El país vive una crisis de
20 años largos; que se inician con la Venezuela
saudita de Carlos Andrés Pérez, la fuga de divisas a partir de 1977 y la
devaluación del viernes negro de 1983; a todos nos tocó y de alguna manera
todos fuimos responsables: el sector oficial por inepto y corrupto y la
sociedad, por complicidad o silencio. Después vino la larga agonía de
inflación, desempleo y empobrecimiento que no ha terminado y la reacción
política frente al proceso de deterioro con los intentos de golpe de estado
(1992) y el triunfo Chavista del 98 y 99, que permite acceder al poder a otros
protagonistas y otra hegemonía. Sin lugar a dudas en Venezuela se ha dado un
golpe de Estado, o mejor se ha venido dando frente a instituciones
despretigiadas y desmoralizadas; pero
como todo proceso de este tipo; a pesar del radicalismo verbal de Chávez; al
final se impone la negociación y el reacomodo y es lo que está sucediendo en
estos días. Se negocia con los poderes constituidos sin perder la pretensión de
hegemonía. Chávez es un pragmático, dispuesto a sacrificar posturas e ideas
cada vez que sea necesario. Su verdadero poder son las Fuerzas Armadas y su
popularidad, pero ello lo obliga a alianzas y concesiones que a la larga pueden
ser altamente desestabilizadoras. Por otro lado, está el país no chavista, más
de la mitad de la población, momentáneamente silenciado, pero que en cualquier
circunstancia volverá a movilizarse y exigir.
No hay otra alternativa
democrática y civilizada con que concertar el proceso de reformas y entender la
verdadera situación del mundo y del país. Estados Unidos no va a permitir en
Venezuela una nueva Cuba y los viejos sectores dominantes tampoco; al
contrario, en su momento tratarán de recuperar el terreno perdido o negociar sus parcelas de poder.
No hay duda que se cerró el
ciclo iniciado en 1945 y 1958 que murió
de muerte natural hace 20 años, pero que no habíamos sabido o podido enterrar. Chávez esto lo entendió
muy bien y eso le ha dado el poder y legitimidad pero igualmente cierto es que
si el futuro se nos sigue escapando y el gobierno no nos propone metas y
objetivos concretos, Chávez puede convertirse en un episodio apenas de la vida
nacional, y nuevos nombres y nuevas propuestas pueden surgir, casi seguro de
tipo conservador. Lo que si es cierto es que el nuevo árbitro de la política
nacional son los hombres de uniforme, una cúpula militar, y ello por experiencia histórica no es bueno
ni es conveniente, ojalá tengamos la sabiduría de renovar nuestra democracia
sin sacrificarla. El camino de la cultura y la civilización solo es posible en democracia y en donde la
convivencia, las reformas y la solidaridad son el verdadero programa político
de una sociedad que se quiere moderna y pacífica.