La
democracia, en la cultura contemporánea ha pasado a ser una palabra mito. En ella de antemano, presuponemos todas las
bondades y todas las soluciones.
No hay
sociedad, no importa la ideología y el sistema imperante, que no se definan
como democráticas. La democracia ha
pasado a ser la nueva religión laica de la humanidad; todo conflicto encuentra
en ella su cauce, todo problema su solución y los problemas de la democracia se
resuelven simplemente con más democracia.
Esta actitud mágico-religiosa frente al término Democracia nos ha
conducido a una actitud ahistórica. La
Democracia ha sido despojada de su encarnadura real y ha sido transformada en
una pura abstracción, en nombre de la cual se han cometido y cometen cuanto
abuso y desafuero se quiere. No hay
dictadura y sistema político totalitario que no se arropen con el manto
democrático.
Todo esto
nos plantea la recuperación teórica de la Democracia como sistema histórico
concreto, analizable y discutible en sus parámetros económicos, sociales,
políticos y culturales.
La
Democracia como sistema político-histórico se define muy temprano en la antigua Grecia y
concretamente en Atenas, entre los siglos V y IV A.C., como una experiencia
política definida que provoca y produce su propia teorización.
La
Democracia surge como un sistema ideal posible, enmarcado y definido por dos
valores fundamentales: la libertad
y la igualdad.
La
2.
Democracia real, de esa manera viene a ser, la lucha por la
libertad y la igualdad y como proyecto, posibilidad y utopía, vendría a ser el
reino de la libertad y la igualdad.
Los
Demócratas de todos los tiempos han vivido esta dialéctica de realidad y utopía
que ha signado su lucha por una sociedad mejor.
La idea democrática y la idea de progreso están íntimamente relacionadas
y ambas se asientan en un optimismo histórico fundamental: la perfectibilidad
de la humanidad, perfectibilidad materializada a su vez por el uso creciente de
la libertad y la conquista progresiva de la igualdad.
Democracia,
libertad e igualdad han venido a
significar lo mismo. Libertad e igualdad
han venido a ser los valores sustantivos de la Democracia. La falta de lo uno compromete lo otro y en
definitiva éste es el reto fundamental de la democracia contemporánea,
reconciliar libertad e igualdad.
En un texto del historiador Tucídides
(456. 356 A.C.) éste pone en boca de Pericles las siguientes palabras: “Nuestro
régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del
mayor número y no de ventaja de algunos.
Todos somos iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo
hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras
opiniones sobre los asuntos públicos.
Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna Ley
prohibe la entrada en ella a los
extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros
espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y
aprendan en ella lo que bien les pareciere...Confiamos para vencer en nuestro
valor y en nuestra inteligencia. Tenemos
el culto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite
3.
nuestro carácter. Si poseemos riquezas no es para guardarlas
ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas
productivamente. Para nadie es
vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que si es vergonzoso es no tratar de salir
de la pobreza por medio del trabajo. Todos
los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte
en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera
como hombre inútil e indigno de toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos
porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que si creemos
perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo
que debemos ejecutar”.
Me he
detenido y extendido en esta cita de Tucídides porque ella por sí sola es todo
un programa democrático, vigente y actual: libertad del ciudadano, igualdad
ante la Ley, deber de participación, importancia de la educación y el trabajo.
La sociedad
por encima del individuo sin menoscabo de su dignidad y con todas las oportunidades
necesarias para garantizar el autodesarrollo.
Información y tolerancia, frente a propios y extraños, con todo esto lo
que se quiere expresar es que en definitiva la Democracia no solamente es un
sistema político y social sino además y fundamentalmente una ética, una
cultura, una mentalidad, un sistema de vida, un comportamiento. La Democracia no es perceptible si no está
internalizada como un sistema de valores por todos los ciudadanos, valores que
en última instancia no son otra cosa que la libertad y la igualdad. Todo el pensamiento antiguo y posterior
insiste en esto. Aristóteles afirma que
sin igualdad la libertad no es posible.
Cicerón reitera la misma idea. Y
aunque en los siglos siguientes se privilegió el principio de libertad
sin abandonar el
principio de la
igualdad, en la
4.
práctica hubo un divorcio real entre ambos
postulados. Hoy vuelve por sus fueros el
binomio libertad - igualdad, de lo contrario la Democracia seguiría siendo más
una aspiración que una realidad. En aras
de la libertad hemos construído sociedades de desigualdades, es decir el
“gobierno de los muchos por unos pocos”.
La Democracia para los trabajadores y las mayorías está por conquistarse
y esa es nuestra verdadera utopía. La
historia no solamente como hazaña de la libertad sino también de la igualdad.
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