viernes, 25 de septiembre de 2009

Obsesión de poder

Es una enfermedad recurrente en la Historia; individuos que reducen su vida a buscar el poder, acrecentarlo y conservarlo, los ejemplos sobran. En este momento en que en América Latina hay como una epidemia; hasta Uribe, el presidente colombiano se ha contagiado, aprovechando el respaldo popular que tiene está buscando otra reelección para un tercer período, forzando toda la estructura legal e institucional de su país; lo cual es un mal ejemplo para la salud democrática de Colombia y del Continente. En el mismo error viene incurriendo el presidente venezolano; 14 años le parecen poco, de allí su idolatría por Fidel, exitoso autócrata con 50 años en el poder. Evo Morales y Rafael Correa, en Bolivia y Ecuador también han forzado a las Instituciones y la Constitución para mantenerse en el poder, aprovechando sus altos niveles de popularidad. En Argentina los Kirchner con su pretensión hereditaria y dinástica. La metodología es la misma: Reforma Constitucional o Proceso Constituyente, aprovechando coyunturas de popularidad para cambiar las reglas del juego político, creando y propiciando un golpe de estado permanente desde el propio poder. El golpe de estado ya no es para asaltar el poder, sino para perpetuarse en él.

Entre ellos, los dictadores de cualquier signo se admiran y emulan. Nuestro presidente con su periplo internacional visitando viejos y nuevos amigos cuyas característica común es su larga permanencia en el poder y el ejercicio del mismo de manera absoluta. Kadafi en Libia con 40 años en el poder. El sirio con 9 años en el poder, que heredó del padre que estuvo más de 30 años. En Irán una teocracia con 30 años en el poder. Este club de dictadores recuerda mucho en la primera mitad del siglo XX a Salazar en Portugal con casi 50 años en el poder. Franco en España con más de 30 años. Trujillo, los Duvalier y los Somoza en República Dominicana, Haití y Nicaragua respectivamente con varias décadas en el poder como si las dictaduras fueran un ciclo recurrente en la historia. Para que no haya dudas sobre las intenciones presidenciales y sus inclinaciones políticas y admiración por los longevos en el poder nos acabamos de enterar por la gaceta oficial del 27 de agosto de este año de un nuevo amigo internacional: Mswati III de Suazilandia monarca absoluto de su país. Definitivamente, la debilidad del hiper-lider, es el poder eterno.

martes, 15 de septiembre de 2009

Religión y Ecumenismo

“En algún punto entre el Nilo y el Eúfrates, vivía un grupo de nómadas. Habían huido de Egipto, pueblo de elevada civilización donde se les había hecho imposible la vida, tanto en el plano social como en el religioso. Privados de seguridad, tras una fuga dramática, se establecieron en Cordes, en la soledad del desierto, formando una federación de diversas tribus. El nombre de su Dios era Yahvé”….. (Catecismo Holandés. Herder, 1969)

En este pueblo extraviado “buscó Dios al hombre”. “Seréis para mí, de entre todos los pueblos, la porción escogida, porque mía es toda la tierra” (Ex 19,5). Pero antes, este pueblo había vivido en Canaán, entre el Jordán y el Mediterráneo, con sus “patriarcas” Abrahám, Isaac y Jacob, llamado también Israel. Se establecieron en la tierra prometida, prosperaron, volvieron a ser dominados, reducidos a cautiverio, fueron esclavizados y dispersados.Dos mil años después regresaron como pueblo en diáspora para volver a fundar una Nación y un Estado.

Esta suscinta historia, de una u otra manera, a todos nos marca e identifica, en especial, a los integrantes de la llamada cultura occidental, así como al  mundo cristiano y en menor medida al mundo árabe islámico.En este sentido, todos somos, de una u otra manera, judíos “en quienes Dios buscó al hombre”. Pueblo universal como ninguno, desde su intenso y profundo particularismo, el pueblo judío, decidió no desaparecer de la historia (a diferencia de otros muchos pueblos y culturas) y la misma apuesta ha asumido el Estado de Israel. El mundo no puede permanecer ajeno a este conflicto que ya dura 50 largos años. La conciencia mundial debe asumirlo ya que amenaza la paz mundial y debe ser resuelto sobre el principio del derecho de Israel a existir y prosperar pero igualmente a asumir con realismo y sentido de justicia la existencia de un Estado Palestino. Las religiones existen para unir y no para dividir a los seres humanos. El espíritu de Jerusalén es la convivencia ecuménica tal como lo entendió Juan Pablo II al convocar en Asis a la mayoría de los representantes de todas las religiones del mundo, hecho sin precedente y que se conoce con el nombre del Espíritu de Asis.

El siglo XXI no tiene futuro sino sobre esta base de encuentro y diálogo fraterno y solidario de todas las creencias y religiones, porque en nuestro tiempo,  “Dios buscó al hombre” y mujeres que pueblan este planeta, cada día más pequeño, sobrepoblado  e intensamente comunicado. La cultura judía es patrimonio de toda la humanidad y el pueblo judío, desde Israel o desde cualquier lugar que habite un judío, sigue iluminando el difícil y tortuoso camino de la humanidad hacia su propia liberación y redención. La humanidad hoy, es heredera de todas las grandes religiones que han marcado la historia humana, de hecho es el nuevo humanismo, universal y diverso, pero profundamente fraterno y solidario. Es el verdadero reto de nuestro tiempo, construir la “civilización del amor”  sobre “el reflejo de verdad” que hay en todas las culturas y religiones, porque como dice Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) repitiendo una expresión de San Ambrosio (siglo IV):

“Porque toda verdad, sea el que fuese que la predique, viene del Espíritu Santo”.

Dios ha encontrado a su pueblo y los seres humanos hemos encontrado a Dios.

 El siglo XXI, enfrentado a múltiples y desafiantes retos, no tiene otra alternativa que reencontrarse como humanidad en un viejo – nuevo humanismo de la fraternidad universal, sustentado en el respeto y el diálogo interreligioso e intercultural y que Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focólares, expresa de manera magistral:

“Dios no sólo es bello sino también bueno y verdadero. Y no existe belleza, no existe lo auténticamente bello, si ello no es también verdad y bondad.

Siempre hemos subrayado esta coincidencia y hemos podido profundizarla de un modo original. En un primer momento, que hemos llamado “Asís” y que duró por décadas, el Espíritu Santo nos empujó a imitar a Dios en su ser bueno, amor; Dios, infinita bondad, que en cierto modo estábamos llamados a revivir, a convertirnos en minúsculos soles al lado del Sol. En un segundo período, después de que tal estilo de vida se había especificado y  definido bien, el Espíritu nos llamó a otra tarea: tratar de hacer surgir de nuestra vida, de nuestra espiritualidad, la doctrina que ella contiene: su verdad.

Era –hablando franciscanamente – “París”, ciudad de los estudios, que se agregaba a “Asís”, ciudad de la vida.

 “París”, era una realidad que nunca temimos que destruyera a “Asís”, según el conocido dicho. Es más, nuestra experiencia nos dice que la luz de la verdad ayuda enormemente a la vida, la vida de amor.En un tercer período, más reciente, hemos advertido que el Espíritu Santo nos empujaba a manifestar no sólo la bondad de Dios y de nuestra vida, no sólo la verdad, sino también la belleza.

Y a esta etapa le hemos dado el nombre de: “Hollywood”, entendiendo con ello: arte, música, danza, teatro, cine, radio, TV… todos los medios indispensables para llevar nuestra nueva vida al mayor número de personas. Es una “Hollywood” que no anula “Asís” y “París”, sino que las supone, que no es ella misma si no es siendo también las otras dos”. Quizás el hecho cultural más importante de nuestro siglo es evitar el profetizado y apocalíptico “choque de civilizaciones” y al contrario, establecer un diálogo fecundo y auroral entre todas las religiones.       

sábado, 12 de septiembre de 2009

Ninguna dictadura es eterna

Todas terminan y las dictaduras engrosan inexorablemente la historia de la infamia, como diría Jorge Luís Borges.

No se puede gobernar fracasando como gobierno y soportando una ilegitimidad creciente de desempeño. En estos casos el último recurso es la represión y la violencia y ambas por definición no pueden ser indefinidas ni generalizadas.

El régimen, con pretensiones de eternidad anda enloquecido y en una borrachera de leyes y torpezas quiere imponer el silencio y la mordaza como política. El hiperlider luce impaciente y enojado y ya nos amenazó a todos que para el 15 de diciembre de este año la Constitución vigente de 1999 es otra “moribunda” ya que, para la fecha anunciada debe haberse completado la legislación socialista y si la Asamblea Nacional no es diligente en complacerlo, se pone a la orden para asumir una nueva Habilitante.

Leyes casi clandestinas, poco conocidas, asumidas sin discusión y aprobadas en el apuro de una madrugada. Es una huída hacia adelante y para disimular la huida y la debilidad la abundancia de amenazas y amedrentamientos. El tiempo histórico es inexorable y cuando un régimen o gobierno deja de ser percibido como futuro y es asumido cada día por un mayor número de personas como pasado es trágico para ese proyecto dejar de expresar la esperanza de la mayoría.

El “proyecto” o proceso revolucionario vive de ideas muertas como lo calificara recientemente Simón Alberto Consalvi, igualmente arrastra un gigantesco fracaso gubernamental  y una no menos monstruosa corrupción. Una revolución sin moral se queda sin autoridad, sostenida apenas por el fanatismo de una minoría y la necesidad de muchos, termina no yendo a ninguna parte. Venezuela desde el año 2007 ha venido haciendo la lectura política correcta con respecto a lo que fue presentado como futuro y ya se ha ido convirtiendo en pasado.

En América latina desde las últimas décadas del siglo pasado se ha venido ejecutando un método de asalto al poder desde el propio poder o como algunos los han calificado, golpes constitucionales progresivos. Lo hizo Bordaberry en Uruguay. Lo imitó Fujimori en el Perú. Noriega en Panamá y lo ha popularizado nuestro presidente sustentado en la generosa renta petrolera. Lo han imitado Evo Morales y Correa en Bolivia y Ecuador, y en Nicaragua Ortega. Pero el método ya está descubierto, ha sido parado en seco en Honduras, Fujimori está preso igual que Noriega y no creo que los aprendices de los últimos años puedan culminar exitosamente sus aventuras políticas y es que a la larga los pueblos terminan cansándose de estos neo-dictadores y es que la Democracia, afortunadamente forma parte ya de nuestro ADN cultural.

sábado, 5 de septiembre de 2009

¿Fin de un ciclo?

“En el transcurso de un tiempo que no tenía principio

y no sabía encontrar su punto final.”

Günter Grass.


El tiempo es el tema del historiador y su manía es periodificarlo. Consecuente con esta tradición historiográfica me atrevo a proponer que el siglo del petróleo está llegando a su fin. Entre nosotros comenzó en 1914 y se consolidó en 1922, cuando el petróleo se convirtió en nuestro principal producto de exportación y ha continuado hasta nuestros días, generando hoy por hoy el 90% de nuestros ingresos en divisas. Casi 100 años de historia petrolera determinando toda la vida nacional: economía, política, sociedad, cultura. Nada puede ser explicado sin el ingrediente petrolero. Todo ello ha configurado una sociedad y una mentalidad y evidentemente una estructura económica y una historia política determinada. Rómulo Betancourt lo entendió muy bien al pensar y escribir su libro “Política y Petróleo.” Sabía que la llave del poder en Venezuela pasa por el control del gobierno que es quien administra el ingreso petrolero. En Venezuela, todos los gobiernos sin excepción fueron gobiernos ricos y en grado superlativo debido al boom petrolero el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y el actual de Hugo Chávez.

El populismo clientelar y la corrupción han sido la marca de fábrica de todos los gobiernos por el uso indiscriminado y sin control de la renta petrolera configurando un país de gobiernos ricos y pueblo pobre. El azar determinó que fuera el gobierno de Juan Vicente Gómez (1909-1935) quien fundara la república petrolera y esta nace  con una entrega colosal y antinacional a las multinacionales petroleras de nuestros recursos naturales, con complicidades nacionales privadas que permitieron el surgimiento de la primera oleada de una burguesía nacional que medraba y prosperaba a la sombra del gobierno y de los bufetes y oficinas de representación de las multinacionales aludidas.

El neogomecismo representado por los gobiernos de los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita (1936-1945) intenta un tímido avance en el control del petróleo y una mayor participación en sus beneficios, de allí la ley de 1943 que fue un evidente avance al respecto, pero fue necesario un terremoto político producto de la aparición de nuevos protagonistas sociales como los obreros y los sindicatos petroleros, así como las masas populares organizadas en partidos políticos, para que en Venezuela avanzáramos de manera decisiva en una conciencia nacionalista con respecto a la industria petrolera y sus beneficios, la figura emblemática en este período fue Juan Pablo Pérez Alfonso.

A partir de 1945 se concreta la idea de una república democrática, con el sufragio universal y el reconocimiento explícito del protagonismo de las masas organizadas. La alianza cívico-militar que propicia el golpe de estado del 18 de octubre de 1945, liderizado por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez con una visión compartida de un proyecto modernizador que se fractura en dos tendencias, la autoritaria y militar de Pérez Jiménez (1948-1958) y la democrática popular encabezada por Rómulo Betancourt y Acción Democrática (1958-1998).

Pérez Jiménez y su gobierno vuelven a la política petrolera entreguista que privilegia los intereses internacionales y propicia una nueva oleada de burguesía nacional.

La república democrática insurge revigorizada el 23 de enero de 1958 y permite o posibilita casi dos décadas de avances indiscutibles en todos los campos, agotada muy tempranamente, termina naufragando en la década de los 80 y 90 del siglo pasado, con liderazgos envejecidos y corruptos y totalmente ineficaces como gobierno, propiciando una exclusión gigantesca y un resentimiento y una desesperanza generalizada. En este ambiente se fraguan y explican el descontento social creciente expresado de manera violenta en 1989 con el “Caracazo” así como el movimiento conspirativo que emerge en 1992. La elección de 1998 expresa más que una esperanza, una frustración colectiva que termina entregándole el país a nuestros fantasmas y demonios del pasado, propiciando una nueva dictadura y un proyecto ideológico anacrónico.

El actual régimen, en nuestra apreciación, se define como una etapa conclusiva del siglo del petróleo, practicando el viejo populismo clientelar y una corrupción generalizada que permite otra oleada de nuevos ricos, la boliburguesía.

La ideología dominante es el viejo militarismo autocrático de siempre y una ideología, el castro-comunismo fracasado en Cuba y el comunismo fracasado en la Unión Soviética y Europa del Este. En Venezuela, es el ascenso al poder del único grupo político que no lo había alcanzado dentro del proyecto de la Venezuela petrolera, de 1945 y 1958, una idea de revolución del siglo pasado extemporánea e irracional, una revolución envejecida y por consiguiente reaccionaria, de allí su parecido fáctico y operativo con el nazi-fascismo. Las dictaduras no importa su ideología y color siempre son dictaduras en sus métodos y en sus prácticas represivas.

En función de todo lo anterior es que pienso que este gobierno está transitando el tiempo final de su vigencia, agotado por más de 10 años de desgobierno, de allí esta aceleración del proyecto hegemónico y esta penosa y dolorosa tentación represiva.

A las nuevas generaciones les toca construir y compartir una nueva visión y un nuevo proyecto de país: democrático, moderno, desarrollado a sabiendas que el petróleo y nuestros recursos naturales son necesarios e importantes, pero que definitivamente, ya no seremos un país petrolero tendremos una economía diversificada en la medida que sepamos construirla con nuestros esfuerzos y talentos y con valores democráticos y civilizatorios, no solamente proclamados si no practicados. “Despetrolizarnos” no va a ser fácil pero no hay otra posibilidad ni manera para avanzar. Como pueblo y como sociedad 200 años después, nos toca descubrir en la teoría y en la práctica la economía política cuyo fundamento no es otro que el trabajo y la capacidad humana así como la verdadera y plena democracia, enraizada en los valores evangélicos de la solidaridad y la fraternidad y para ello no es necesario pagar el costo de nuestra libertad, ya que igualdad, libertad y fraternidad son valores indisolublemente unidos y que expresan una utopía concreta del proceso civilizatorio.