La lucha social y combate político, exige apoyarse en el
combate ideológico, con mucha más razón en el mundo contemporáneo, cuando la
superestructura cultural e ideológica tiende a predominar y condicionar todos
los otros aspectos. Hoy, tanto la
dominación interna como externa es fundamentalmente sobre la consciencia del
hombre. A través d ellos medios de
comunicación se ejerce un adoctrinamiento permanente y absoluto, el hombre es
alienado por la propaganda y la publicidad, por medio de una industria cultural
y un aparato ideológico, que las clases y países dominantes controlan y
dirigen.
El proceso político contemporáneo está condicionado
fuertemente por el debate ideológico y la propaganda; sin la labor de zapa de la
intelectualidad ilustrada, la burguesía no hubiera tomado el poder en Francia,
en 1789. Sin el trabajo subterráneo, de
propaganda y agitación permanente, de anarquistas y socialistas, no hubiera
sido posible la
Revolución Bolchevique de 1917.
El Libertador, en todo momento valorizó y utilizó el
periódico y la propaganda en su empeño emancipador. La carta de Jamaica fue escrita para generar
opinión pública favorable a la independencia, entre los ingleses. Periódicos y campañas periodísticas siempre
tuvieron en Bolívar, prioridad política.
El combate por el cambio social pasa necesariamente por el
combate ideológico. Así lo entiende
Gramsci cuando plantea la necesidad de crear una cultura de masas capaz de
confrontar la ideología omnipresente de la clase dominante, a través de una
cultura de la resistencia y una contracultura, de una ética del compromiso y la
participación que posibilite la organización social y política del pueblo.
Ignorar el combate superestructural, ideológico y cultural,
es condenarse al fracaso político; es lo que ha llevado a la izquierda, a
alejarse del poder y cultivar una permanente vocación de minoría.
El combate por la mente y la conciencia de los hombres,
siempre ha sido el combate político fundamental, así lo entendió muy tempranamente
la Iglesia Católica
y fue la primera en crear una oficina o ministerio de propaganda, en la época
de la Contrareforma
(de propaganda fide, propagación de la fe o colegio de la propaganda).
Pero nunca como en nuestra época, gracias al desarrollo tecno-científico,
la información y la comunicación, habían sido tan importantes y decisivos. De hecho el poder descansa fundamentalmente
sobre las comunicaciones y el control de los medios y las posibilidades de crear
y manipular la opinión pública.
Esto lo sabía Napoleón, cuando afirmaba: “La fuerza se funda
en la opinión. ¿Qué es el gobierno? Cuando le falta la opinión, nada”.
Lo sabía Lenín al afirmar: “Lo principal es la agitación y
la propaganda en todas las capas del pueblo”, y lo sabía Hitler cuando dijo:
“La propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posiblidad de
conquistar el mundo”.
Estamos en la época de la informática y de la
microelectrónica, apenas los comienzos de una revolución científico/técnica de
posiblidades ilimitadas. Convertidos en aldea cósmica, vivimos en una época de
transición, con un cambio cultural fundamental: de lo impreso a lo
audiovisual. Dice McLuhan: “Al superar
la etapa de la escritura hemos reconquistado nuestra totalidad sensorial, no
solo en un plano nacional o cultural, sino cósmico. Hemos evocado a un hombre supercivilizado,
superprimitivo. Empezamos de nuevo a
estructurar los sentimientos y emociones primordiales, de los cuales nos
divorciaron 3.000 años de leer y escribir.
Empezamos de nuevo a vivir un mito”.
La capacidad condicionante y mediatizadora del poder y de
quienes lo detentan y controlan los medios de comunicación ha alcanzado niveles
patológicos: el ser humano no solo es explotado en su fuerza de trabajo, sino
que se pretende controlar su consciencia y conducta, hasta en la intimidad del
hogar.
Primero fue la radio
“mecanización del espacio acústico postalfabético. La radio devuelve a las tinieblas de la
mente...Mecaniza ese pozo de soledad que es el espacio acústico: El latido del
corazón humano puesto en un sistema transmitido por altoparlantes derrama un
manantial de soledad en el que cualquiera puede ahogarse”.
Después vino la televisión
y el cine: “oído omnipresente y ojo móvil”, intrusos que han penetradao
hasta el dormitorio del hombre contemporáneo.
La consciencia y la mente es afectada y manipulada día y
noche, cada vez durante más tiempo.
Pertenecemos al tiempo de la sociedad unidimensional, donde
todo pretende ser dirigido a través de lso medios de comunicación, en menoscabo
de una erótica de la vida se ha pretendido entronizar el principio de muerte.
Se vive una nueva servidumbre, una esclavitud ominosa, en
donde se nos prohibe pensar y asumir nuestros verdaderos intereses y se nos
inventan falsas necesidades.
Lo importante es “cómo influir en la población (en la
opinión pública) a fin de que sigan aceptando el sistema de libertad de empresa
(libertad de explotación) y se mantenga impermeable a las ideologías foráneas
y subversivas (socialismo) y compre
indiscriminadamente y por encima de sus posibilidades cosas que no necesitan o
no le conviene” (H.I.Shiller)
Frente a la alineación de las falsas necesidades, el
sistema, igualmente ha institucionalizado el de la frustación permanente.
COMUNICACIÓN
Y PODER II
El sistema aliena creando falsas necesidades y alimenta una
frustración permanente, a través de la publicidad, que induce a comprar
indiscriminadamente, a la par que crea una ansiedad por poseer cosas que no
puede alcanzar, como una manera subjetiva de aceptar la propia inferioridad
social.
La ideología del amo convertida en ideología del esclavo,
esa es la realidad objetiva de la dominación en el mundo contemporáneo.
Hoy, el verdadero opio del pueblo es administrado
fundamentalmente por los medios de comunicación, adormecedores de la conciencia
y domesticadores de la conducta, otra vez McLuhan; la responsabilidad recae no
en los medios, sino en quienes los controlan.
De allí nuestra tesis sobre la importancia de la lucha
ideológica, la confrontación social y política es fundamentalmente ideológica,
un combate por la conciencia del hombre, en le palestra del aparato cultural.
Por un lado el poder y los sectores dominantes con el
control de la industria cultural, por el otro, las fuerzas del cambio social y
sus vanguardias intelectuales. En esta
perspectiva cobra sentido la cultura popular como cultura de la resistencia,
las culturas marginales y subordinadas como culturas alternativas y todas las
modalidades de la contracultura.
En Venezuela, las fuerzas del cambio social no han
reflexionado suficientemente sobre estos problemas, con una cultura política
tradicional y antintelectual, han carecido de una política informativa y
comunicacional propia.
Se ha incurrido en el error de confundir meras técnicas
comunicacionales con políticas de comunicación y en este sentido siempre se ha
ido a la zaga de los partidos dominantes
con más recursos e influencias.
Otra subordinación ha sido reducir el destino político a
meras imágenes publicitarias y a una presencia esporádica en los medios.
Se ha olvidado la vieja lección de los grandes luchadores
sociales: la presencia organizada en todos los sectores de la sociedad. El ejemplo de Acción Democrática y de
Betancourt es aleccionador al montar una organización partidista de inspiración
leninista, la utilización eficaz de la pensa y de intelectuales vinculados al
partido, permitió a Betancourt y Acción Democrática acceder al poder y tener
presencia fundamental en la sociedad venezolana.
Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto Figueroa
y el propio Rómulo Betancourt, cada uno a su manera, fueron intelectuales
orgánicos a la manera Gramsciana.
La vieja izquierda olvidó esta lección fundamental y la
nueva izquierda, no termina de aprenderla.
El MAS lo intentó en sus comienzos, de una manera más
intuitiva que racional. Se le han hecho
muchas concesiones al inmediatismo político y al pragmatismo electoral. Una fuerza de cambio social construye su
vigencia histórica a largo plazo, a través dela presencia organizada en la
sociedad y por la presencia ideológica en los medios y en el sector cultural.
¿Existe en la izquierda una política comunicacional?, ¿cómo
se están confrontando y utilizando los diversos medios? La educación ha sido
abandonada como escenario fundamental del combate ideológico. El maestro y el
profesor, militante progresista, en la mayoría de los casos, no e diferencia en
nada de los demás colegas. Se ha
renunciado hasta al análisis científico de la realidad.
La vieja izquierda sigue cultivando sus perjuicios, frente a
la religión y la iglesia católica, se ignora la Teología de la Liberación, como
praxis popular y liberadora; frente a
tantas nuevas realidades tiende a prevalecer la ignorancia y la
incomprensión. El fracaso histórico, en
términos electorales y de poder, de la izquierda en Venezuela, aparte otros
factores, se ha debido a la desatención del frente cultural e ideológico y el
abandono de este campo a sus adversarios, quienes por lo demás se han mostrado
activos y eficaces en el control de los medios y en el condicionamiento
ideológico, propagandístico y publicitario de la población.
La aluvional modernización e la sociedad venezolana, en
menos de 70 años, ha posibilitado una cultura urbana de masas, no sedimentaria
y fácilmente manipulable. La
desidentificación del venezolano al abandonar el campo, dejó sin raíces, sin
identificar y sin tradiciones, a ese marginal y a ese proletario de la ciudad,
mientras la clase media y profesional se constituía, desideologizada y propensa
al facilismo y la corrupción, gracias a una prosperidad petrolera que
posibilitó una cultura “mayamera” decadente.
Afortunadamente la crisis nacional puede permitir
desbloquear esta situación. De una
conciencia negativa de la crisis, debemos pasar a, una conciencia positiva de
la misma y aquí es donde urge iniciar una reflexión sobre la teoría y praxis de
una política para el cambio, que pasa necesariamente por una reflexión sobre la
problemática comunicacional, el combate ideológico y el poder.
Cada medio tiene su lenguaje sembrador de ideología, que
informan para desinformar, al confundir lo meramente actual con la
contemporaneidad. Al fragmentar y
banalizar la información, se cultiva la desmemoria y el olvido histórico, la no
conciencia crítica, gracias a una avasallante publicidad, cargada de sonidos e
imágenes sugerentes.
Resulta imperativo aprender leer la prensa y los medios
impresos, con sentido crítico. Utilizar
la radio adecuadamente, marcar distancia frente a la televisión. Revalorizar el cine como arte, pero
igualmente tener conciencia de sus limitaciones como industria y espectáculo.
Es imperativo abrir un frente cultural de lucha, de
confrontación, discusión y diálogo, propio de una democracia, que para
sobrevivir necesita desarrollarse en una sociedad abierta.
La confrontación fundamental es de tipo ideológico y su
escenario natural es el campo educativo y comunicacional.