Hay
una anécdota referida a Nietzsche y atribuida a Lóu Salomé, esta
lo visita y el filósofo le comenta que está por terminar el siglo,
respondiéndole ella que al contrario, su siglo, el siglo de su
filosofía, estaba por comenzar. Previamente, unos años antes, el
propio Nietzsche había profetizado que los próximos dos siglos
serian los siglos oscuros del Nihilismo. Con respecto al siglo XX no
se equivocó. Un siglo dramático que conoció todo tipo de violencia
y guerras destructivas y en ese siglo desesperanzado se ubica el
escritor húngaro Sandor Marai (1900-1989), testigo de ese siglo sin
Dios como lo calificó Martin Buber y así lo asume en sus libros el
escritor húngaro. En su novela “La Gaviota” publicada en 1943,
expresa su angustia y desasosiego frente a tantas pruebas y
vicisitudes que a su generación le tocó vivir: Primera y Segunda
guerra Mundial; crisis del capitalismo en 1929 y triunfo del
totalitarismo tanto en su versión comunista como nazis-fascista. A
pesar de todo en esta obra el autor no abandona la esperanza y así
lo expresa: “¿A dónde te diriges?” ¿Qué y a quien buscas?.
Algún día me responderás. Porque existen los milagros, ahora ya lo
sabes, y un día las personas acabaran encontrándose. Las personas,
tú y yo, y tal vez también las masas indiferenciadas que denominan
pueblos y buscan a los demás y su lugar en el mundo, por encima de
la ira y la pasión…… Y todo eso lo guía una mano invisible”.
Este escritor atravesó un siglo turbulento escuchando el silencio,
el silencio de un nihilismo atormentado frente a una realidad que en
algún momento parecía no tener sentido y que obligaba a vivir
permanentemente al borde del abismo y a pesar de todo, la esperanza
no abandonaba a los seres humanos y quizás este sea el conflicto
existencial fundamental, sobrevivir a la desesperanza. No somos el
centro del universo y casi nunca actuamos racionalmente. Formamos
parte de la masa y somos sus víctimas. “Cada persona debe tener su
propia muerte” como dice Rilke y en el ancho y hondo pasado, donde
la memoria nos atrapa solo el hogar paterno es reconfortante, lo
demás es camino, dolor y silencio. Dice el escritor “Somos tan
solitario como un planeta perdido”. Nadie entra impunemente en la
vida, nadie escapa a su destino, quizás parte del secreto del siglo
XXI sea convertirlo en un siglo que recupere a plenitud a Dios.
martes, 19 de junio de 2012
Ciclos históricos
Son
conocidas las diversas hipótesis y teorías sobre el tiempo
histórico, es decir, los lapsos o períodos que enmarcan
determinadas situaciones, de allí que toda historiografía implica
una cronología. En la historia es frecuente hablar de lustros,
décadas, centurias y milenios, pero en la modernidad, y con el
desarrollo de las Ciencias Humanas y Sociales, se han afinado los
criterios y se han establecido teorías y categorías con cierto
rigor científico cuando se analiza la economía, la sociedad, la
política y la cultura. En el campo de la teoría y filosofía de la
historia también se habla de la lógica de la historia y al respecto
es conocida la teoría que formuló Vico (1668–1744) sobre lo que
él denominó “Corsi e ricorsi” es decir, una teoría pendular de
la historia, algo así como la metáfora bíblica del ciclo de las
vacas gordas y el ciclo de las vacas flacas, para expresar como casi
siempre a los períodos de bonanza o de prosperidad se continúan con
períodos de decadencia o de crisis, y viceversa. Si aplicamos estos
criterios a los procesos históricos de cada país es relativamente
sencillo establecer la periodización pertinente y cómo ello nos
ayuda a entender mejor estos procesos que tienden a ser vistos como
complejos y difíciles. Es fácil encontrar ejemplos en la
contemporaneidad de estos ciclos de
crecimiento-contracción-crecimiento: Venezuela es un buen ejemplo,
cuando analizamos nuestro siglo XX, un siglo definido por la economía
petrolera y las concurrentes crisis políticas, fácilmente
identificables, en 1936, en 1945, en 1958 y 1998. En esta
perspectiva, una visión política de este proceso identifica la
continuidad profunda del sistema económico y social a pesar de la
evidente discontinuidad del proceso político y la aparente
diferenciación entre un gobierno y otro, diferencias más de forma
que de fondo, ya que en la práctica lo que ha habido es una
alternancia casi cíclica entre dictadura y democracia, así como un
recurrente populismo y lógicamente es posible una evaluación
diferenciada entre buenos y malos gobiernos. En la percepción
popular y en la perspectiva de la crítica histórica se tiende a
asumir el ciclo democrático iniciado en 1958 con los gobiernos de
Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafaél Caldera, como un ciclo
positivo o afirmativo, mientras que de allí en adelante, con el
gobierno de CAP I, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins, CAP II y
Caldera II, como un ciclo de mengua o de crisis, y que posibilitó el
ascenso al poder de éste aventurerismo decimonónico del gobierno
actual con su arruinante y desmoralizador populismo militarista.
Quizá, para un juicio valorativo definitivo nos esté faltando
perspectiva histórica, pero en líneas generales y desde el punto de
vista teórico-metodológico, hoy es posible hacer este tipo de
ejercicios historiográficos enmarcados en la llamada historia
inmediata.
Un candidato para el siglo XXI
El siglo
XIX venezolano según Mariano Picón Sala terminó en 1935 con la
muerte del dictador Juan Vicente Gómez, analógicamente podemos
afirmar que el siglo XX en nuestro país termina con la salida del
poder del actual gobernante, anacrónico y camaleónico personaje que
ha presidido uno de los gobiernos más ineficaces y corruptos de
nuestra historia moderna. Más allá de opiniones y analogías lo que
sí debemos plantearnos los venezolanos en este crucial año
electoral, 2012, es que ya estamos transitando el siglo XXI y que el
7 de octubre, sin lugar a dudas, la decisión va a girar en torno a
elegir un candidato del pasado o un candidato que, de alguna u otra
manera, logre crear algunas expectativas válidas de futuro. El
candidato de la unidad opositora pareciera haber entendido cual es su
compromiso más importante, por un lado su edad lo ayuda, pero
igualmente su sensibilidad generacional, por lo menos eso se
desprende de sus palabras y discursos. No nos promete un nuevo
caudillo, ni un hombre providencial, sino un liderazgo de equipo, de
participación, diálogo y consenso. Igualmente habla de soluciones
racionales y de sentido común, frente a nuestros ingentes y urgentes
problemas. Cree y practica el gobierno con las soluciones
tecno-políticas correspondientes y en una gobernabilidad sustentada
en el diálogo, el respeto y los consensos necesarios. Tenemos la
posibilidad y la oportunidad para ello, ya que contamos con el
capital humano, solamente hace falta convocarlo. Hay que evitar el
sectarismo y no seguir confundiendo estado y gobierno. La burocracia
tienen que ser profesional, de carrera y no partidista. El otro
candidato, el oficialista, empecinado en no abandonar el poder, sigue
obcecado en el discurso del odio, de la división y el mal gobierno.
Su promesa más reiterada es el gobierno autoritario y la
arbitrariedad de la ley hecha y administrada a la medida del
gobernante. El gobierno moderno se define desde la gerencia y la
administración y el liderazgo no es otra cosa que la capacidad de
construir consensos desde el equilibrio y con un fuerte anclaje en lo
ético que comienza y se expresa desde el lenguaje y la conducta de
todos y particularmente del gobernante. El 7 de octubre no puede ser
producto de una confrontación estéril sino de una acompaña
electoral que privilegie el futuro sobre el pasado y que a pesar de
las provocaciones, abusos y ventajismos del poder actual se mantenga
por lo menos de parte de la oposición y su candidato en la línea
estratégica del proyecto democrático y el desarrollo progresista de
nuestro país.
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