En Venezuela se fue desarrollando desde 1992
(realmente desde la década de los 80´s) un moderado descontento
político frente al bipartidismo adeco-copeyano. Éste se había
exasperado y canalizado en función de los diversos gobiernos de la
época (Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez
II). La gente sabía que no importaba quién gobernara era más de lo
mismo. Un gobierno de AD era indistinguible de un gobierno de COPEI y
viceversa, la inercia se imponía y prevalecía el status quo, una
insatisfacción creciente y un deseo de cambio.
En la medida que la situación económica
empeoraba, crecía el descontento social, y muchos empezaron a
“mirar” más allá de AD y COPEI. Así surgió la candidatura
mediática de Renny Ottolina, un poco después la Alcaldesa de Chacao
Irene Sáez se convirtió en la estrella política en ascenso, y
hasta la candidatura de Salas Romer intentó crear un referente
político diferente de los Partidos dominantes, y en este contexto es
que se puede explicar la exitosa insurgencia electoral del golpista
fracasado del 4F del 92, y con él vuelven a cobrar forma toda la
retórica demagógica y populista recreando una vez más en nuestra
historia política la figura de Bolívar con el consiguiente culto
ideológico y con ello el recurrente vicio del caudillismo vengador y
mesiánico.
El MRB-200 y el MVR fraguan como proyectos
organizativos para canalizar el descontento acumulado en dos décadas
y asociados a la minoritaria pero activa izquierda histórica
permanentemente limitada y derrotada por el estamento político
dominante.
El descontento era generalizado desde los sectores
populares, disminuidos en sus expectativas y beneficios, como la
propia clase media en sus diversos estratos que habían conocido la
bonanza del primer boom petrolero (1973) y que los había mal
acostumbrado a-un-recibir-sin-responsabilidades.
Este proceso de descontento social creciente,
confusión y desconfianza política en ascenso, y en general de un
extravío generalizado, de una sociedad enferma aunque todavía sin
conciencia de ello, culmina en diciembre de 1998 con la elección de
HChF, con un apoyo electoral importante del 56% (3,6 millones de
votos), y Salas Romer con el 40% de los votos (2,6 millones de
votos), y una abstención cercana al 40%.
Casi es una Ley de la Política, observada por Max
Weber, que el Político casi siempre termina haciendo lo contrario de
lo que piensa y dice. Comenzando el nuevo mandado en 1999 muy pocos
identificaban la naturaleza ideológica y política del nuevo
Gobierno. En un primer momento, sobre un marcado populismo
nacionalista y un incipiente e indisimulable militarismo el nuevo
Presidente convoca a casi todos los sectores a definir las
orientaciones del nuevo gobierno y el mejor ejemplo fue la
integración de la llamada Comisión Presidencial Constituyente que
funcionó aproximadamente entre Enero y Marzo de ese año (de la cual
formé parte), en esa Comisión estaban representados los equipos
técnicos de la COPRE y diversos nombres que representaban
prácticamente todo el espectro político e ideológico del país.
Pero esto duró poco, una vez convocada e instalada la Constituyente
claramente empezó a perfilarse un proyecto hegemónico de Poder y
cuyo sesgo ideológico estaba marcado por el militarismo antes
mencionado y una influencia Castro-Comunista al principio poco
visible y bastante disimulado, pero que se fue haciendo
progresivamente dominante, especialmente después de los confusos
acontecimientos del 11, 12 y 13 de abril del 2002.
Casi 20 años después el resultado visible de un
proceso político que nació auspicioso y con importantes apoyos es
el caos y la destrucción producto de la incapacidad y la corrupción
de una gestión gubernamental que a pesar de haber contado con los
mayores ingresos fiscales de nuestra historia terminó en las
miserias actuales, y cuya ideología-programática dominante, ya de
manera visible e innegable, es el fracasado modelo cubano, pero muy
exitoso en cuanto a control social y control político.
Y aquí estamos, “en el centro del tiempo”,
una crisis de larga duración en cuanto a causas y efectos, pero con
un desenlace político permanentemente diferido por el fracaso, por
ahora, de la estrategias opositoras, tanto la llamada vía electoral
como la denominada “de calle”. Y es que el sistema al no ser
democrático cancela de hecho ambas vías, por represión y coacción,
frente a ello solo quedan tres factores de fuerza en pleno
desarrollo: el desastre económico, el descontento social, y la
presión geopolítica internacional. Sobre este trípode descansan
las posibles acciones internas de los sectores opositores para buscar
un cambio en el más amplio sentido de la palabra. En la Política no
existe el vacío, y aunque la solución o soluciones tarden en llegar
es inevitable que en algún momento el cambio de Gobierno y Política
se dé por la sencilla razón de que el futuro no puede ser cancelado
y ninguna sociedad apuesta al suicidio. Un gobierno sustentado en una
legalidad cuestionada y nula legitimidad, tiene vuelo corto.
La llamada Revolución está en suspenso tanto en
cuanto a su legalidad como a su legitimidad. Moralmente agotada ya no
forma parte de la esperanza de nadie, y ni siquiera de las ilusiones
de muchos. De acuerdo a la teoría y la experiencia histórica, como
dicen muchos: algo debería pasar. No sabemos que esperamos pero la
apuesta es a esperar con confianza, y es que ningún ser humano ni
ninguna sociedad puede darse el lujo del desaliento y el abandono.
Como dice Dickens en una de sus novelas: los peores tiempos son
susceptibles de convertirse siempre en los mejores tiempos.