jueves, 26 de mayo de 2011
Libertad de pensamiento y expresión
Sin lugar a dudas una de las grandes conquistas culturales y civilizatorias permanentemente amenazadas y que al mismo tiempo se han convertido en un mito alimentado y manipulado por los poderes del mundo. La palabra inocua o vacía, sin riesgo y sin impulsar a la acción tiende a ser tolerada y permitida inclusive en gobierno dictatoriales y totalitarios. En cambio la palabra que promueve la acción y propaga libertades es fuertemente reprimida y sancionada inclusive en gobiernos pretendidamente democráticos. La libertad nunca la garantiza el poder de cualquier signo o naturaleza, es la propia sociedad y en particular la sociedad abierta quien la practica, propicia y protege a través de constituciones y leyes e instituciones. Decía Lessing, habitante “del país más esclavista de Europa que se les permitía ofrecerle al público tantas necedades contra la religión como quisieran, pero era imposible alzar la voz por los derechos de los súbditos...contra la extorsión y el despotismo.” (Lessing «1729-1781» citado por Hannah Arendt). Es un poco lo que pasa en sociedades cerradas o despóticas en donde la autocensura y la amenaza y el temor terminan domesticando a los “opinantes” y su lenguaje se desencarna y se vuelve a-político y a-histórico es decir, inocuo e inofensivo. En estas condiciones nos está vedada la verdad en su simplicidad movilizadora, podemos opinar, hasta denunciar pero no podemos movilizar, de allí la importancia de acompañar la libertad de pensamiento y expresión con la acción organizada en un ejercicio pleno de ciudadanía y libertad y entendiendo que no se puede proteger una libertad sino protegemos todas las libertades. Craso error cuando cada sector de la sociedad solo reacciona en defensa de la libertad o el derecho más afín a sus intereses amenazado o conculcado como por ejemplo sólo se defiende el derecho de propiedad y de comercio o la autonomía universitaria o la libertad de expresión o los derechos políticos y sindicales es decir, cuando cada sector se moviliza solo por sus intereses específicos olvidando la lección fundamental que todos los principios y valores en términos históricos son absolutos y de allí el imperativo de que si no protegemos todas las libertades terminamos no protegiendo a ninguna libertad.
sábado, 21 de mayo de 2011
Sociedad civil, política y libertad
El ser humano desde su naturaleza es impulsado a la acción y solo desde la acción desarrolla la posibilidad de ser libre. Esta idea de Lessing (1729-1781) citado por Hannah Arendt, se complementa con la idea de que los seres humanos somos capaces de ir o caminar en una dirección determinada y esto es posible en el ámbito de lo público y es que nadie puede ir a ningún lado solo y cuando es reducido a la soledad, es decir a la no-acción, reducido al simple pensamiento y deseo. El individuo deja de ser un ser social y político. De allí la importancia de la política como espacio colectivo compartido por todos los integrantes de la sociedad y que identificamos como sociedad civil. En consecuencia, la política no puede ser reducida al militante de partido y mucho menos a la sola consecución y ejercicio del poder.
La política en su sentido más general es participación en cualquier tipo de asociación u organización, incluido los partidos políticos, y esta asociación o participación se legitima en la búsqueda colectiva e individual del bien general o bien común. Asociarse y organizarse es una necesidad de eficacia y de alguna manera lo que pudiéramos llamar una economía de la acción. Robinson Crusoe ni hace política ni puede hacerla porque no tiene acompañamiento ni propósito social alguno. Su único problema es la sobrevivencia y que lo rescaten de una realidad que se agota en su propia naturaleza, que no va a ninguna parte, ni permite construir nada para compartir y para progresar. Robinson Crusoe tiene tanta libertad que no tiene ninguna, vive en el estado de necesidad que se dice para referirse a los no-libres, que tiende a ser la situación de millones que en su pobreza son condenados a la falta de oportunidades y posibilidades. Todo lo que llevamos dicho contradice de alguna manera a los estoicos que pensaban que la verdadera libertad sólo es posible en el pensamiento, y así Séneca podía afirmar que la libertad solo era posible en prisión que limitaba el movimiento pero no podía limitar el pensamiento libre en su libertad absoluta.
La política en su sentido más general es participación en cualquier tipo de asociación u organización, incluido los partidos políticos, y esta asociación o participación se legitima en la búsqueda colectiva e individual del bien general o bien común. Asociarse y organizarse es una necesidad de eficacia y de alguna manera lo que pudiéramos llamar una economía de la acción. Robinson Crusoe ni hace política ni puede hacerla porque no tiene acompañamiento ni propósito social alguno. Su único problema es la sobrevivencia y que lo rescaten de una realidad que se agota en su propia naturaleza, que no va a ninguna parte, ni permite construir nada para compartir y para progresar. Robinson Crusoe tiene tanta libertad que no tiene ninguna, vive en el estado de necesidad que se dice para referirse a los no-libres, que tiende a ser la situación de millones que en su pobreza son condenados a la falta de oportunidades y posibilidades. Todo lo que llevamos dicho contradice de alguna manera a los estoicos que pensaban que la verdadera libertad sólo es posible en el pensamiento, y así Séneca podía afirmar que la libertad solo era posible en prisión que limitaba el movimiento pero no podía limitar el pensamiento libre en su libertad absoluta.
jueves, 19 de mayo de 2011
Y llegó el pasado
En 1908, el escritor José Vicente Romero con la caída de Cipriano Castro, defenestrado por Juan Vicente Gómez, compadre y vicepresidente exclamó: Se fue Atila, pero dejó el caballo. Algo parecido podríamos repetir con la llegada al poder en 1998 del actual presidente, con una prédica de futuro realmente nos estaba ofreciendo el pasado con su fuerte dosis de personalismo, militarismo y populismo. El país de finales del siglo XX lucía confundido y extraviado, en una crisis, cuyas causas se conocían: el rentismo petrolero y la corrupción, pero nadie se atrevía a denunciarlo y a comprometerse a combatir. Una sociedad satisfecha de sí misma, que se sentía diferente y mejor que el resto de sus vecinos y que creía que el desarrollo alcanzado era irreversible. Tres acontecimientos habían expresado en profundidad la radicalidad de nuestra crisis y que no terminábamos de entender y asumir: 1983, 1989 y 1992. La crisis económica, la crisis social y la crisis política. Casi 30 años después seguimos iguales o peor, una sociedad extraviada, confundida y en muchos casos cómplice, en un sistema de corrupción creciente. Agréguese el miedo a nuestra cotidianidad con una inseguridad creciente y la incertidumbre con respecto al futuro, con un gobierno después de 12 años, definitivamente fracasado que comienza como un proyecto de revolución liberadora y termina traicionada en sus postulados y posibilidades progresistas. Desde 1936, el país políticamente se había enrumbado desde un centro político prudente a un centro-izquierda necesario. El actual gobernante se asumió heredero de esta izquierda venezolana y latinoamericana y terminó estructurando un gobierno ineficaz y corrupto y en donde los soportes fundamentales siguen siendo la renta petrolera malversada y unos grupos de poder militares y civiles que configuran un nuevo grupo en el poder cada vez más aliados a los viejos sectores económicos y muy lejos de un gobierno del pueblo.
En 1935 al morir Juan Vicente Gómez, Laureano Vallenilla Lanz ideólogo del gomecismo y conocedor en profundidad de nuestra sociedad, desde París exclamó: ha muerto el gran loquero. Para significar que la Venezuela de la época solo era posible gobernarla desde la condición de una sociedad enferma y muy limitada en todo sentido y que necesitaba un César providencial para mantenerla bajo control. Hoy el mensaje pareciera ser el mismo, una sociedad extraviada y enferma y que sólo un César mesiánico puede gobernarla o por lo menos es lo que cree el presidente que es único, insustituible y necesario.
En 1935 al morir Juan Vicente Gómez, Laureano Vallenilla Lanz ideólogo del gomecismo y conocedor en profundidad de nuestra sociedad, desde París exclamó: ha muerto el gran loquero. Para significar que la Venezuela de la época solo era posible gobernarla desde la condición de una sociedad enferma y muy limitada en todo sentido y que necesitaba un César providencial para mantenerla bajo control. Hoy el mensaje pareciera ser el mismo, una sociedad extraviada y enferma y que sólo un César mesiánico puede gobernarla o por lo menos es lo que cree el presidente que es único, insustituible y necesario.
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Nada con el pasado
No necesitamos justificar ni explicar la importancia del pasado, pero en la actual coyuntura electoral presidencial 2011-2012, la opinión pública pareciera inclinarse por una candidatura que se diferencie de las mal llamadas IV y V república, demasiado parecidas en sus insuficiencias y desviaciones y en particular en la corrupción dominante en ambos regímenes.
El perfil del candidato pareciera inclinarse por una persona relativamente joven y capaz de volver a convocar a la mayoría nacional en un proyecto de futuro compartido. El presidente en su afán reeleccionista luce agotado y repetitivo y para un creciente número de personas, tiende a ser percibido como pasado y una repetición de más de lo mismo.
La oposición está obligada a ser inteligente y realista, en la compleja y difícil tarea de construir una alternativa democrática, electoralmente exitosa y con un mínimo de garantías de gobernabilidad. El candidato a escoger siempre es la parte más difícil. Para ser presidente no es suficiente querer serlo, ni haber leído a González Guinán y ser adeco como pretendía Betancourt, en la época de la hegemonía de AD. Los tiempos cambian y las nuevas generaciones demandan un liderazgo político moderno, abierto y eficiente, que no se agote en los linderos partidistas ni en los intereses de los grupos económicos. Afortunadamente Venezuela ha evolucionado lo suficiente para demandar una democracia moderna y un proyecto de desarrollo inclusivo, en donde la renta y el rentismo petrolero y el militarismo anacrónico dejen de ser los factores de poder que usualmente han sido.
El gobierno ya tiene candidato, por decisión propia y personal del mismo y en la oposición 16 pre-candidatos lucen demasiados. Creemos que en los próximos meses se debe decantar esta lista en función del respaldo real que cada uno pueda tener. Es importante, para no confundir al electorado y al mismo tiempo dar una demostración de seriedad y objetividad en la construcción de un proyecto alternativo y una unidad nacional, que va a demandar competencia y seriedad a todos los sectores. Hay que evitar la tentación hegemónica de algunos partidos y estar consciente que más importante que ganar unas primarias partidistas es convencer y convocar a una mayoría que permita elegir al nuevo presidente en función de todos los venezolano
El perfil del candidato pareciera inclinarse por una persona relativamente joven y capaz de volver a convocar a la mayoría nacional en un proyecto de futuro compartido. El presidente en su afán reeleccionista luce agotado y repetitivo y para un creciente número de personas, tiende a ser percibido como pasado y una repetición de más de lo mismo.
La oposición está obligada a ser inteligente y realista, en la compleja y difícil tarea de construir una alternativa democrática, electoralmente exitosa y con un mínimo de garantías de gobernabilidad. El candidato a escoger siempre es la parte más difícil. Para ser presidente no es suficiente querer serlo, ni haber leído a González Guinán y ser adeco como pretendía Betancourt, en la época de la hegemonía de AD. Los tiempos cambian y las nuevas generaciones demandan un liderazgo político moderno, abierto y eficiente, que no se agote en los linderos partidistas ni en los intereses de los grupos económicos. Afortunadamente Venezuela ha evolucionado lo suficiente para demandar una democracia moderna y un proyecto de desarrollo inclusivo, en donde la renta y el rentismo petrolero y el militarismo anacrónico dejen de ser los factores de poder que usualmente han sido.
El gobierno ya tiene candidato, por decisión propia y personal del mismo y en la oposición 16 pre-candidatos lucen demasiados. Creemos que en los próximos meses se debe decantar esta lista en función del respaldo real que cada uno pueda tener. Es importante, para no confundir al electorado y al mismo tiempo dar una demostración de seriedad y objetividad en la construcción de un proyecto alternativo y una unidad nacional, que va a demandar competencia y seriedad a todos los sectores. Hay que evitar la tentación hegemónica de algunos partidos y estar consciente que más importante que ganar unas primarias partidistas es convencer y convocar a una mayoría que permita elegir al nuevo presidente en función de todos los venezolano
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La sombra de Carujo
Los procesos históricos de largo plazo tienden a repetir o reproducir ciertas características cuyos orígenes hay que buscarlos en la psicohistoria de una sociedad, así como en su antropología y cultura que determinan la mentalidad e imaginario de un colectivo con sus mitos, símbolos, creencias, prejuicios, miedos y esperanzas. Todo esto viene al caso al constatar en los hechos y en la realidad de nuestra historia la preminencia del militar y del hecho militar en ella, así como como del militarismo como ideología dominante. El poder en Venezuela ha estado fuertemente marcado por los militares y así se evidencia si repasamos la lista de nuestros presidentes y el número de ellos provenientes del cuartel así como la integración cuantitativa de muchos gobiernos con personas provenientes de este estamento, como es el caso del actual gobierno.
Sin ir más allá de nuestro proceso republicano la anécdota nos remite a un presunto intercambio de palabras entre el caudillo militar José Tadeo Monagas y el prócer civil José María Vargas, cuando el primero afirma que los empleos públicos deben estar en manos de los fundadores de la libertad mientras el segundo denuncia la perniciosa costumbre de los hombres que creen que Venezuela es su patrimonio. La otra anécdota se refiere también a José María Vargas y al atrabiliario Carujo con su frase bárbara de que el mundo es de los valientes y la respuesta civil de Vargas de que el mundo le pertenece a los justos. 176 años han transcurrido y 26 presidentes militares han gobernado desde aquel lejano-cercano 1835, tiempo en que se ubican ambas anécdotas. Con toda propiedad en Venezuela podemos hablar perfectamente de un Estado limitado en sus posibilidades institucionales, civiles y ciudadanas así como de una república y una democracia limitada, condicionada o secuestrada como proyecto cívico, republicano y democrático. Urge en nuestra sociedad fortalecer la visión civil de nuestra historia sin necesidad de denigrar ni disminuir la importancia del estamento militar en las diversas etapas de nuestra historia.
Sin ir más allá de nuestro proceso republicano la anécdota nos remite a un presunto intercambio de palabras entre el caudillo militar José Tadeo Monagas y el prócer civil José María Vargas, cuando el primero afirma que los empleos públicos deben estar en manos de los fundadores de la libertad mientras el segundo denuncia la perniciosa costumbre de los hombres que creen que Venezuela es su patrimonio. La otra anécdota se refiere también a José María Vargas y al atrabiliario Carujo con su frase bárbara de que el mundo es de los valientes y la respuesta civil de Vargas de que el mundo le pertenece a los justos. 176 años han transcurrido y 26 presidentes militares han gobernado desde aquel lejano-cercano 1835, tiempo en que se ubican ambas anécdotas. Con toda propiedad en Venezuela podemos hablar perfectamente de un Estado limitado en sus posibilidades institucionales, civiles y ciudadanas así como de una república y una democracia limitada, condicionada o secuestrada como proyecto cívico, republicano y democrático. Urge en nuestra sociedad fortalecer la visión civil de nuestra historia sin necesidad de denigrar ni disminuir la importancia del estamento militar en las diversas etapas de nuestra historia.
Manifiesto de Coloncito
El domingo 3 de Abril fue convocado un gran encuentro de productores agropecuarios en Coloncito, Estado Táchira, a través de las diversas asociaciones de toda la cuenca del lago de Maracaibo, que como se sabe incluye al Zulia y a los tres estados andinos. La convocatoria respondió a la necesidad de fijar una posición pública frente a las crecientes dificultades que está viviendo esta subregión y sus habitantes como consecuencia de las políticas oficiales además de otras dificultades propias de este tipo de actividades agropecuarias como son las de orden climático, económico y comercial. En el llamado manifiesto de Coloncito se reitera la vocación de patria de este importante sector en renglones vitales para el país como lo es la agroalimentación. Igualmente se reitera el compromiso con el proyecto democrático y el desarrollo nacional. Mas allá de cualquier otra valoración del sector agropecuario en general y con las excepciones del caso no hay duda que se trata de un grupo de personas altamente meritorias por su sentido pionero y de pertenencia telúrica, así como por su capacidad demostrada de emprendimiento y logros en una actividad económica de mucho riesgo y de gran compromiso con nuestra soberanía y nuestra independencia alimentaria. Lamentablemente el actual gobierno, viejo ya de 12 años, se empeña en agraviarlos y perjudicarlos en sus intereses legítimos con políticas que no se terminan de entender como lo es el despojo, simple y arbitrario de sus propiedades con intenciones poco claras, al final se termina en la ruina del campo, la “negociación” bajo sombra o la entrega al capitalismo más salvaje como lo es la anunciada negociación de 20.000 hectáreas para la explotación del plátano a empresas privadas rusas, inclusive con fuertes sospechas de que estas pudieran estar vinculadas al narcotráfico.
Conocemos y sabemos de las dificultades de esta subregión, de su azaroso y riesgoso destino como zona fronteriza y el azote que padece por parte de la narcoguerrilla y de la delincuencia en general. A pesar de estas dificultades y la arbitrariedad de los procedimientos y la proliferación de todo tipo de amenazas, el sector insiste en propiciar un gran diálogo con el gobierno nacional y en donde se incorporen al mismo los gobiernos locales y regionales ya que están conscientes del papel estratégico que les toca jugar en la soberanía alimentaria del país. La subregión de la cuenca del lago y en general toda la frontera occidental es vital para el futuro nacional. Resulta alentador para los productores la actitud asumida por sus trabajadores en casi todos los casos de solidaridad y acompañamiento en las dificultades.
Conocemos y sabemos de las dificultades de esta subregión, de su azaroso y riesgoso destino como zona fronteriza y el azote que padece por parte de la narcoguerrilla y de la delincuencia en general. A pesar de estas dificultades y la arbitrariedad de los procedimientos y la proliferación de todo tipo de amenazas, el sector insiste en propiciar un gran diálogo con el gobierno nacional y en donde se incorporen al mismo los gobiernos locales y regionales ya que están conscientes del papel estratégico que les toca jugar en la soberanía alimentaria del país. La subregión de la cuenca del lago y en general toda la frontera occidental es vital para el futuro nacional. Resulta alentador para los productores la actitud asumida por sus trabajadores en casi todos los casos de solidaridad y acompañamiento en las dificultades.
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“Ten el valor de cambiar”
La Cámara de Comercio de Maracaibo, consciente de su responsabilidad con la ciudad y la región ha impulsado una iniciativa de índole educativa centrada en el tema de los Valores y ha invitado a otras instituciones a involucrarse como es el caso de la Universidad Católica “Cecilio Acosta” (UNICA), que a través de la Cátedra Libre Chiara Lubich lo ha hecho con entusiasmo y sentido de participación y solidaridad.
En el marco del lanzamiento de esta campaña se invitó al premio Nobel de la Paz y expresidente costaricense Oscar Arias a acompañarnos el cual se hizo presente con dos magistrales conferencias centradas en el tema de la Paz y la Ética en general, como compromiso ineludible de los seres humanos en la construcción de sociedades más justas y fraternas y en el desarrollo de una cultura de la Paz. En este orden de ideas se reivindica la libertad y la democracia como valores esenciales para el respeto y la convivencia humana y garantía cierta de un estado de derecho pleno para que los derechos humanos dejen de ser letra muerta. La convocatoria de este ilustre visitante y de la Cámara de Comercio fue total, con respaldo absoluto de la ciudad y su gente, tanto en el lanzamiento del programa Valores como en la cena empresarial y en el acto académico en donde la Universidad del Zulia (LUZ) y la Universidad “Rafaél Urdaneta” (URU) le rindieron el respectivo reconocimiento y la Universidad Católica “Cecilio Acosta” (UNICA) tuvo el honor de otorgarle el Doctorado Honoris Causa.
Verdad, Rectitud, Paz, Amor, No violencia fueron los conceptos-emblema de esta campaña, en ellos se expresan y resumen los valores por excelencia de la cultura y de la civilización en su sentido más universal. Definitivamente el futuro va a estar determinado por cada uno de nosotros y la actitud y conducta que decidamos asumir en función de los Valores que encarnemos y practiquemos intentando que prevalezcan sobre nuestra indiferencia y egoísmo. De lo que se trata es de construir nuestras vidas concretas sustentadas en valores, en el entendido que todo acto humano por definición es un acto moral, de no ser así los antivalores y las conductas inapropiadas pasan a marcar la vida social y a comprometer seriamente el futuro de esa misma sociedad.
En el marco del lanzamiento de esta campaña se invitó al premio Nobel de la Paz y expresidente costaricense Oscar Arias a acompañarnos el cual se hizo presente con dos magistrales conferencias centradas en el tema de la Paz y la Ética en general, como compromiso ineludible de los seres humanos en la construcción de sociedades más justas y fraternas y en el desarrollo de una cultura de la Paz. En este orden de ideas se reivindica la libertad y la democracia como valores esenciales para el respeto y la convivencia humana y garantía cierta de un estado de derecho pleno para que los derechos humanos dejen de ser letra muerta. La convocatoria de este ilustre visitante y de la Cámara de Comercio fue total, con respaldo absoluto de la ciudad y su gente, tanto en el lanzamiento del programa Valores como en la cena empresarial y en el acto académico en donde la Universidad del Zulia (LUZ) y la Universidad “Rafaél Urdaneta” (URU) le rindieron el respectivo reconocimiento y la Universidad Católica “Cecilio Acosta” (UNICA) tuvo el honor de otorgarle el Doctorado Honoris Causa.
Verdad, Rectitud, Paz, Amor, No violencia fueron los conceptos-emblema de esta campaña, en ellos se expresan y resumen los valores por excelencia de la cultura y de la civilización en su sentido más universal. Definitivamente el futuro va a estar determinado por cada uno de nosotros y la actitud y conducta que decidamos asumir en función de los Valores que encarnemos y practiquemos intentando que prevalezcan sobre nuestra indiferencia y egoísmo. De lo que se trata es de construir nuestras vidas concretas sustentadas en valores, en el entendido que todo acto humano por definición es un acto moral, de no ser así los antivalores y las conductas inapropiadas pasan a marcar la vida social y a comprometer seriamente el futuro de esa misma sociedad.
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La Universidad del siglo XXI
El cambio es consubstancial a la idea misma de Universidad, que en el 2088 cumple su primer milenio. En el tiempo largo de 10 siglos, la Universidad, de origen europeo, se globaliza, se masifica y se hace una y diversa. De la Universidad a la Multiversidad y en donde cada época plantea sus propios retos y desafíos, de orden histórico y sociocultural, así como académicos, administrativos y tecnocientíficos. El llamado modelo profesionalizante así como el científico que gira en torno a la investigación, no desaparece pero ya no son suficientes para definir el modelo universitario, cuyo reto principal es el inevitable y necesario crecimiento cuantitativo de la matrícula estudiantil y del número de profesores. La educación superior en el siglo XX dejó de ser una educación de minorías y de élites y se masifica, multiplicando las oportunidades para millones de personas y asumiendo el desafío de cómo conciliar cantidad con calidad, de allí la aparición de miles de universidades en todo el planeta, con perfiles e identidades fundamentalmente iguales pero al mismo tiempo con particularidades que ya no solo se agotan en la docencia e investigación sino que asumen una tercera función, la extensión en su sentido más amplio así como desarrollan perfiles muy específicos como servicio o respuesta a determinados proyectos del sector público o privado.
Otra realidad a tomar en cuenta es la convivencia y articulación con otras instituciones a nivel nacional e internacional que cumplen funciones educativas o de investigación de alto nivel sin necesariamente ser consideradas universidades. El monopolio de la educación superior afortunadamente ya no existe y el reto tecnocientífico así como de una educación de calidad sustentada en valores y servicios tampoco es territorio exclusivo de las universidades. Igualmente la distinción pública-privada termina siendo contingente e insuficiente para definir a una Universidad ya que lo único que importa es su calidad y su pertinencia social.
Una Universidad está al servicio de su entorno más inmediato: local, regional o nacional, pero igualmente con visión y vocación internacional y es que la cultura y la ciencia en su sentido más amplio identifica lo humano civilizatorio universal y de hecho la palabra Universidad nos remite a la idea de lo universal como humanidad en proceso de hominización, es decir, de acompañamiento y crecimiento en conjunto de todos los seres humanos solidariamente sin discriminación de ningún tipo.
Otra realidad a tomar en cuenta es la convivencia y articulación con otras instituciones a nivel nacional e internacional que cumplen funciones educativas o de investigación de alto nivel sin necesariamente ser consideradas universidades. El monopolio de la educación superior afortunadamente ya no existe y el reto tecnocientífico así como de una educación de calidad sustentada en valores y servicios tampoco es territorio exclusivo de las universidades. Igualmente la distinción pública-privada termina siendo contingente e insuficiente para definir a una Universidad ya que lo único que importa es su calidad y su pertinencia social.
Una Universidad está al servicio de su entorno más inmediato: local, regional o nacional, pero igualmente con visión y vocación internacional y es que la cultura y la ciencia en su sentido más amplio identifica lo humano civilizatorio universal y de hecho la palabra Universidad nos remite a la idea de lo universal como humanidad en proceso de hominización, es decir, de acompañamiento y crecimiento en conjunto de todos los seres humanos solidariamente sin discriminación de ningún tipo.
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El militarismo en la historia moderna y contemporánea de América Latina y Venezuela
En sociedades desestructuradas o invertebradas y de insuficiente modernidad, es decir, en sociedades atrasadas o subdesarrolladas, el militarismo es una presencia permanente y recurrente por las mismas características de la institución y estamento militar: un cuerpo orgánico cerrado sobre sí mismo, disciplinado y obediente y en posesión del argumento político más convincente, las armas de la república. Circunscribiéndonos a nuestro ámbito geográfico e histórico, América Latina y Venezuela en los últimos dos siglos se puede decir que la institución militar ha sido el protagonista y principal beneficiario de nuestro proceso político desde los procesos emancipadores hasta nuestros días. El militar de la independencia surge del hecho mismo que esta es producto fundamental de una guerra, en su mayoría, nuestros “militares” provenían del mundo civil sin preparación profesional, los hechos y las circunstancias los hicieron militares, la guerra misma y sus exigencias, de allí la apreciación de que nuestras guerras de emancipación empezaron siendo guerras civiles y sociales y solamente con el tiempo terminaban desarrollándose en conflictos bélicos más convencionales. Si revisamos el número de participantes en cada batalla, en su mayoría escaramuzas y guerra de guerrillas y la causa principal de muerte, éstas expresaban más las condiciones sanitarias deplorables que las víctimas causadas directamente por el enfrentamiento, para no herir susceptibilidades locales podemos poner como ejemplo la guerra civil norteamericana cuya principal causa de muerte fueron la disentería y otras enfermedades propias de la época y de las circunstancias, todo esto ampliamente documentado y estudiado en la historiografía norteamericana.
Otro aspecto del “militarismo” como ideología justificadora y exaltadora del dominio de un estamento armado sobre el resto de la sociedad es el temprano poder económico que adquiere, no solamente por la vía del pillaje y la rapiña o como más benignamente se dice “botín de guerra” sino por el temprano control del comercio y fundamentalmente de las tierras, una constante en nuestra historia agraria es la compensación en tierras por los sueldos adeudados. En Venezuela se le identifica con la llamada “Ley de los haberes militares” que reconocía y recompensaba en tierras las deudas de la república arruinada e insolvente. La preeminencia y el control del estamento militar sobre el resto de la sociedad fue tan grande y abusivo que en el Cono Sur hacia mitad del siglo XIX se puso de moda la siguiente frase: “Los libertadores nos libertaron de España ¿Quien nos libera de los libertadores?”. Otro aspecto del militarismo en Venezuela es el llamado culto a Bolívar, ampliamente estudiado y particularmente por el trabajo pionero de Germán Carrera Dama. En nuestra historiografía se ha dado una batalla silente en torno a la figura histórica de Bolívar, por un lado la corriente historiográfica que lo asume como un héroe predestinado y brillante militar que culmina a nivel simbólico en la figura solemne y mayestática, lejana y distante del libertador y desde otro abordaje literario e historiográfico se re-crea a un Bolívar en sus complejidades psicológicas y atormentado destino. El Bolívar “escolar” y del culto familiar y popular es el Bolívar invicto e invencible. En otros textos se insistía en el Bolívar civil y en sus facetas humanas, pero siempre la tendencia dominante fue la interpretación que se imponía desde el poder. José Antonio Páez con la traída a Caracas de los restos mortales del héroe inicia este culto canónico. Continuado por Guzmán Blanco y Juan V. Gómez hasta López Contreras, Pérez Jiménez y nuestro actual gobernante. La visión heroica de nuestro proceso histórico se condensa en los monumentos de Carabobo erigido en la época de Juan Vicente Gómez y en el de los Próceres de Caracas construido por Marcos Pérez Jiménez, en donde se establece de manera escultórica y simbólica nuestro Panteón en donde la prevalencia de lo militar y la ausencia de lo civil es patente; este imaginario nutre una identidad nacional en donde el aspecto militar y heroico es el origen y culminación de todo lo importante y destacado en nuestra historia, aunque una lectura crítica de ese imaginario y esa simbología nos llevaría a identificarlo básicamente con un discurso de poder desde el poder, franca manipulación de la mayoría de quienes han ejercido el poder en Venezuela y en paralelo con ello el culto popular y religioso de un padre de la patria que de alguna manera expresa y compensa la orfandad psíquica y afectiva de muchos, así como el “irredentismo” de buena parte de nuestra sociedad que no termina de ser liberada de sus miserias y explotaciones internas y externas. No es casual que este imaginario sustente y exprese la ideología “militarista” fuertemente presente en nuestra estructuras sociales y mentales autoritarias así como en el poder político y control del estado que ha configurado una historia nacional de caudillismo, autocracias y dictaduras. Nuestros caudillos militares han tenido plena conciencia sobre la naturaleza del poder en Venezuela y la importancia de la institución armada al respecto, una anécdota que se le atribuye al dictador Marcos Pérez Jiménez es ilustrativa: en una fiesta en el Círculo Militar, después de las elecciones robadas de 1952, invita al principal líder de la oposición en aquel momento Jóvito Villalba, a presenciar el desfile de su partido; textualmente le dice Pérez Jiménez a Jóvito Villalba. “Doctor, lo invito mañana al desfile de mi partido” - Al día siguiente se celebraba la Gran Parada Militar con motivo del 141 Aniversario de la Independencia. Esta conciencia de la importancia política del poder militar para acceder y permanecer en el poder ha sido una constante en la historia nacional y ha sido aprovechada tanto por militares como por algunos civiles, como por ejemplo el propio Rómulo Betancurt, sacralizado como el padre de la democracia (otra vez el padre en nuestra historia) y que en su atajo al poder en 1945 no tuvo escrúpulos en asociarse con la camarilla militar de Marcos Pérez Jiménez para acceder al gobierno a través del golpe de estado en 1945. El golpe de estado ha sido la figura más recurrente de nuestra historia política, tanto en los actores políticos como en la imaginación de la mayoría, incluso en los tiempos más modernos Betancourt, consciente de esto y habiendo aprendido la lección del 45, cuando regresa a la presidencia en 1959 por vía electoral no tiene otro empeño en la conservación del poder y cumplir con el lapso constitucional de 5 años que el control de los militares y su subordinación al poder civil, espíritu, convicción y propósito que de una u otra manera se trató de recoger en la Constitución de 1961 y en la propia Constitución de 1999, lamentablemente una élite extraviada y una sociedad enferma, propio de una sociedad minera y rentista termina olvidando las lecciones de la historia y vuelve a privilegiar la visión militarista del poder y de nuestra historia. En los últimos años en Venezuela se vuelve a popularizar el protagonismo militar y en una versión política postmoderna de autocracia y dictadura los cuarteles vuelven a ser el epicentro de la política nacional.
En América Latina esta es una historia recurrente y así vemos como en todo el siglo XX en la mayoría de nuestros países la mayor parte del tiempo el poder ha sido ocupado por militares o civiles con apoyo militar con honrrosas excepciones, los más publicitados de estos regímenes o de mayor arraigo y de persistente influencia ha sido el peronismo argentino, el fidelismo cubano, el pinochetismo chileno, así como el velazquismo peruano. Esta presencia política de los militares en el poder y su ideología concomitante. El militarismo ha marcado de tal manera nuestra historia que inspirada en ello se ha desarrollado una larga tradición literaria que arranca con el “Tirano Banderas” de Valle Inclán (El militarismo ibérico también forma parte de la tradición de nuestro militarismo lationamericano) pasando por “Yo el supremo” de Roa Bastos y el “Otoño del Patriarca” de García Márquez para solo referirnos a las obras más reconocidas.
El problema militar y el militarismo ha sido una preocupación constante en nuestra historia y una amenaza cierta tanto que Andŕes Bello prefiera el exilio europeo y chileno huyendo de nuestras terribles guerras. Igual Simón Rodríguez con su angustiado “no hay república sin repúblicos” como expresión de una postura vital frente a la constatación cierta de sociedades ancladas en el atraso, la ignorancia y el fanatismo. La historia civil de nuestros países está por escribirse, centenares de intelectuales y personas preocupadas por el futuro de nuestra sociedades que clamaban por la necesidad de un sistema educativo que permitiera desarrollar el sentido de ciudadanía y de civilidad sin las cuales todo proyecto modernizador y democrático no sería posible. El propio Bolívar en particulares momentos de lucidez y especialmente en los últimos años agónicos expresaba su frustración frente a la persistencia de la guerra y la preeminencia de los hombres de armas sobre el mundo civil. En los comienzos de la república Juan Germán Roscio y durante todo el el siglo XIX José María Vargas, Tomás Lander, Fermín Toro, Cecilio Acosta y algunos otros fueron ejemplos esclarecido de civilidad y civilización, deseaban una república civil, sin tutelajes militar, un verdadero estado de derecho y un respeto a la dignidad y libertad propias de un ser humano. En el siglo XX en general sigue siendo un anhelo insatisfecho esta necesidad de república civil con respeto pleno a los derechos humanos, con prevalencia y acatamiento constitucional y a nivel de gobierno con elecciones pulcras, alternativa democrática y la necesaria rendición de cuentas. Instituciones autónomas e institucionalidad absoluta particularmente en el caso de las fuerzas armadas y el poder judicial.
Comenzando el siglo XXI seguimos arrastrando esta trágica herencia de incivilidad y militarismo y seguimos en deuda en la construcción de una república civil y democrática.
El “militarismo” no es la ideología de la Fuerzas Armadas democráticas y modernas sino es la pervivencia de un atavismo que las terminan usando y desnaturalizando en aras del extravío y corrupción de algunos de sus miembros y las ansias de poder de otros. Los militares y la institución armada son pilares fundamentales de la república civil y democrática y tienen su lugar y definición den la Constitución y el Estado y está en su propio interés institucional combatir y evitar la perniciosa ideología del militarismo que tanto ha perjudicado al país y a las propias fuerzas armadas, sus primeras víctimas, al pretender convertirlas en guardias pretorianas y prisioneras de la ambición política de algunos de sus miembros. En nuestra historia más reciente la tradición militarista está claramente identificada en los gobiernos de Cipriano Castro con su temperamento de hombre audaz y de “tirar la parada” hasta asumirse como un predestinado y mesiánico hombre de poder. Igualmente Juan Vicente Gómez cuyo soporte de poder fue su innegable astucia así como su crueldad y el convertir a las fuerzas armadas en un instrumento casi personal de poder. Su larga permanencia en el gobierno se explica además porque supo manejar con verdadera maestría la codicia de algunos de sus conciudadanos y el temor y el miedo de la mayoría. El neogomecismo tuvo en López Contreras su representante más esclarecido que supo entender los nuevos tiempos que corrían y adaptarse a los mismos y con sus “Cívicas bolivarianas” y sus “Misiones bolivarianas” y el involucramiento de la Guardia Nacional creada por él en tareas de apoyo a algunas actividades civiles que de alguna manera lo convierten en un antecedente directo de algunas de las iniciativas del actual presidente. Así como Marcos Pérez Jiménez pretendió que las fuerzas armadas fueran “su fuerzas armadas” propósito que afortunadamente no logró tal como se demostró el 23 de enero de 1958.
El militarismo como ideología, mentalidad y realidad sociocultural no son fáciles de erradicar de nuestra historia pero si de verdad apostamos por una República civil y democrática sustentada en la educación y la cultura y de cara a los desafíos del siglo XXI no tenemos otra alternativa que empeñarnos en superar este atavismo que tan perjudicial ha sido para el progreso efectivo de nuestro pueblo.
Otro aspecto del “militarismo” como ideología justificadora y exaltadora del dominio de un estamento armado sobre el resto de la sociedad es el temprano poder económico que adquiere, no solamente por la vía del pillaje y la rapiña o como más benignamente se dice “botín de guerra” sino por el temprano control del comercio y fundamentalmente de las tierras, una constante en nuestra historia agraria es la compensación en tierras por los sueldos adeudados. En Venezuela se le identifica con la llamada “Ley de los haberes militares” que reconocía y recompensaba en tierras las deudas de la república arruinada e insolvente. La preeminencia y el control del estamento militar sobre el resto de la sociedad fue tan grande y abusivo que en el Cono Sur hacia mitad del siglo XIX se puso de moda la siguiente frase: “Los libertadores nos libertaron de España ¿Quien nos libera de los libertadores?”. Otro aspecto del militarismo en Venezuela es el llamado culto a Bolívar, ampliamente estudiado y particularmente por el trabajo pionero de Germán Carrera Dama. En nuestra historiografía se ha dado una batalla silente en torno a la figura histórica de Bolívar, por un lado la corriente historiográfica que lo asume como un héroe predestinado y brillante militar que culmina a nivel simbólico en la figura solemne y mayestática, lejana y distante del libertador y desde otro abordaje literario e historiográfico se re-crea a un Bolívar en sus complejidades psicológicas y atormentado destino. El Bolívar “escolar” y del culto familiar y popular es el Bolívar invicto e invencible. En otros textos se insistía en el Bolívar civil y en sus facetas humanas, pero siempre la tendencia dominante fue la interpretación que se imponía desde el poder. José Antonio Páez con la traída a Caracas de los restos mortales del héroe inicia este culto canónico. Continuado por Guzmán Blanco y Juan V. Gómez hasta López Contreras, Pérez Jiménez y nuestro actual gobernante. La visión heroica de nuestro proceso histórico se condensa en los monumentos de Carabobo erigido en la época de Juan Vicente Gómez y en el de los Próceres de Caracas construido por Marcos Pérez Jiménez, en donde se establece de manera escultórica y simbólica nuestro Panteón en donde la prevalencia de lo militar y la ausencia de lo civil es patente; este imaginario nutre una identidad nacional en donde el aspecto militar y heroico es el origen y culminación de todo lo importante y destacado en nuestra historia, aunque una lectura crítica de ese imaginario y esa simbología nos llevaría a identificarlo básicamente con un discurso de poder desde el poder, franca manipulación de la mayoría de quienes han ejercido el poder en Venezuela y en paralelo con ello el culto popular y religioso de un padre de la patria que de alguna manera expresa y compensa la orfandad psíquica y afectiva de muchos, así como el “irredentismo” de buena parte de nuestra sociedad que no termina de ser liberada de sus miserias y explotaciones internas y externas. No es casual que este imaginario sustente y exprese la ideología “militarista” fuertemente presente en nuestra estructuras sociales y mentales autoritarias así como en el poder político y control del estado que ha configurado una historia nacional de caudillismo, autocracias y dictaduras. Nuestros caudillos militares han tenido plena conciencia sobre la naturaleza del poder en Venezuela y la importancia de la institución armada al respecto, una anécdota que se le atribuye al dictador Marcos Pérez Jiménez es ilustrativa: en una fiesta en el Círculo Militar, después de las elecciones robadas de 1952, invita al principal líder de la oposición en aquel momento Jóvito Villalba, a presenciar el desfile de su partido; textualmente le dice Pérez Jiménez a Jóvito Villalba. “Doctor, lo invito mañana al desfile de mi partido” - Al día siguiente se celebraba la Gran Parada Militar con motivo del 141 Aniversario de la Independencia. Esta conciencia de la importancia política del poder militar para acceder y permanecer en el poder ha sido una constante en la historia nacional y ha sido aprovechada tanto por militares como por algunos civiles, como por ejemplo el propio Rómulo Betancurt, sacralizado como el padre de la democracia (otra vez el padre en nuestra historia) y que en su atajo al poder en 1945 no tuvo escrúpulos en asociarse con la camarilla militar de Marcos Pérez Jiménez para acceder al gobierno a través del golpe de estado en 1945. El golpe de estado ha sido la figura más recurrente de nuestra historia política, tanto en los actores políticos como en la imaginación de la mayoría, incluso en los tiempos más modernos Betancourt, consciente de esto y habiendo aprendido la lección del 45, cuando regresa a la presidencia en 1959 por vía electoral no tiene otro empeño en la conservación del poder y cumplir con el lapso constitucional de 5 años que el control de los militares y su subordinación al poder civil, espíritu, convicción y propósito que de una u otra manera se trató de recoger en la Constitución de 1961 y en la propia Constitución de 1999, lamentablemente una élite extraviada y una sociedad enferma, propio de una sociedad minera y rentista termina olvidando las lecciones de la historia y vuelve a privilegiar la visión militarista del poder y de nuestra historia. En los últimos años en Venezuela se vuelve a popularizar el protagonismo militar y en una versión política postmoderna de autocracia y dictadura los cuarteles vuelven a ser el epicentro de la política nacional.
En América Latina esta es una historia recurrente y así vemos como en todo el siglo XX en la mayoría de nuestros países la mayor parte del tiempo el poder ha sido ocupado por militares o civiles con apoyo militar con honrrosas excepciones, los más publicitados de estos regímenes o de mayor arraigo y de persistente influencia ha sido el peronismo argentino, el fidelismo cubano, el pinochetismo chileno, así como el velazquismo peruano. Esta presencia política de los militares en el poder y su ideología concomitante. El militarismo ha marcado de tal manera nuestra historia que inspirada en ello se ha desarrollado una larga tradición literaria que arranca con el “Tirano Banderas” de Valle Inclán (El militarismo ibérico también forma parte de la tradición de nuestro militarismo lationamericano) pasando por “Yo el supremo” de Roa Bastos y el “Otoño del Patriarca” de García Márquez para solo referirnos a las obras más reconocidas.
El problema militar y el militarismo ha sido una preocupación constante en nuestra historia y una amenaza cierta tanto que Andŕes Bello prefiera el exilio europeo y chileno huyendo de nuestras terribles guerras. Igual Simón Rodríguez con su angustiado “no hay república sin repúblicos” como expresión de una postura vital frente a la constatación cierta de sociedades ancladas en el atraso, la ignorancia y el fanatismo. La historia civil de nuestros países está por escribirse, centenares de intelectuales y personas preocupadas por el futuro de nuestra sociedades que clamaban por la necesidad de un sistema educativo que permitiera desarrollar el sentido de ciudadanía y de civilidad sin las cuales todo proyecto modernizador y democrático no sería posible. El propio Bolívar en particulares momentos de lucidez y especialmente en los últimos años agónicos expresaba su frustración frente a la persistencia de la guerra y la preeminencia de los hombres de armas sobre el mundo civil. En los comienzos de la república Juan Germán Roscio y durante todo el el siglo XIX José María Vargas, Tomás Lander, Fermín Toro, Cecilio Acosta y algunos otros fueron ejemplos esclarecido de civilidad y civilización, deseaban una república civil, sin tutelajes militar, un verdadero estado de derecho y un respeto a la dignidad y libertad propias de un ser humano. En el siglo XX en general sigue siendo un anhelo insatisfecho esta necesidad de república civil con respeto pleno a los derechos humanos, con prevalencia y acatamiento constitucional y a nivel de gobierno con elecciones pulcras, alternativa democrática y la necesaria rendición de cuentas. Instituciones autónomas e institucionalidad absoluta particularmente en el caso de las fuerzas armadas y el poder judicial.
Comenzando el siglo XXI seguimos arrastrando esta trágica herencia de incivilidad y militarismo y seguimos en deuda en la construcción de una república civil y democrática.
El “militarismo” no es la ideología de la Fuerzas Armadas democráticas y modernas sino es la pervivencia de un atavismo que las terminan usando y desnaturalizando en aras del extravío y corrupción de algunos de sus miembros y las ansias de poder de otros. Los militares y la institución armada son pilares fundamentales de la república civil y democrática y tienen su lugar y definición den la Constitución y el Estado y está en su propio interés institucional combatir y evitar la perniciosa ideología del militarismo que tanto ha perjudicado al país y a las propias fuerzas armadas, sus primeras víctimas, al pretender convertirlas en guardias pretorianas y prisioneras de la ambición política de algunos de sus miembros. En nuestra historia más reciente la tradición militarista está claramente identificada en los gobiernos de Cipriano Castro con su temperamento de hombre audaz y de “tirar la parada” hasta asumirse como un predestinado y mesiánico hombre de poder. Igualmente Juan Vicente Gómez cuyo soporte de poder fue su innegable astucia así como su crueldad y el convertir a las fuerzas armadas en un instrumento casi personal de poder. Su larga permanencia en el gobierno se explica además porque supo manejar con verdadera maestría la codicia de algunos de sus conciudadanos y el temor y el miedo de la mayoría. El neogomecismo tuvo en López Contreras su representante más esclarecido que supo entender los nuevos tiempos que corrían y adaptarse a los mismos y con sus “Cívicas bolivarianas” y sus “Misiones bolivarianas” y el involucramiento de la Guardia Nacional creada por él en tareas de apoyo a algunas actividades civiles que de alguna manera lo convierten en un antecedente directo de algunas de las iniciativas del actual presidente. Así como Marcos Pérez Jiménez pretendió que las fuerzas armadas fueran “su fuerzas armadas” propósito que afortunadamente no logró tal como se demostró el 23 de enero de 1958.
El militarismo como ideología, mentalidad y realidad sociocultural no son fáciles de erradicar de nuestra historia pero si de verdad apostamos por una República civil y democrática sustentada en la educación y la cultura y de cara a los desafíos del siglo XXI no tenemos otra alternativa que empeñarnos en superar este atavismo que tan perjudicial ha sido para el progreso efectivo de nuestro pueblo.
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