domingo, 28 de octubre de 2012

La carroza de Bolívar


La vida siempre termina en tragedia y soledad, es la conclusión a la que llegamos después de leer esta novela histórica del colombiano Evelio Rosero “La Carroza de Bolívar”. (Colección Andanzas. Tusquets Editores. España 2012, México 2012). Nos desvanecemos en el tiempo de las almas sin cuerpo. La memoria efímera de la imagen extraña y ajena que ya no es. Vamos siendo sin retorno, entre el infinito y el abismo. La figura trágica y polémica de Simón Bolívar es el convocante de este libro. Figura ambivalente, llevada a los altares, convertido en mito desencarnado y por otro lado, la memoria empecinada de los que se sienten agraviados, víctimas de su ira y crueldad, en este caso los habitantes de Pasto, particularmente odiados y castigados por el llamado libertador. La memoria colectiva recuerda, a los civiles fusilados de la Guaira, la entrega, en una noche aciaga, de Miranda, y el correspondiente salvoconducto de Monteverde al futuro libertador por los servicios prestados a su majestad. El ignominioso juicio y posterior fusilamiento de Piar y otros muchos episodios que nos remiten a la condición humana, demasiado humana de los llamados héroes. Verdad o mentira, la historia es profundamente manipulable, lo cierto es que un pueblo es de memoria bifronte: Una apunta al cielo y la otra al infierno, o como diría Jorge Luis Borges, por un lado la historia de la eternidad y por el otro la historia de la infamia. Al fin de cuentas es historia humana, siempre marcada por la tragedia y la soledad. “Y la soledad regresaba infinita porque de inmediato recordaba que ambos estaban muertos (muertos en el sueño y en la realidad). Les preguntaba asombrado: Qué hacen aquí?, Si ustedes están muertos, y la cara de su madre se volvía a él con la mayor naturalidad, casi como si lo felicitara, vos también”. Esta es una novela bien escrita y bien estructurada y en pasajes como el citado nos recuerda al gran novelista mexicano Juan Rulfo, y es que el escritor, al igual que el historiador, llega un momento en que no logra distinguir con claridad el mundo de los muertos y el mundo de los vivos y es que la vida y por consiguiente la historia no es otra cosa que la superposición ambigua de estos dos planos, y si hay un personaje que se presta para esta confusión es Simón Bolívar.


El interés como ideología


Cualquier explicación de la realidad política es múltiple y depende en gran medida del interés o los intereses del opinante. Así ha ocurrido con el último proceso electoral, el oficialismo explica su triunfo por el carisma del líder, por el programa presentado al país y por su efectiva maquinaria electoral. Mientras que desde la oposición se insiste en el despiadado e insultante ventajismo del gobierno, la abundancia de recursos y la mercantilización del voto, además de un sistema electoral perverso o fraudulento, empezando por el abultado REP y su cedulación discrecional, así como un CNE claramente parcializado. Habrá otras razones y otros criterios, pero lo esencial, los argumentos de parte y parte, básicamente han sido los aquí expresados. Intentemos analizarlos, el carisma, concepto weberiano, de índole mágico-religioso, sin lugar a dudas es real, pero eficaz sólo si está acompañado por mucho dinero. El programa, en nuestros procesos electorales es un simple adorno, dudo que exista un elector que lo haya leído completo. Otra cosa son las promesas y las expectativas creadas y cultivadas a través de la multimillonaria propaganda y que en nuestro contexto básicamente se resume en las “misiones” clientelares. Si nos atenemos a un concepto de ideología que se expresa en la frase: dime cuales son tus intereses y te diré cómo piensas y votas. Son nuestras necesidades que nos condicionan además del lucro y el aprovechamiento de las circunstancias. En una economía rentista como la nuestra y en un sistema de gobierno rico y pueblo pobre, los procesos electorales son fuertemente manipulados por la distribución de los recursos y las prebendas. Nuestro sistema político electoral está fuertemente marcado además por lo que pudiéramos llamar la “franquicia cubana” que al controlar el sistema de cedulación y pasaportes, así como registros y notarias, prácticamente controla toda la información de la sociedad y que le permite directamente acceder a la información individualizada tanto para manipular en un sentido u otro, así como amenazar los intereses lícitos del ciudadano, fácilmente proyectable hacia el acto electoral.
Cualquiera sea nuestra apreciación del proceso electoral hay una realidad cierta y es que hay dos Venezuela, una realidad inconveniente y altamente peligrosa para los intereses nacionales. Un país dividido a partir del empecinamiento de un sector en imponer un proyecto hegemónico. Ganó Chávez, ojalá termine de entender que es para representarnos a todos y gobernar en función de los intereses lícitos de todos los sectores.

Entre el miedo y la esperanza


Otra vez ha triunfado el ventajismo de un gobierno inescrupuloso que se sustenta en un sistema electoral fraudulento y perverso. Pudiéramos calificarlo como el método cubano, de represión y control y que tan eficazmente ha funcionado en la isla-prisión por más de medio siglo. El aporte venezolano serían nuestras viejas picardías electorales y el abundante dinero propio de una renta petrolera generosa. La fórmula es simple, generar miseria y miedo, miedo y miseria, es el método empleado por un régimen personalista y militarista como el nuestro. El sistema comienza a operar ha partir del REP, sustentado en un sistema nacional de identificación totalmente operado por los cubanos y que permite incorporar de manera abierta y “legal” miles y quizás millones de extranjeros. El siguiente paso es la información y control, propio de un estado policial, de todos los ciudadanos a partir de la información pormenorizada de su vida, movimientos e intereses, de allí la presencia cubana en puertos y aeropuertos, notarias y registros, lugares donde se concentran todo lo vital de nuestra economía y de nuestra sociedad. Chávez ha hipotecado la soberanía nacional a cambio de su permanencia en el poder. Todo lo demás es manipulación ideológica y propaganda muy propio de regímenes cuyas características perversas lo emparejan tanto con el nazi-fascismo como con el comunismo. A pesar de ello 6 millones y medio de venezolanos siguen empecinados en no dejarse avasallar por esta dictadura personal en curso y amenazante proyecto totalitario. Estamos convencidos que si la oposición no termina de asumir al régimen en su verdadera naturaleza siempre le van a faltar votos para derrotar la propagada oficial, la descarada manipulación del elector y l disposición generosa de votantes cautivos. La oposición no puede continuar siendo ingenua en sus estrategias y políticas y mucho menos seguir alentando falsas esperanzas en la gente. Hay que entender que estos son procesos largos y complejos y que no se agotan en lo electoral. Sin renunciar a participar electoralmente hay que denunciar las trampas del sistema, sin temor a que el ciudadano conozca la verdad de las cosas, pero igualmente hay que insistir en la participación y organización de partidos políticos y sociedad civil en las protestas de calle que permanentemente se generan a partir de un mal gobierno, ineficiente y corrupto, y una sociedad crecientemente problematizada y amenazada. En la unidad opositora hay que desterrar la tentación de las hegemonías y los sectarismos. Todos somos y son necesarios. No avergonzarse de lo positivo del proyecto democrático desarrollado en Venezuela a partir de 1958, al contrario, hay que recuperarlo y darle continuidad creativa.
Hay que evitar el desaliento a todo trance y apostar a una victoria electoral igual que las elecciones parlamentarias que permita mantener y acrecentar gobernaciones y alcaldías, especialmente en la Venezuela urbana y de clase media que sigue siendo la mejor garantía de progreso, de democracia y libertad. Tenemos una importante tarea por delante, seguir construyendo la mayoría política necesaria para derrotar este régimen, de allí la importancia de las elecciones de este diciembre, así como las del próximo año y definitivamente tenemos una gran oportunidad de conquistar una mayoría política de cara a las parlamentarias del 2015, más allá de cualquier otro imponderable que no depende de nuestra voluntad política. El proyecto y gobierno alternativo de un país plural, abierto y democrático se construye día a día y seguimos convencidos que si no fueran por el miedo, el chantaje y la compra-venta de votos esta mayoría hubiera triunfado sin lugar a dudas en las recién finalizadas presidenciales.
No nos engañemos con los cantos de sirena del reelecto, enfermo y obcecado que ha reiterado que va “a profundizar la revolución” es decir, más miseria, más miedo y más represión. ¿La dirigencia opositora está consciente y preparada para esto?.  

Héroes de papel


Los procesos electorales y la política en general tienden a engendrar héroes de papel, hijos de la paja y del humo y de la política como espectáculo. El ser humano, en este caso, el elector, en su minoridad, ilusión e inmadurez, llega a creer que todo va a cambiar por su decisión y la de millones como él, a través del voto, uno de los grandes mitos de la modernidad, como si los procesos políticos no expresaran, intereses e influencias electorales que vienen de las profundidades de la sociedad. En nuestro país, sociedad de mentalidad mágica e ingenua, producto inequívoco de 100 años de renta petrolera y facilismo sin rendición de cuentas, ha creado una “élite” codiciosa e irresponsable y un “pueblo” pícaro y aprovechado (con esto no pretendo juzgar ni calificar personas, en la viña del señor hay de todo); sino categorizar conductas generalizadas. En este marco transcurre creo es 19 convocatoria electoral de la era chavista, período histriónico e irresponsable (una oclocracia cleptocrática), pero el drama es que de todo esto, no sólo es responsable un solo hombre, sino muchos, millones, cuyo silencio y complicidad cubren y arropan estos oscuros 14 años de insensatez y desvarío. Con la campaña electoral se pretende conjurar todo esto, con otros personajes y otras circunstancias, ojalá se logre, sin pagar el costo terrible de una crisis que me luce prolongada.
Entramos a un proceso de transición de dificultades crecientes pero si tenemos la sensatez del acuerdo nacional y se logra la necesaria gobernabilidad que pasa en primer lugar por el control de la inseguridad y el restablecimiento del estado de derecho, estoy seguro que en poco tiempo, de 1 a 2 años, el país recobraría su capacidad de crecimiento y confianza. Tenemos talento y recursos humanos para esto y ventajas geopolíticas y económicas de todo tipo. Es importante la confianza de cara al futuro, no solamente frente a un eventual triunfo de la oposición sino en la necesidad política de identificar al adversario no como enemigo sino como contraparte necesaria para la construcción de una democracia plural y así mismo entender de una vez por todas que los hombres de gobierno solamente son calificables desde su integridad y honestidad personal y su competencia técnica y profesional para intentar superar definitivamente esa larga y repetitiva historia nacional de los hombres y de los héroes de papel.

Tiempo de dictadura


No se angustien ni se acobarden
Juan 14:27 (NVI)

Ni olvido ni memoria corta, es uno de los mensajes de este excelente documental de Carlos Oteiza, ni mas oportuno. “Tiempo de dictadura” es un recordatorio a los venezolanos de que la historia tiende a ser cíclica y que nunca hay que abandonar la esperanza de vivir en libertad y democracia. Mensaje oportuno, especialmente en estos tiempos post-electorales que tanto desaliento han provocado en millones de personas. La historia no se detiene, la vida continua y los amos del poder son temporales por definición. Así fue con Marcos Pérez Jiménez, cuya memoria se ha diluido entre las nuevas generaciones y mucho más olvidado está el 2 de diciembre, fecha emblemática de esa dictadura. Igual va a pasar con el 4 de febrero, otra oprobiosa fecha de nuestra historia. A Pérez Jiménez no le faltó dinero y mucho menos miedo para mandar, en esa época se decía, seguridad en la calle y miedo en la casa, pero a pesar de todo, cuando le tocó el momento, la dictadura se derrumba y el dictador huye. Otro aspecto aleccionador del documental es la pasividad y el silencio cómplice de las mayorías, usufructuarios afortunados de la renta petrolera y entretenidos en el permanente bonche nacional. Entre 1952 y 1957 todo parecía controlado, pero a pesar de ello siempre existió una minoría del coraje y la dignidad y que permitió que en su momento la mayoría recapacitara y volviera a comprometerse con la libertad y la democracia.
El documental es afortunado en la interpretación de los hechos, particularmente en llamar la atención en la dualidad social que siempre ha existido en Venezuela, un sector próspero y un sector indigente, hoy sigue siendo igual y ya no son miles sino millones de personas. Un grupo usufructuaba el poder y las riquezas, los del gobierno y los amigos del régimen y se vivía la famosa legalidad que muy gráficamente expresó el dictador dominicano José Leonidas Trujillo: “A los amigos todo, a los enemigos la ley”. Venezuela, en tiempos de dictadura, lucía amodorrada y complaciente y el control militar y la militarización del país parecía absoluta, lo que llevó a decir al entonces joven político Rafaél Caldera, que parecía más fácil militarizar a los civiles que civilizar a los militares, quizá estaba pensando en los desfiles de la llamada semana de la patria, en donde conjuntamente con las fuerzas armadas desfilaban encuadrados todos los sectores, desde las escuelas, hasta los trabajadores, pasando por los empleados públicos. Todo cambia, y viendo este documental, pareciera que no ha cambiado nada.

miércoles, 3 de octubre de 2012

No son dioses


En los últimos años han venido ocurriendo una serie de acontecimientos políticos que revisten carácter histórico tales como la llamada primavera árabe en una región que parecía inmovilizada políticamente, con sus dictadores de discursos rimbombantes y regímenes de sicarios y torturadores. El primero Sadan Hussein y su hiperbólica y amenazante madre de todas las guerras. Para su pueblo fue un verdadero depredador, particularmente destructivo, provocó una guerra de 10 años contra Irán, invadió Kuwait y guerreó permanentemente contra los Kurdos y terminó desafiando a Occidente con su arrogancia de loco para terminar escondido, preso y juzgado. El costo para Irak de este dictador fue tan alto que todavía hoy sufre sus consecuencias. Afortunadamente la primavera árabe continuó con el impulso antidictatorial y así cae sucesivamente de manera ignominiosa y violenta el dictador tunecino y el dictador egipcio y el extravagante ayatola libio, todos con un final trágico, como para indicarnos que en la modernidad no solo hay una justicia divina sino que también la humanidad ha aprendido o está aprendiendo a juzgar a este tipo de gobernantes. En lista de espera está Asad de Siria y en algún momento tendrán que caer las teocracias anacrónicas de Irán y Arabia Saudita. La historia no se detiene y esa es su grandeza, que a pesar de los bárbaros que siempre nos amenazan y los tiranos de turno, la libertad, la cultura, la ciudadanía y en general el llamado proceso civilizatorio siempre llegan y terminan por prevalecer. Esto que pudiéramos llamar optimismo histórico como contraparte necesaria de la versión trágica de la historia nos ayuda a sobrevivir a cualquier contingencia negativa de nuestros procesos históricos particulares. Los gobernantes autoritarios pierden la sensatez y el sentido de realidad y siempre terminan abriendo las puertas del infierno que los devora. Es lo que ha sucedido en el Medio Oriente con quienes se creían dioses y eternos. En la historia todo fluye, todo cambia y todo termina, y el clima de la libertad siempre implica riesgos.
Nuestra fe absoluta en la dignidad humana y en el proyecto de humanidad que se desprende de la misma, garantiza el inevitable proceso de liberación que no otra cosa ha sido la historia de la humanidad. En estas latitudes también tenemos nuestros tormentos, pero como decíamos, la primavera política siempre llega.

lunes, 24 de septiembre de 2012

2012: El proceso electoral como un combate moral


Para la conciencia histórica nacional es importante el concepto de continuidad y convivencia que no es otra cosa que la reconciliación psíquica de nuestros tiempos históricos; ninguno de ellos puede ser negado y todos son importantes y necesarios en esta dialéctica de la historia nacional. El pasado indígena y africano es de una riqueza antropológica y cultural absoluta, igual que la herencia hispana y europea en general, muy de acuerdo con el concepto universalista de raza cósmica de José Vasconcelo cuando se refiere a esta nueva realidad latinoamericana. Hablamos español y portugués y como se sabe una lengua ya es una patria. Nos identifica el humanismo clásico y cristiano y la cosmovisión y costumbre de los ancestros así como las múltiples influencias de ese sincretismo extraordinario que produce la globalización. En todo este proceso: Colonia, Emancipación y República, para utilizar términos al uso, identifican de manera dinámica y progresiva aspectos y rasgos que definen la venezolaneidad, entre ellos el ansia libertaria y el sentido igualitario de las personas. Como sociedad moderna estamos empeñados en un proyecto democrático, republicano, federal y civilizatorio. Queremos consolidar la ciudadanía y la civilidad sobre un modelo económico y social de equidad y justicia y en el siglo XX nuestra sociedad, en este sentido, conoció éxitos innegables tanto en su desarrollo socio-cultural como económico y político y en ellos se inscribe nuestra democracia, que abrevó en la mejor tradición republicana y progresista. Democracia imperfecta pero perfectible y esa es una de las exigencias históricas de esta cita electoral del 2012, reafirmar nuestra vocación y tradición democrática con convicción y coraje.
“La democracia es producto de la historia. Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano ha ensayado diversas formas de gobierno y participación democrática para el autogobierno, la libertad individual y la igualdad social; y la búsqueda de la oportunidad y la riqueza es tan antigua como la misma humanidad. Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.” La democracia deja de ser una abstracción o una simple teoría política para pasar a expresar conquistas civilizatorias fundamentales como la individualización de una persona como ciudadano, protegido en sus derechos frente al poder arbitrario del Estado y la Ley. La democracia, igualmente, es el control democrático del poder para beneficio de todos y su funcionamiento como sistema político, jurídico y constitucional tiene como norte “la igualdad y que su consecuencia debe ser el esfuerzo del estado para minimizar las diferencias entre los hombres”. El poder debe ser difundido y compartido, para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema. La democracia no es real si no es internalizada como un sistema de valores por todos los ciudadanos, valores que, en última instancia, no son otra cosa que la libertad, la igualdad y la fraternidad consigna ésta última olvidada de la revolución francesa y tan urgentemente necesaria en este problemático y problematizado siglo XXI.
La democracia en Venezuela es tardía y solo se posibilita en el siglo XX, entre otras razones, por la modernización acelerada provocada por la economía petrolera y como consecuencia, los cambios cualitativos que sufriera la sociedad venezolana. En nuestra tradición electoral, el antecedente moderno más importante es la Ley de Censo Electoral y de Elección, promulgada el 11 de septiembre de 1936, ley imperfecta y limitada pero que permite asumir la posibilidad de iniciar un proceso democratizador que aunque el gobierno de la época pretendía frenar y controlar era inevitable dada las nuevas condiciones que se venían dando en el mundo y en nuestra sociedad. Hay que esperar al golpe de estado del 18 de octubre de 1945 para potenciar el modelo democrático de masa y partidos y que tiene su expresión más acabada en 1947 con la adopción del Sufragio Universal y Secreto y la elección mayoritaria de Rómulo Gallegos en 1948. La sociedad venezolana cuenta con nuevos actores políticos, aunque el marcaje militar siempre está presente y es que en el país venía desarrollándose un nueva economía petrolera de importancia global y que había generado en los últimos 30 años cambios sustantivos en la sociedad venezolana. Es la insurgencia campesina y obrera que empieza a crear el nuevo paisaje urbano de los trabajadores y las clases medias, con su vanguardia sindical y partidista, en el marco de una lucha política e ideológica a nivel mundial que confrontaba a los países avanzados capitalistas europeos y norteamericanos y a los emergentes países comunistas con la Unión Soviética a la cabeza. En este contexto Venezuela vive su propio proceso de cambios económicos, sociales, culturales y políticos que se expresan de manera gráfica en la lucha por el gobierno y el poder. Una vez establecido el sufragio, los procesos electorales pasan a expresar de una manera precisa los intereses en juego y los respectivos planteamientos programáticos, ideológicos y políticos de cada sector. Interrumpido el proceso democrático por la dictadura de Pérez Jiménez, otro golpe de estado cívico-militar restituye el proceso político, democrático y electoral ininterrumpido hasta el día de hoy. El venezolano se acostumbró a votar y se acostumbró a pensar que este es el mecanismo más idóneo para resolver la controversia política. Así vemos como en 1959 resulta electo Rómulo Betancourt, Presidente de la República, con 49,18% de votos derrotando a Wolfgang Larrazabal, quien obtuvo 34,61% y Rafaél Caldera con un 16,21% de votos. Fue una contienda dura y difícil, en circunstancias sumamente adversas de inestabilidad y con una fuerte amenaza de golpes de estado y una inquietante incertidumbre social y económica. A pesar de todo ello, y la posterior amenaza insurgente y golpista, Rómulo Betancourt fue el primer presidente de nuestra historia electo constitucionalmente que completó su período constitucional. En 1963 es electo Raúl Leoni, abanderado de Acción Democrática, que a pesar de las divisiones sufridas logra la victoria con una propuesta programática progresista y un respaldo multipartidista. En 1968 gana la presidencia Rafaél Caldera con un 29,13% de votos, con una diferencia de apenas 30.000 votos con respecto a Gonzalo Barrios candidato de Acción Democrática. Con esta elección se puede decir con propiedad que la democracia está consolidada en el país ya que en términos electorales se ha salido airoso de todas las pruebas y con Caldera, por primera vez en nuestra historia, un líder opositor gana las elecciones y el gobierno de turno así lo reconoce. Otro éxito de este período es que la izquierda insurgente que venía alentada por el proceso cubano decide participar electoralmente y a pesar de que nunca logró sobrepasar el 5% de los votos, se convirtió en un actor más en aceptar las reglas del juego electoral democrático.
El éxito de la democracia venezolana en los años 50 y 60 del siglo pasado radica precisamente en el entendimiento político que prevaleció entre los sectores dirigentes, tanto en la derrota del dictador como en el respaldo unánime a la nueva constitución de 1961. Igualmente, se entendió, en los últimos 3 gobiernos aludidos, que ningún partido puede gobernar sólo, y que las alianzas, los acuerdos y consensos, son necesarios e imprescindibles en un sistema democrático que pretenda ir más allá de administrar y sobrevivir a las crisis.
En 1973, Acción Democrática vuelve al poder con la candidatura de Carlos Andrés Pérez y su abrumadora victoria. En 1978 gana COPEI con Luis Herrera Campins, y se consolida en el proceso político venezolano el llamado bipartidismo, configurando de esa manera lo que pudiéramos llamar una democracia madura y estabilizada. En 1983 es electo Jaime Lusinchi de Acción Democrática con el 56,72% de los votos frente a Rafaél Caldera de COPEI que obtiene un 34,54% y con una abstención de apenas el 12,25%. En este proceso la izquierda se divide con la candidatura de Teodoro Petkoff que saca un 4,17% y José Vicente Rangel que repite una tercera candidatura con 3,34% de votos. Esto que pudiéramos considerar el momento políticamente estelar del sistema democrático venezolano es al mismo tiempo el punto de inflexión de una crisis que venía anunciándose a través de los llamados profetas del desastre entre ellos Juan Pablo Pérez Alfonso y que tenía que ver con un modelo de desarrollo atrapado en el rentismo petrolero y al mismo tiempo en políticas económicas epilépticas y sin prestar la suficiente atención al problema social que se venía incubando y a la creciente corrupción. Sin lugar a dudas el boom petrolero de los años 70 había desarticulado nuestro sistema político, económico y social y había creado un antimodelo de desarrollo que en expresión de André Gunther Frank es el desarrollo del subdesarrollo. La señal más visible de la crisis que se anunciaba y que la clase dirigente no fue capaz de anticipar y manejar fue el famoso viernes negro de 1983. En 1988 el país nostálgico pretendió regresar a la Venezuela facilona y despilfarradora de los años 70 con la nueva elección de Carlos Andrés Pérez con 52,89% de votos. En esta elección Eduardo Fernández de COPEI pierde con 40,40% y lo que expresó de manera gráfica la situación de incertidumbre política que se estaba comenzando a vivir y el final del consenso necesario para gobernar fueron los 26 candidatos que compitieron para esta elección. La situación de crisis de nuestra élite era tan grave en su pérdida de sintonía con el país que el testimonio de Diego Arria referido a la campaña de 1978 y a su candidatura es altamente esclarecedor: “Yo veía que el bipartidismo iba a acabar con la democracia en Venezuela, el país estaba secuestrado por 500 o 600 personas que nunca en su vida habían pagado un pasaje, cuyo choferes y guardaespaldas eran pagados por el Estado, que vivían del patrimonio de la nación.” Qué actuales suenan estas palabras cuando, a nuestro juicio, vuelve a darse el distanciamiento entre gobierno y pueblo y élite y sociedad“. El país confundido, con una dirigencia extraviada se enfrenta a la coyuntura electoral de 1993 con las precandidaturas emocionales de Renny Otolina y la candidatura de Irene Sáez, como expresión de una sociedad desorientada, de una dirigencia que había perdido claridad y de unos partidos políticos desprestigiados que naufragaban en las complicidades de la corrupción, el maridaje de la política y los negocios y que había ignorado políticamente hablando lo que expresaba el llamado Caracazo de 1989 y las intentonas golpistas de 1992. Frente a tantos extravíos el país decide elegir a Rafaél Caldera con apenas 30,48% de los votos, Acción Democrática se presenta menguada y disminuida con Claudio Fermín para apenas sacar 23,60% de votos y Oswaldo Álvarez Paz un 22,73% de votos, frente a una importante abstención del 39,84%, es decir, que la larga y agónica crisis que venía perfilándose desde finales de los 70 y que arropó de manera negativa la llamada década perdida de los 80, culminó en un vacío de representación que fue llenado oportunamente por Hugo Chávez candidato en 1998 con una abrumadora victoria del 56% aproximadamente. De esta manera se cerraba el ciclo del bipartidismo puntofijista y se iniciaba un gobierno bajo los mejores auspicios y a mi juicio con una sociedad sin conciencia clara de lo que le esperaba y que una vez más, en sus extravíos, recurría a la magia del caudillo salvacionista y a la mágica renta petrolera.
Desde 1998 a esta, parte el país ha vivido quizá en demasía, muchas jornadas electorales, que han permitido consolidarse, en el gobierno y en el poder, a Hugo Chávez que en el 2006 obtiene electoralmente una importante relegitimación con 62,84% de votos frente a Manuel Rosales, abanderado unitario de la oposición con 38,9%. Mucho se ha debatido sobre las características democráticas del actual gobernante y en estos últimos 14 años, se ha hablado de militarismo nacionalista, militarismo populista, proyecto socialista, autocracia en desarrollo y amenaza permanente totalitaria cuyo modelo es Cuba. Quizás ésta ha sido la mayor debilidad del presidente y su mayor fortaleza, la ambigüedad de un estilo de liderazgo y de un proyecto de gobierno que vive permanentemente entre la promesa y la amenaza. En 1958 el registro electoral estaba constituido por 2.913.801 venezolanos, actualmente se habla de un padrón electoral de 18.903.143 electores que luce exagerado para la población total del país, pero sea como sea, Venezuela en términos demográficos y sociales, ha sufrido cambios importantes. Tenemos un electorado joven mayoritariamente urbano y tenemos un electorado femenino que representa un poco más de la mitad del número de electores, al mismo tiempo que a nuestra sociedad se le han creado expectativas de todo tipo en un tiempo y una época, comenzando el siglo XXI, en donde la conciencia colectiva tiende a ser más desarrollada y activa. Como sea, el 2012 termina siendo una encrucijada de un proceso político lleno de altibajos, amenazas, éxitos y fracasos, pero lo que no puede cuestionarse ni ponerse en duda es que en el 2012 debe asumirse el proyecto democrático en todo sentido y no sacrificarlo bajo ninguna circunstancia.
El 7 de octubre culmina un proceso altamente asimétrico. Por un lado el ventajismo electoral gubernamental y la parcialidad oficialista inocultable de la mayoría de los miembros del CNE. Igualmente destaca la intención y voluntad fraudulenta de un régimen que ganó el poder en su momento y no está dispuesto a abandonarlo a través de un simple proceso electoral. Ésto último no termina de entenderlo la oposición que están enfrentando una voluntad de poder y un proyecto político de fuerte connotación político-ideológico-religioso, que se asume eterno, asentado sobre una irracionalidad cultivada y una emocionalidad manipulada a partir de las carencias afectivas, psíquicas y materiales de millones de personas. Miseria y miedo, no otro, es el credo del candidato-mesías; sobre la pobreza creciente y las necesidades insatisfechas, el candidato oficialista sigue presentándose como el proveedor por excelencia de la tribu.
Creemos que es importante evitar el fetichismo mágico del 7 de octubre, no descartar ningún escenario y pensar que quizás los acontecimientos más importantes van a ocurrir después de esa fecha, aparte de los imponderables a que la historia nos tiene tan acostumbrados y más en este caso, con un candidato, sin lugar a dudas, enfermo. La democracia implica, entre otras cosas, elecciones periódicas, transparentes y equilibradas, aunque la presencia y frecuencia de los procesos electorales no implican necesariamente la existencia de una democracia real. Como ejemplo tenemos los gobiernos del fenecido mundo comunista de Europa oriental que se autocalificaban de democracias y hacían elecciones que siempre ganaba el gobierno abrumadoramente. Cuba es otro ejemplo, de elecciones sin democracia. Un dictador puede ser electo, como lo fue Hitler, y muchos otros, inclusive por un tiempo pueden ser figuras populares, como Musolini en los primeros años de su gobierno y como Perón, en Argentina.
En nuestro país la democracia es reciente, de memoria corta y frágil y su sustento electoral tradicionalmente precario y manipulable, de allí la frase conocida que acta mata voto. En general, los gobiernos siempre han jugado al abuso del poder y al ventajismo, pero además, en estos últimos tiempos, hay que agregar las tecnologías aplicadas a los procesos electorales, en donde no se termina de tener claro cuales son las garantías con respecto a la transmisión y totalización de votos y el secreto del mismo. El problema no es cómo se vota sino el compromiso con la transparencia electoral y el respeto al voto popular que entre nosotros tiende a ser débil configurando un sistema electoral estructuralemente fraudulento; siempre ha sido así pero en los regímenes autoritarios el ventajismo y la trampa se acentúan. Tenemos un CNE, ya aludido, con 4 integrantes públicamente identificadas con el oficialismo y el otro miembro que no termina de generar la confianza necesaria ya que fue designado por un poder legislativo abrumadoramente mayoritario de representantes gubernamentales. Un registro electoral de casi 19 millones de personas con derecho a voto luce inflado para un país que no llega a totalizar 30 millones de habitantes y con un sistema de cedulación manejado por cubanos largamente liberal en otorgar cédulas con una facilidad increíble para una burocracia que no se caracteriza precisamente por su eficiencia y transparencia.
El discurso de la amenaza y del miedo tienden a imponerse como estrategia electoral del oficialismo y están tratando de crear la matriz de opinión, a nivel nacional e internacional de que ya ganó y que la oposición no va a reconocer el triunfo oficialista, de esta manera están preparando el escenario del “arrebatón”, acusando a la oposición de lo que ellos pudieran pensar hacer, es el efecto espejo o como dice el dicho popular, el ladrón juzga por su condición. Esta estrategia de declararse ganadores anticipadamente va a encontrar eco en algunos gobiernos que están haciendo grandes negocios en Venezuela, como por ejemplo los amigos del Alba y del Mercosur.
El fraude es una posibilidad real y no hay que dejar de mencionarlo con el argumento de que va a asustar a los votantes, ese es un viejo prejuicio de los políticos con el ciudadano siempre tratados como menores de edad o incapaces de discernimiento. Creemos que es muy importante la información veraz y la interpretación correspondiente sin menoscabo del optimismo necesario para ganar las elecciones y creemos que en ese sentido el candidato y en la campaña se está desarrollando una estrategia adecuada y exitosa. En este proceso electoral hay un ingrediente que a nuestro juicio es de suma importancia, el ingrediente moral, de allí que es pertinente la pregunta: ¿Cuándo el voto se convierte en un acto moral?. A nuestro juicio cuando sería irresponsable elegir a consciencia a un enfermo, con una enfermedad progresivamente limitante y con riesgo cierto de crear situaciones de inestabilidad o precariedad institucional. Igualmente cuando se está eligiendo a alguien que no esconde su intención de perpetuarse en el poder y crear un régimen que aunque se identifique como socialista en la práctica es el tradicional comunismo cuyo modelo que se proclama y no se esconde es el terrorífico régimen cubano con su isla-prisión. Igualmente es el castigo necesario a un mal gobierno que ha debilitado fuertemente nuestra salud moral con un incremento sustantivo en corrupción, delincuencia y narcotráfico.
El 7 de octubre culmina el proceso electoral, y a mi juicio con el triunfo de la oposición. Creemos que es la mejor posibilidad para propiciar y desarrollar una alternabilidad democrática: que prevalezca el pluralismo y el equilibrio que nuestra sociedad está demandando y nos permita seguir desarrollando un sistema democrático, de institucionalidad fuerte, economía sólida y diversificada y de fuerte acento social.
Para nuestro proceso político sería muy conveniente una derrota electoral del partido de gobierno y estos son algunos de los dilemas del PSUV: dejar de ser un partido militar, dedocrático y evitar las trampas electorales para permanecer en el poder, así mismo, no puede seguir siendo la mampara electoral de un proyecto personalista y totalitario de poder. Mientras si pierde en buena lid y con un caudal importante de votos puede aspirar a convertirse en uno de los pilares partidistas importantes del sistema político democrático venezolano y para ello necesita perder las elecciones, aceptar los resultados y pasar a la oposición democrática, abriéndole cauce a un “chavismo sin chávez” al mismo tiempo que se compromete en un diálogo multipartidista y representativo de todo nuestro ser social, garantizando la convivencia nacional dentro del necesario equilibrio dinámico que no otra cosa es la democracia, además del sufragio y la alternancia de gobierno.
El 7 de octubre todo el país estará sometido a pruebas a partir de una pregunta fundamental ¿Estamos dispuestos a tolerarnos? De cómo respondamos va a depender el futuro. Estabilidad y gobernabilidad o inestabilidad e ingobernabilidad; ese y no otro es el dilema que nos plantea este proceso electoral a partir de la madurez y la racionalidad de sus actores fundamentales; el futuro puede ser promisorio o precario; seguimos en la crisis o comenzamos a salir de la crisis. Cada venezolano en particular, a través de su voto, tiene la responsabilidad moral de formularse sus propias preguntas y generar sus propias respuestas desde su conciencia moral, con coraje y lucidez.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Chamanismo y espectáculo o el regreso a la razón


La campaña electoral en curso luce, especialmente en el campo oficialista, desproporcionadamente mediática y mágica. Un candidato evidentemente limitado físicamente ha obligado a potenciar su campaña mediática, contando con los inmensos recursos del Estado y un CNE extremadamente permisivo con el presidente-candidato.
Como es lógico, el candidato opositor está explotando sus ventajas, la juventud y el vigor en primer lugar, que lo presenta deportivo y activo y además con una estrategia inteligente que le ha permitido consolidar su espacio natural de oposición y al mismo tiempo penetrar sectores tradicionalmente vinculados al candidato del gobierno. De cumplirse esta expectativa en el comando opositor se empieza a hablar de una avalancha electoral que permitiría acumular entre 1 millón y 1 millón y medio de ventaja, es decir, un 10% o más. De ser así, al gobierno, con todo y su ventajismo, le va a ser difícil minimizar o maquillar el triunfo opositor con una votación manipulada. Si el gobierno pierde, pero “gana”, como ocurrió en las parlamentarias, nos precipitaríamos, sin lugar a dudas, en una crisis de legitimidad y gobernabilidad que obligaría a las fuerzas opositoras a exigir el reconocimiento de su victoria.
El oficialismo va a insistir en el voto de interés y en el apoyo emocional y lógicamente en la descalificación del adversario. A pesar de que la sociedades y sus diversos sectores responden a intereses concretos, en la actual campaña presidencial todavía no está claro el peso que va a tener lo que he llamado el pensamiento mágico o chamanismo y la campaña como espectáculo. Programas y propuestas pasan a un segundo lugar y todo se reduce y resuelve en lo imaginario colectivo sobre bases publicitarias y programáticas para “vender al candidato”.
Urge recuperar en Venezuela el regreso a la razón, optar definitivamente por el futuro y abandonar este anacronismo fracasado de los últimos 14 años. Creo que el país lo ha venido entendiendo y de allí la ascendente candidatura de Capriles Radonski, con su perfil de joven profesional, honesto y competente y una experiencia de gobierno que lo avala como excelente gerente y buen administrador. No otra cosa necesita el país, ya basta de chamanismo y espectáculo y se hace necesario conquistar a plenitud un gobierno moderno, que se caracteriza por su eficiencia y pulcritud, que es un gobierno temporal y alternativo y una democracia perfectible y en ascenso y la construcción de la necesaria república federal diferida desde hace 200 años.

Pertinencia y compromiso


Inaugurándose el siglo XXI, la humanidad ha conquistado la posibilidad práctica de ofrecer educación de calidad para todos, tal como lo pronosticó, en su momento Comenio (1592-1670), educación de todo para todos. Lo anterior no significa que la tarea está hecha, al contrario, en cada país el sistema educativo tiene sus éxitos y sus omisiones o tareas por cumplir. En nuestro país, a pesar de que tenemos Universidad desde el siglo XVIII y el famoso decreto guzmancista de 1870, decretando la primaria obligatoria, hay que esperar al siglo XX y concretamente a 1936 con la creación del Instituto Pedagógico Nacional y la misión chilena para poder hablar de un proyecto educativo de Estado, que aunque sin continuidad gubernamental y con experiencias incompletas y limitadas, en general puede considerarse exitoso en lo fundamental. Si nos limitamos al sector universitario y particularmente a las llamadas universidades históricas o autónomas, éste estaría representado fundamentalmente por la Universidad Central de Venezuela (UCV); la Universidad de los Andes (ULA); la Universidad del Zulia (LUZ); la Universidad de Carabobo (UC) y posteriormente por la Universidad de Oriente (UDO) y la Universidad Simón Bolívar (USB) hasta configurar un sistema de más de 170 instituciones de educación superior, de las cuales 24 son de gestión privada, incluidas las católicas o de inspiración cristiana, con una matrícula en el 2012 de 320 mil estudiantes aproximadamente de los cuales 67 mil corresponden a las últimas nombradas.
De acuerdo al Dr. Jaime Requena, y en función de la “estadística oficial correspondiente al año 2008/2009: hay 48 Universidades en total, 22 de las cuales son de gestión pública y 26 de gestión privada, con 1.222.000 estudiantes. Unos 77.826 docentes; 52.983 en las públicas y 11.495 en las privadas. 5.851 profesores a dedicación exclusiva y 2.385 a tiempo completo, datos que sólo incluyen al sector público y por categoría se identifican 13.000 instructores o asistentes; 9.000 agregados, 4.000 asociados y 3.000 titulares, de éste total sólo un 8% está dedicado a la investigación, sin ponderar la pertinencia e influencia que éstas puedan tener, concluye el Dr. Requena con una afirmación que compartimos “Cada día nuestras universidades públicas se tornan en diseminadoras de conocimiento y no en sus productoras... un 92% de los docentes universitarios, simplemente se dedican a transmitir conocimiento que otros generan allende.” 1
En la discusión universitaria 2 temas son recurrentes, la pertinencia de las instituciones y la calidad de la educación que se imparte en ellas. Con respecto al primer punto es frecuente abordarlo desde la perspectiva e influencia política y social que éstas han ejercido directa o indirectamente, y en cuanto al segundo punto se tiende a abordarlo desde la pertinencia científica y su impacto social. Desde mi punto de vista las universidades han sido particularmente exitosas y protagónicas en ciertos momentos políticos importantes como lo fueron en la insurgencia y resistencia a la dictadura de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez aunque a partir de la década de los 70 y 80 se vive un proceso de auto marginación progresiva de su influencia en la vida política hasta resurgir con fuerza relativa en el 2007 con un vigoroso aunque minoritario movimiento estudiantil cuyos dirigentes rápidamente derivaron hacia el activismo político insertándose en los partidos políticos. En lo social, sin lugar a dudas, las universidades directa e indirectamente y en especial a través de sus egresados, fueron el motor principal de nuestros programas de desarrollo y modernización y ayudaron a configurar la dinámica y compleja realidad urbana y sus clases medias. La universidad entra en mengua en su rol sociopolítico en los últimos 30 años y no es casual que coincida con el decaimiento del debate ideológico, político, científico y filosófico que pareciera haberse ausentado del claustro universitario, sustituido por una visión más pragmática de la realidad intra y extramuros y una masificación, positiva en si misma, pero que termina sacrificando lo importante por atender las urgencias del día a día, con una repercusión directa en la calidad y pertinencia académica. Hoy por hoy la Universidad venezolana problematizada en todo sentido, con un marco jurídico-político precario y anacrónico caracterizado por la incertidumbre, enfrenta el desafío del porvenir, cabalgando sobre una globalización inevitable y un reto tecno científico que no terminamos de asumir a plenitud. En el campo científico, la Universidad ha hecho un gran esfuerzo pero no suficientemente satisfactorio y es que el modelo, la tradición y la cultura imperante tienden a privilegiar el modelo docente y profesionalizante. De la investigación se tiende más a hablar de ella que hacerla y algunos indicadores así lo demuestran. Si nuestros términos de comparación son los países avanzados y aplicamos el criterio del número de investigadores por número de habitantes, en Venezuela tendríamos un déficit de 76.000 investigadores y si nos comparamos en América Latina el déficit es de 20.000 investigadores.2
En 1990 se crea el Programa de Promoción del Investigador (PPI); éste es un buen ejemplo exigido en su momento por la propia comunidad científica y la presión social y gubernamental sobre las Universidades para la necesaria rendición de cuentas y que permitió desarrollar este importante programa y del cual referimos algunos indicadores que registra en un primer momento a 741 investigadores acreditados, encabezando la estadística la UCV con 223 y la Universidad de los Andes con 113, seguidos por LUZ con 36. Éste programa fue cancelado en el 2011 y sustituido por el Programa de Estímulo a la Innovación (PEI) fuertemente condicionado y a mi juicio comprometido con la línea política e ideológica del actual gobierno. Para el momento de su cancelación el PPI estaba encabezado por LUZ con 1044 investigadores, la ULA con 1035 y la UCV con 731.3
Otro indicador importante “es el número de artículos publicados con un firmante venezolano en revistas del ISI Web of Knowledge el cual ha decrecido un 15% desde los 968 de 2006 hasta los 831 en 2008... y agrega el mismo autor que el programa gubernamental Misión Ciencia parece estar favoreciendo a las Universidades afines al régimen y penalizando gravemente a las no afines”.4
De los investigadores pertenecientes a las Universidades nacionales el 37,4% corresponde al área de Ciencias médicas, biológicas y del agro. Un 27% a las ciencias físicas, químicas y matemáticas. Un 20% a las ciencias sociales y un 18,6% a las ingenierías, tecnología y ciencias de la tierra.5
Toda esta realidad expresada de manera estadística tiene su reflejo en el ranking iberoamericano SIR 2011, establecido sobre los siguientes indicadores: Producción Científica (PC); Colaboración Internacional (CI); Calidad Científica Promedio (CCP) y Porcentaje de Publicaciones en Revista del Primer Quartil SJR (1Q). En los primeros lugares se ubica la Universidad Nacional Autónoma de México; la Universidad Estadual de Campinas y la Universidad Federal de Río de Janeiro. En el número 72 de Iberoamérica y 33 de América Latina aparece la Universidad Central de Venezuela. La Universidad Simón Bolívar en el puesto 101 de Iberoamérica y 50 de América Latina y ésta ilustre Universidad de los Andes en el 102 de Iberoamérica y 51 de América Latina.
En el modelo científico de universidad, la función que se privilegia, es sin lugar a dudas y de manera práctica, la de crear y comunicar conocimiento. Entre nosotros esto no ha sido así. La modernidad de la Universidad venezolana y en general de nuestra educación se ubica a partir de 1936, por aquello que dijera el ilustre merideño Mariano Picón Salas, que nuestro siglo XX comienza en 1936 a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez en 1935. Para ese año sólo funcionaban 2 universidades, la Universidad Central de Venezuela reabierta en 1922 y ésta Universidad de los Andes. En total el país contaba con 1000 estudiantes aproximadamente y 100 profesores lo que explica la posición pesimista de Razetti expresada en 1915 al inaugurarse el curso de Clínica Quirúrgica, citado por Jaime Requena,

En nuestro país la misión del profesorado científico está perfectamente determinada. Nosotros no podemos ser maestros originales fundadores de teorías científicas nuevas, porque nuestra instrucción se ha desarrollado en un medio pobre, desprovisto de los recursos que la riqueza y la tradición han acumulado en los centros intelectuales de Europa, genitores del Arte y de las Ciencias. Así vemos que no obstante lo extenso y complicado de nuestra patología regional, nuestro caudal científico es todavía demasiado reducido para poder servir de base a la formación de una ciencia médica nacional propia y original. Tenemos pues, necesariamente que limitarnos a repetir lo que los grandes maestros enseñan, procurando explicar a nuestros discípulos la ciencia tal como sale formada de las mejores escuelas extranjeras, nuestra libertad se reduce a escoger lo que consideramos mejor según nuestro criterio personal para interpretar los hechos a la luz de las doctrinas consagradas por el éxito y demostradas por la experiencia.”

Este pesimismo explicable del eminente Dr. Razetti afortunadamente hoy no es totalmente cierto, porque algo se ha avanzado en el desarrollo de un pensamiento científico nacional aunque lamentablemente no ha sido el deseable a pesar de las oportunidades y recursos que se han tenido. Extremando mi provocación diría que en lo fundamental el Dr. Razetti lamentablemente sigue teniendo razón.
Si vinculamos, como debe ser el desarrollo científico con la educación, ésta comienza su expansión democrática y democratizadora a partir de 1958 y así observamos cómo de manera continua, a veces aluvional e improvisado, la educación y la Universidad se convierten y constituyen en el principal soporte de nuestra evolución social y desarrollo económico. “Se logró reducir el analfabetismo de un 48,8% en el año 1950 a 34,8% en el año 1961; 22,1% en el año 1971; y 14,1% en la década de los 80 y un 8% para finales de siglo” (Jaime Requena). y si creemos en las estadísticas del actual gobierno el analfabetismo está erradicado de Venezuela. “La matrícula universitaria creció 2183% entre 1958 y 1975 y 372% entre 1975 y 1998. En 1950-1951 teníamos 6.901 estudiantes y casi 1000 docentes” y actualmente tenemos 2 millones de estudiantes aproximadamente, un evidente éxito de la sociedad venezolana y no sólo de sus diversos gobiernos.
En este proceso de medio siglo largo, de crecimiento cuantitativo-cualitativo (de acuerdo al llamado evolucionismo orgánico que postula la fórmula a la calidad por la cantidad) Venezuela ha progresado en todo sentido y en materia científica y técnica también lo hemos hecho. En 1967 se crea el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas CONICIT. En 1974 se crea el INVEPET (Fundación para la Investigación en Hidrocarburos y Petroquímica), la cual cambia su denominación en 1976 a INTEVEP manteniendo su figura jurídica de fundación. En el 2006 se promulga la Ley Orgánica de Ciencia Y Tecnología (LOCTI) muy auspiciosa en sus comienzos y rápidamente distorsionada por razones políticas. En este medio siglo el principal esfuerzo en investigación ha sido soportado por las Universidades ya citadas con un 33% de investigadores en el área de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes y un 24% en áreas médicas y biomédicas, donde se concentra la mayor producción (Jaime Requena) y aportes con proyección internacional importante.
En la Constitución de 1999 se asumen 2 iniciativas estratégicas de gran importancia y una vieja aspiración de nuestras universidades como lo era dar rango constitucional al principio de la autonomía universitaria y la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnologías, lamentablemente en ambos casos, en la práctica, han terminado siendo simples declaraciones de buena voluntad incumplidas e irrespetadas reiteradamente por un gobierno que pareciera no creer ni en la autonomía, ni en la Universidad autónoma ni en la Ciencia y la Tecnología como soportes reales de un desarrollo moderno, republicano y democrático.

El otro aspecto que habría que abordar lo hace el Dr. Orlando Albornoz en sus dos últimos libros6 . El autor habla del impacto de la investigación científica y técnica en una sociedad determinada y al efecto dice: “el papel de la producción de conocimientos, el papel de las ciencias en una sociedad depende directamente de la capacidad de absorción del aparato productivo y de las innovaciones producidas”, es decir, el impacto en general sobre toda la sociedad y en todos sus aspectos de la tecno ciencia. Un buen ejemplo en mi campo profesional es la investigación histórica-histioriográfica y su influencia, que de alguna manera, llega a determinar o condicionar la conciencia colectiva en función de los intereses dominantes y la subjetividad del investigador.
La investigación o el proceso de creación y producción del conocimiento tiene que ser contextualizada adecuadamente para entender “el clima” que facilite o dificulte dichos procesos, en nuestro caso las instituciones y políticas al respecto tienden a burocratizarse y a desviarse de sus propósitos originales y la parte administrativa de los mismos, se vuelve lenta, pesada y llena de obstáculos para el investigador. Talento y creatividad son necesarios en el investigador, igual que vocación y condiciones adecuadas y entre nosotros y en nuestras universidades, no terminamos de entenderlo. En este sentido creo útil esta definición de vocación-profesión que hace Jacques Derrida “profesar un conocimiento con maestría”.

El investigador nace y se hace y es por ello que toda política de promoción de la investigación y la innovación debe partir siempre del investigador promoviendo los estímulos y facilidades correspondientes.
El clima de libertad, autonomía y cambio es fundamental para propiciar la vocación permanente y el cumplimiento de los fines teleológicos de la Universidad que no son otros que la propia libertad, la búsqueda de la verdad y la dignificación permanente de los seres humanos. Ésta Universidad esencial si así puede decirse, en el 2088 cumple su primer milenio. En el tiempo largo de 10 siglos, la Universidad, de origen europeo, se globaliza, se masifica y se hace una y diversa. De la Universidad a la multiversidad en la cual, durante cada época, se plantean sus propios retos y desafíos, de orden histórico y sociocultural, así como académicos, administrativos y tecno científicos.
El llamado modelo profesionalizante así como el científico —que gira en torno a la investigación— no desaparece, pero ya no es suficiente para definir el modelo universitario, cuyo reto principal es el inevitable y necesario crecimiento cuantitativo de la matrícula estudiantil y del número de profesores.
La educación superior en el siglo XX dejó de ser una educación de minorías y de élites y se masifica, multiplicando las oportunidades para millones de personas y asumiendo el desafío de cómo conciliar cantidad con calidad. De allí la aparición de miles de universidades en todo el planeta, con perfiles e identidades fundamentalmente iguales, pero al mismo tiempo con particularidades que ya no solo se agotan en la docencia y la investigación, sino que asumen una tercera función: la «Extensión», en su sentido más amplio, así como el desarrollo de perfiles muy específicos como servicio o respuesta a determinados proyectos del sector público o privado.
Otra realidad a tomar en cuenta es la convivencia y articulación con otras instituciones a nivel nacional e internacional que cumplen funciones educativas o de investigación de alto nivel, sin necesariamente ser consideradas universidades.
El monopolio de la educación superior afortunadamente ya no existe y el reto tecno científico, así como una educación de calidad sustentada en valores y servicios, tampoco es territorio exclusivo de las universidades. Igualmente la distinción pública-privada termina siendo contingente e insuficiente para definir a una Universidad, ya que lo único que importa es su calidad y su pertinencia social.
Una Universidad está al servicio de su entorno más inmediato: local, regional o nacional, pero igualmente con visión y vocación internacional, pues la cultura y la ciencia, también en su sentido más amplio, identifican lo humano civilizatorio universal. De hecho, la palabra «Universidad» nos remite a la idea de lo universal como humanidad en proceso de hominización; de acompañamiento y crecimiento en conjunto de todos los seres humanos solidariamente sin discriminación de ningún tipo.
La Universidad del siglo XXI continúa la tradición milenaria de la institución, y en particular sus características modernas incorporadas en los comienzos del siglo XIX a través de los modelos universitarios conocidos como el «modelo francés o napoleónico» y el «modelo alemán», a partir de la fundación de la Universidad de Berlín por Guillermo Von Humbolt.
La Universidad existe sin condición —como sostiene Jacques Derrida— y «hace profesión de la verdad, promete un compromiso sin límite para con la verdad». La Universidad debe asumir a plenitud la mundialización como un «estar» en el mundo y seguir contribuyendo a hacer el mundo desde las ciencias y las humanidades. De lo que se trata es de una nueva humanización desde la ética y desde el saber y sin permitir condicionamientos de ningún poder. La independencia y «el derecho mismo a decirlo todo» es su esencia y naturaleza identitaria básica y no otra cosa es la autonomía. Continua el mismo autor: “No obstante: la idea de que ese espacio de tipo académico debe estar simbólicamente protegido por una especie de inmunidad absoluta, como si su adentro fuese inviolable, creo… que debemos reafirmarla, declararla, profesarla constantemente, aunque la protección de esa inmunidad académica… no sea nunca pura, aunque siempre pueda desarrollar peligrosos procesos de autoinmunidad, aunque —y sobre todo— no deba jamás impedir que nos dirijamos al exterior de la Universidad —sin abstención utópica alguna—. Esa libertad o esa inmunidad de la Universidad, y por excelencia de sus Humanidades, debemos reivindicarlas comprometiéndonos con ella con todas nuestras fuerzas. No sólo de forma verbal y declarativa, sino en el trabajo, en acto y en lo que hacemos advenir por medio de acontecimientos.”

Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.
La reivindicación de la Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la historia de las universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el conocimiento como diálogo y alteridad, contribuyen al acto creador de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal, pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento y la administración no pueden estar condicionados sino a la identidad y los fines de la Universidad. Lucrar con la Universidad y la Educación es la negación misma de ambas. De allí que la distinción entre Universidad pública y Universidad privada termina siendo artificial e inconveniente, ya que ambas sólo pueden responder a un interés cultural y científico y a un servicio público.
Tampoco podemos prescindir de la idea del egresado universitario como un potencial profesional trabajador, formado en una profesión en busca de empleo y oportunidades. Cuando reducimos la inclusión solo al ingreso universitario y olvidamos la prosecución académica, el rendimiento y la calidad de los estudios, así como ignoramos el futuro empleo o el mercado laboral en su sentido más amplio, estamos configurando un fraude académico y una gran estafa social.
El desafío principal del siglo XXI para las universidades es la ambigüedad e insuficiencia del saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la impresionante cantidad de información acumulada y trasmitida, así como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida, con humor e ironía «tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo pues no saben ustedes qué les espera».”7
En 1088 se funda la primera universidad, en Bolonia, Italia. Nace, como su nombre lo indica, universal, humanista y autónoma con respecto al poder, con libertad académica y de investigación. Transcurridos casi mil años, la universidad se ha transformado, se «historizó»; pero en lo esencial sigue siendo la misma: universal, humanista y libre. De allí la importancia de la autonomía universitaria como garantía de independencia y de fidelidad a su vocación originaria.
A las universidades les interesa el pasado cada día menos. Aunque no renuncian a la memoria, el compromiso es hoy con el futuro. Con el reto tecno científico, con la formación profesional sometida a permanentes exigencias de cambio y con una cultura relativista que se inspira —según Nietzsche— en una «Libertad sin límites, posibilidades sin límites, vacío sin límites».

En América la universidad se funda, tempranamente, en el siglo XVI: 1538, en Santo Domingo; 1551, en México; 1563, en Bogotá; 1586, en Quito.
En Venezuela su implante es tardío y hay que esperar hasta el siglo XVIII, cuando se funda la Universidad de Caracas, en 1721, y, posteriormente, en el siglo XIX, las Universidades de los Andes (1810), y las del Zulia y Carabobo (1891), reabiertas respectivamente en 1946 y 1958.8
La autonomía, es una versión de la libertad que permite el autogobierno y la libertad responsable, tanto del pensamiento como de las ideas. Es la exigencia de la razón de conocer, comprender, preguntar siempre. La filosofía y la ciencia, igual que la poesía y todo arte, nacen del asombro. Es el ser humano interrogándose a sí mismo e interrogando al mundo, a la naturaleza, al universo entero; es la razón intentando sustituir al mito. La autonomía universitaria nace de estas circunstancias y estas necesidades.
De allí que siempre termina siendo amenazada, fundamentalmente desde el poder, sea este político, económico o religioso. El poder tiende a avasallar, controlar o mediatizar, y la universidad —no importa cuán grande sea su crisis— tiende siempre, y de manera natural, a buscar y servir a la verdad, sabiendo que la verdad es nuestra única posibilidad real de libertad.”
De acuerdo a la Asociación Internacional de Universidades, en sus reuniones de Nueva Delhi (1962), Cambridge (1963), Moscú (1964), y Tokio (1965), la autonomía estaría definida:
Por el derecho de las universidades a seleccionar su personal a todos los niveles: autoridades, profesores, empleados y obreros.
Por la selección de sus estudiantes, con criterios libres y amplios.
Por la autonomía curricular, docente y administrativa; así como por el otorgamiento de títulos.
Por la capacidad plena para determinar el tipo de investigación que se quiere hacer.
Por la autonomía para distribuir y administrar los recursos financieros y de cualquier otro tipo.

De acuerdo a lo anterior, la autonomía implica el autogobierno y una amplia independencia académica y administrativa. No es el caso analizar en detalle todos estos puntos, pero sí es importante constatar —una vez más— la amplitud conceptual y la problematicidad de la autonomía, sus contenidos políticos y académicos, así como su conflictualidad estructural con respecto al Estado.
No puede darse una comprensión de la autonomía sin tomar en cuenta su historicidad, el tipo de universidad que se pretende y el modelo de sociedad que somos y que queremos llegar a ser. Juan Pablo II nos lo recuerda acertadamente cuando dice: «La Universidad en cuanto Universidad es una comunidad académica, que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común».”
Hemos recorrido un camino importante como sociedad en todo sentido, si nuestros parámetros de comparación es con nosotros mismos, pero si miramos hacia afuera, como debe ser, nos queda mucho camino por recorrer y particularmente en el desarrollo de la investigación y la tecno-ciencia. Entre las urgencias que nos impone el siglo XXI está definir en la práctica un nuevo modelo universitario más acorde con los tiempos que corren y vincular este proceso a las políticas públicas y a los intereses del sector privado en una visión globalizada de la realidad. Es fundamental la coherencia y continuidad de las políticas de reforma, tanto del sistema educativo como del sistema científico y técnico nacional. La Universidad semper reformanda, siempre en reforma está obligada a asumir el desafío del futuro y sin lugar a dudas este desafío pasa por incorporarnos plenamente y en todo sentido a la revolución tecno-científica que caracterizan a nuestra contemporaneidad.

1Cita tomada del Dr. Jaime Requena en el prólogo al libro del Dr. Orlando Albornoz: “Las múltiples funciones de la Universidad: Crear, transferir y compartir conocimiento”.
2Navarro V. Arturo. “la investigación venezolana dentro del contexto de la Globalización”. Publicado en Abril del 2008 en www.entorno-empresarial.com
3Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (ONCTI). Registros Administrativos del programa de promoción al Investigador (PPI) período 1990-2009, Registro Nacional de Innovación e Investigación (RNII), año 2011.
4Casassus, Barbara. “Venezuela: As Research Funding Declines, Chávez, Scientist Trade Charges,” Science 324: 1126-1127. 29 May 2009.
5Hebe M. C. Vessuri. La calidad de la investigación en Venezuela: Elementos para el debate en torno al programa de promoción del investigador. Publicado en www.interciencia.org
6Dr. Orlando Albornoz. Competitividad y Solidaridad: Las tendencias de la Universidad contemporánea. Editorial Universidad Católica Cecilio Acosta. 2011.
Dr. Orlando Albornoz. Las múltiples funciones de la Universidad: crear, transferir y compartir conocimiento. Editorial Fundación Simón Rodríguez de la Lotería del Táchira. 2012.
7La Universidad del siglo XXI. Ángel Lombardi. Editorial Universidad Católica Cecilio Acosta. 2012.
8 Ángel Lombardi. Autonomía y Democracia. UNICA. 2007.

martes, 18 de septiembre de 2012

Cuidado con la violencia


En Venezuela, sociedad profundamente violenta, y acosada por la inseguridad y la delincuencia se ha venido insinuando los peligros de una violencia política que inclusive algunas voces irresponsables han llegado hasta hablar de guerra civil, no saben de lo que están hablando.

Al efecto es muy aleccionador el discurso de Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, en vísperas de la terrible guerra civil y cuando los ánimos estaban exaltados y en ese clima un grupo de fanáticos irrumpieron en el aula magna de esa universidad, encabezados por el bárbaro general Millán-Astray con su tristemente célebre grito de ¡Viva la muerte, abajo la inteligencia!.
En ese trágico momento, 12 de octubre de 1936, decía el rector Unamuno: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de ¡Viva la muerte!, y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no la comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! Y la asamblea le hace coro. Unamuno inmutable continua “Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.”
La barbarie se impuso como lo temía el rector Unamuno y España pagó las consecuencias. En Venezuela, somos tan insensatos de no aprender estas lecciones fundamentales de la historia.

La religión del dinero


Lo que creemos determina lo que
pensamos y en consecuencia,
cómo vivimos.
H. B.

A nuestra religión particular, en la mayoría de los casos, se le impone otra, avasallante y omnipresente, la religión del dinero. En la cultura contemporánea, el hombre moderno le ha puesto precio a todo, comenzando por sí mismo. Vida, dignidad y libertad terminan siendo bienes transables y las instituciones funcionan sobre estructuras de poder que no son otra cosa que estructuras de intereses. No hay principio político más eficaz y ejercicio teórico más efectivo que el de ubicar y hacerle seguimiento al dinero, su origen o procedencia y la manera como fue obtenido. Un amigo ya fallecido decía que para explicar la dinámica social y política había que asumirla desde la asociación o los conflictos de intereses y lo resumía en una frase gráfica: “Socios, asociados en sociedad”. No hay principio ni ideología y mucho menos compromiso moral, de allí la mala fama del mundo de la política y de los negocios en general. Las relaciones humanas comienzan y terminan siendo relaciones de interés y particularmente en esta época de relativismo moral y axiológico donde por lo regular tiende a prevalecer sólo el interés, inclusive en el ámbito conyugal y familiar.
La verdadera crisis de nuestro tiempo y de nuestra sociedad es sin lugar a duda moral, todo o casi todo tiende a corromperse, tanto lo privado como lo público y en este segundo caso es monstruoso cuando es la propia élite dominante quien da el mal ejemplo, configurando una “corruptocracia” que es cuando todo el sistema tiende a cultivar y a hacer prevalecer la injusticia y la ilegalidad, es el Estado vacío, es el gobernante que no gobierna sino manda. Esta anomia y patología ocurre cuando la sociedad se desorienta y extravía y pierde el norte moral y ético, cuando los poderes pierden su autonomía y sus dirigentes son tarifados o se hipotecan. El Estado se convierte en un instrumento de intereses particulares, es “privatizado” negando el interés general y el bien común, un buen ejemplo son los estados totalitarios en donde unos individuos y una camarilla lo controlan todo y se benefician de todo.
Esto ha ocurrido en todas las épocas y puede afectar en algún momento a cualquier sociedad, así ocurrió en la emblemática Roma y que permitió decir a Cicerón: “La República está experimentando inestabilidad política y económica, porque hoy en día las virtudes de los padres fundadores han dado paso a la corrupción”.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Nosotros mandamos


Los gobiernos, gobiernan; los dictadores, mandan, es una frase que me la inspira una película del cineasta italiano Marco Bellocquio “Vincere”, un inteligente alegato contra el fascismo italiano y Mussolini, a partir de una anécdota romántica del dictador. Casi toda Italia se hizo fascista. En las dictaduras y en los regímenes autoritarios y totalitarios, la complicidad y el oportunismo son frecuentes y el miedo generalizado. La mayoría de los seres humanos viven y apuestan en primer lugar a la sobrevivencia hasta que las cosas cambien y pasen los malos tiempos. En la Venezuela rural a esto se le llamaba pasar agachado y en el país urbano que somos hoy se le llama resilencia, resistir con la flexibilidad necesaria para adaptarse y sobrevivir y si se puede sacarle provecho a la situación. En el fascismo todo gira en torno al líder, al Duce, un semidios en trance de convertirse en dios, es el trágico e irracional culto a la personalidad. Visto en perspectiva y a la distancia, el dictador italiano con su uniforme de opereta, su gestualidad de loco y su balcón del pueblo en piazza Venezia (imágenes recuperadas en la película a través de diversos documentales) nos hace reflexionar cómo las masas son irracionales y cómo los pueblos se extravían. La consigna fascista era vencer o morir, era la frase favorita del dictador, un valiente cuando estaba acompañado y era el dueño del poder ya que precisamente no fue muy valiente su conducta cuando le tocó su trágico final con su precipitada huida disfrazado de mujer, posteriormente descubierto y fusilado. Italia pagó bien caro por este personaje y su régimen de camisas negras, régimen necrofílico y demente ya que no otra cosa fue el fascismo que por cierto no termina de extinguirse, quizá para recordarnos que también las sociedades enferman. En América Latina la tradición fascista ha contaminado fuertemente a nuestros sectores políticos y militares el más emblemático quizá fue Perón y el peronismo, no es casual que éste hiciera su aprendizaje fascista como agregado militar de la embajada argentina en Roma en la época inicial del fascismo italiano. Posteriormente en América Latina hubo otros imitadores y algunos inclusive gobiernan actualmente.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Fin de un ciclo


No sé si el único e insustituible candidato del gobierno va a ser derrotado el 7 de Octubre, espero que sí, pero lo que percibo es que estamos en las postrimerías de un ciclo de un proyecto de poder, una elipsis de una ambición, que empezó auspicioso en 1992 y 20 años después luce agotado, envejecido, repetitivo y enfermo (y con ésto último no me refiero a su presunta enfermedad) sino a un régimen enfermo, indigestado de petrodólares y corrupción. A un gobierno fracasado y a una retórica ahogada en promesas. Desde cualquier punto que se mire Venezuela no está bien, cualquiera sea el indicador que tomemos. La prometida inclusión es un fracaso con 65 venezolanos de cada 100 obligados a la precariedad y riesgos de la economía informal. Las oportunidades educativas naufragan en la improvisación y la baja calidad de la educación, sin oportunidad de un empleo productivo y con la calidad de vida que la modernidad nos promete y ofrece. Carreteras, servicios en general y seguridad absolutamente deteriorados. En materia de soberanía, tan cacareada por el régimen, por su enfrentamiento verbal con el imperio, ha disimulado o escondido un entreguismo obsceno a otros intereses internacionales como si el capitalismo brasileño y ruso fuera diferente al capitalismo norteamericano y es vergonzante las relaciones con Irán y Bielorusia y lo que es absolutamente inaceptable es la relación incestuosa con Cuba, país que prácticamente ha copado todos nuestros niveles de funcionamiento y seguridad, empezando por la propia seguridad del presidente, así como instituciones estratégicas como las fuerzas armadas, registros y notarias, sistema nacional de identificación, puertos y aeropuertos, lo que nos permite decir que en la práctica hemos propiciado un ejercito de ocupación con características muy bien definidas y a la par nos hemos convertido en el sostén económico de un régimen fracasado como el cubano.
20 años es mucho tiempo, inclusive para una crisis de larga duración como la nuestra, que tiene que ver con el agotamiento del modelo rentista petrolero. El actual gobernante ya excedió o por lo menos igualó en tiempo e influencias a Páez, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Pérez Jiménez, sólo le falta alcanzar la larga tiranía de Gómez con sus 27 años de oprobioso poder. No creo que en pleno siglo XXI necesitemos otro Gómez. El pasado siempre muere aunque tienda a persistir convertido en fantasmas y demonios. Los pueblos soportan el pasado, por un tiempo, pero siempre terminan reconciliándose con el futuro.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Yo y nosotros


Arrancando la campaña presidencial el 1ero de Julio del 2012 hasta el acto electoral del 7-Oct comienza inevitablemente polarizadas y las estrategias definidas en lo esencial. El candidato oficialista no disimula ni esconde el ventajismo de su campaña ni el eje de la misma que es él mismo, su abultado “yo” político y simbólico. En este tipo de liderazgo caudillesco y mesiánico, la adhesión al líder se convierte en un acto emocional-irracional-religioso sustentado en la abundancia de petrodólares y la dádiva petrolera y un discurso agresivo y pisicológicamente compensador para muchos resentidos o con fuertes complejos sociales así como para una multitud de gentes que viven en la precariedad social y económica. En nuestra tradición es el cacique-caudillo-brujo-taumaturgo. En otras tradiciones sociohistóricas y culturales es el Duce o Führer o el padrecito soviético o el gran timonel chino. El dictador cubano Fidel Castro en una entrevista para un documental con el cineasta Oliver Stone decía que el en Cuba, después de medio siglo en el poder, apenas se consideraba un líder espiritual.
El candidato de la oposición, como es lógico, explota su juventud y salud así como la unidad política que lo acompaña. En su discurso es inclusivo, plural y reconciliador y de manera reiterada insiste en el “nosotros” colectivo, el país necesario para compartir un futuro. En lo personal pienso que este es el discurso adecuado, el “nosotros” prevaleciendo sobre el “yo”. La manipulación trinitaria Dios-Bolívar-Chávez en donde en algunos casos el tercero en la propaganda se superpone al primero y al segundo crea una confusión deliberada, no sé, si útil electoralmente pero absolutamente inconveniente para la conciencia colectiva, en donde a los individuos se les despersonaliza y se les convierte en seres pasivos de la historia delegando en el “yo” omnipresente la solución de todos sus problemas.
En esta campaña electoral se confrontan muchos intereses y cuyo desenlace evidentemente no conozco aunque en mi opción política deseable pienso que ya es hora para un cambio necesario y poder continuar construyendo la historia nacional sobre proyectos racionales y en donde el “nosotros” social y cultural asuma a plenitud la responsabilidad del destino colectivo.

martes, 4 de septiembre de 2012

El oficio de existir en una época nihilista


Se me ha invitado y retado a venir a hablarles en guayabera, darle un sentido jovial y dionisíaco a mis palabras, intentar practicar la gaya ciencia y por si fuera poco que contradiga al fundador de la ciencia moderna, invirtiendo su famosa fórmula “cogito ergo sum” por “sum ergo cogito”, no sé si podré ser exitoso en el intento. Efectivamente creo que antropológicamente las manos preceden al cerebro y lo condicionan. Vivimos aprendiendo y aprendemos con la experiencia, ya lo había anticipado de alguna manera Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) y Kant (1724-1804), a pesar de su idealismo filosófico así lo había entendido cuando decía que la conciencia no puede ir más allá de la experiencia y por eso en la sabiduría popular se dice y se repite que nadie escarmienta en cabeza ajena. Dicho esto me gustaría compartir con ustedes, especialistas y expertos en tantas cosas y disciplinas que desconozco, una visión o comprensión de nuestra época desde una perspectiva histórico-filosófica que por lo menos a mi me ha sido útil como es tratar de profundizar en una tendencia identificada como nihilismo, así como el existencialismo y en una época, la nuestra, definida básicamente como nihilista. Estamos hablando particularmente del siglo XIX y XX, épocas complejas y dinámicas que para muchos son al mismo tiempo epílogos y prólogos de tantas cosas viejas por desaparecer y tantas cosas nuevas por terminar de definirse, no otra cosa en este sentido es la llamada posmodernidad. El siglo XX fue calificado por Martín Buber (1878-1965) como el siglo sin dios y que Nietzsche avizoró y anticipó tal como lo observó Lou Salomé (1861-1937) cuando en su última entrevista con el filósofo este le decía que el siglo estaba por terminar y ella le replicó que al contrario, su siglo estaba por comenzar (Recordemos que Nietzsche muere en 1900). Éste en su obra había insistido hasta la saciedad sobre la incertidumbre y precariedad que caracterizan la vida, de nosotros los contemporáneos. En un fragmento de 1887, al borde de su colapso psíquico, escribe, “Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al ¿Para qué?” y en 1888 amplia la idea: “El hombre moderno cree de manera experimental ya en este valor, ya en aquel, para después dejarlo caer; el círculo de los valores superados y abandonados es cada vez más amplio; se advierte siempre más el vacío y la pobreza de valores; el movimiento es imparable, por más que haya habido intentos grandiosos por desacelerarlo. Al final, el hombre se atreve a una crítica de los valores en general; no reconoce su origen; conoce bastante como para no creer más en ningún valor; he aquí el pathos, el nuevo escalofrío... Lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos” Lo asombroso de estas afirmaciones es que se hacen en pleno apogeo de la idea y filosofía del progreso, en pleno auge industrial y triunfante en todo sentido Europa y su racionalidad y cultura. Es el vitalismo de la Belle Époque y su fuerte carga hedonista y vanguardista. Pero el filósofo tenía razón y los hechos así lo demostraron al poco tiempo. Desde 1905 en adelante el siglo no tiene respiro en cuanto a violencia y destrucción. Literariamente este cruce de épocas, de crisis sin redención lo reflejan muy bien en sus libros autobiográficos tanto Stefan Zweig (1881-1942) como Sandor Marai (1900-1989) entre otros. La catástrofe es la imagen recurrente del siglo y la cultura europea lo refleja como ninguna otra y la proyecta a escala global. Darwin (1809-1882), Marx (1818-1883), Freud (1856-1939) y Einstein (1879-1955), además de Nietzsche (1844-1900), es el quinteto que se acostumbra a citar para referirse al origen del derrumbe de un mundo teórico e ideológico pretendidamente racional que sostenía todo el andamiaje de la modernidad. Logos, Razón y Técnica es el hilo conductor de todo el llamado pensamiento occidental que termina por conquistar el mundo, que al mismo tiempo genera su propia contradicción dialéctica y no otra cosa es el nihilismo y el existencialismo. Son las respuestas desesperadas desde la angustia de la existencia. Es el Ser situado, en el mundo que enfrenta la agonía de una existencia que aunque libre o como proyecto de libertad está condenada a la nada, asumida esta como una sombra de dios, de un dios que ya había muerto (“El nihilismo, Franco Volpi, Ediciones Siruela, 2007”). Esta corriente de pensamiento termina obsesionada por el tema de la nada, producto de una larga tradición filosófica que incluye a pensadores tan influyentes e importantes como Gorgias, Duns Scoto (1266-1308), Meister Eckhart (1260-1327), Silesius (1624-1677), Leibniz (1646-1716) y el poeta Leopardi (1798-1837) que llega a afirmar “que el principio de las cosas, y de dios mismo, es la nada”. Ese es el empeño, de eso se trata, en esta línea de pensamiento, terminar negando a dios (a pesar de que existe un existencialismo cristiano) y nuestra época lo ha intentado y estamos pagando el costo, en desestabilización, violencia y desamparo, en precariedades e incertidumbres y que los venezolanos de los últimos tiempos conocemos y padecemos.
El nihilismo termina por permear toda la cultura contemporánea fuertemente comprometida por la técnica y el consumismo. El nihilismo pasa de la filosofía a la literatura y a las artes en general, con especial énfasis en el cine y los grandes espectáculos musicales de los mass media como por ejemplo en los paradigmáticos artistas Michael Jackson, Madonna y Lady Gaga, entre otros, que más allá de sus innegables condiciones artísticas, en sus espectáculos acostumbran interpelar a su multitudinario y entusiasta público, en su mayoría menores de 35 años, y con total desparpajo los califican y los interpelan como “mis drogadictos, mis idiotas”, con una respuesta aprobatoria y entusiasta de aplausos y gritos. Esto me trae a la memoria una frase escuchada en una película que habla de la “estúpida felicidad” aparente contradicción entendible quizá en un contexto de alienación y drogadicción colectiva así como de otras alienaciones que no es el caso analizar, pero que pudiera ayudarnos a entender ese posicionamiento venezolano como país feliz a pesar de las muchas circunstancias adversas.
Es sintomático y significativo que en este año 2012, en París, Berlín y Londres se esté exhibiendo la obra del pintor alemán Gerhard Richter (1932-) cuya filosofía puede resumirse en su declaración “amo la incertidumbre, el infinito y la inseguridad permanente” el artista ha conocido los dos mundos, el comunista, en su infancia y adolescencia y el capitalista, al primero lo calificó como una realidad “incestuosa y aburrida” y al segundo lo resume con la frase de Johan Cage (1912-1992) “no tengo nada que decir y lo digo” y el artista al referirse a sus obras dice “no tienen objeto, pero como todo objeto, son ellas el objeto de sí mismas. Por lo tanto no tienen contenido, ni significación ni sentido; son como las cosas, los árboles, los animales, los hombres o los días, que tampoco tienen razón de ser, ni finalidad, ni meta: esa es la apuesta”. Este exitoso nihilista de 80 años ha logrado vender cuadros hasta por 5 millones de dólares.
En el nihilismo, la presencia del desarraigo y la crisis es permanente; no se pertenece a ningún lugar y en la vida todo o casi todo termina siendo provisional, desde el trabajo hasta la pareja y el nomadismo urbano es bastante frecuente entre nuestros contemporáneos, así como la globalización de nuestros trabajos y vidas. Otra constante en el nihilismo y que se refleja en las crisis de las llamadas grandes religiones, particularmente el cristianismo, es el ateísmo y agnosticismo desesperanzado de nuestro tiempo que una mayoría asume por reflejo de personajes públicos influyentes y muy publicitados que terminan en el suicidio o muerte sin esperanza como por ejemplo en nuestro entorno cultural Jorge Luis Borges (1899-1966) que sólo aspiraba morir para el olvido, igual que Onetti (1909-1994) y su frase terrible al referirse a su propia muerte como una tumba, quizás una rosa, la lluvia y el olvido. O también Frida Kahlo (1907-1954), cuando muere a los 47 años y expresa que sólo espera el silencio y nunca más volver. En nuestro mundo y en nuestra cultura lamentablemente millones han asumido la desesperanza y la muerte de dios como filosofía e idea dominante.
Un autor fundamental en la historia del nihilismo, es Max Stirner (1806-1856), como fue conocido, aunque su verdadero nombre era Johann Kaspar Schmidt, confrontado en su tiempo por muchos entre ellos Marx, Engels (1820-1895) y Heidegger (1889-1976), así como se reconoce su influencia en autores importantes como Carl Schmitt (1888-1985) y Ernest Jünger (1895-1998) . Franco Volpi, autor citado, dice al respecto “Se sabe que cuando dios muere el hombre se animaliza. Cuando los dioses lo abandonan, el único (de Max Stirner) no tiene puntos de apoyo en su orgulloso aislamiento y reconoce dos únicas verdades: mi potencia y el espléndido egoísmo de las estrellas. La postura más alta que puede alcanzar en su existencia insular es: ser indiferente, sin cinismo y apasionado sin entusiasmo”. Definitivamente el siglo XXI necesita retornar a Dios, ya esto lo sabía Heidegger (1889-1976) cuando expresaba “casi dos milenios y ni un solo dios nuevo” y es que la técnica y el consumo no pasan de ser un nuevo becerro de oro recurrente. Cada tanto tiempo los seres humanos nos extraviamos en nuestro propio orgullo.
Como respuesta y complemento al nihilismo en los mismos siglos XIX y XX surge una poderosa corriente filosófica en paralelo y complementaria, el existencialismo, tanto en su vertiente religiosa como atea, que se asume como una postura desde los límites de la tragedia y siempre al borde del abismo. La existencia se asume precaria en todo sentido y siempre amenazada. El ser humano, situado en el mundo es libre raigalmente, una libertad que termina definiendo su destino y su tragedia. Enfrentado al silencio de Dios y confrontado con el mundo muchos contemporáneos son obligados a vivir en la precariedad desesperanzada o en algunos casos en compromiso, apertura y expectativa, seguros de nada pero con la confianza del sobreviviente.
El existencialismo en cierto sentido, más que una filosofía, asistemática por definición y fragmentaria, se ubica en la historia de la filosofía en el siglo XIX y XX, pero es preciso observar que en verdad es una corriente del pensamiento que atraviesa toda la historia humana y nutre o influye tanto a las diversas religiones como a la literatura y al arte en general y no podía ser de otra manera ya que esta filosofía gira en torno a la condición humana. “Es la angustia, la esperanza, el duelo, la melancolía y los anhelos de eternidad” que los seres humanos siempre han sentido y padecido. Tucídides (460 a.C.- 396 a.C) lo expresó muy bien con su frase “La historia no se repite pero el hombre siempre se repite a sí mismo”.
En el oficio de vivir, el misterio siempre está presente, así como las preguntas sin respuestas o de múltiples y confusas respuestas, de allí que el filósofo prudente aconseja aprender a preguntar o a interrogar más que a responder, y en los casos en donde ni preguntas ni respuestas son fáciles de formular se recurre al silencio, como muy temprano lo descubrieron ermitaños y monjes y autores fundamentales en esta corriente como Kierkegaard (1813-1855) o el cineasta sueco I. Bergman (1918-2007) con una filmografía que en lo esencial gira en torno a la incomunicación y al silencio de dios. Dice el escritor venezolano Eduardo Liendo (1941-) “nada puede reemplazar la vida... el escritor vive de y para las palabras... y se nutre de todo lo que la vida le ofrece... nadie puede enseñarnos a soñar y a vivir nuestra propia vida”. Esta se convierte en nuestro Ser, cuerpo y mente, ya lo había dicho J. P. Sartre “la existencia precede a la esencia” y años más tarde afirma sin titubeos “la esencia de un objeto es su misma existencia”.
El existencialismo expresa las crisis y grandes catástrofes humanas, cuando el ser humano padece todo los horrores y pierde todas las seguridades. La impronta de esta corriente en la cultura contemporánea es poderosa y en nuestra generación su influencia fue vasta y devastadora: Kierkegaard, Schopenhauer (1788-1860), Nietzsche, Dostoievski (1821-1881), Heidegger, Jaspers (1883-1969), Sartre (1905-1980), Camus (1913-1960), Simone de Beauvoir (1908-1986), Herman Hesse (1877-1962), Martin Buber, Cioran (1911-1955), Unamuno (1864-1936), Ortega y Gasset (1883-1955), Marcel (1889-1973), Mounier (1905-1950), Pessoa (1888-1935) y tantos otros escritores, cineastas, dramaturgos y artistas que definieron una época y de alguna manera nos siguen definiendo por lo menos a los habitantes del siglo XX.
El inventor del término “existencialismo”, parece ser Kierkegaard1 (1813-1855) con su individualismo y subjetivismo moral. Escribía “debo encontrar una verdad que sea verdadera para mi... la idea por la que puedo vivir o morir”.
Una exigencia radical del existencialismo es el involucramiento y el compromiso, somos seres situados, “yo y mi circunstancias” diría Ortega y Gasset, de allí la importancia del existencialismo cristiano (Jaspers, Marcel, Mounier, Lepp (1909-1966)) que asumen la situación como un estar-en-el-mundo, pero no solamente en un sentido personal sino comunitario que no es otra cosa que el compromiso del dar, la donación gratuita del amor incondicional como decía Tony de Mello (1931-1987) o el amor recíproco de Chiara Lubich (1920-2008), de allí que la realización más perfecta en el existencialismo cristiano sea el amor en todas sus manifestaciones y dimensiones y particularmente en la familia y la comunidad. En cuanto a la familia, Marcel afirmaba que era una realidad personal “mucho más rica y profunda donde el amor recíproco y mutua donación son la base o fundamento” principio que ya había desarrollado el antropólogo Marcel Mauss (1872-1950). Es el mundo del recuerdo y la nostalgia y casi siempre de la única felicidad que se atesora. Philip Roth (1933-), novelista judío norteamericano que acaba de ganar el premio Cervantes dice “muy temprano me fui de mi casa y me he pasado el resto de mi vida escribiendo sobre ella”.
Como seres-en-el-mundo, para Heidegger somos “arrojados” a él, sin nuestro consentimiento y salimos de él casi siempre de igual manera, en ese sentido somos no-libres, sólo la existencia nos da la posibilidad de la libertad, asumida desde la responsabilidad con el “otro”, de allí que personalmente pienso que al final terminamos en la moral aunque Dios siga en silencio, de lo contrario el nihilismo sería absoluto. De eso se trata, para finalizar, ya de cara al siglo XXI, al fin de cuentas el ser humano es pro-yecto, más que presente y pasado, el nihilismo no nos sirve por desesperanzado y el existencialismo sólo tiene sentido si nos reconcilia con los demás, con el otro y los otros y porqué no si igualmente nos devuelve a Dios como lo quería Martin Buber. Si bien es cierto que Sartre en parte tenía razón con aquello de que el infierno es la relación humana en la mayoría de los casos, pero igualmente es cierto y con una fuerza mayor, a mi juicio, es que no hay redención y posibilidad de crecimiento sino en acompañamiento. No nacimos para ser Robinson Crusoe y en lo personal me gustaría pensar que siempre podemos ayudar a devolverle a los seres humanos la confianza en el futuro, es decir, la esperanza.