sábado, 29 de junio de 2013

¿Sociedades con vocación de atraso?



Hay sociedades con vocación de atraso, evidentemente no todos sus integrantes pero sí ciertos grupos o sectores. En Venezuela muchos políticos y empresarios no logran ir más allá del asalto a la renta petrolera. Muy lejos de la política moderna y de la economía productiva. Los primeros, gobernantes a cualquier nivel, se convierten en verdaderos depredadores del presupuesto público, sin rendición de cuentas, sin límites morales y en donde se practica una promiscuidad absoluta entre lo público y lo privado. Los segundos, evidentemente no todo el sector empresarial, se asumen como aventureros de los negocios con sus famosas empresas de maletín en donde todo es susceptible de convertirse en negocio, casi siempre en alianza con algún sujeto “enchufado” en el gobierno. Sin ningún escrúpulo, política y negocio se confunden. Estos personajes practican sin saberlo la muerte de dios, en donde todo está permitido bajo el manto de la santidad del dinero. Parte de nuestra incapacidad como sociedad para entrar al futuro son estos sectores “dirigentes” ya que los otros sectores o se han ausentado del país o se aíslan en sus intereses particulares y cultivan la desesperanza y la derrota anímica. En general las clases medias y los sectores populares se limitan a vivir la incertidumbre y la precariedad a que lo obligan las circunstancias y los mengüados ingresos. A pesar de todo lo anterior, podemos afirmar con certeza que las sociedades no se suicidan aunque puedan vivir como es nuestro caso una larga y agónica crisis pero en algún momento la propia sociedad logra reaccionar y de los mismos sectores identificados negativamente surgen movimientos y acciones que ayudan a cambiar radicalmente las cosas en sentido positivo. Un buen ejemplo es el sector militar, principal sostén del régimen, pero que en la historia contemporánea venezolana la institución armada siempre terminó siendo factor de cambio y estabilidad. Así fue con López y Medina, entre 1936 y 1945, mientras se liquidaba políticamente al gomecismo y así fue en 1958 y 1959, mientras desaparecía el perezjimenismo y seguramente así será en esta próxima e inevitable transición política.

Una sociedad de "amigos"


Venezuela, superficialmente, es moderna, pero en usos y costumbres, ideas y mentalidades prevalece la premodernidad con sus características tribales y clánicas, o como diría Ana Teresa Torres, “La herencia de la tribu”.

En el siglo XIX la sociedad funcionaba como una “tierra de compadres” todo se manejaba entre compadres y familiares, casi siempre convertidos en socios, asociados en sociedad, como diría un amigo. A falta de instituciones y leyes, las relaciones personales lo eran todo. Hoy esto no ha cambiado mucho, seguimos siendo una “tierra de comprades” de compañeritos y camaradas de partido. No hay actividad o servicio que no se resuelvan a este nivel. Seguimos sin instituciones que funcionen de manera objetiva y neutral y sin leyes, aplicadas escrupulosamente de acuerdo a la doctrina y la justicia. Nuestras leyes, empezando por la constitución, usualmente son de lenguaje pomposo y altisonante y meramente declarativas, llenas de lindas palabras y muchas buenas intenciones, que en su mayoría no se cumplen. Las leyes y las instituciones usualmente son para ser aplicadas o utilizadas contra los enemigos del gobierno. Es la vieja fórmula del dictador dominicano, Trujillo, “a los amigos todo, a los enemigos la ley”. La amistad o cercanía al gobernante es nuestro verdadero amparo y nuestra mejor oportunidad para obtener ventajas y “progresar”. Los poderes públicos, en vez de ser un contrapeso al poder ejecutivo y al excesivo presidencialismo, normalmente se le subordinan y se convierten en el principal instrumento de intimidación y persecución. La derivación lógica de este estado de cosas es que el hábito más extendido entre nuestros conciudadanos sea la usual viveza y la maraña cotidiana, para lo cual se precisan talentos que descansan sobre la indeterminación y precariedad de lo lícito y lo ilícito y de allí este estado generalizado delincuencial y de corrupción. En estas condiciones el estado moderno es inexistente como regulador y garante legal de relaciones interpersonales objetivas y de allí que termina siendo un cascarón vacío, ayuno de justicia y de legalidad acomodaticia lo que configura un “poder vacío” ya que el verdadero poder lo detentan los “poderes fácticos”. En primer lugar, el poder armado y después el poder político y económico que son los que terminan gobernando siempre a favor de ellos mismos. En Venezuela muchos mandan pero nadie o casi nadie gobierna. En nuestro país no hay aspiración pública más apetecida que ser tratado como jefe. En los actuales momentos, Maduro cree que manda mientras que el gobierno se diluye en múltiples grupos, mientras Diosdado se pretende jefe y actúa como tal. En estos tiempos de incertidumbre y ambigüedad y de necrofilia hay un líder fantasmagórico y unos “herederos” que tratan desesperadamente de llenar el vacío.

domingo, 9 de junio de 2013

¿Racionamiento?


De acuerdo a los teóricos, Marx entre ellos, el socialismo sería el reino de la abundancia y la libertad, de allí que no entendemos estos “socialismos” que lo que terminan generando es tiranías personales, gobiernos corruptos e ineficaces y una gran abundancia de miseria y escasez. Todo lo anterior viene al caso por la experiencia traumática que estamos viviendo la mayoría de los venezolanos sometidos a una fracasada política económica y a una larga, ya demasiado larga, inflación acompañada con la inevitable escasez. A pesar de la propaganda oficial la escasez no la produce ni el Imperio, ni los empresarios, ni la oposición sino una equivocada y errónea política que confunde economía con ideología.
En otro orden de ideas en nuestro país casi todo por no decir todo ha sido “racionado” empezando por la palabra, reducida a un lenguaje degradado y envenenado. Igualmente ha sido racionada la vida con la terrible inseguridad que nos amenaza todos los días y cobra miles de víctimas infortunadas. Asimismo ha sido racionada la libertad de pensamiento y expresión. Opinar es peligroso y delictivo si el régimen se siente aludido y amenazado. Se ha “racionado” la libertad individual y el derecho de propiedad sometido a la arbitrariedad de los amos del poder y a la discrecionalidad de tribunales, fiscalías y otros órganos del poder público. Se ha “racionado” los diversos servicios, desde hace mucho tiempo los venezolanos hemos conocido y vivido penosamente el racionamiento del agua, de la electricidad y el mal servicio de las comunicaciones en todo sentido y por último ha llegado, por ahora, el último racionamiento que es el que más nos afecta en el día a día, el de los alimentos de consumo masivo.
En Venezuela se ha impuesto el racionamiento porque la incapacidad y la corrupción se han convertido en el modelo gerencial-administrativo de este gobierno, que ha dividido a los venezolanos y que llegó a racionar también el trabajo cuando impuso las nefastas “listas” que en la práctica nos convertían a millones de personas en ciudadanos de segunda o no-ciudadanos al negar derechos fundamentales como el trabajo.
El racionamiento es el fracaso del llamado “socialismo del siglo XXI” y el éxito del llamado modelo cubano, país sometido a una férrea dictadura y cuyo mayor éxito económico fue la famosa cartilla de racionamiento, verdadera expresión de un gobierno que cultivó el poder personal hasta la idolatría y olvidó el deber elemental de todo gobierno que es la libertad y el bienestar de sus ciudadanos.


La izquierda capitalista


La “izquierda”, en la terminología o vocabulario político de la modernidad, es por definición “antisistema”. Con el advenimiento del marxismo el término izquierda se posiciona definitivamente como lo contrario del capitalismo, sistema dominante en lo económico - social y de la burguesía como clase hegemónica en lo político. Es la dialéctica hegeliana historizada, como síntesis dialéctica y en vez de surgir un nuevo sistema alternativo al capitalismo, como el socialismo y el comunismo, lo que surge es un híbrido tan extraño como el comunismo-capitalista, tal como ocurre en China y en otros países con gobiernos que se califican de izquierda y en la práctica solo sirven para apuntalar y desarrollar el capitalismo en su génesis más primitiva: un capitalismo salvaje.
Otra característica curiosa de este híbrido económico político es que han llegado al poder gobiernos que se proclaman de izquierda y terminan sirviendo al gran capital nacional e internacional, es lo que ha ocurrido en Brasil con Lula y Rousseff, en Uruguay con Tabaré y Mujica, en Chile con Lagos y Bachelet, en Bolivia con Evo Morales, en Argentina con los Kirchner, Correa en Ecuador y Ortega en Nicaragua; es decir, presuntos líderes de izquierda que terminan con sus gobiernos apuntalando sistemas tradicionales capitalistas y consolidando viejas y nuevas burguesías. Un buen ejemplo es nuestro propio país en donde el gobierno de turno, autoproclamado revolucionario y socialista, terminó consolidando el petroestado capitalista que siempre hemos sido y una emergente boliburguesía de fortunas rápidas y corrupción grosera.
Estos pretendidos revolucionarios, que en nombre del pueblo viven y actúan como millonarios, terminan avalando todo lo que en teoría rechazan, entre otras cosas el consumismo desaforado y el dinero casi como un valor absoluto de la vida social. Hegel frente a esto diría que son las ironías de la historia o astucias de la razón. Cuba es otro aberrante ejemplo de “nueva sociedad y hombre nuevo”, en donde el capitalismo de Estado termina siendo el ogro filantrópico que todo lo controla y que monopoliza y administra una camarilla que piensa, vive y actúa como capitalista en el peor sentido de la palabra. Lula y Mujica ejemplarizan muy bien esta ironía: viejos luchadores de izquierda, convertidos al frente de sus gobiernos en vendedores de productos, bienes y servicios que en sus respectivos países producen las pujantes empresas capitalistas de Brasil y Uruguay.
Una vez más, en nuestra cultura nominalista las palabras y los hechos se contradicen y se oponen creando confusión y alimentando mitologías.

La generación perdida


Esta fue la frase que utilizó Gertrude Stein, para referirse a la generación de escritores norteamericanos que hacían su peregrinaje existencial y literario a París, entre otros, Henry Miller y Ernest Hemingway. La realidad demostró que no sólo no estaban perdidos sino que su escritura marcó de manera indeleble a su país y a la cultura del siglo XX. El problema es de talento y esfuerzos más que de circunstancias. Esto viene al caso, porque en Venezuela se viene hablando de décadas perdidas para las últimas generaciones que les tocó nacer y vivir en una sociedad sometida a todas las pruebas. Son las llamadas generaciones de la crisis. Para el país son 30 años no de pro-greso sino de re-greso. Para millones de jóvenes su realidad y su circunstancia para “triunfar” o para “fracasar”. El destino individual no puede confundirse con el destino colectivo, aunque aceptamos como válida la frase historicista atribuida a Ortega y Gasset “yo y mi circunstancia”. Millones de jóvenes no han conocido otra cosa que incertidumbre y falta de oportunidades, por una política suicida de división del país y destrucción de la economía, pero como las sociedades no se suicidan, muchos de estos jóvenes no sólo aprendieron a sobrevivir sino también a progresar. Todo esto resulta trágico e innecesario si tomamos en cuenta que Venezuela es un país privilegiado en muchos sentidos. Existen los recursos humanos y existen los recursos de la naturaleza que configuran un país con todas las ventajas comparativas y competitivas que la ciencia económica ha establecido.
Estos tiempos de incertidumbre, temor y precariedad, tengo la impresión que están por terminar o por lo menos, es mi deseo. Si asumimos la teoría pendular de la historia de Vico, 30 años es mucho tiempo para una crisis que comenzó siendo política, continuó como crisis política y social y terminó siendo una verdadera crisis moral y que posibilitó esta autocracia militarista de los últimos 14 años.
En términos filosóficos nadie triunfa o fracasa absolutamente y así ha ocurrido con las últimas generaciones y el país en general. Inclusive este re-greso debe implicar necesariamente unos aprendizajes que a mi juicio muchos millones de venezolanos han asumido y es que la Venezuela rentista y saudita es una realidad que ya pertenece al pasado y que solamente si asumimos nuestras responsabilidades individuales y colectivas podremos reasumir nuestro proyecto democrático-modernizador de sociedad abierta, plural y progresista, y creo que millones de jóvenes así lo han entendido y lo están asumiendo y por eso el futuro se está convirtiendo en la idea-programa que poco a poco le está devolviendo la confianza a los venezolanos.

Garrote y/o zanahoria


En cualquier curso de gerencia se utiliza esta terminología conductista y tan poco poética de “garrote y/o zanahoria” para expresar la vieja fórmula pedagógica del premio y castigo tan usada en las escuelas y familias tradicionales. El actual gobierno -profundamente anacrónico, tanto en su origen como en su desempeño- aspira a recuperar legitimidad y gobernabilidad con este viejo método que pretende reducir la naturaleza humana casi a la condición de bestias. A los animales se les “educa” a golpe y/o con gratificaciones.
El gobierno ha invitado al sector empresarial a conversar sobre la base de cooperar para reactivar la producción y combatir el severo desabastecimiento, provocado por el mismo gobierno que golpea y afecta todos los sectores, particularmente los más débiles económicamente, como lo son los sectores populares, la clase trabajadora y la golpeada y precaria clase media, con ingresos fijos e insuficientes, y enfrentados todos a una inflación cercana al 30%. Con ello se cae la propaganda gubernamental al pretender señalar como responsables al sector privado y no asumir su propia responsabilidad, producto de su fracasada e irracional política económica de expropiaciones arbitrarias e improductivas y una corrupción fuera de control.
El “show” empezó con la promesa no de rectificar políticas erróneas sino con la expectativa de repartir dólares preferenciales y estimular la elemental codicia y el interés legítimo de un sector empresarial que sobrevive con el acceso a estos dólares, es decir, la “zanahoria” deseada y apetecida. Para los otros sectores se utiliza la estrategia de las expectativas y promesas económicas, en particular, el aumento salarial y en primer lugar para el sector militar.
El “garrote” es para los demás, para la oposición política en general y el sector sindical y crítico del país. La idea es atemorizar y “descabezar” liderazgos y para ello se sigue utilizando los poderes públicos, en particular la fiscalía y los tribunales, lamentablemente partidizados.
En lo personal creo profundamente en la tolerancia, la convivencia, el diálogo y la paz como valores absolutos y necesarios de un sistema político y social, de allí que lo apropiado sería en vez del “garrote y/o la zanahoria”, un gran diálogo nacional, tal como lo vienen proponiendo diversos sectores y particularmente la Conferencia Episcopal Venezolana, y es que la política no puede sustentarse en una idea errónea de la naturaleza humana, asumida en su versión primitiva o biológica, sino al contrario asumir a plenitud el hecho cierto de que los seres humanos somos libres y portadores de una dignidad personal absoluta y que no puede ser maltratada o manipulada por el presunto pragmatismo de una fórmula tan primaria como “garrote y/o zanahoria”.