lunes, 2 de marzo de 2015

Élites, poder y política


Las crisis históricas y políticas son permanentes y recurrentes en la evolución de las sociedades y de los países. Una manera de expresar y corregir desequilibrios y al mismo tiempo asumir los cambios necesarios e inevitables. La Historia siempre es hacia adelante, es la Historia-Vida, cuyos impulsos vitales, culturales y tecno-científicos obligan a mirar siempre hacia el futuro.

Las sociedades tienden a ser conservadoras y las élites dominantes muchos más por la simple razón de que quieren perpetuarse en el poder y mantener sus privilegios.

Casi siempre el cambio político está precedido por cambios socio-culturales y económicos-tecnológicos que se expresan fundamentalmente en la emergencia de nuevos sectores sociales no representados y por actores políticos emergentes que se van constituyendo como nuevos grupos de poder que compiten con las clases dominantes del pasado y del presente, usufructuarios y representantes de lo que en la revolución francesa se llamó el “ancien regime”. Nuestro país tiene sus propios ejemplos al respecto, los mantuanos comenzando el siglo XIX, desplazando a la vieja élite peninsular monárquica y posteriormente los caudillos emergentes, a su vez, desplazando o asociándose con los sectores mantuanos tradicionales. En nuestra historia del siglo XIX este proceso fue denominado por José Gil Fortoul como el período de las oligarquías conservadoras y la oligarquía liberal hasta el posterior advenimiento de los caudillos del liberalismo y los caudillos andinos.

Con el advenimiento de la economía petrolera se modifica toda la estructura socio-económica del país y surgen nuevos grupos sociales y actores políticos, todo lo cual se va a reflejar de manera visible y cada vez más protagónica en todos los acontecimientos posteriores a 1936. Así podemos registrar el agotamiento de los diversos grupos que detentaron el poder de la Venezuela rural y la emergencia de los modernos sindicatos y partidos políticos que terminaron usufructuando el proceso político del último medio siglo.

La crisis evidente del modelo petrolero y del sistema político que lo representa, empieza a manifestarse en fechas emblemáticas, como el viernes negro de 1983, el caracazo de 1989, las intentonas golpistas de 1992 y el triunfo electoral en 1998 de Chávez como representante y figura emblemática, tanto de los viejos grupos en el poder, como es el sector militar, al mismo tiempo que recoge el descontento de las masas abandonadas en sus carencias por el sistema bipartidista instaurado desde 1958. Su mensaje es exitoso más allá de sus cualidades y características políticas personales, por el hecho que en él convergen poderosas fuerzas emocionales y políticas representadas tradicionalmente por el mesianismo populista y la permanente tentación autoritaria que padecen nuestra sociedades.

Discontinuidad en la continuidad, cada época y cada estructura económica fue creando los grupos de poder emergente y que en nuestro caso todos han estado vinculados directamente a la renta petrolera, así podemos hablar de la burguesía nacional como unas oleadas sucesivas de “nuevos ricos” asociados a los diversos gobiernos (los ricos del gomecismo y del neo-gomecismo, los ricos vinculados a los gobiernos de AD y COPEI, y la emergente boliburguesía vinculada al gobierno de Chávez y sucesor).

Siempre es así, en todos los tiempos y en todas las sociedades, los grupos de poder vinculados al proceso político como expresión de los cambios sociales y económicos y las demandas insatisfechas de los grupos sociales preteridos o emergentes. En el fondo, la Historia siempre es la misma, una minoría manda y se enriquece y la mayoría participa en estos procesos con sus expectativas siempre parcialmente satisfechas.