viernes, 26 de marzo de 1999

A manera de Conclusión



A pocos años del primer centenario de la Independencia en Venezuela, existía un vacío historiográfico que no había llenado nadie, ni siquiera Baralt.  Existían muchos escritos, parciales y fragmentarios en su mayoría, laudatorios casi todos de la gesta emancipadora y de sus héroes, en especial Bolívar.  La documentación conocida era escasa y desorganizada; las colecciones documentales publicadas eran manejadas arbitrariamente.  El país carecía de una memoria histórica organizada, se hacía sentir la necesidad de una historia del país, seria y documentada, teóricamente sólida: José Gil Fortoul acomete la empresa y el resultado fue una obra admirable.



         Nuestro historiador se beneficia de una sólida cultura personal; de un alejamiento físico de la patria y el manejo de documentación inédita; todo lo cual le permite desarrollar una visión de la historia nacional, más amplia y profunda. La Historia Constitucional se sustenta en una teoría y filosofía de la historia, sólida, aunque nada original.

         Metodológicamente, Gil Fortoul fue escrupuloso en la información y en el procesamiento de la misma.  Su objetividad era su punto de vista, honradamente expresado.  Intentó ser ponderado y equilibrado en los juicios.



         Este tomo I gira en torno a un personaje:  Bolívar y a narrar un proceso ininterrumpido del pueblo venezolano y sus dirigentes por dotar al país de un orden legal y constitucional.



         Gil Fortoul piensa, al igual que toda la generación positivista, que existe una oposición radical entre la constitución real del país – primitivo, atrasado, mestizo – y el modelo constitucional propuesto.  Una cosa es la sociedad real y otra la que piensan y proyectan los ideólogos y doctrinarios.



         Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, parece pensar Gil Fortoul.  La Historia Constitucional, meritoria e importante por muchos conceptos, no es tan novedosa y original como pudiera pensarse.  Gil Fortoul se cuida mucho de intentar un verdadero revisionismo histórico, como sí lo hace Caracciolo Parra Pérez con Mariño.  La figura de Bolívar domina en demasía y en general toda interpretación tiende a seguir la línea de lo consagrado y oficial.  En esencia, Gil Fortoul es un conservador ilustrado, por formación, mentalidad, hábitos e intereses.  Es conservador como historiador y lo será como político.




         Una de sus contradicciones fundamentales se expresa a nivel teórico en el hecho de que el intelectual civilizado termina siendo el ideólogo de la barbarie.  El hombre que empieza entendiendo la historia, a la manera hegeliana, como hazaña de la libertad, termina apoyando y convalidando un régimen que niega la libertad de manera absoluta.

A manera de Conclusión



A pocos años del primer centenario de la Independencia en Venezuela, existía un vacío historiográfico que no había llenado nadie, ni siquiera Baralt.  Existían muchos escritos, parciales y fragmentarios en su mayoría, laudatorios casi todos de la gesta emancipadora y de sus héroes, en especial Bolívar.  La documentación conocida era escasa y desorganizada; las colecciones documentales publicadas eran manejadas arbitrariamente.  El país carecía de una memoria histórica organizada, se hacía sentir la necesidad de una historia del país, seria y documentada, teóricamente sólida: José Gil Fortoul acomete la empresa y el resultado fue una obra admirable.
  
         Nuestro historiador se beneficia de una sólida cultura personal; de un alejamiento físico de la patria y el manejo de documentación inédita; todo lo cual le permite desarrollar una visión de la historia nacional, más amplia y profunda. La Historia Constitucional se sustenta en una teoría y filosofía de la historia, sólida, aunque nada original.

         Metodológicamente, Gil Fortoul fue escrupuloso en la información y en el procesamiento de la misma.  Su objetividad era su punto de vista, honradamente expresado.  Intentó ser ponderado y equilibrado en los juicios.
                                                                                                                 
         Este tomo I gira en torno a un personaje:  Bolívar y a narrar un proceso ininterrumpido del pueblo venezolano y sus dirigentes por dotar al país de un orden legal y constitucional.

         Gil Fortoul piensa, al igual que toda la generación positivista, que existe una oposición radical entre la constitución real del país – primitivo, atrasado, mestizo – y el modelo constitucional propuesto.  Una cosa es la sociedad real y otra la que piensan y proyectan los ideólogos y doctrinarios.

         Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, parece pensar Gil Fortoul.  La Historia Constitucional, meritoria e importante por muchos conceptos, no es tan novedosa y original como pudiera pensarse.  Gil Fortoul se cuida mucho de intentar un verdadero revisionismo histórico, como sí lo hace Caracciolo Parra Pérez con Mariño.  La figura de Bolívar domina en demasía y en general toda interpretación tiende a seguir la línea de lo consagrado y oficial.  En esencia, Gil Fortoul es un conservador ilustrado, por formación, mentalidad, hábitos e intereses.  Es conservador como historiador y lo será como político.

         Una de sus contradicciones fundamentales se expresa a nivel teórico en el hecho de que el intelectual civilizado termina siendo el ideólogo de la barbarie.  El hombre que empieza entendiendo la historia, a la manera hegeliana, como hazaña de la libertad, termina apoyando y convalidando un régimen que niega la libertad de manera absoluta.

viernes, 12 de marzo de 1999

El Che Guevara: Un Mito de Nuestro Tiempo



El Che Guevara, héroe de múltiples tiempos y de muchos rostros y máscaras.  El joven soñador que recorre el continente desde su Argentina natal, en busca de su revolución y de su destino.  El desencuentro con Guatemala y la cita mexicana con Fidel y su grupo de noveles libertadores de la Cuba irredenta.  El compromiso firme y el desembarco del Granma y el dilema entre el maletín de médico y el fusil y la decisión final de convertirse en combatiente insomne de la Revolución, primero en Cuba, y después donde las circunstancias y la historia lo requirieran.

         Triunfante la Revolución Cubana, forma parte del reducido grupo de los Comandantes heroicos, con Fidel a la cabeza, todos menores de 30 años, que se atreven a desafiar al coloso norteamericano y a plantar la bandera de la Revolución y el antiimperialismo, a pocas millas de la Florida.  Años heroicos, de epopeya y grandeza, en los sueños y en los hechos, en donde parecía real la posibilidad de conquistar el cielo por asalto.

         El guerrillero heroico, al poco tiempo es convertido en ideólogo  y ministro; en ambos casos no se siente a gusto, lo de él, es el combate frontal y a cielo descubierto, por eso teoriza sobre la guerra de guerrillas y la Revolución permanente.  Es el tiempo de la guerra de Vietnam, el black power  y el movimiento hippie, circunstancias que para el Che prefiguran el colapso del capitalismo y la derrota del gigante; de allí su tesis de multiplicar la Revolución, de muchos Vietnam y en donde los Andes pasarían a ser la Sierra Maestra del Continente.

         Miró con interés a África y soñó con la Revolución Mundial.  En su vida y su pasión, faltaba la muerte trágica y glorificadora, para acceder a la inmortalidad de la opinión pública, a través de los medios de comunicación.  Su cara mediática, de boina con la estrella solitaria, su mirada trágica de invitación permanente a la muerte y que se confirma en la célebre foto del cadáver ajusticiado en Bolivia.  Su melena hippie, de inconforme y rebelde, todo se unía para hacer del Che un héroe de nuestro tiempo.

Visionario de un mundo nuevo, fue Latinoamericanista y Tercermundista, como expresión de una nueva geopolítica, anticolonialista y antiimperialista, profundamente libertaria.  Encarnó como pocos, el mito del rebelde y revolucionario, puro y comprometido hasta el sacrificio.  Su derrota lo convierte en héroe.  Fracasado en casi todos sus proyectos políticos, triunfó en el más importante: ofrendar su vida por un sueño, por una promesa, por una esperanza.  Estos son los inmortales, quienes lo arriesgan todo y todo lo pierden, pero forman la imaginación y el corazón de los hombres, son mitos vivientes de un anhelo y una necesidad.  Son compañeros de viaje en el camino de la vida y la historia.
  
         El Che se convierte en símbolo y su biografía se diluye en la memoria y a la larga, su imagen mito es más real que el Che real, de carne y hueso.

         El Che en su diario se nos da todo entero, terrible y trágico; y en contraparte con Martí, otro héroe de la Cuba heroica y de la inconclusa América Latina, en ambos diarios, se reflejan la época y las personas que los escriben, son síntesis y culminación de dos vidas: la plenitud del apóstol y la frustración del mártir.  Martí es el poeta que ama la libertad, que se lanza a la lucha feliz y seguro de la victoria, aunque pierda la vida, el Che en cambio es el revolucionario profesional que coge el monte por deber y por consecuencia consigo mismo, el triunfo lo ve lejano, aunque metafísicamente, esté seguro del mismo, su diario es un lamento y un grito de impotencia, carece de la plenitud cósmica del de Martí, en quien la dura jornada bélica se transforma al conjuro del amor a su tierra, en episodios felices, de un destino buscado, en donde hay tiempo de recoger flores y piedras hermosas, gozar de la armonía de la creación y cual nuevo traumaturgo; a cada nube ponerle un nombre, el nombre de sus seres queridos.

         En el diario del mártir de Bolivia se huele la muerte,la vida es una apuesta, en el del apóstol vibra la vida aunque ésta conduzca a la muerte.  El Che Guevara es el militante de una idea y combate por la misma.  Martí es una fe viva y actuante. El Che es frío, objetivo, analizador de causas y efectos.  Devastador y asombroso como una tragedia.  Martí es ingenuo en sus aprensiones guerreras.  Uno muere ofrendándose, el otro resistiéndose, ambos se engrandecen.

         Hoy la juventud hispanoamericana puede jactarse de contar entre sus filas a estos eternos jóvenes que nos enseñaron a  mejor  vivir  y   morir,  que supieron proporcionarle a sus vidas una plenitud y una magnitud digna de cualquier época y de las más grandes empresas.  El Che y Martí serán símbolos de los nuevos tiempos, esperanza común de un Continente, patrimonio de la Humanidad.  Hombres íntegros, uno soñó en la libertad como bien máximo, otro en la justicia, ambos se hermanaron para siempre en la inmortalidad de la ofrenda sin egoísmo, en el corazón puro de quienes supieron sentir a América en sus oprimidos y marginados.

                            Al borde de un sepulcro florecido
                            transcurren dos marías llorando
                            llorando a mares.

                            Del borde de un sepulcro removido
                            se alejan dos marías cantando.

                                               César Vallejo