Dice Ortega y Gasset en “La Rebelión de las Masas”: sentimos que de
pronto nos hemos quedado solos sobre la tierra los hombres actuales...El resto
del espíritu tradicional se ha evaporado.
Los modelos, las normas, las pautas no nos sirven. Tenemos que resolvernos nuestros problemas
sin colaboración activa del pasado.
Esta
orfandad absoluta se va a reflejar en el arte contemporáneo. En una primera etapa (1880)-1910) hay una reacción generalizada
contra todo lo que se había hecho en los 4 siglos anteriores.
Una segunda etapa
(1910-1945) se caracteriza por una intensa búsqueda y experimentación de nuevas
formas de expresión, sin llegar a cristalizar en una nueva visión del
mundo. Destruída la vieja síntesis
burguesa, el proceso real de la segunda post/guerra no terminaba de
caracterizarse y definir sus tendencias fundamentales, de allí que no será
hasta después de los años 60 (tercera etapa) cuando se irá definiendo una nueva
imagen y visión del mundo.
Mallarmé caracterizó muy
bien al artista en las dos primeras etapas.
Decía que el dominio del arte, cada cual pretende forjar su instrumento
y expresar en un lenguaje propio su paisaje interior, aunque el artista tenga que arrancarse del
público y el arte marchitarse en el narcisismo.
La segunda mitad del
siglo XX ha sido otra cosa. La paz mundial, a pesar de los múltiples
conflictos, ha sido garantizada por las dos superpotencias. Se ha evitado el holocausto nuclear. La humanidad ha reconquistado el derecho a la
esperanza y la utopía.
La descolonización y el proceso de liberación mundial se ha generalizado
y hecho irreversible. El desarrollo se
ha convertido en una aspiración colectiva.
Todas las sociedades tienden a abrirse a un proceso de reformas.
El mundo, sin
dejar de tener problemas y vivir conflictos de todo tipo, se ha ido asumiendo
de manera cada vez más optimista, de allí esa fe en el futuro. Desde los años 60 para acá, el futuro se ha
convertido en una evasión y al mismo tiempo en una certeza. La revolución científico/técnica lo
posibilita y lo pone al alcance de todos.
El hombre está convencido que puede construir un mundo diferente y
mejor. Hemos trocado el viejo optimismo
trágico por un nuevo humanismo, afincado en la fe en el hombre, en su capacidad
de rebeldía y creación (Camus). Creemos
en la dignidad intrínseca del ser humano (Bretch, Mounier). Y con el existencialismo, sabemos que el
hombre está solo, pero rodeado por otros.
La soledad se ha transmutado en solidaridad. El arte vuelve a reconciliarse con la
sociedad.
Hoy por hoy,
creemos que el futuro es posible y en él realizaremos nuestros mejores
sueños. En este clima y con esta
convicción surge el post/modernismo.
A partir de 1960 se
empieza a identificar un nuevo tipo de sociedad que expresa el proceso
económico y social marcado por la sociedad industrial y post/industrial y la
tecno/ciencia. La juventud de los 60 y
su ideología se convierte en su mejor exponente. Esta nueva realidad traducida a expresión
cultural tendrá múltiples manifestaciones (cine, teatro, novela, música) pero
especialmente a nivel arquitectónico.
Desde varias décadas anteriores “bajo la inspiración de F. Lloyd Wright
y W. Gropius, la arquitectura había descubierto ya formas de expresión
adaptadas funcionalmente a la nueva edad tecnológica.
El hombre del siglo XX
cree que ya está viviendo en el futuro.
Psicológicamente en esta perspectiva se coloca el post/modernismo. Movimiento multiforme y variado, calificado
de ecléctico, no termina de cuajar en una propuesta definitiva, siendo ésta
quizás, su identidad fundamental.
En esta tradición de lo
nuevo, que se generaliza y populariza en la década del 70, destacan su fe en el
progreso tecnológico, el vanguardismo y el progresismo social. El artista se asume reconciliado con la
sociedad y busca serle útil.
La cercanía del tercer
milenio ha generado todo un imaginario del siglo XXI. Frente al temor de nuestro pasado reciente,
se ha impuesto la fe en el futuro. Como
diría Nietzsche “Un optimismo que se imagina no tener barreras” fundado sobre
un sentido hedonista y sensual de la vida.
Sobre la creencia en una felicidad terrenal para todos. El post/modernismo en cierta forma expresa,
no de manera consciente, la idea de utopía concreta que la generación actual
proyecta. La idea es darle una forma al
futuro y algunos artistas (en especial algunos arquitectos) se han empeñado en
intentarlo.
El hombre nunca termina
por escapar del pasado pero su interés fundamental es ir hacia delante, estar
en la utopía y en después de la utopía.
Su memoria es bifronte. “Nos
hemos hecho sabios, no por medio de los recuerdos de nuestro pasado, sino por
las responsabilidades de nuestro futuro”.
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