Se ha vuelto a polemizar con respecto a algunos pronunciamientos que la iglesia ha venido produciendo y, una vez más, se le vuelve a acusar de inmiscuirse en política. Al respecto la respuesta de Monseñor Ubaldo Santana, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, ha sido precisa: la Iglesia no hace política, pero si opina sobre la Política.
En este sentido la carta pastoral de Monseñor Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, del 1ro de mayo de 1957, se ha convertido en un documento histórico fundamental asumido, con una reflexión y exhortación oportuna y pertinente, sobre la situación social y política de Venezuela, en un momento particularmente critico, en vísperas de importantes acontecimientos políticos que terminaron con la salida del poder, el 23 de enero de 1958, del dictador Marco Pérez Jiménez.
La Universidad Católica Cecilio Acosta al publicar el documento quiere contribuir no sólo a su oportuna difusión, sino a llamar la atención sobre lo dicho que el combate de un pueblo por su libertad nunca termina y que el proyecto democrático de la sociedad venezolana que lleva largos años en un desarrollo, no terminan de consolidarse, mientras lo sigan amenazando las tentaciones autoritarias y totalitarias, que cada tanto tiempo vuelven a aparecer y amenazarnos.
En los tiempos que corren, crisis e incertidumbre, de amenazas reiterándolas, temores recurrentes y divisiones de todo tipo, este mensaje de Monseñor Arias Blanco, nunca tan oportuno y elocuente.
En estos años de confusión ideológica y política, cuando de manera de manera engañosa se pretende hablar en nombre del pueblo para engañar y esclavizar a ese mismo pueblo, es necesario y urgente recuperar el sentido real de las cosas y no dejarse confundir con un discurso y una retórica, casi 10 años después, cada vez más alejadas de la realidad.
En Venezuela la pobreza continua, si se quiere acrecentada, igual que el desarrollo y la inseguridad personal. La crisis en vivienda y salud es real y creciente. El futuro para millones de jóvenes es cada vez más incierto, precario y lo más grave, la discriminación y exclusión de más de la mitad del país, solamente por pensar diferente a los dueños circunstanciales del poder. El año 57, año de la carta pastoral de Monseñor Arias Blanco, fue la aurora que procedió al amanecer democrático del 23 de enero de 1958, acontecimiento unitario y de reconciliación nacional, hoy nos estimula pensar que Venezuela se está preparando para otro amanecer y otro tiempo democrático, en donde todos los venezolanos participemos, incluidos importantes sectores que han apoyado al actual gobierno, en aras de un proyecto político inclusivos progresista, donde democracia, justicia social, buena comunicación y fraternidad dejen de ser palabras vacías y discursos de ocasión y se conviertan en realidades tangibles, progresivamente conquistadas para todos los venezolanos .