Giovanni
Sartori (1924) un joven de 92 años que ha vivido en intensidad y
profundidad casi todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI,
desarrollando una reflexión inteligente y pertinente sobre los
sistemas políticos y el desarrollo de la democracia moderna. Al
respecto, ha escrito libros emblemáticos entre otros “Qué es la
democracia” y “Teoría de la democracia” (1997) “Homo videns,
la sociedad teledirigida” (1998) . “Partidos Políticos”. “La
sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros”
(2011) y su último libro del 2015 “La carrera hacia ninguna
parte”.
Sartori
es un intelectual que no hace concesiones ni a la moda, ni a las
masas y mucho menos a los grupos de poder, de allí que es duro y
directo en algunas de sus apreciaciones. Dice: “Estamos en manos de
políticos ignorantes que no conocen la Historia ni tienen Cultura.
Solo se preocupan por conservar su sillón. Pasan el día escuchando
la opinión del contrario y pensando en qué respuesta darle. Así no
se construye nada. No hay líderes ni hombres de Estado.”
Su
visión de la dinámica política y geopolítica contemporánea es
crítica y polémica, opina que la Unión Europea es un edificio mal
construido y se está derrumbando, que la Europa de los 28 es una
entidad muerta, no existe.
Con
respecto a los EEUU, los piensa en términos de poder dominante pero
en decadencia que parecieran estar sobrepasados por la complejidad de
la geopolítica internacional, obsesionados su clase dirigente en
cómo dominar o controlar el mundo y que a nivel económico sólo les
interesara China y el Asia en general. Ni Europa ni América Latina
forman parte de los intereses estratégicos del imperio.
Con
respecto a la cultura occidental y Europa en particular, asume el
Islam como una amenaza en todo sentido y afirma: no podemos negarnos
a nosotros mismos, valores y principios como tolerancia, igualdad
entre los hombres y mujeres en nombre de un multiculturalismo que
exige respeto pero no respeta. Para nosotros, europeos y
occidentales, es inaceptable que se nos quiera imponer el anacronismo
cultural y religioso de cierto Islam fanático y teocrático, en
donde “la mujer es negada, velada, encerrada, poseída. El cuerpo
de la mujer y su espíritu pertenece a todos pero no a ella y no es
visto como lugar de libertad” (Kamel Daowd, escritor argelino).
Sartori
es un crítico consecuente de la vieja política y hace una crítica
sistemática de la izquierda y de la derecha. “La izquierda ha
perdido su ideología (y terminan asumiendo cualquier cosa, incluido
estúpidos y locos líderes mesiánicos)”. “A mi no me importa ni
la derecha ni la izquierda, sino el sentido común”.
El
futuro lo ve tenebroso, e identifica un proceso de violencia y
guerras inéditas que giran en torno a cuatro elementos o
características: terrorismo, globalización, tecnología y religión.
“Este es un mundo que se está suicidando. Somos demasiados.
Estamos indefensos ante los kamikazes de la fe, y la tolerancia, la
gran conquista política de la Ilustración, se ha convertido en un
peligro para nuestra seguridad. Cunde un pesimismo peligroso cercano
a la rendición y un optimismo “tranquilista” que conduce a no
hacer nada. La política y la democracia, dan la impresión de
haberse agotado en sus propios vicios y limitaciones, especialmente
el hecho de haberse divorciado, políticos y gobernantes, de una
ética y unos valores.
El
peso muerto que arrastramos en la tradición occidental de teorías e
ideologías abstractas y utopías ilusas y confusas, no augura nada
bueno, pareciera que el desastre es la única certeza del futuro. Se
ha sustituido la visión optimista del progreso y la utopía por una
proyección distópica de la humanidad en donde razón y locura se
confunden y la construcción de armas cada vez más sofisticadas
propicias a una guerra del fin del mundo resulta irracional desde
todo punto de vista. La razón, la inteligencia y la cultura al
servicio de la muerte y no de la vida. Sartori, a la altura de su
larga vida, se niega a abandonar totalmente la esperanza de una
profunda reforma política y de una democracia que conjugue libertad
y justicia social. No lo dice, pero desde mi perspectiva hay que
asumir una nueva utopía que combine las responsabilidades con la
polis y las obligaciones con el domus, la fraternidad necesaria para
el cuidado de la casa común, que ya no es una ciudad o una región
si no la Tierra toda.