La democracia como todas las cosas es
producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples
experiencias. Aunque no tuviera
conciencia de ello, el ser humano, ha ensayado diversas formas de gobierno y participación
democrática al auto-gobierno, a la libertad individual y a la igualdad social,
la oportunidad y riqueza, es tan vieja como la misma humanidad. Está en la naturaleza humana la lucha por el
bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.
Las primeras
manifestaciones institucionales concretas de Democracia, tal como la conocemos
hoy, inclusive el nombre, se remonta a la Grecia clásica y concretamente a la
ciudad de Atenas, verdadera cuna de la Democracia. La idea democrática surge como expresión de
ciudadanía. El individuo se sabe y se
siente formando parte de una comunidad urbana, una comunidad política,
económica y social, que trasciende el grupo inmediato, tribal, clánico o
familiar. La vida y los bienes de los
ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y ésta y su gobierno era
responsabilidad de todos. Es necesario
aclarar que para los griegos la
categoría ciudadano estaba limitado a una minoría. Son necesarios muchos siglos de evolución
histórica, concretamente a partir del constitucionalismo inglés y la revolución
Francesa de 1789, para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos lo
habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.
A pesar de sus
debilidades, contradicciones e inclusive degeneraciones, como la demagogia en
la anarquía, la democracia griega y en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso. Fue una manera concreta de gobernar y en
algunos casos, adelantándose a siglos de evolución histórica, se crea un orden
democrático e instituciones marcadamente populares. Este ensayo de democracia progresiva no va a
ser continuado de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo
Cristiano. Ambas épocas se agotaron en
un autoritarismo exacerbado, no obstante la idea democrática se mantuvo latente
e inclusive se conocieron algunas instituciones y experiencias de tipo
democrático.
A nivel teórico, ha
existido una continuidad del pensamiento político democrático, siendo el
primero y más importante Aristóteles, cuyas ideas al respecto conservan plena
vigencia. En primer lugar, afirma, que la base del Estado Democrático es la
libertad. En segundo lugar asiento el
derecho y el deber de todo ciudadano de gobernar y ser gobernado. En tercer lugar reconoce explícitamente la
libertad individual frente al Estado, se vive como se quiere y se es libre
frente al Estado. En cuarto lugar
afirma, que la Democracia no es posible si no existe igualdad de derechos para
todos, es decir, se propugna de manera categórica una igualdad política y
jurídica entre todos los ciudadanos.
Después de
Aristóteles, hubo muchos pensadores que elaboraron y mantuvieron ideas
democráticas, como la de representatividad y los derechos del pueblo frente a
los gobernantes, aunque la línea dominante fue la teoría política de tipo
autoritario y aristocratizante. Hay que
esperar al siglo XVI, con la Reforma Protestante, a la burguesía consolidándose
como clase en ascenso y a la expansión mundial de la Europa Occidental
Capitalista, para presenciar un renacer vigoroso e irreversible de las ideas y
experiencias democráticas, cuyo primero modelo histórico plenamente realizado
lo constituye la sociedad norteamericana del siglo XVIII.
El Capitalismo fue
el verdadero creador de la Democracia moderna, aunque hoy se haya constituído
en el principal obstáculo para su desarrollo, ya que ha privilegiado la
categoría libertad en detrimento y desmedro de la igualdad. Hoy sabemos que libertad e igualdad son
términos indisolubles y complementarios, ambos necesarios para poder definir un
verdadero sistema democrático.
La teoría política
democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido
conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo
XVIII. Se descubre y define la categoría
pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de
donde emanan todos los poderes y a partir del cual se elaboran todas las
leyes. Se identifica e individualiza a
la persona como ciudadano de una nación, se le ampara y protege frente al poder
arbitrario del Estado, y la ley se encumbra por encima de toda otra
institución. Con ello se busca controlar
el poder y orientarlo en beneficio de todos.
Ya Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana y
estudiando el funcionamiento de su sistema político, jurídico constitucional
vio con claridad “que el principio inherente a la Democracia es la igualdad, y
que su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las
diferencias entre los hombres”.
El poder debe ser
difundido y compartido, para que el pueblo sea el principal protagonista y
beneficiario del sistema, tal como lo asentaba, A. Lincoln en su discurso de
Gettysburg, la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la
idea de que todos los hombres son creados iguales” para que así prevalezca “el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la
conquista de la libertad política y jurídica, no tanto, a nivel económico y
social. Este desequilibrio o desarrollo
desigual del sistema democrático provocará la insurgencia de las diversas ideas
y tendencias socialistas como expresión de las clases explotadas y preteridas
en los beneficios del sistema. El
socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la
Democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor
libertad y una garantía cierta de justicia social.
La lucha por la
Democracia conserva plena vigencia, bien sea para conquistarla, conservarla o
mejorarla. Esta perfectibilidad
necesaria de la Democracia llevó a W. Churchill a calificarla del menos malo de
los sistemas de gobierno que el hombre ha creado y conocido, en la misma medida
que el sistema democrático puede mejorar y avanzar.
De allí que los
mecanismos de auto control y auto regulación sean fundamentales para la
Democracia, para evitar las múltiples degeneraciones o desviaciones que el
sistema puede generar, desde la partidización excesiva hasta la
oligarquización, desde la demagogia a la anarquía. Fantasma y peligros reales que asechan
permanentemente el orden y la vigencia democrática.