad sobre la incertidumbre y precariedad que
caracterizan la vida, de nosotros los contemporáneos. En un
fragmento de 1887, al borde de su colapso psíquico, escribe,
“Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al ¿Para qué?” y
en 1888 amplia la idea: “El hombre moderno cree de manera
experimental ya en este valor, ya en aquel, para después dejarlo
caer; el círculo de los valores superados y abandonados es cada vez
más amplio; se advierte siempre más el vacío y la pobreza de
valores; el movimiento es imparable, por más que haya habido
intentos grandiosos por desacelerarlo. Al final, el hombre se atreve
a una crítica de los valores en general; no reconoce su origen;
conoce bastante como para no creer más en ningún valor; he aquí el
pathos, el nuevo escalofrío... Lo que cuento es la historia de los
próximos dos siglos” Lo asombroso de estas afirmaciones es que se
hacen en pleno apogeo de la idea y filosofía del progreso, en pleno
auge industrial y triunfante en todo sentido Europa y su racionalidad
y cultura. Es el vitalismo de la Belle Époque y su fuerte carga
hedonista y vanguardista. Pero el filósofo tenía razón y los
hechos así lo demostraron al poco tiempo. Desde 1905 en adelante el
siglo no tiene respiro en cuanto a violencia y destrucción.
Literariamente este cruce de épocas, de crisis sin redención lo
reflejan muy bien en sus libros autobiográficos tanto Stefan Zweig
(1881-1942) como Sandor Marai (1900-1989) entre otros. La catástrofe
es la imagen recurrente del siglo y la cultura europea lo refleja
como ninguna otra y la proyecta a escala global. Darwin (1809-1882),
Marx (1818-1883), Freud (1856-1939) y Einstein (1879-1955), además
de Nietzsche (1844-1900), es el quinteto que se acostumbra a citar
para referirse al origen del derrumbe de un mundo teórico e
ideológico pretendidamente racional que sostenía todo el andamiaje
de la modernidad. Logos, Razón y Técnica es el hilo conductor de
todo el llamado pensamiento occidental que termina por conquistar el
mundo, que al mismo tiempo genera su propia contradicción dialéctica
y no otra cosa es el nihilismo y el existencialismo. Son las
respuestas desesperadas desde la angustia de la existencia. Es el Ser
situado, en el mundo que enfrenta la agonía de una existencia que
aunque libre o como proyecto de libertad está condenada a la nada,
asumida esta como una sombra de dios, de un dios que ya había muerto
(“El nihilismo, Franco Volpi, Ediciones Siruela, 2007”). Esta
corriente de pensamiento termina obsesionada por el tema de la nada,
producto de una larga tradición filosófica que incluye a pensadores
tan influyentes e importantes como Gorgias, Duns Scoto (1266-1308),
Meister Eckhart (1260-1327), Silesius (1624-1677), Leibniz
(1646-1716) y el poeta Leopardi (1798-1837) que llega a afirmar “que
el principio de las cosas, y de dios mismo, es la nada”. Ese es el
empeño, de eso se trata, en esta línea de pensamiento, terminar
negando a dios (a pesar de que existe un existencialismo cristiano) y
nuestra época lo ha intentado y estamos pagando el costo, en
desestabilización, violencia y desamparo, en precariedades e
incertidumbres y que los venezolanos de los últimos tiempos
conocemos y padecemos.
El
nihilismo termina por permear toda la cultura contemporánea
fuertemente comprometida por la técnica y el consumismo. El
nihilismo pasa de la filosofía a la literatura y a las artes en
general, con especial énfasis en el cine y los grandes espectáculos
musicales de los mass media como por ejemplo en los
paradigmáticos artistas Michael Jackson, Madonna y Lady Gaga, entre
otros, que más allá de sus innegables condiciones artísticas, en
sus espectáculos acostumbran interpelar a su multitudinario y
entusiasta público, en su mayoría menores de 35 años, y con total
desparpajo los califican y los interpelan como “mis drogadictos,
mis idiotas”, con una respuesta aprobatoria y entusiasta de
aplausos y gritos. Esto me trae a la memoria una frase escuchada en
una película que habla de la “estúpida felicidad” aparente
contradicción entendible quizá en un contexto de alienación y
drogadicción colectiva así como de otras alienaciones que no es el
caso analizar, pero que pudiera ayudarnos a entender ese
posicionamiento venezolano como país feliz a pesar de las muchas
circunstancias adversas.
Es
sintomático y significativo que en este año 2012, en París, Berlín
y Londres se esté exhibiendo la obra del pintor alemán Gerhard
Richter (1932-) cuya filosofía puede resumirse en su declaración
“amo la incertidumbre, el infinito y la inseguridad permanente”
el artista ha conocido los dos mundos, el comunista, en su infancia y
adolescencia y el capitalista, al primero lo calificó como una
realidad “incestuosa y aburrida” y al segundo lo resume con la
frase de Johan Cage (1912-1992) “no tengo nada que decir y lo digo”
y el artista al referirse a sus obras dice “no tienen objeto, pero
como todo objeto, son ellas el objeto de sí mismas. Por lo tanto no
tienen contenido, ni significación ni sentido; son como las cosas,
los árboles, los animales, los hombres o los días, que tampoco
tienen razón de ser, ni finalidad, ni meta: esa es la apuesta”.
Este exitoso nihilista de 80 años ha logrado vender cuadros hasta
por 5 millones de dólares.
En
el nihilismo, la presencia del desarraigo y la crisis es permanente;
no se pertenece a ningún lugar y en la vida todo o casi todo termina
siendo provisional, desde el trabajo hasta la pareja y el nomadismo
urbano es bastante frecuente entre nuestros contemporáneos, así
como la globalización de nuestros trabajos y vidas. Otra constante
en el nihilismo y que se refleja en las crisis de las llamadas
grandes religiones, particularmente el cristianismo, es el ateísmo y
agnosticismo desesperanzado de nuestro tiempo que una mayoría asume
por reflejo de personajes públicos influyentes y muy publicitados
que terminan en el suicidio o muerte sin esperanza como por ejemplo
en nuestro entorno cultural Jorge Luis Borges (1899-1966) que sólo
aspiraba morir para el olvido, igual que Onetti (1909-1994) y su
frase terrible al referirse a su propia muerte como una tumba, quizás
una rosa, la lluvia y el olvido. O también Frida Kahlo (1907-1954),
cuando muere a los 47 años y expresa que sólo espera el silencio y
nunca más volver. En nuestro mundo y en nuestra cultura
lamentablemente millones han asumido la desesperanza y la muerte de
dios como filosofía e idea dominante.
Un
autor fundamental en la historia del nihilismo, es Max Stirner
(1806-1856), como fue conocido, aunque su verdadero nombre era Johann
Kaspar Schmidt, confrontado en su tiempo por muchos entre ellos Marx,
Engels (1820-1895) y Heidegger (1889-1976), así como se reconoce su
influencia en autores importantes como Carl Schmitt (1888-1985) y
Ernest Jünger (1895-1998) . Franco Volpi, autor citado, dice al
respecto “Se sabe que cuando dios muere el hombre se animaliza.
Cuando los dioses lo abandonan, el único (de Max Stirner) no tiene
puntos de apoyo en su orgulloso aislamiento y reconoce dos únicas
verdades: mi potencia y el espléndido egoísmo de las estrellas. La
postura más alta que puede alcanzar en su existencia insular es: ser
indiferente, sin cinismo y apasionado sin entusiasmo”.
Definitivamente el siglo XXI necesita retornar a Dios, ya esto lo
sabía Heidegger (1889-1976) cuando expresaba “casi dos milenios y
ni un solo dios nuevo” y es que la técnica y el consumo no pasan
de ser un nuevo becerro de oro recurrente. Cada tanto tiempo los
seres humanos nos extraviamos en nuestro propio orgullo.
Como
respuesta y complemento al nihilismo en los mismos siglos XIX y XX
surge una poderosa corriente filosófica en paralelo y
complementaria, el existencialismo, tanto en su vertiente religiosa
como atea, que se asume como una postura desde los límites de la
tragedia y siempre al borde del abismo. La existencia se asume
precaria en todo sentido y siempre amenazada. El ser humano, situado
en el mundo es libre raigalmente, una libertad que termina definiendo
su destino y su tragedia. Enfrentado al silencio de Dios y
confrontado con el mundo muchos contemporáneos son obligados a vivir
en la precariedad desesperanzada o en algunos casos en compromiso,
apertura y expectativa, seguros de nada pero con la confianza del
sobreviviente.
El
existencialismo en cierto sentido, más que una filosofía,
asistemática por definición y fragmentaria, se ubica en la historia
de la filosofía en el siglo XIX y XX, pero es preciso observar que
en verdad es una corriente del pensamiento que atraviesa toda la
historia humana y nutre o influye tanto a las diversas religiones
como a la literatura y al arte en general y no podía ser de otra
manera ya que esta filosofía gira en torno a la condición humana.
“Es la angustia, la esperanza, el duelo, la melancolía y los
anhelos de eternidad” que los seres humanos siempre han sentido y
padecido. Tucídides (460 a.C.- 396 a.C) lo expresó muy bien con su
frase “La historia no se repite pero el hombre siempre se repite a
sí mismo”.
En
el oficio de vivir, el misterio siempre está presente, así como las
preguntas sin respuestas o de múltiples y confusas respuestas, de
allí que el filósofo prudente aconseja aprender a preguntar o a
interrogar más que a responder, y en los casos en donde ni preguntas
ni respuestas son fáciles de formular se recurre al silencio, como
muy temprano lo descubrieron ermitaños y monjes y autores
fundamentales en esta corriente como Kierkegaard (1813-1855) o el
cineasta sueco I. Bergman (1918-2007) con una filmografía que en lo
esencial gira en torno a la incomunicación y al silencio de dios.
Dice el escritor venezolano Eduardo Liendo (1941-) “nada puede
reemplazar la vida... el escritor vive de y para las palabras... y se
nutre de todo lo que la vida le ofrece... nadie puede enseñarnos a
soñar y a vivir nuestra propia vida”. Esta se convierte en nuestro
Ser, cuerpo y mente, ya lo había dicho J. P. Sartre “la existencia
precede a la esencia” y años más tarde afirma sin titubeos “la
esencia de un objeto es su misma existencia”.
El
existencialismo expresa las crisis y grandes catástrofes humanas,
cuando el ser humano padece todo los horrores y pierde todas las
seguridades. La impronta de esta corriente en la cultura
contemporánea es poderosa y en nuestra generación su influencia fue
vasta y devastadora: Kierkegaard, Schopenhauer (1788-1860),
Nietzsche, Dostoievski (1821-1881), Heidegger, Jaspers (1883-1969),
Sartre (1905-1980), Camus (1913-1960), Simone de Beauvoir
(1908-1986), Herman Hesse (1877-1962), Martin Buber, Cioran
(1911-1955), Unamuno (1864-1936), Ortega y Gasset (1883-1955), Marcel
(1889-1973), Mounier (1905-1950), Pessoa (1888-1935) y tantos otros
escritores, cineastas, dramaturgos y artistas que definieron una
época y de alguna manera nos siguen definiendo por lo menos a los
habitantes del siglo XX.
El
inventor del término “existencialismo”, parece ser Kierkegaard1
(1813-1855) con su individualismo y subjetivismo moral. Escribía
“debo encontrar una verdad que sea verdadera para mi... la idea por
la que puedo vivir o morir”.
Una
exigencia radical del existencialismo es el involucramiento y el
compromiso, somos seres situados, “yo y mi circunstancias” diría
Ortega y Gasset, de allí la importancia del existencialismo
cristiano (Jaspers, Marcel, Mounier, Lepp (1909-1966)) que asumen la
situación como un estar-en-el-mundo, pero no solamente en un sentido
personal sino comunitario que no es otra cosa que el compromiso del
dar, la donación gratuita del amor incondicional como decía Tony de
Mello (1931-1987) o el amor recíproco de Chiara Lubich (1920-2008),
de allí que la realización más perfecta en el existencialismo
cristiano sea el amor en todas sus manifestaciones y dimensiones y
particularmente en la familia y la comunidad. En cuanto a la familia,
Marcel afirmaba que era una realidad personal “mucho más rica y
profunda donde el amor recíproco y mutua donación son la base o
fundamento” principio que ya había desarrollado el antropólogo
Marcel Mauss (1872-1950). Es el mundo del recuerdo y la nostalgia y
casi siempre de la única felicidad que se atesora. Philip Roth
(1933-), novelista judío norteamericano que acaba de ganar el premio
Cervantes dice “muy temprano me fui de mi casa y me he pasado el
resto de mi vida escribiendo sobre ella”.
Como
seres-en-el-mundo, para Heidegger somos “arrojados” a él, sin
nuestro consentimiento y salimos de él casi siempre de igual manera,
en ese sentido somos no-libres, sólo la existencia nos da la
posibilidad de la libertad, asumida desde la responsabilidad con el
“otro”, de allí que personalmente pienso que al final terminamos
en la moral aunque Dios siga en silencio, de lo contrario el
nihilismo sería absoluto. De eso se trata, para finalizar, ya de
cara al siglo XXI, al fin de cuentas el ser humano es pro-yecto, más
que presente y pasado, el nihilismo no nos sirve por desesperanzado y
el existencialismo sólo tiene sentido si nos reconcilia con los
demás, con el otro y los otros y porqué no si igualmente nos
devuelve a Dios como lo quería Martin Buber. Si bien es cierto que
Sartre en parte tenía razón con aquello de que el infierno es la
relación humana en la mayoría de los casos, pero igualmente es
cierto y con una fuerza mayor, a mi juicio, es que no hay redención
y posibilidad de crecimiento sino en acompañamiento. No nacimos para
ser Robinson Crusoe y en lo personal me gustaría pensar que siempre
podemos ayudar a devolverle a los seres humanos la confianza en el
futuro, es decir, la esperanza.
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