El Che Guevara, héroe de múltiples
tiempos y de muchos rostros y máscaras.
El joven soñador que recorre el continente desde su Argentina natal, en
busca de su revolución y de su destino.
El desencuentro con Guatemala y la cita mexicana con Fidel y su grupo de
noveles libertadores de la Cuba irredenta.
El compromiso firme y el desembarco del Granma y el dilema entre el
maletín de médico y el fusil y la decisión final de convertirse en combatiente
insomne de la Revolución, primero en Cuba, y después donde las circunstancias y
la historia lo requirieran.
Triunfante
la Revolución Cubana, forma parte del reducido grupo de los Comandantes heroicos,
con Fidel a la cabeza, todos menores de 30 años, que se atreven a desafiar al
coloso norteamericano y a plantar la bandera de la Revolución y el
antiimperialismo, a pocas millas de la Florida.
Años heroicos, de epopeya y grandeza, en los sueños y en los hechos, en
donde parecía real la posibilidad de conquistar el cielo por asalto.
El
guerrillero heroico, al poco tiempo es convertido en ideólogo y ministro; en ambos casos no se
siente a gusto, lo de él, es el combate frontal y a cielo descubierto, por eso
teoriza sobre la guerra de guerrillas y la Revolución permanente. Es el tiempo de la guerra de Vietnam, el
black power y el
movimiento hippie, circunstancias que para el Che prefiguran el colapso del
capitalismo y la derrota del gigante; de allí su tesis de multiplicar la
Revolución, de muchos Vietnam y en donde los Andes pasarían a ser la Sierra
Maestra del Continente.
Miró
con interés a África y soñó con la Revolución Mundial. En su vida y su pasión, faltaba la muerte
trágica y glorificadora, para acceder a la inmortalidad de la opinión pública,
a través de los medios de comunicación.
Su cara mediática, de boina con la estrella solitaria, su mirada trágica
de invitación permanente a la muerte y que se confirma en la célebre foto del
cadáver ajusticiado en Bolivia. Su
melena hippie, de inconforme y rebelde, todo se unía para hacer del Che un
héroe de nuestro tiempo.
Visionario de un mundo nuevo, fue
Latinoamericanista y Tercermundista, como expresión de una nueva geopolítica,
anticolonialista y antiimperialista, profundamente libertaria. Encarnó como pocos, el mito del rebelde y
revolucionario, puro y comprometido hasta el sacrificio. Su derrota lo convierte en héroe. Fracasado en casi todos sus proyectos
políticos, triunfó en el más importante: ofrendar su vida por un sueño, por una
promesa, por una esperanza. Estos son
los inmortales, quienes lo arriesgan todo y todo lo pierden, pero forman la
imaginación y el corazón de los hombres, son mitos vivientes de un anhelo y una
necesidad. Son compañeros de viaje en el
camino de la vida y la historia.
El
Che se convierte en símbolo y su biografía se diluye en la memoria y a la
larga, su imagen mito es más real que el Che real, de carne y hueso.
El
Che en su diario se nos da todo entero, terrible y trágico; y en contraparte
con Martí, otro héroe de la Cuba heroica y de la inconclusa América Latina, en
ambos diarios, se reflejan la época y las personas que los escriben, son
síntesis y culminación de dos vidas: la plenitud del apóstol y la frustración del
mártir. Martí es el poeta que ama la
libertad, que se lanza a la lucha feliz y seguro de la victoria, aunque pierda
la vida, el Che en cambio es el revolucionario profesional que coge el monte
por deber y por consecuencia consigo mismo, el triunfo lo ve lejano, aunque
metafísicamente, esté seguro del mismo, su diario es un lamento y un grito de
impotencia, carece de la plenitud cósmica del de Martí, en quien la dura
jornada bélica se transforma al conjuro del amor a su tierra, en episodios
felices, de un destino buscado, en donde hay tiempo de recoger flores y piedras
hermosas, gozar de la armonía de la creación y cual nuevo traumaturgo; a cada
nube ponerle un nombre, el nombre de sus seres queridos.
En
el diario del mártir de Bolivia se huele la muerte,la vida es una apuesta, en
el del apóstol vibra la vida aunque ésta conduzca a la muerte. El Che Guevara es el militante de una idea y
combate por la misma. Martí es una fe
viva y actuante. El Che es frío, objetivo, analizador de causas y efectos. Devastador y asombroso como una tragedia. Martí es ingenuo en sus aprensiones
guerreras. Uno muere ofrendándose, el
otro resistiéndose, ambos se engrandecen.
Hoy
la juventud hispanoamericana puede jactarse de contar entre sus filas a estos
eternos jóvenes que nos enseñaron a
mejor vivir y
morir, que supieron proporcionarle a sus vidas una
plenitud y una magnitud digna de cualquier época y de las más grandes
empresas. El Che y Martí serán símbolos
de los nuevos tiempos, esperanza común de un Continente, patrimonio de la
Humanidad. Hombres íntegros, uno soñó en
la libertad como bien máximo, otro en la justicia, ambos se hermanaron para
siempre en la inmortalidad de la ofrenda sin egoísmo, en el corazón puro de
quienes supieron sentir a América en sus oprimidos y marginados.
Al
borde de un sepulcro florecido
transcurren
dos marías llorando
llorando
a mares.
Del
borde de un sepulcro removido
se
alejan dos marías cantando.
César
Vallejo
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