La Contemporaneidad, por lo menos en el llamado OCCIDENTE,
se inaugura política e historiográficamente con el Parlamentarismo Inglés,
República Norteamericana y la Revolución Francesa; en esta última, aparecen de
manera orgánica e integradas las palabras-símbolos que resumen y expresan lo
que pudiéramos llamar el ideario, la doctrina y el programa político de los
tres grandes movimientos del siglo 18 y 19; también podemos identificarlos como
el ESPÍRITU DE LA ÉPOCA o ideas dominantes para el progreso humano civilizatorio
universal. Me refiero a los tres principios supremos de: LIBERTAD- IGUALDAD-
FRATERNIDAD y la DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y EL CIUDADANO.
En los últimos dos siglos, todas las ideologías, doctrinas y
programas políticos de una u otra manera parten de estas pocas palabras. Así
que no venga nadie a decir que las palabras no tienen importancia, con ellas
nombramos, identificamos y tratamos de comunicarnos. El mundo-real que
abarcamos no es más que el que nos permite nuestro lenguaje y cultura.
Regresemos al tema, apenas me referiré al de la IGUALDAD y
al título de esta breve nota. Es principio común, en casi todos los sistemas políticos
y jurídicos de cada país, el enunciado o declaración, TODOS SOMOS IGUALES ANTE
LA LEY. No es difícil demostrar de manera práctica y empírica como en la
realidad-real esto no funciona así, casi siempre la "razón" de las
partes, no se dirime en el plano de la equidad y la justicia sino del dinero y
las influencias y del poder de turno, que en el fondo siempre tiene que ver con
dinero. Casi siempre (iba a decir SIEMPRE) “gana" el que tiene más dinero,
poder e influencias.
El otro aspecto de la presunta IGUALDAD en nuestras
sociedades, no importa el sistema político que proclamen, es la ilusión que
TODOS pueden ser ricos y felices, si trabajan duro, se esfuerzan y perseveran y
se preparan. Para desmentir esto basta ver la realidad-real, mirar en nuestro
entorno y constatar que los del dinero y poder son muy poquitos y la inmensa y
abrumadora mayoría vive entre la pobreza extrema y la sobrevivencia y la
pobreza mitigada o las llamadas clases medias-bajas o las más prosperas clases
medias-medias y medias-altas que basta una crisis económica para dejar de
serlo. Y esto debemos saberlo, mejor que nadie los venezolanos de este último
cuarto de siglo. Los "nuevos ricos" gracias al poder político, las
desaparecidas clases medias, y el empobrecimiento generalizado. Y para ir
terminando, el DINERO como ilusión consumista, un consumo desaforado,
irracional y para la mayoría, por encima de sus posibilidades reales. Y esto
ocurre en todas las sociedades, en las más miserables y en las más opulentas y
en estas últimas el fenómeno se multiplica. La mayoría de las personas
atrapadas entre la publicidad, inventando necesidades, modas y marcas, el crédito
usurero que te esclaviza de por vida como deudor y la propia fantasía y vanidad
de cada uno. Algo ha avanzado la humanidad en libertad e igualdad, no tanto
como creemos y en fraternidad nada o casi nada. La violencia, las discordias y
las guerras siguen reflejando nuestra naturaleza instintiva y depredadora, a
pesar de nuestras retóricas idealizadoras y a veces casi místicas. El problema
son los SISTEMAS se acostumbra decir y entramos en la estéril discusión de los fanáticos,
izquierda-derecha capitalismo-socialismo liberalismo-comunismo libre mercado -
estatismo etc. Pero siempre olvidamos lo esencial, los SISTEMAS somos nosotros,
cada uno, en cada país, en cada contexto, circunstancias y épocas. Allí es
donde nuestro compromiso con la libertad y la democracia cobra sentido, para
seguir avanzando con mayores niveles de libertad y derechos humanos y aminorar
las desigualdades gracias al desarrollo económico, políticas públicas redistributivas,
evitando demagogia y populismos y a nivel judicial, despartidizarlo, castigar
la corrupción y ser más exigente y selectivo en la selección de los jueces.
Luchar por la libertad y la democracia vale la pena.