“Los moderados de todos los colores cedieron ante las fuerzas extremistas durante los próximos 10 años: 1811-1821” esta afirmación del historiador P. M. Mckinley (Caracas antes de la independencia, Monte Ávila 1987) explica sin lugar a dudas nuestros años fundacionales, con sus múltiples violencias raciales, sociales y política; la anarquía desatada y las pavorosas guerras civiles. Los años 1812, 1813, 1814, 1815 marcaron a sangre y fuego nuestro destino nacional. El radicalismo y el extremismo gobernó a Venezuela, fue la versión local de la época del terror en la revolución francesa. De julio de 1811 a julio de 1812, fueron los jacobinos patriotas que dominaron la escena y entre los sacrificados estuvo el propio Miranda. Entre julio de 1812 y agosto de 1813 prevalecieron los realistas, con Monteverde a al cabeza. Entre agosto de 1813 y julio de 1814, regresa Bolívar con su decreto de guerra a muerte, hasta que fue obligado a huir por el implacable y sanguinario J. T. Bóves que prevalece por 9 meses, entre julio de 1814 y abril de 1815. casi un lustro de guerra civil en donde el color de la piel se convirtió en bandera de guerra genocida y etnocida. La violencia fue nuestra partida de nacimiento y acta bautismal. Lamentablemente pareciera habernos quedado la costumbre y durante un largo siglo no supimos sino guerrear entre nosotros mismos en las llamadas guerras federales. Nuestra historia de violencia política y de sectarismo reiterado ha contaminado y perturbado nuestra tradición política hasta nuestros días, en particular en los desquiciados años de 1945-46 y en los últimos 12 años.
De los casi 400 mil habitantes de la provincia de Caracas en 1810, 5 años después se calculó 80 mil muertos producto de la violencia política. El terror era generalizado, dirigido por caudillos bárbaros sin otro límite que su codicia y sed de sangre. La mortandad al final de la guerra se calculó en 10 mil españoles y canarios exterminados y casi 100 mil de muertos se contabilizaron entre los blancos criollos y fundamentalmente los pardos. La horda y el caos gobernaron nuestro país durante esos 5 terribles y trágicos años. Contrariamente a lo que se llegó a pensar en la segunda mitad del siglo XX, una Venezuela sin memoria y adormecida en la prosperidad, Venezuela no solo no ha sido pacífica sino que la violencia prácticamente ha sido un instrumento nefasto utilizado por todos los bandos en nuestros procesos políticos.
jueves, 29 de septiembre de 2011
jueves, 22 de septiembre de 2011
Constituciones Calvinistas
El tiempo es un absoluto que la vida de cada quien va relativizando. El pasado es re-creado a conveniencia y el presente siempre es indeterminado mientras que el futuro solo existe como deseo o idea absoluta, indevelable hasta que ocurre. Este divagación sobre el tiempo viene al caso al pensar en nuestros países latinoamericanos, que Hegel colocó en el limbo del futuro. Es nuestro afiebrado e ilusorio constitucionalismo, las Constituciones solo han servido para no cumplirlas. En algún momento alguien las llamó pura ciencia ficción o nuestra mitología particular. El recién electo presidente peruano, Humala simplemente ignoró la constitución vigente y juró sobre la anterior ya derogada, igual que en su momento, el presidente venezolano, Chávez, juró sobre una que calificó de moribunda y de antemano proyectó una nueva sin haberse cumplido ni siquiera el proceso constituyente, puro realismo mágico.
Este endeble constitucionalismo hispanoamericano empezó desde el propio origen de nuestras repúblicas cuando nuestros próceres constituyentistas simplemente adaptaron el constitucionalismo anglosajón y francés y se “copiaron” las constituciones norteamericanas y francesas, respectivamente con algún agregado escolástico de la propia tradición hispana. Ilusoria fue nuestra primera Constitución y todas las demás, llenas de declaraciones retóricas y buenas intenciones y en donde los “derechos” abundan y las obligaciones y responsabilidades escasean. Quizá nuestro pecado original Constitucional es el haber ignorado sistemáticamente nuestras realidades, tradiciones y maneras de ser. Hicimos y seguimos haciendo filosofía y teoría política importada, cultivando una minoridad que solo genera frustraciones y fracasos.
Ilusoria fue la Colombeia de Miranda y la Gran Colombia de Bolívar, como acertadamente lo estableció L. Castro Leiva. Igualmente ha sido una ilusión nuestro federalismo y nuestras muchas “revoluciones” que no pasaron de ser montoneras y conspiraciones para asaltar el poder precedidas por grandes declaraciones abstractas.
El prestigio y la continuidad de la Constitución norteamericana que en su momento fue conocida como la Declaración de Filadelfia, no es otro que el haber abrevado en la realidad y en la tradición norteamericana, profundamente religiosa, con una fuerte impronta Calvinista y que expresaba los valores y expectativas de una época, como lo era la ética del trabajo, la elección popular y la rendición de cuentas de los funcionarios. En estas consideraciones quedan expresadas algunas de las diferencias entre nuestras Constituciones de papel y las Constituciones con vigencia real.
Este endeble constitucionalismo hispanoamericano empezó desde el propio origen de nuestras repúblicas cuando nuestros próceres constituyentistas simplemente adaptaron el constitucionalismo anglosajón y francés y se “copiaron” las constituciones norteamericanas y francesas, respectivamente con algún agregado escolástico de la propia tradición hispana. Ilusoria fue nuestra primera Constitución y todas las demás, llenas de declaraciones retóricas y buenas intenciones y en donde los “derechos” abundan y las obligaciones y responsabilidades escasean. Quizá nuestro pecado original Constitucional es el haber ignorado sistemáticamente nuestras realidades, tradiciones y maneras de ser. Hicimos y seguimos haciendo filosofía y teoría política importada, cultivando una minoridad que solo genera frustraciones y fracasos.
Ilusoria fue la Colombeia de Miranda y la Gran Colombia de Bolívar, como acertadamente lo estableció L. Castro Leiva. Igualmente ha sido una ilusión nuestro federalismo y nuestras muchas “revoluciones” que no pasaron de ser montoneras y conspiraciones para asaltar el poder precedidas por grandes declaraciones abstractas.
El prestigio y la continuidad de la Constitución norteamericana que en su momento fue conocida como la Declaración de Filadelfia, no es otro que el haber abrevado en la realidad y en la tradición norteamericana, profundamente religiosa, con una fuerte impronta Calvinista y que expresaba los valores y expectativas de una época, como lo era la ética del trabajo, la elección popular y la rendición de cuentas de los funcionarios. En estas consideraciones quedan expresadas algunas de las diferencias entre nuestras Constituciones de papel y las Constituciones con vigencia real.
viernes, 16 de septiembre de 2011
La dialéctica del dinero
La frase la tomo prestada del político
y expresidente colombiano Alfonso López Michelsen quien se refería
a lo que él llamaba la dialéctica de la chequera para referirse al
poder corruptor del dinero y en particular en la relación, más allá
de toda moral, entre la política y el poder. En todos los tiempos y
en todas las sociedades ha existido esta dialéctica y en los tiempos
modernos y particularmente en algunas sociedades como la nuestra es
más generalizada y más visible.
En cada país adquiere connotaciones
locales y caricaturescas como por ejemplo la “mordida mejicana” o
el popular venezolanismo de “bajarse de la mula”. En Venezuela,
en la Colonia se conoció la corrupción del funcionario y el
generalizado contrabando. En las primeras décadas de nuestra
República el robo más visible fue la terrofagia de muchos de los
próceres que se constituyeron de manera abusiva en grandes
terratenientes a través de la figura de los “haberes militares”.
Pero donde la escalada de corrupción se hace visible y obscena fue
en la época petrolera, es decir en el último siglo, agravándose
progresivamente hasta llegar al actual gobierno, en donde parecieran
haberse roto todos los diques y todas las proporciones.
La llamada burguesía venezolana en
general con las excepciones del caso ha sido la mejor muestra de cómo
la relación entre política, poder y patrimonio se hace patentemente
visible. Así tenemos los enriquecidos del gobierno de Juan Vicente
Gómez y siguientes. Los ricos de la dictadura perezjimenista y los
“apóstoles” de los gobiernos de Acción Democrática y COPEI,
hasta llegar a la actual “chavezburguesía” cuya voracidad para
engullir presupuesto y convertirlo en patrimonio personal es todo un
prodigio. Un amigo, hace tiempo, al referirse a esta problemática y
tratar de explicarla usaba la expresiva frase de que en la política
y los negocios lo que había era “una asociación de socios
asociados en sociedad”.
Jorge Eliécer Gaitán, también
político colombiano distinguía entre el país nacional y el país
político para deslindar un sector altamente corrupto de otro sector
no tan contaminado y en la misma dirección Alfonso López Michelsen
distinguía entre los políticos de profesión y los políticos de
vocación. Es decir, entre quienes asumen la política como vocación
de servicio y quienes la asumen y practican como un sistema
organizado de ventajas, prebendas y robo.
Magia y poder
Con la pretensión de que
la política es racional, tradición iniciada por Platón y
Aristóteles, hemos obviado o silenciado lo irracional en ella. La
magia, el misterio y la mitología que generan y rodean el ejercicio
del poder. Seguramente en esto pensaba Max Weber cuando introduce un
concepto religioso, el carisma, para identificar ciertas relaciones
extrañas e inexplicables racionalmente entre ciertos individuos y
las masas. Ésta, cuando actúa como grupo desidentificado, siempre
se le ha relacionado con lo esotérico y patológico. De hecho la
antropología y la psicología han identificado lo arcaico o
proto-historia como el núcleo identificador en cada sociedad de
conductas colectivas irracionales y que la mitología y su estudio
han permitido parcialmente entender.
En el caso venezolano,
los momentos de locura e irracionalidad en nuestra historia se
reiteran cíclicamente. Toda una sociedad se aliena en conductas
colectivas en donde la inconsciencia y la irresponsabilidad terminan
definiendo esos comportamientos. En estos contextos es que surgen los
liderazgos mesiánicos, que no sólo no le ponen fin a las crisis
sino que las profundizan. Uno de los grandes éxitos del actual
liderazgo mesiánico que gobierna el país es que logró demonizar a
la mal llamada IV República y desvían hacia el imperialismo toda la
carga de nuestras frustraciones, resentimientos y fracasos
colectivos. Así transmutó de manera casi mágica a millones de
militantes de Acción Democrática y COPEI en furibundos militantes
de su causa como si ellos no hubieran tenido ninguna responsabilidad
en lo que ahora denunciaban y execraban.
En las figuras mesiánicas
convergen todos los temores y todas las esperanzas, dice René
Girard, de sociedades que sometidas a su ciclo mimético cada tanto
tiempo viven sus crisis cíclicas y catárticas. Cuando el
“escándalo” se hace intolerable e insostenible, es decir cuando
la crisis hace su aparición son asumidas por el colectivo de manera
mágica e irresponsable. En Venezuela, en su siglo petrolero, el
ciclo mimético puede caracterizarse por la periodicidad de las
dictaduras y el autocratismo siendo el paréntesis democrático
apenas un intento fallido de normalización psicológica que
aspiramos como sociedad reasumir en los próximos tiempos.
viernes, 9 de septiembre de 2011
La muerte de los faraones
Una de las noticias más importantes
del 2011, es sin lugar a dudas los acontecimientos en curso en el
norte de África y en el Medio Oriente conocidos mediáticamente como
el tiempo de la ira árabe. Más allá de las circunstancias
particulares de cada país, el mar de fondo es la modernización que
se dio en las últimas décadas, en cada una de estas sociedades. El
surgimiento de unas importantes clases medias y unas vanguardias
juveniles y culturales que venían demandando cambios no atendidos y
oportunidades insatisfechas. Siempre es así, la economía, la
sociedad y la cultura se mueven sin cesar, como decía el poeta W.
Withman “la hierba crece y no la vemos crecer”, mientras que las
estructuras políticas y los intereses creados permanecen inmóviles
y preservan el status quo, en una fosilización progresiva del
sistema. El poder siempre tiende a legitimarse en el pasado, mientras
que por definición la sociedad en general no puede dejar de mirar
hacia delante, en un flujo vital permanente de energía y esperanza
que cada ser humano cultiva en sí mismo. Si a ello agregamos el
horizonte histórico de nuestra época caracterizado por el cambio
acelerado en todos los órdenes y particularmente en lo
tecnocientífico y la globalización, además de los múltiples
desafíos demográficos, ambientales y de desarrollo nos obligan a
constituirnos frente al poder como la “sociedad de los
esperanzados” como diría Nietzsche.
Los hombres de poder en su locura se
creen eternos, desde los momificados faraones hasta las momias de
Lenín y Stalin en la plaza roja de Moscú. Otros se momifican en
vida y se creen viviendo anticipadamente sobre un pedestal. De allí
la importancia histórica, potenciada por los medios de comunicación
de observar al derrocado dictador egipcio Mubarak en su camilla de
enfermo, obligado a asistir a su juicio por peculado y corrupción,
abuso de poder y crímenes de lesa humanidad. Un hombre que hace
apenas un año se creía eterno en su prepotencia y abuso de poder.
Igual Gadafi que en los últimos meses, negando la realidad seguía
desafiando a sus adversarios y al mundo como si su destino estuviera
en sus manos y no en las fuerzas de la historia que cada tanto tiempo
encarnan en los diversos pueblos, que más allá de sus propias
limitaciones, no pueden renunciar ni a su liberación ni a su futuro.
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jueves, 8 de septiembre de 2011
La mala hora de los tiranos
Siempre es buena noticia la caída de
un tirano, como es obvio, estamos hablando de Gadafi, con 42 años en
el poder. Confiamos que muy pronto seguirá el régimen dinástico
sirio con casi medio siglo en el poder. Tenemos confianza que en el
Caribe pronto tendremos buenas noticias.
En la prehistoria y minoridad de la
humanidad la tiranía es una constante. Los pueblos cada tanto tiempo
sucumben, por debilidad institucional y miedos colectivos. Para
legitimarse los tiranos de todos los tiempos desarrollan un culto a
la personalidad que normalmente recoge la historia oficial con su
culto a los héroes y a los llamados hombres representativos. Uno de
los más emblemáticos fue el endiosamiento de Julio César,
talentoso político romano que en una sociedad tan permisiva como
aquella era conocido “como la mujer de todos los hombres y el
hombre de todas las mujeres”. No escatimaba ninguna posibilidad
para conseguir sus inescrupulosos objetivos de poder.
Los franceses endiosaron a Napoleón,
asesino en serie, que se jactaba de que los muertos de sus batallas
los repondrían los franceses en una noche de amor.
El tirano normalmente termina
despreciando a su pueblo. Especialmente en el momento de la caída,
cuando abandonados por todos, llegan a pensar que no los merecían.
Así se expresó Hitler despectivamente de los alemanes que no
supieron estar a su altura. Stalin, despreciaba a los rusos. El siglo
XX fue pródigo en tiranos y tiranías pero afortunadamente en su
mayoría terminaron ignominiosamente. Este 2011 ha sido un año
abundante en buenas noticias. Han caído en serie el tunecino y el
egipcio y esperamos que pronto el libio y el sirio. El problema no es
solo salir de ellos, sino evitar que se reproduzcan, de allí la
necesidad de una permanente vigilancia y profilaxia política e
ideológica, fortaleciendo los sistemas políticos, afincados en la
cultura de la ciudadanía y el protagonismo de la sociedad civil, así
como un estado de derecho efectivo y una institucionalidad eficaz.
Aquí en América Latina, en los
últimos tiempos se ha cultivado una pedagogía política con la
prisión de Noriega y Fujimori. Es fundamental la despersonalización
y desacralización del poder y para ello es importante operar sobre
la conciencia histórica de los pueblos y expulsar de la misma todo
vestigio de predestinación y mesianismo en quienes ejercen o
pretenden ejercer le poder.
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Error tras error
La crónica política de los últimos
años puede resumirse en una cadena de errores de la oposición, una
verdadera autohipnosis, diría la historiadora norteamericana Bárbara
Tuchman (1912-1989). Errores de juicio y apreciación que le
facilitaron el camino al éxito a un joven cadete que ya en el lejano
agosto de 1974, cuando ingresa a la academia militar y con ocasión
de la visita del presidente de la República puede anotar en su
diario que le surge la idea de algún día ser presidente y gobernar
la patria de Bolívar. Durante casi 20 años no hace más que
conspirar y soñar con el poder, fracasando en 1992 en su intento
conspirativa y golpista pero exitoso 6 años después cuando es
electo presidente por la vía electoral. El gran primer error fue
subestimarlo y la lenidad, irresponsabilidad y las complicidades que
le permitieron inclusive salir airoso de su fracaso en el curso de
estado mayor. El personaje se convirtió en un experto en el engaño,
practicando con maestría lo que los colombianos llaman “el ser muy
simpático y muy amigo” y lograba disimular muy bien con su
histrionismo, el futuro complejo de grandeza y predestinación que le
aquejaría posteriormente y tanto ha desconcertado a sus ex-amigos y
aliados y que de manera muy sagaz observó Gabriel García Marquez
cuando al entrevistarlo recién electo presidente descubrió en él
una esquizofrenia evidente que por lo menos cobijaba dos
personalidades distintas. El personaje en cuestión resultó ser un
exitoso y manipulador actor político, con una gran versatilidad
mediática y un poder impresionante de simulación y actuación, cuya
maestría se está evidenciando en las últimas semanas a través de
su “enfermedad” que a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta
si es real o simulada.
El segundo gran error de sus oponentes
es no haber entendido su naturaleza actoral o camaleónica y su
oportunismo habilidoso. Siempre lo han subestimado y siempre se han
colocado en una actitud reactiva y de allí el éxito político de
uno y el fracaso de los otros. Todo esto, afortunadamente, ha
comenzado a cambiar, con la aparición y consolidación de la Mesa de
la Unidad Democrática (MUD) que al fin ha entendido la importancia
de tener su propia estrategia y que no es otra que la de la unidad y
el cambio y no caer en provocaciones ni emboscadas. De seguir así y
mantener la agenda unitaria, el triunfo electoral en el 2012 es
posible, con candidato único y un programa y un gobierno de
integración y unidad nacional.
Estado y Sociedad
La metáfora del becerro de oro en la
Biblia va mucho más allá de la debilidad humana por el dinero y la
riqueza y la sacralización de los mismos. Esta sacralidad incluye el
culto al poder. Dios desaparece del horizonte humano o apenas es una
referencia externa y ritual.
Los antiguos emperadores, faraones y
reyes en todas las sociedades y culturas se pretendían de origen
divino y se asumían divinizados. Esta minoridad humana felizmente
tiende a desaparecer en la modernidad y el gobernante es reducido a
lo que es: un simple humano, con virtudes y defectos, y en algunos
casos hasta toleran la estupidez y la locura.
El pretencioso Luis XIV que arruinó y
desangró a Francia no solo se creía predestinado sino que se
apropió de la representación única y exclusiva del Estado (El
Estado soy yo) pretensión que algunos lunáticos posteriores en el
poder repitieron, entre otros Hitler y Mussolini; Stalin y Mao; Idi
Amin y Mugabe y aquí en el Caribe José Leonidas Trujillo y Fidel
Castro Ruz (Al respecto recomiendo dos películas, el Gran dictador
de Charles Chaplin 1943 y el Último Rey de Escocia de Kevin
Macdonald 2006, así como la novela La Fiesta del Chivo de Mario
Vargas Llosa del año 2000). La Filosofía de estos tiranos es simple
“todo dentro del Estado, nada fuera del Estado” y como el Estado
encarna en ellos se convierten en nuevos emperadores y faraones de la
modernidad, o el superhombre nietzscheano, malinterpretado por
lectores fugaces de mentes afiebradas. El Estado es creación humana
y no es eterno, es histórico y contingente, ni sustituye a la
Sociedad, ni puede anular la dignidad y la libertad de la persona, de
allí que San Agustín (354-430) pudiera afirmar “Si no se respeta
la justicia, los Estados no son sino grandes bandas de ladrones”
(De Civitate Dei IV, 4).
Los sistemas políticos democráticos
del futuro van a potenciar el protagonismo del ciudadano y de la
sociedad civil en general y van a reducir el tamaño del Estado y
limitar fuertemente al gobierno y al gobernante en un proceso
indetenible de personalización responsable de la libertad.
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"Sobres héroes y tumbas"
Título que tomo prestado del escritor
argentino Ernesto Sábato (1911-2011) muy apropiado en estas fechas
bicentenarias tan propicias a la necrofilia y la huida hacia el
pasado. Manipulado este ideológicamente, como casi siempre ha
ocurrido por el poder de turno. Sombras y fantasmas de la historia
cuyas tumbas siguen abiertas a conveniencia y disposición del amo
del poder. Procesión macabra de estatuas. Panteón y mausoleo de la
historia escolar recordada de tanto en tanto en una interpretación
de la historia asumida desde la muerte y negadora de la historia-vida
que debería convocarnos al futuro más que al pasado, como
sabiamente nos lo recuerda el texto bíblico “que los muertos
entierren a sus muertos” y la exhortación a la mujer de Lot a no
mirar hacia atrás para no convertirse en estatua de sal.
En Venezuela, la muerte violenta es
cotidiana, todos vivimos con la angustia, el temor y el miedo a la
inseguridad, en una sociedad violenta, armada y mal gobernada, siendo
lo peor el mal ejemplo de cierto liderazgo nacional que ha hecho del
lenguaje violento y la descalificación del adversario una política
de Estado.
Se nos quiso atemorizar con un lema
infame, como recordatorio reiterado de que la revolución está
armada y quien no asuma su ideología no tendría otro destino que la
muerte o el exilio. Hace tiempo en otro artículo hacia referencia a
que el lenguaje no es neutral y las palabras terminan devolviéndose
y afortunadamente hoy la palabra muerte ya no es popular y es
impronunciable, por lo menos a nivel oficial, aunque nuestras calles
siguen siendo inseguras y la violencia de todo tipo nos sigue
amenazando. Una sociedad no progresa sino como un todo en donde las
diferencias se respetan y la convivencia y la paz es el programa
educativo y de gobierno más importante. En estos tiempos
electorales, ojala que la moderación del lenguaje y la denuncia del
sectarismo y el dogmatismo sean producto de una reflexión y una
convicción y no acomodo oportunista a las exigencias electorales de
captar una votación en las destruidas y desmoralizadas clases
medias. El infame general franquista Millán Astray tenía por lema
“Viva la muerte, muera la inteligencia”. En Venezuela quisiera
creer, aunque sea producto de una enfermedad amenazante, que el nuevo
grito sea: Viva la vida de todos los venezolanos.
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La esencia de la política
El decir veraz es según el pensamiento
clásico griego el secreto de la política, o por lo menos así lo
interpreta y lo entiende y asume el filósofo francés Michel
Foucault (1926-1984). “El coraje de la verdad se había determinado
entonces como lo que da efectividad y autenticidad al juego
democrático”. Es la ética del gobernante lo que hace eficaz a la
política y al gobierno y es lo que quiere expresa Platón con su
rey-filósofo y Confucio con su idea que quien no puede gobernar su
vida no tiene derecho a gobernar la de los demás. El mejor régimen
y el mejor gobierno se posibilita sólo desde la ética. Maquiavelo
tipifica la política al uso pero no tiene razón al reducirla solo a
las pasiones y al interés sin escrúpulos, si esto fuera así nunca
habríamos salido de las cavernas. El gobernante mentiroso y
manipulador de la verdad puede ser exitoso pero es una rémora y un
fracaso para su sociedad. “de hecho, no se trata de determinar una
forma ideal o una mecánica óptima de distribución de los poderes,
sino de destacar que la excelencia política dependerá de la manera
en que los propios actores políticos hayan sabido constituirse como
sujetos éticos”. Saber y poder (es lo que significa la palabra Rey
en el viejo idioma anglosajón: es el que sabe y el que puede). Este
poder legítimo se legitima desde la responsabilidad moral de los
individuos. Dicho esto resulta aberrante e inapropiado este
insoportable sainete o telenovela cubano-venezolana y burla a partir
de la salud presidencial que nos ha negado a los ciudadanos hasta el
elemental y neutro informe médico. El paciente impúdicamente miente
y manipula su propia enfermedad y más allá de las características
de ésta, pretende manipular a todos a partir de un juego mediático
macabro y ofende y manipula en particular a sus propios seguidores
involucrados emocionalmente con el personaje.
La República deja de ser una
responsabilidad, conducida desde la ética y la Constitución y se
convierte en una propiedad del amo del poder configurando un
peligroso vacío de poder y tratando de crear una confusión política
de la cual presuntamente se beneficiaría para seguir en el cargo (ya
no hasta el 2021 sino hasta el 2031), para terminar de configurar una
situación política desde un país extranjero en provecho del mismo
y en desmedro del propio. El llamado primer magistrado
definitivamente pareciera estar incapacitado para el decir veraz base
y fundamento, como ya llevamos dicho, de todo poder útil y gobierno
eficaz.
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Entre la ira y la indignación
El año 2011 ha sido pródigo en
acontecimientos de consecuencias históricas importantes, en especial
los sucesos del Norte de África y el Medio Oriente que han sacudido
en profundidad todas las estructuras políticas dominantes. En
algunos países europeos y particularmente en España el llamado
movimientos de los indignados, cuyo caldo de cultivo es la crisis
económica y el desempleo masivo ha planteado una crítica a fondo
igualmente de los sistemas políticos dominantes. Hasta en la
aparente inmóvil China hay un mar de fondo que se viene manifestando
esporádicamente en protestas diversas, silenciadas por el régimen
comunista y aquí mismo en el Caribe hay un proceso silente en Cuba
que no tenemos la menor duda va a significar cambios importantes en
el sistema político de la isla.
La historia siempre se mueve, es como
el río de Heráclito, cuyas aguas siempre fluyen. Hay épocas más
agitadas y tiempos más tranquilos, pero ninguna generación escapa a
las “crisis”, concepto genérico y neutral para significar hechos
y acontecimientos difíciles o problemáticos y usualmente con una
fuerte carga de violencia. Los seres humanos movidos por el interés
o el temor pueden ser avasallados y hasta humillados, pero siempre
llega el tiempo de la rebeldía y la revuelta y es que la dignidad y
la libertad son intrínsecos y constitutivos de la condición humana.
No hay gobierno eterno y el control social y político nunca es
absoluto. Es fundamental conocer la naturaleza de la dictadura para
oponérsele y vencerla, tanto en el plano político como ideológico
y psicológico, descubierta su naturaleza las tiranías caen y la
opresión desaparece.
En Venezuela, el proceso de liberación
es inevitable, lo único que no sabemos es el cuando y el cómo, pero
no tenemos la menor duda sobre la inviabilidad del actual proyecto
político y la inevitabilidad de la recuperación democrática del
país. “Una clase media atemorizada y una clase pobre sobornada”
aunado a un juego de intereses que ha permeado prácticamente todas
las estructuras sociales y particularmente a los llamados sectores
económicos tanto del gobierno como de la oposición le han permitido
al régimen un control social y político suficiente para creerse
eternos. Juan Vicente Gómez lo utilizó en abundancia: miedo y
corrupción, pero igual su tiranía terminó naufragando en las aguas
democráticas de una sociedad que no estaba dispuesta a renunciar ni
a la democracia ni al progreso.
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