viernes, 26 de febrero de 2016

Giovanni Sartori


Giovanni Sartori (1924) un joven de 92 años que ha vivido en intensidad y profundidad casi todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI, desarrollando una reflexión inteligente y pertinente sobre los sistemas políticos y el desarrollo de la democracia moderna. Al respecto, ha escrito libros emblemáticos entre otros “Qué es la democracia” y “Teoría de la democracia” (1997) “Homo videns, la sociedad teledirigida” (1998) . “Partidos Políticos”. “La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros” (2011) y su último libro del 2015 “La carrera hacia ninguna parte”.

Sartori es un intelectual que no hace concesiones ni a la moda, ni a las masas y mucho menos a los grupos de poder, de allí que es duro y directo en algunas de sus apreciaciones. Dice: “Estamos en manos de políticos ignorantes que no conocen la Historia ni tienen Cultura. Solo se preocupan por conservar su sillón. Pasan el día escuchando la opinión del contrario y pensando en qué respuesta darle. Así no se construye nada. No hay líderes ni hombres de Estado.”

Su visión de la dinámica política y geopolítica contemporánea es crítica y polémica, opina que la Unión Europea es un edificio mal construido y se está derrumbando, que la Europa de los 28 es una entidad muerta, no existe.

Con respecto a los EEUU, los piensa en términos de poder dominante pero en decadencia que parecieran estar sobrepasados por la complejidad de la geopolítica internacional, obsesionados su clase dirigente en cómo dominar o controlar el mundo y que a nivel económico sólo les interesara China y el Asia en general. Ni Europa ni América Latina forman parte de los intereses estratégicos del imperio.

Con respecto a la cultura occidental y Europa en particular, asume el Islam como una amenaza en todo sentido y afirma: no podemos negarnos a nosotros mismos, valores y principios como tolerancia, igualdad entre los hombres y mujeres en nombre de un multiculturalismo que exige respeto pero no respeta. Para nosotros, europeos y occidentales, es inaceptable que se nos quiera imponer el anacronismo cultural y religioso de cierto Islam fanático y teocrático, en donde “la mujer es negada, velada, encerrada, poseída. El cuerpo de la mujer y su espíritu pertenece a todos pero no a ella y no es visto como lugar de libertad” (Kamel Daowd, escritor argelino).

Sartori es un crítico consecuente de la vieja política y hace una crítica sistemática de la izquierda y de la derecha. “La izquierda ha perdido su ideología (y terminan asumiendo cualquier cosa, incluido estúpidos y locos líderes mesiánicos)”. “A mi no me importa ni la derecha ni la izquierda, sino el sentido común”.

El futuro lo ve tenebroso, e identifica un proceso de violencia y guerras inéditas que giran en torno a cuatro elementos o características: terrorismo, globalización, tecnología y religión. “Este es un mundo que se está suicidando. Somos demasiados. Estamos indefensos ante los kamikazes de la fe, y la tolerancia, la gran conquista política de la Ilustración, se ha convertido en un peligro para nuestra seguridad. Cunde un pesimismo peligroso cercano a la rendición y un optimismo “tranquilista” que conduce a no hacer nada. La política y la democracia, dan la impresión de haberse agotado en sus propios vicios y limitaciones, especialmente el hecho de haberse divorciado, políticos y gobernantes, de una ética y unos valores.

El peso muerto que arrastramos en la tradición occidental de teorías e ideologías abstractas y utopías ilusas y confusas, no augura nada bueno, pareciera que el desastre es la única certeza del futuro. Se ha sustituido la visión optimista del progreso y la utopía por una proyección distópica de la humanidad en donde razón y locura se confunden y la construcción de armas cada vez más sofisticadas propicias a una guerra del fin del mundo resulta irracional desde todo punto de vista. La razón, la inteligencia y la cultura al servicio de la muerte y no de la vida. Sartori, a la altura de su larga vida, se niega a abandonar totalmente la esperanza de una profunda reforma política y de una democracia que conjugue libertad y justicia social. No lo dice, pero desde mi perspectiva hay que asumir una nueva utopía que combine las responsabilidades con la polis y las obligaciones con el domus, la fraternidad necesaria para el cuidado de la casa común, que ya no es una ciudad o una región si no la Tierra toda.