domingo, 9 de noviembre de 2014

Realidad y utopía de la fraternidad en América Latina y la educación como factor de identidad, integración y unidad


I

América, para los europeos, de 1492 en adelante, es un idea difusa y confusa, proyección de todas las leyendas y mitos de la antigüedad, como la Atlántida y la Última Thule, hasta imaginarla como el paraíso terrenal, tal como lo expresa en algún momento la afiebrada mente medieval de Colón.

Los navegantes, exploradores y cronistas más lúcidos, poco a poco fueron reconociendo la realidad americana como un mundo nuevo. Definitivamente no eran las tierras de Oriente, Catay y Cipango, poyección fantástica de la mitología creada por Marco Polo. No había transcurrido medio siglo del llamado descubrimiento cuando era evidente que se trataba de un Orbe Novo, es decir, un nuevo continente, intuído y experimentado por mentes renacentistas, entre otros, como Américo Vespucci y Pedro Martyr de Anghieria, que aunque nunca estuvo en América, tenía el privilegio, como secretario de la Corte, de recibir y procesar casi toda la correspondencia que venía del nuevo continente. El nombre temprano de América fue producto de una percepción equivocada de un cartógrafo que erróneamente identificó en los nuevos mapas las tierras de Colón como las tierras de Américo, equívoco definitivo y que de alguna manera ayuda a crear una idenidad fundada en la precariedad y la confusión.

La idea más persistente, en el siglo germinal del “nuevo” continente, es la utopía, coincidiendo con el libro de Tomás Moro de la misma época y con ese título. Ésta, encarna o debería encarnar en las tierras recién descubiertas. Idea que fue asumida por autores influyentes en los siglos siguientes, entre otros, Rousseau y Hegel. Así fue como, de manera intelectual y eurocéntrica, terminamos definidos y asumidos como el continente del futuro, la tierra de la utopía y nuestras élites se lo creyeron y así lo proyectamos en nuestros sistemas constitucionales, educativos, mentalidad y cultura hasta nuestros días. La literatura terminó sustituyendo a la historia, y el mito-histórico fue nuestra particular mitología de tierra-paraíso. Los del norte se lo han creído y creen haberlo construido, y los del sur seguimos pensando que nos toca construirlo.

Conceptualmente vivimos en estas tierras del sur, de ambigüedades identitarias y confusiones antropológicas-culturales. Nos dejamos arrebatar la condición de americanos y asumimos los nombres que el colonialismo francés impuso, en su empeño por regresar a sus colonias americanas, y de paso, justificar la invasión a México. Así se impone la idea, concepto y nombre de América Latina, una falsa identidad antropológica, que de entrada excluía a aborígenes y africanos. Una identidad por oposición al norte, blanco, anglosajón y protestante (wasp). La referencia más antigua sobre el uso del concepto América Latina lo encontramos en Eugenio María de Hostos, en 1854, en una gacetilla que publicaba en Nueva York en su lucha a favor de la independencia de Puerto Rico, su patria. “América Latina” y “Latinoamericano”, progresivamente fue asumida por la mayoría gracias a su éxito mediático hasta desplazar otras denominaciones o nombres como Ibero-América, Luso-América, Hispano-América, Indo-América, inclusive fue dominante con respecto al Pan-americanismo que los norteamericanos trataron de imponer como un complemento y continuidad de la doctrina Monroe y que sirvió de basamento ideológico a la creación de la OEA. Desde el punto de vista político, literario y cultural, sin lugar a dudas, hoy es nuestra palabra identitaria por excelencia, la condicion de latinoamericano, como expresión de una identidad agredida y humillada por el norte anglosajón y reivindicada siempre como un proyecto que identifica nuestra tierra con el futuro y la utopía. Esto lo asumió de manera militante toda la élite intelecutal del siglo XIX y buena parte del siglo XX y quizá uno de los más emblemáticos es el uruguayo José Enrique Rodó, con su famoso libro Ariel (1900) en donde el norte agresivo e imperialista representaba la materia, con toda su connotación negativa, y estas tierras del sur, el espíritu. Siempre sucede así, cuando la realidad nos es adversa terminamos huyendo de nosotros mismo creando nuestra propia mitología.

II

América, una y múltiple

La visión unitaria del subcontinente, de México a la Patagonia, terminó opacando las profundas e importantes diferencias locales, regionales y nacionales de nuestros diversos países. No terminamos de entendernos en nuestras características antropológicas, culturales, sociales, económicas y políticas, y por consiguiente, no terminamos de asumirnos en la realidad-real. El mito historiográfico nacional con su ideología nacionalista y la mitología literaria tienden a prevalecer sobre los procesos reales que nuestros pueblos han vivido y padecido.

El subcontinente latinamericano (incluído el multi-diverso Caribe) pese a sus diferencias, tiene una poderosa identidad compartida, de tipo cultural y espiritual, de lengua, religión e instituciones, y al mismo tiempo, un fecundo mestizaje en todos los órdenes antropológicos culturales, incluído nuestro poderoso sincretismo. La historia colonial, sin lugar a dudas, homogeneizó el continente en términos políticos, jurídicos, religiosos e institucionales y eso permitió que nuestros procesos emancipadores fueran coetáneos e imbricados e interconectados entre ellos, tanto, que se llegó a plantear, y realizar de manera parcial, procesos unitarios importantes, como por ejemplo la Unidad Centroamericana con México. La Gran Colombia, proyecto iluminado de Simón Bolívar, que el historiador Castro Leiva, llamó la “ilusión ilustrada”, y más al sur, la Unidad del vasto continente brasileño y las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Como consecuencia de la independencia, el continente al sur, se asumía grande y unido, pero la realidad fue otra, el surgimiento de élites y oligarquías locales que impusieron la idea de patria grande como discurso y patria pequeña como realidad y que terminó definiendo los proyectos de estados nacionales que todavía hoy subsisten. Si las guerras emancipadoras imponían una visión estratégica unitaria continental, la realidad de los intereses concretos impuso las realidades integradoras de los estados nacionales, creándose al efecto dos dinámicas, al norte, los Estados Unidos, un proyecto federal en permanente crecimiento territorial y de poder, y al sur, los Estados DesUnidos, con fronteras precarias y algunas de ellas, todavía hoy, en discusión, y con lazos neo-coloniales en el proceso economía-mundo que liderizaban europeos y norteamericanos.

Con la doctrina Monroe (1823), oficialmente cancelada por el gobierno de Obama en el 2014, se pretendió “unir” el continente bajo la guía y dominio norteamericano, que no era otra cosa que el designio colonial e imperial de la potencia emergente y que en el siglo XX se continuó con la doctrina del panamericanismo, y unas décadas después de la creación de la OEA, el proyecto integracionista de la ALALC bajo el tutelaje norteamericano y que en la práctica continuó con los diversos tratados de libre comercio que se han venido propiciando y firmando.

En una perspectiva dialéctica inevitable frente al expansionismo norteamericano surge una fuerte corriente latinoamericanista que se potencia con el triunfo de la Revolución Cubana (1959) y que nos coloca de manera absoluta en la historia universal, primero como países tercermundistas en alianza estratégica con países de Asia y África (el tricontinental), y después claramente ya, formando parte de los escenarios de la guerra fría con fuertes acentos nacionalistas, aunque sin renunciar nunca al discurso integracionista.

Empezando el siglo XXI, el latinoamericanismo está en plena vigencia, y en él confluyen todos los agravios históricos sufridos por estos pueblos y todas las esperanzas que en términos reales sirven de base ideológica a diversos intereses integracionistas como el Mercosur, Unasur, Pacto Andino y los Acuerdos de los Países del Pacífico, todo lo cual ha llevado a diversas experiencias de integración, en su mayoría fallidas, o insuficientemente desarrolladas, ya que los factores políticos endógenos tienden a prevalecer y nuestras economías no terminan de desarrollarse como para sustentar un proyecto continental y global de integración efectiva y comercio internacional exitoso.

En estos procesos de integración, mención aparte merecen los esfuerzos de la Iglesia en potenciar y articular una visión compartida de América Latina y cuyo instrumento más efectivo, sin lugar a dudas, fue la creación del CELAM (Consejo Epicospal Latinoamericano) y los importantes documentos que desde allí se han producido. Producto de este esfuerzo de evangelización y lucidez son muy pertinentes algunos textos como los contenidos en el llamado “Documento de Aparecida” que insisten en la multiversidad antropológicia y cultural como riqueza y esperanza. “Los indígenas constituyen la población más antigüa del continente. Están en la raíz primera de la identidad latinoamericana y caribeña. Los afroamericanos constituyen otra raíz que fue arrancada de África y traída como gente esclavizada. La tercera raíz, es la población pobre que emigró de Europa desde el siglo XVI, en búsqueda de mejores condiciones de vida y el gran flujo de inmigrantes de todo el mundo desde mediados del siglo XIX. De todos estos grupos y de sus correspondientes culturas se formó el mestizaje que es la base social y cultural de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, como lo reconoció ya la 3era conferencia general del episcopado latinoamericano celebrada en Puebla, México.”... “La veriedad y riqueza de las culturas latinoamericanas, desde las más originarias, hasta aquellas que con el paso de la historia y el mestizaje de nuestros pueblos se han sedimentado en la naciones, están llamadas a converger en una síntesis capaz de orientarnos hacia un destino histórico común”.

El tema de la identidad en América Latina ha sido permanente y recurrente, desde el siglo XVII hasta nuestros días, y que puede ser sintetizado, tal como lo plantea Leopoldo Zea en su libro “Simón Bolívar, integración en la libertad” en los siguientes términos “El problema de la identidad, ¿Quienes somos los hombres de esta América?; El problema de la dependencia ¿Por qué somos así?; El problema de la libertad, ¿Podemos ser de otra manera?; y el problema de la integración, ¿Integrados en la dependencia, podemos integrarnos en la libertad?. Estos interrogantes se venían planteando desde el siglo XVIII, las respuestas fueron diversas pero coincidentes en los puntos esenciales y quizá uno de los más lúcidos fue el propio Bolívar en su carta de Jamaica (1815) “Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad civil... no somos indios ni europeos sino una especia media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: En suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestos derechos los de Europa, tenemos que disputar, éstos, a los del país, y que, mantenerlos en él contra la invasión de los invasores; así nos hayamos en el caso más extraordinario y complicado”. Esta era, y en parte sigue siendo, la visión de las élites latinoamericanas, en el sentido de asumirse españoles-americanos e intelectualmente europeos-americanos, contradicción que se mantiene hasta nuestros días, que seguimos asumiendo nuestra realidades desde la perspectiva de las ideas eurocéntricas, lo que llevó al maestro Simón Rodriguez a ironizar sobre la situación de “traer ideas coloniales a las colonias”. De allí el empeño de algunos autores, especialmente en el siglo XX, de tratar de re-pensar la realidad del Continente a partir de la propia realidad, lo que ha permitido desarrollar un pensamiento teórico sumamente importante como la llamada Filosofía Latinoamericana y la propia Teología de la Liberación.

La gran contradicción que se vive es que lo diverso no termina de ser integrado en una cosmovisión compartida que permita acceder a una fase evolutiva más avanzada y que posibilite hablar con propiedad, ya no solamente de los proyectos libertarios e igualitarios, que inspirados en la Revolución Inglesa, norteamericana y francesa, sirvieron de basamento a nuestros procesos emancipadores así como el propio pensamiento católico que apuntaló muchas de las actitudes y políticas que Lewis Hanke llamó la lucha por la justicia en América, así como nuestro incipiente constitucionalismo como es el caso de Venezuela de la Declaración de Independencia, cuyo autor principal fue Juan Germán Roscio con una fuerte influencia católica y neo-tomista en su formación y pensamiento.

III

Integración, Educación y Fraternidad

La fraternidad como necesidad, más allá del valor principista y utópico del concepto de fraternidad, la palabra olvidada de la modernidad se convierte en un imperativo categórico moral, político y económico, por la sencilla razón de las múltiples amenazas que la humanidad padece. La agonía ambiental de la tierra, el peligro latente y real del holocausto nuclear, la galopante demografía y el agotamiento de modelos socio-políticos y económicos productores de pobreza e injusticias. En consecuencia, todos los modelos de desarrollo que la evolución y la tecno-ciencia posibilitan tienen que asumirse desde la fraternidad que de alguna manera viene a ser la síntesis dialéctica de los otros dos principios de la civilización actual: la libertad y la igualdad, que conjuntamente con la fraternidad, terminan expresando y sintetizando un proceso civilizatorio todavía por construir y cuyo logro más importante quizá sea, en 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que suscribieron todos los gobiernos del mundo y que de alguna manera es la doctrina que permite identificar y definir el sistema político más adecuado a los intereses de la humanidad, dentro de un concepto evolutivo de la idea de progreso y democracia.

Estas amenazas o desafíos nos llevan a la necesidad de definir una nueva Paideia, que puede sintetizarse en la cooperación solidaria, porque cooperamos o perecemos. Es obligante trabajar por un mundo solidario y fraterno, ponerle fin a la historia cainítica, suena utópico y quizá lo sea en el corto y mediano plazo, pero sin lugar a dudas, es la utopía necesaria en este siglo XXI, que por los acontecimientos de los últimos años pareciera empeñado en repetir las tragedias que marcaron a fuego nuestro siglo XX, un siglo sin dios, según el decir de Martin Buber

En pleno desarrollo una crisis mundial de un orden que no termina de definirse ni en función de los intereses geopolíticos de las grandes potencias, ni tampoco en función de los intereses compartidos de la humanidad.

Los seres humanos existimos en y con los “otros”, en la alteridad del reconocimiento, reconocer y ser reconocidos. Esta exigencia de primer orden pudiera ser canalizada a través de un proyecto educativo inclusivo, “educación de todo para todos” y que permitiría desarrollar e integrar la humanidad en una conciencia cósmica de habitantes de la tierra, y por consiguiente, cuidadores de ella, así como cuidadores de nuestros hermanos, para poder responder afirmativamente a la pregunta que Dios le hace a Caín “¿Dónde está tu hermano? Y que pudiéramos responder de manera afirmativa: con nosotros y en acompañamiento solidario.

El problema de la integración y de la educación es su caracter histórico, por aquello que decía Hegel que lo real siempre es racional y lo racional siempre es real, es decir, que los seres humanos estamos limitados en tiempo y espacio, o como diría Ortega y Gasset, yo y mi circunstancia, o mejor sería decir, yo, mis circunstancias y mi consciencia. Toda realidad responde a unos límites históricos en función de un presente que en realidad es, un entrecruzamiento de tiempos, en donde pueden identificarse estructuras, sistemas e instituciones. El límite siempre es la realidad y en ese sentido la realidad dominante, en términos políticos, es el estado-nación y la sociedad nacional, y en consecuencia, tanto la integración como la educación encuentran sus posibilidades y límites en la estructura de un mundo formado geo-políticamente por naciones con intereses propios y diversos. Es axiomático y universal el principio que los paises no tienen amigos sino intereses, y éstos tienden a prevalecer en las relaciones internacionales que por definición son desiguales, porque siempre una de las partes, la más desarrollada tiende a favorecerse en al relación. Otro tipo de integración, ya no comercial sino ideológica, que termina creando unidades trasnacionales artificiales, cuyo ejemplo más importante, sin lugar a dudas, es la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). No importa la motivación de las relaciones internacionales, lo cierto es que el factor nacional sigue siendo el dominante, con su sentido sectario, desintegrador y poco solidario, como una especie de autarquía espiritual, a pesar de que sabemos que que ninguna nación es viable por sí misma.

Una situación parecida se vive en el plano educativo, la educación nacional con su visión local y nacionalista tiende a prevalecer sobre cualquier otra perspectiva, de allí que la educación se agota en el plano nacional, entre una formación profesional o utilitaria y una formación de visión profundamente nacionalista, inclusive en el campo de los valores, muchos de ellos terminan siendo expresión de intereses y particularidades locales y nacionales, conspirando todo ello frente a una visión de un mundo integrado e interdependiente y una humanidad única acompañándose en la solidaridad. En nuestras escuelas se siembra el germen del patriotismo que cada día termina siendo no solamente anacrónico sino inconveniente para las necesidad y fines de la nueva humanidad.

Dice Kant, que la conciencia nunca puede exceder la experiencia, y si esto es así, la experiencia de la mayoría de los habitantes del planeta no excede más allá de las fronteras locales y nacionales, clanicas o tribales. Lo extranjero y el extranjero sigue teniendo una fuerte carga negativa de exclusión y de diferencias, a pesar del cosmopolitismo de la época y la globalización en curso. Estos son algunos de los límites históricos que nos impone la realidad y que tenemos que tomar en cuenta para tratar de trascenderlos en una nueva paideia y un nuevo proyecto educativo que nos permita acceder a una consciencia y unas posibilidades que no se agoten en el presente-pasado sino en un presente-futuro. Tenemos que asumirnos con total vocación y convicción como “contemporáneos del futuro” y de esa manera, las diversas ideas y planteamientos y discusiones que se vienen dando en torno al tema de la fraternidad cobran vigencia y pertinencia.

En el diálogo en desarrollo en torno al tema de la fraternidad hay que replantearse totalmente los contenidos de los diversos programas del currículo de nuestros sistemsa educativos y es fundamental al respecto, formar al nuevo educador (educar a los educadores no solamente es un aggiornamento con respecto a los nuevos paradigmas y tecnologías sino la necesidad de re-situarlos en un horizonte de valores que respondan a los desafíos del siglo XXI). Al respecto son útiles los planteamientos que se vienen haciendo en las últimas décadas, una Ética Universal del teólogo Hans Kung o el filósofo Edgar Morín con su Ética de la solidaridad, Ética de la comprensión y una Ética del género humano. Siendo la diversidad antropológica y cultural una riqueza, termina siendo limitante para una visión universal y ecuménica del género humano. Hay que asumir la experiencia-consciencia del navegante del espacio, cuando visualiza desde éste, la morada-tierra y no la particular nación a la cual pertence, no puede sentirse menos que terrícola, habitante de la tierra, lo cual nos obliga a preservarla y a sobrevivir sobre ella en paz y acompañamiento fraterno.

Ángel Lombardi
@angellombardi




Nota: “El principio olvidado: La fraternidad” En la política y el derecho. Antonio M. Baggio (comp.)
La fraternidad en perspectiva política” Exigencias, recursos, definiciones del -principio olvidado-. Antonio M. Baggio (comp.)
Estudios recientes sobre fraternidad” De la enunciación como principio a la consolidación como perspectiva. Osvaldo Berreneche (comp.)
Fraternidad y conflicto” Enfoques, debates y perspectivas. Pablo Ramírez Rivas (comp.)
La brasa bajo la ceniza”. La fraternidad en el pensamiento de la integración latinoamericana. Un recorrido. Domingo Ighina.
Fraternidad e instituciones políticas”. Propuestas para una mjor calidad democrática. Lucas Cerviño (comp.)
Fraternidad y educación”. Un principio para la formación ciudadana y la convivencia democrática. Rodrigo Mardones (ed.)

Colección codirigida con la RUEF (Red Universitaria para el Estudio de la Fraternidad): espacio académico integrado por docentes, investigadores, graduados y alumnos avanzados de múltiples disciplinas, que pertenecen a diversas universidades de América Latina. (www.ruef.net.br)

domingo, 7 de septiembre de 2014

"Los pequeños seres"


Judas, termina siendo una metáfora de la condición humana, nadie es inocente; todos, de una u otra manera conocemos el pecado y somos responsables, pero en este destino humano compartido, siempre hay algunos individuos que terminan haciendo cosas que los coloca de manera emblemática en la vergüenza, aunque existe la posibilidad, siempre, del arrepentimiento, tal como sucedió con este personaje arquetípico, Judas.

En los sistemas totalitarios se desarrollan conductas infamantes, que aunque forman parte de la condición humana, en cualquier sistema y en cualquier tiempo se potencian en estos sistemas que estimulan y reconocen estas conductas oblicuas. Informantes y delatores son personas del común, como todos, pero terminan diferenciándose, unos porque obedecen sin juicio y sin límite, otros actúan por temor y amenaza, otros por convicción, fanáticos e incondicionales y otros por codicia, todos terminan con sus acciones y conductas degradando la condición humana. Es la herencia cainítica, es la historia reiterada de Caín sacrificando a Abel, la actitud del primogénito en la parábola del hijo pródigo, es la condición humana reducida a celo y envidia, por no ser el otro propio de almas atormentadas por complejos y agravios reales o imaginarios.

En todos los sistemas y gobiernos existen informantes, delatores y torturadores, pero solo proliferan en dictaduras y sistemas totalitarios. En nuestro país, la memoria reciente nos retrotrae a la tiranía de Juan V. Gómez y la dictadura de Marcos P. Jiménez, y los últimos 15 años cuando la crisis histórica que venimos padeciendo y el atraso cultural y la debilidad ideológica ha alimentado la posibilidad de una neo-dictadura o neo-totalitarismo. Desde el primer momento se fueron creando las condiciones para enmarcar la vieja historia de una nación dividida y antagónica, con la pretensión absurda de los buenos de un lado y los malos del otro lado. Se creó la perversa lista Tascón y a partir de allí no ha cesado la amenaza y las represalias sobre quienes, por una u otra razón, no se identifican con los que ejercen la hegemonía del poder. Da la impresión de que en nuestra memoria de pueblo no existieran las vergonzosas experiencias del siglo XX, con sus campos de exterminio y sus muchos Gulag. Cuando la libertad y la dignidad humana son sacrificadas los seres humanos regresamos a las catacumbas de la historia.

lunes, 4 de agosto de 2014

El agotamiento de los “Ismos”


El siglo XX estuvo plagado de “ismos”, cada uno generaba un fanatismo de secta y una intolerancia de guerra religiosa, el resultado fue una humanidad violenta y convulsionada.
El más persistente y nefasto, en muertes y destrucción fue el nacional(ismo). Su antítesis dialéctica fue el internacional(ismo) comunista que a la larga terminó también en un nacional(ismo) militante y agresivo. Fasc (ismo), naz(ismo), falang(ismo), popul(ismo), peron(ismo) y así en cada continente se fueron multiplicando los muchos (ismos) que terminaron definiendo toda la historia política contemporánea, que en cuanto a violencia y destrucción fanática, rememoraban las terribles guerras religiosas del pasado. En el siglo XXI si no llegamos a trascender estos (ismos) de la intolerancia, terminaremos repitiendo y multiplicando la violencia y la destrucción.
Uno de los dramas humanos mayores es que el cambio de mentalidad es lento y siempre llega tarde, solo cuando la realidad y la necesidad nos obligan, cambiamos, no por convicción sino por necesidad.
El armament(ismo) en pleno auge y las industrias de la muerte como base y fundamento de la economía de muchos países no presagian nada bueno. La política que debería prevenir estas situaciones y realidades y propiciar un cambio en sentido positivo, al contrario tiende a ser adocenada y anacrónica, más propensa a la inercia de los intereses creados así como el político tradicional, casi siempre pragmático y cínico es un sostenedor del “Statu Quo” aunque en el discurso tienda a presentarse como un abanderado del cambio.
La democracia conocida necesita de los partidos políticos, pero éstos, cada día representan menos. Un buen ejemplo es nuestro país en donde según todas las encuestas indican que no más del 30% de los venezolanos se identifican con algún partido. El gran partido es la mayoría silenciosa y esta, si no muta en sociedad civil organizada perece políticamente en su nadedad efectiva, es decir en la queja cotidiana y en el desahogo emocional, sin efectividad e influencia sobre los hechos políticos reales y sin capacidad de ejercer presión sobre el gobierno y el poder.
La política era oficio de pocos e interés de muchos, hoy pareciera naufragar en el desinterés de la mayoría. El vacío de participación y representación termina abriéndole paso a los demagogos de siempre, que con un discurso engañoso, ilusionan y arruinan sociedades y pueblos enteros, sobran los ejemplos, Italia y Alemania de la post-guerra la Rusia post-soviética así como toda Europa Central y Oriental y aquí en nuestro continente Cuba, Argentina y Venezuela. En Asia hay casos emblemáticos como Camboya, Corea del Norte y África, hay tantos ejemplos, con Zimbawe a la cabeza, configurando un verdadero catacl(ismo) político, económico y social.

viernes, 11 de julio de 2014

Reconciliar al país


En toda situación humana, individual o colectiva, se plantea una dialéctica de cambio y una tensión inevitable entre lo real-posible y lo real- deseable lo nos obliga a “asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo” dice el Papa Francisco. Igual recomendación hace el Eclesiastés: todo tiene su tiempo. Llevado esto al plano temporal y contingente de nuestro momento histórico, la decisión a tomar para todos los actores políticos y sociales es: confrontación o reconciliación. En lo personal, sin ninguna duda, lo segundo.
Como reconciliar las dos Venezuelas o mejor, las muchas Venezuelas: crispadas, atemorizadas, confundidas y llenas de incertidumbres y problemas. Por un lado luce irreal el empeño de imponer un proyecto ideológico hegemónico, en si mismo anacrónico e inviable al igual que seguir insistiendo en políticas que han fracasado, como recientemente lo recordara un amigo del gobierno el Presidente Ecuatoriano Correa. Por otro lado, la otra alternativa y de alguna manera también lo recomendó otro amigo del gobierno el ex presidente Lula, convocarnos todos los venezolanos, todos los sectores a desarrollar una política de encuentros críticos y creadores, superando las limitaciones del llamado diálogo formal, prematuramente fallido.
Los venezolanos tenemos que aprender a mirar hacia adelante a resolver nuestros múltiples problemas en clave de futuro y no seguir atrapados en el pasado y mucho menos en nuestros rencores y frustraciones, profundizando nuestros resentimientos y diferencias. Pongamos por delante lo que nos une, nos une Venezuela, nos une un pasado común y un futuro por compartir. Nos une un proyecto político necesariamente democrático y de desarrollo, con beneficios y logros individuales y colectivos. Nuestro compromiso nacional debe ser con la reinvención de la política y la reconciliación del país, desde la gente y con la gente. Transformar la Democracia y seguir desarrollando un proyecto de inclusión y solidaridad, sustentado, no en un discurso sino en un desarrollo real de las fuerzas productivas y particularmente del trabajo creador y competente de todos los ciudadanos.
Nuestra opción como lo plantea la iglesia es por los pobres y los jóvenes y evadir y evitar cualquier camino de violencia. Trabajar por la Paz que comporta una justicia más perfecta entre los hombres. El Papa nos aconseja a “aceptar a sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en eslabón de un nuevo proceso” y bajo ninguna circunstancia quedar atrapados en el

sábado, 14 de junio de 2014

Re-inventar la política


Aunque creamos lo contrario la realidad nunca es conservadora y los políticos y la política no terminan de entenderlo. La realidad del mundo se mueve hacia adelante. Sociedad, ciencia, cultura se van configurando en la dinámica de la nueva sociedad del conocimiento mientras que en la política seguimos anclados en el anacronismo de izquierdas y derechas, una manera cómoda de evadirse hacia un pasado mítico que nunca existió o un futuro irreal que tampoco existe. Se vive de ilusiones, escapismo y evasiones que terminan en un discurso vacío que ni convencen ni movilizan. De allí la necesidad de re-inventar la política desde el ciudadano real y la sociedad real y no desde las diversas marginalidades que la propia sociedad genera y mucho menos desde la “fotografía” de las encuestas, normalmente sesgadas y manipulables, sin menoscabo de reconocer su utilidad y niveles de objetividad necesarios para el análisis. En política el problema de fondo no es el poder, sino a que valores responde y sirve el poder y a quien sirve el poder en este sentido desde 1948 y mucho más en este siglo XXI, la doctrina esencial del poder y el gobierno es el respeto absoluto a los Derechos Humanos. Igualmente el gobierno deja de ser un asunto solamente técnico y debe asumirse también en la perspectiva de la ética. Estado y gobierno no son entelequias jurídicas y mucho menos estructuras vacías sino instituciones formadas por personas concretas al servicio de los seres humanos.
La política ya no solo es sobre ideales e imaginarios sino discurso y acción sobre lo “real en transformación” y eso obliga a asumir la política como “actividad inteligente” que discuta sin dogmas, sin pre-juicios y sin ideas pre concebidas, de no ser así la política termina aburrida, repetitiva y sin interés para la mayoría. La política para que sea interesante y útil, tiene que entenderse y asumirse como una actividad pensante y no reducirse a un simple activismo electoral o a una organización burocratizada de funcionarios del partido, que en algún momento aspiran convertirse en funcionarios del gobierno.
La política debe generar permanentemente respuestas inteligentes y creativas frente a la realidad- real en permanente proceso de exigencia y cambios y en contextos de complejidad e incertidumbre crecientes.
La realidad no es de derechas ni de izquierdas.

martes, 3 de junio de 2014

Pactar la Paz democrática

No hay tarea política más urgente e importante que establecer un acuerdo de convivencia y resolución de conflictos sobre reglas claras y poderes independientes, empezando por el CNE y TSJ.

Es absolutamente ilegítimo tratar de conseguir objetivos políticos por medios violentos igualmente con represión y terrorismo de estado.

Es tarea de la política y de los políticos definir y sincerar las intensiones reales detrás de las palabras paz y diálogo, un buen ejemplo es lo que ha venido sucediendo en Colombia en los últimos treinta años y es preguntarse si realmente las FARC han querido en algún momento la paz. Y esta es la pregunta importante en este momento en Venezuela, la llamada revolución y el plan de la patria son proyectos hegemónicos e irreversibles o son proyectos y políticas coyunturales y por consiguiente sujetos a discusión y cambios. La oposición ha sido clara y reiterativa, particularmente la MUD que solo transita la ruta electoral y las vías Constitucionales. El diálogo no es otra cosa que una posibilidad concreta de entenderse sobre hechos reales y tangibles. De parte del gobierno “el diálogo y la paz” parecieran ser en algunos momentos consignas vacías y estrategias publicitarias para confundir y ganar tiempo, si esta apreciación es correcta se está jugando con fuego y sometiendo al país y al propio gobierno a riegos graves.

La situación económica, en deterioro progresivo e irrecuperable a corto plazo se constituye en el verdadero agente desestabilizador del gobierno y no hay solución si no se desarrolla un acuerdo de convivencia y paz democrática. En la política, y en muchas otras cosas de la vida, el pragmatismo no es necesariamente mala palabra, si no al contrario oportunidades reales de “entenderse” en beneficio del país y el bien común.

Sin lugar a dudas vivimos tiempos difíciles y decisivos, de nuestro sentido común depende en gran medida el desenlace pacífico y democrático de esta profunda crisis histórica en desarrollo de estos últimos treinta años, dramatizada en los últimos quince años por un proyecto hegemónico anacrónico y en estos últimos meses por una crisis económica avasallante.

miércoles, 30 de abril de 2014

Política sin Democracia


En Venezuela, la Democracia en los últimos 15 años se ha venido “achicando” hasta casi diluirse en un gobierno con fuerte tendencia al autoritarismo y un proyecto ideológico claramente totalitario, sustentado en el pensamiento único y una hegemonía en el poder que niega de manera clara la posibilidad de la alternabilidad. La hegemonía gobernante estructurada en torno a Chávez es diversa y difusa, aunque cada sector, perfectamente identificable. Esta hegemonía terminó configurando una autocracia populista (gracias a la generosa y abundante renta petrolera y a una tradición populista existencial y clientelar muy estructurada en la tradición política latinoamericana). Esta hegemonía política se configura sobre grupos y clanes de poder, civiles y militares cuyos ejes más importantes son una izquierda tradicional fuertemente anclada e influida en el modelo cubano y una activa logia militar de origen conspirativo. En su primera fase, 1999-2002, el ideologo visible terminó siendo el argentino Norberto Ceresole, con su peregrina tesis de corte autoritario-totalitario: “Un caudillo, un pueblo, un ejercito” que tanto recuerda en la experiencia histórica reciente el nazi-fascismo-comunismo-franquismo.
Después de los acontecimientos de abril 2002, intento de golpe de estado para algunos y vacío de poder según sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de la época, el caudillo aprendió la lección y se atrincheró en el poder con ánimo de perpetuidad, asumiendo la “franquicia cubana”, exitoso modelo político de dictadura comunista de más de medio siglo. Lo importante no es el desarrollo del país y la democracia sino “atornillarse en el poder”, sometiendo a la sociedad a un control férreo y una manipulación propagandística sostenida. Fracaso económico y social pero exitoso modelo político de dominación y permanencia en el poder y es así como llegamos, 15 años después, a este pobre país rico arruinado, desmoralizado y lleno de incertidumbres. El poder cautivo con el secuestro de todos los poderes públicos delinea una democracia sui géneris que en algunos momentos se confunde con una dictadura también sui géneris. Más que de socialismo del siglo XXI se puede hablar de un modelo político, paradójicamente definido como postmoderno, siendo profundamente anacrónico. Para acentuar la paradoja, estamos en presencia de un ensayo político económico, ya asumido por Cuba que no es otro que el modelo Chino, un Estado autoritario con una economía de capitalismo salvaje. Este tipo de paradojas, creo ha ayudado a hacer difícil, conceptualmente, establecer la naturaleza del régimen y quizá ellos haya dificultado a la oposición desarrollar una estrategia político electoral alternativa exitosa y que hoy por hoy se manifiesta en la doble estrategia de calle y diálogo en curso, que a veces se perciben como estrategias complementarias y en otro momento como antagónicas para confusión de la ciudadanía.
Sin lugar a dudas la crisis venezolana, en pleno desarrollo, tiene que ser canalizada en el marco Constitucional y respeto absoluto a los Derechos Humanos, con realismo político pero al mismo tiempo con la claridad conceptual de que el proyecto democrático no puede ser sacrificado.

martes, 22 de abril de 2014

"Democracia sin política"


Nos guste o no, la política es una condición del ser social (de lo contrario seríamos “idiotas” en su significado griego para referirse a quienes sólo se ocupan de sus asuntos privados). Igualmente son necesarios los políticos y los partidos. “Si la política y los tan denostados partidos sirven para algo es precisamente para integrar con una cierta coherencia y autorización democrática las demandas que surgen continuamente en el espacio de una sociedad abierta”. (Daniel Innerarity). Sin menospreciar la experiencia política del pasado, hay que entender, definitivamente que hay que re-inventar la política, por la sencilla razón que la sociedad moderna, abierta, plural y global se está reinventando continuamente. Las élites tienden a aislarse y los partidos se quedan sin identidad, cuando se ubican en un centro amorfo y terminan pareciéndose tanto entre sí, que dejan de ser alternativas ya que los ciudadanos los perciben a todos iguales. Élites y clases políticas, casi siempre en el ejercicio del poder y los privilegios, terminan distanciándose de las mayorías y de allí la falta de representatividad que terminan ostentando. No otra es la causa de la aparición de movimientos casi espontáneos, entre ellos los “indignados” y movimientos sociales y juveniles diversos, ocupando espacios políticos abandonados por los partidos y por nuevos espacios que la tecnología proporciona como las dinámicas y actuales redes sociales. Este fenómeno se está viviendo a plenitud en nuestro país con el creciente activismo protagónico estudiantil, con altos niveles de participación y creatividad y que trasciende a la oposición y al gobierno y se convierte en un movimiento disidente y contracultural, muy definido en la acción y todavía amorfo en cuanto a proyecto político movilizador de la sociedad y que eventualmente pudieran derivar en proyectos políticos alternativos. Parte de la confusión política que estamos viviendo es precisamente la confusión entre lo que pudiéramos calificar de la vieja y la nueva política y cómo, tanto en el partido de gobierno como en los partidos de oposición, éstos fenómenos emergentes, incluido el concepto de sociedad civil, no terminan de ser entendidos y mucho menos asumidos especialmente a partir del celo que provoca una “competencia” no prevista para la movilización social y la participación política.

domingo, 6 de abril de 2014

"Un todo vacío"


Se utiliza el concepto UN TODO VACIO para referirse a esas palabras o lenguajes altisonantes, que pretendiendo decir mucho no dicen nada. También pudiéramos referirnos a la vanidad exagerada o vana-gloria o simplemente al ego inflado. Como categoría política UN TODO VACIO es una pretendida idea o teoría, una teoría, cuyos fundamentos están más en la imaginación que en la realidad y que terminan siendo proyecciones ideales o utópicas de fantasías o ilusiones políticas y así es como hemos terminado asumiendo teóricamente el llamado socialismo del siglo XXI, una proyección irreal o manipulación lingüística de una ambición de poder personal y un proyecto político hegemónico totalitario. Si hablamos de socialismo en términos históricos solo conocemos el del pasado, concretamente el del siglo XX y allí caben solo dos posibilidades o es el llamado socialismo democrático o el comunismo real, practicado desde 1917 en la Unión Soviética y en todos los demás países comunistas incluida nuestra cercana Cuba. Referir el socialismo al siglo XXI, es decir, al futuro es irreal y manipulador ya que nadie sabe realmente los que no va a deparar este siglo XXI que apenas comienza.
Resulta engañoso utilizar ideas y lenguajes del pasado para pretender definir el futuro y casi siempre lo que sucede es que se convierten en mascaras ideológicas para disfrazar u ocultar proyectos de poder muy terrenales y que tienen que ver con personas e intereses concretos. En Venezuela no hay un socialismo del siglo XXI mas allá de la publicidad y del mito. Venezuela no solo no ha cambiado si no que en los últimos 15 años se han consolidado las viejas estructuras de una economía petrolera rentista-populista, con un fuerte acento en la corrupción. Las desigualdades sociales y económicas siguen presentes, más vigorosas que nunca. Lo único novedoso son los nuevos ricos de la burguesía y una nomenklatura formada por funcionarios de alto nivel provenientes del mundo partidista y sectores económicos y militares Definitivamente el futuro no se construye sobre un todo vacio si no sobre realidades y proyectos colectivos compartidos democráticamente, en donde las oportunidades sean reales para todos y las posibilidades formen parte, no sólo de las expectativas sociales generales sino de la preparación y el esfuerzo propio de cada persona. Es lo que sucede en los procesos históricos cuando los individuos dejan de ser “objetos” de la historia y se convierten en “sujetos” de la misma, protagonistas de su propio destino, sin intermediación de mesías ni demagogos.

viernes, 4 de abril de 2014

El Zulia le habla a Venezuela


Para nadie es un secreto que en Venezuela estamos viviendo una larga crisis histórica que lleva en desarrollo casi 30 años y tiene que ver en gran medida con el modelo económico y petrolero que ha marcado la historia nacional de los últimos 100 años. La crisis se agudiza en la misma medida que las élites del régimen no terminan de entenderla y asumirla, así como la pretensión durante 15 años de imponer un modelo económico que no encaja con los principios y valores de los venezolanos, pretendiendo bordear la tentación dictatorial y totalitaria, inclusive adicionando un proyecto Castro-Comunista inaceptable denominado “Plan de la Patria”, el cual es nugatorio de las disposiciones constitucionales. Resulta ostensible la violación constante y sistemática de las disposiciones de nuestra Constitución, como actividad calculada del régimen para imponer un sistema que es contrario a su contenido. El afán por concentrar el poder en el Ejecutivo, el irrespeto a la separación de los poderes, la transformación de nuestras Fuerzas Armadas en una péndice del PSUV, la transformación de facto de nuestro sistema geo-político, la confiscación arbitraria de bienes del dominio privado sin procedimiento previo, la
privación de la libertad de cualquiera que se oponga al oprobio del
régimen, la utilización del Consejo Nacional Electoral como una suerte de Ministerio de Asuntos Electorales del partido de Gobierno, la Fiscalía General de la Republica como garante del “garrote judicial” y una Defensoría del Pueblo siempre alerta para justificar los atropellos contra los civiles, son la fuente del estado de desasosiego e incertidumbre que ha provocado el estado de ingobernabilidad en el que nos encontramos.
La inocultable crisis política se desarrolla a partir de la recesión objetiva de tipo
económico que se venía anunciando por los expertos y que, como siempre ocurre, las propuestas de solución no son atendidas oportunamente por el régimen. El pretender imponer un modelo socialista-comunista dirigido a reducir y eventualmente desaparecer el sector privado, ha dado como resultado una economía arruinada que consolidó el modelo importador. Hoy nuestra patria se ha convertido en una economía de puertos en donde casi todo lo importamos, haciéndonos más vulnerables y dependientes. Como consecuencia de estas desacertadas e inconvenientes políticas que solo han creado una situación de empobrecimiento colectivo, con una inflación de las más altas del mundo y un desabastecimiento cierto que se evidencia día a día en las interminables colas que se han convertido en un referente urbano que destaca
vergonzosamente a la vista de propios y extraños. Si a todo esto agregamos los altos niveles de inseguridad, la precariedad en los servicios públicos, el deterioro progresivo del sector salud y educación, así como el fracaso en otras áreas como la oferta de vivienda y la producción de alimentos, se termina configurando un tsunami económico que la mayoría ya estamos padeciendo, con fuerte tendencia a agravarse. Frente a esta realidad que creemos no es exagerada, la sociedad venezolana ha ido desarrollando una creciente insatisfacción que hoy se manifiesta en calles y plazas del país, siempre dentro del marco constitucional, tal como claramente se expresa en el artículo 68 de nuestra Carta Magna, que consagra: “Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los
que establezca la ley.” En tal razón los venezolanos estamos legitimados para ejercer la protesta que hoy se manifiesta en cada rincón de nuestra amada Venezuela. Ante esta situación el régimen de manera desproporcionada, imprudente y provocadora ha utilizado la fuerza de la represión, extralimitándose en el uso y abuso de la misma y en franco irrespeto a los Derechos Humanos, banalizando la libertad al detener a cualquiera que ejerza el legítimo derecho constitucional a la protesta.
La justicia es el camino para la paz, así como el derecho lo es para la convivencia social. En Venezuela tenemos que entender que todas las partes están en pugna, en donde debemos asumir la tolerancia, la convivencia, el dialogo y el respeto al pluralismo como marco societario de un país democrático que puede manejar sus conflictos y dirimir sus diferencias en Democracia, si seguimos desarrollando la lógica de la violencia y la prédica del odio que solo producen más violencia, más dolor y termina profundizando las diferencias, llevaremos el país a un abismo inconveniente. De allí nuestro llamado a que desarrollemos un verdadero dialogo, donde el gobierno nacional debe propiciar la iniciativa de manera sincera; ya que es un mandato constitucional, y al mismo tiempo dando ejemplo en cuanto al camino a seguir, comenzando por desarmar el lenguaje ofensivo y divisionista, o dicho coloquialmente “respeta para que te respeten”; eso implica el reconocimiento del otro en las diferencias y sobre esa base sentarnos de verdad a desarrollar un dialogo necesario, plural, honesto y constructivo. Para el diálogo propuesto se requieren mediadores que merezcan la confianza de las partes; en ese sentido proponemos a la Iglesia Católica,
a través de la Conferencia Episcopal, al respecto en los últimos días el propio Papa a través de su Secretario de Estado Pietro Parolin y de su vocero oficial Federico Lombardi ha propuesto de manera formal servir de facilitador para un dialogo cada vez más urgente y necesario y que toda la sociedad está demandando y también proponemos a la Organización de Naciones Unidas (ONU) o cualquier otro organismo público o privado que permita generar confianza a las partes. La experiencia contemporánea ha demostrado que cualquier conflicto puede ser canalizado pacífica y civilizadamente siempre y cuando las partes se respeten y busquen puntos de coincidencia y equilibrio. El gobierno debe entender que es inviable su modelo hegemónico de corte autoritario, totalitario, militar y militarista, ya que en la sociedad moderna la economía no funciona por dogmas ideológicos, sino que solo se justifica a
si misma si es productiva y genera bienestar colectivo. Esta sociedad se acostumbró a vivir en Democracia, cree en la Democracia y bajo ninguna circunstancia va a permitir que se le robe o mediatice su derecho a vivir,
desarrollarse y progresar bajo reglas de Libertad y Democracia. Nunca es tarde para iniciar el dialogo. Nunca es tarde para construir la paz. Nunca es tarde para seguir desarrollando una sociedad donde todos cabemos, entendiendo, que una sociedad no se agota en el gobierno y tampoco en la oposición, sino que los incluye y los trasciende. El estado moderno funciona y se legitima no sobre dogmas ideológicos sino sobre la doctrina de los Derechos Humanos y la capacidad de desarrollar un proyecto moderno, democrático, inclusivo y donde el bien común sustentado en la solidaridad no menoscabe los derechos individuales y de propiedad, como el derecho particular a cada persona, de reconocerse en el “otro”, bajo la premisa de desarrollarnos en comunidad con derechos y garantías para todos. Desde el Zulia solicitamos como un gesto humano de buena voluntad de parte del ejecutivo nacional, la liberación de todos los presos políticos y permitir el regreso de los venezolanos en el exilio.

Desde el Zulia insistimos en el cese inmediato de las desacertadas políticas de
ocupación forzosa adelantadas por el régimen, las cuales han devenido en la pérdida de la capacidad productiva del país y en el alejamiento de nuevas inversiones de capital, en tal sentido debe desarticularse de manera inmediata el entramado legal regulatorio que asfixia al aparato productivo con controles del estado, que traen como consecuencia contracción económica y corrupción por lo que consideramos fundamental que al frente de los órganos que toman decisiones en el área económica, deben estar los Venezolanos que nuestras Universidades han formado, aportando sus conocimientos y capacidades para enrumbar nuestro sistema productivo y económico hacia el progreso sustentable. Desde el Zulia exigimos el respeto a los derechos fundamentales del hombre consagrados en nuestra Constitución y en todos los documentos universales sobre derechos fundamentales. En este sentido se invoca el imperativo que todos los ciudadanos deben ser tratados de la misma manera; que el respeto a la opinión de la disidencia sea el corazón de la democracia; que las libertades de pensamiento, expresión, información, reunión, tránsito y protesta pacífica no deben ser cercenadas y mucho menos mediante el uso de la fuerza física, ejercida por órganos gubernamentales o por civiles armados.
Desde el Zulia brindamos apoyo a los estudiantes y a la sociedad civil en general, que manifiestan su inconformidad a lo largo y ancho del territorio nacional porque como ciudadanos tenemos derecho de exigir el cumplimiento de los principios y garantías constitucionales y la satisfacción oportuna y cabal de las necesidades materiales y espirituales.
Los Zulianos exigimos de manera enérgica y enfática, el inmediato cese a la
brutalidad con la que han sido tratada nuestra juventud, golpeados, humillados y detenidos sin trámite alguno, y peor aún, asesinados por quienes deberían
protegerlos, por el simple acto de reclamar dentro de la Constitución, las erradas prácticas de un régimen sin rumbo y dirigido por una gerontocracia que ha sometido al pueblo cubano a la más larga de las tiranías que hoy existe en nuestro planeta. Así mismo, debe constituirse una “Comisión de la Verdad”, imparcial y autónoma, que determine la responsabilidad en la muerte de los 40 Venezolanos que han caído en esta confrontación que el régimen se empeña en alimentar. Desde el Zulia, exigimos la reinserción de las Fuerzas Armadas en el rol que les corresponde como garante y defensores de la soberanía venezolana tal como la establece nuestra Constitución.
Desde el Zulia manifestamos nuestro sentir que la paz llegará a Venezuela cuando se instaure la Justicia y se recupere el Estado de Derecho, aspectos para los cuales se hace obligante el respeto al sistema de división y autonomía de los poderes públicos, premisa fundamental para el funcionamiento de una democracia. Desde el Zulia, exigimos el desarme inmediato, absoluto y efectivo de los mal llamados colectivos, que como es público y notorio son bandas de paramilitares armados de intimidación política.
En este mismo orden de ideas, y actuando con estricta sujeción a las disposiciones constitucionales, exigimos de manera inmediata la designación de nuevos Rectores en el Consejo Nacional Electoral (CNE), así como los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y del Contralor General de la República, pues los que ocupan esos cargos no fueron designados según dispone nuestra vigente Constitución Nacional.
Así mismo, exigimos al régimen que debe garantizar el Derecho a la Libertad de
Expresión Libre y Plural, con especial énfasis en la eliminación de la Política de
Estado orientada a producir auto censura por parte de los medios de comunicación. Al efecto, exigimos respeto para el ejercicio de la labor de los periodistas, quienes son agredidos de manera artera y premeditada por parte de las fuerzas militares y policiales del régimen.
Desde el Zulia, exigimos el cese inmediato a la sistemática política del régimen de criminalizar el ejercicio de la función pública, como arma de intimidación para subyugar a quienes fueron electos de manera soberana, en tal sentido es inaceptable la pretensión de subordinar la soberanía popular a otros poderes que jerárquicamente se ubican por debajo de la voluntad del pueblo, tal y como dispone el artículo 5 de nuestra Constitución: “Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”. En tal sentido con estupor y no menor asombro, observamos como el régimen utilizando a los tribunales como “garrote judicial”, ha atropellado la voluntad soberana del pueblo expresada a través del voto, mediante decisiones de una élite circunstancialmente en funciones jurisdiccionales, que ejecuta las órdenes
del régimen a través de procedimientos inconstitucionales de usurpación de
competencias y abuso de poder.
Desde el Zulia proponemos un acuerdo de gobernabilidad que debe materializase con la participación de todos los sectores de nuestra sociedad, exigiendo como valores fundamentales en el ejercicio del Poder Público el respeto al Estado de Derecho, la honradez y la ética.
Desde el Zulia denunciamos y exigimos la restitución de la Soberanía Nacional, hoy burlada por la entrega de las decisiones de Estado a otros países. Muestra de ello es la grotesca injerencia en Registros, Notarias, Fuerzas Armadas y Sistema de Comunicaciones que ejecutan funcionarios cubanos quienes imparten órdenes bajo la complacencia y autorización del régimen.
Debemos propender a que la Fuerza Social Ciudadana, pueda expresar su opinión de forma libérrima, y al respecto el Gobierno Nacional debe entender su ejercicio y ejecución como una tarea de servicio público, orientada a lograr para la sociedad venezolana: igualdad, equidad, democracia, libertad y justicia; mediante la extinción de la pobreza y las desigualdades sin distinciones ni exclusiones de ningún tipo; rechazando de manera enfática los privilegios derivados del ejercicio del Poder Público; garantizando a toda la población no solo el acceso a la democracia electoral, sino también a una auténtica democracia de carácter integral. Venezuela no renuncia a la esperanza, Venezuela no renuncia al futuro y desde el Zulia queremos contribuir a hacer realidad esa esperanza y a colaborar a la construcción de ese futuro.

100 años de Economía Petrolera (1914-2014)


Sin caer en el mecanicismo histórico marxista y mucho menos en el determinismo económico, pero sin lugar a dudas no puede entenderse y explicarse el último siglo venezolano sin recurrir a lo que ha significado el petróleo para el país en todo sentido. Este mineral, que en el subsuelo no tiene ningún valor económico, extraído, producido y distribuido se convierte en uno de los productos más apetecidos y rentables para la economía moderna que como se sabe funciona a partir de las fuentes de energía. El petróleo, en las primeras décadas del siglo pasado fue explotado por transnacionales norteamericanas y anglo-holandesas, y el país por concepto de renta recibía una ganancia absolutamente marginal con respecto al valor real del producto. En 1943, el Estado venezolano, no sólo fue incrementando su participación en la renta petrolera sino que se involucró progresivamente en el manejo de la industria, hasta culminar con la nacionalización en 1976, siendo mas una estatización de la industria que una verdadera nacionalización.
Desde 1922 hasta hoy, la economía venezolana ha dependido fundamentalmente de estos ingresos petroleros creando una distorsión que se conoce con el nombre de “efecto Venezuela” que significa, básicamente, una economía importadora de puerto y una sociedad vorazmente consumista, alcanzando su mayores niveles de perversión en los momentos en que los precios del petróleo eran más altos en el mercado mundial y los ingresos se multiplicaron aceleradamente, así es como se habla de un primer boom petrolero en la década de los 70 del siglo pasado y en esta primera década comenzando el siglo XXI. Paradójicamente, mientras más dinero entraba más aumentaba la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia, de allí que el llamado “efecto Venezuela”, terminó siendo un mal ejemplo para el mundo de lo que no debe hacerse en materia de economía política.
Gracias a la renta petrolera pudiéramos sintetizar la historia del último siglo como 70 años de progreso del país en todos los órdenes, convirtiéndonos en una economía y una sociedad exitosa, hasta los últimos 30 años de una crisis recurrente, de un país empobreciéndose y unas élites desorientadas pero que no dejan de seguir consumiendo improductivamente la renta petrolera.
En la percepción psicológica y sociocultural del venezolano el petróleo es lo mejor y lo peor que nos ha pasado y así se expresa en nuestra literatura al identificar a Mr. Danger como la principal amenaza al desarrollo del país y que terminó calificando al petróleo como excremento del diablo. Al final no es el petroleo culpable de nada sino quienes lo han administrado, los diversos gobiernos, que desde Gómez hasta hoy lo siguen haciendo con total arbitrariedad y distribuyendo la renta producida para formar una burguesía nacional siempre vinculada al poder político y una población que se acostumbró a una expectativa de derechos sin responsabilidades y que en términos políticos permitió alimentar una concepción del Estado y del gobierno básicamente populista.

miércoles, 26 de marzo de 2014

La República democrática civil


Un error frecuente entre nosotros es pensar que las cosas comienzan hoy, alguien nos llamó en el siglo XIX paises del primer día dela creación, refiriéndose en general a Latinoamerica. Así mismo, otro error frecuente, es proyectar desde nuestro voluntarismo político, un mañana producto de nuestros deseos mas que de nuestras tradiciones y posibilidades reales. Uno de los aprendizajes fundamentales en términos socio-culturales es el concepto de continuidad y cambio y cómo las cosas se obtienen más por reformas oportunas que por interrupciones bruscas de la continuidad societaria. En Venezuela, en 1810, se diseñó una Constitución y una República liberal de corte civil, pero que lamentablemente la circunstancias y los hechos históricos de las guerras y los conflictos, terminaron desarrollando una república incivil totalmente dominada por caciques y caudillos y signada por la violencia. En el siglo XX, y gracias a la explotación petrolera, el país pudo contar con una base material necesaria para desarrollar un proyecto democrático moderno, que con altibajos y accidentes diversos hemos venido desarrollando como sociedad en los últimos 100 años signado por la sombra del petróleo (1914-2014).
Para Mariano Picón Salas nuestro siglo XX comenzó en 1936, a raíz de la muerte del dictador Juan V. Gómez, a mi entender casi me atrevería a decir que el siglo XXI comenzará cuando derrotemos políticamente este proyecto insensato de autocracia decimonónica y totalitarismo propio del siglo XX. Es convicción que el futuro nunca puede conjugarse en pasado, aunque como ya habíamos dicho, el pasado es fundamental para preparar el futuro. No hay tarea más importante que continuar construyendo la democracia civil y la modernidad necesaria que se traduzca en bienestar colectivo sobre la base de una sociedad educada, plural, tolerante, con gobiernos alternativos y división e independencia de los poderes. Tenemos la plena confianza, apuntalada sobre las muchas experiencias positivas del siglo XX que Venezuela, con la palanca petrolera todavía a su disposición puede seguir configurando una sociedad industrial, moderna y democrática, el reto es hacerlo en paz y dentro de los canales legales y constitucionales que la civilización nos obliga y en donde todos los sectores puedan expresarse y participar, sin exclusiones de ningún tipo. Venezuela es de todos y la hacemos entre todos, como creo que dijo en algún momento Rómulo Betancourt.

martes, 18 de febrero de 2014

¡Que vivan los estudiantes!


En la sociedad moderna, la juventud ha venido a simbolizar, en términos políticos y culturales, como una especie de vanguardia contracultural y antisistema, por una razón muy simple y es que en ella (la juventud) se desarrolla de manera psico-biológica una especie de instinto de futuro que la obliga a reaccionar contra todo aquello que de una u otra manera privilegia el status quo y los intereses y poderes establecidos. Es como el agua fresca y torrentosa de un río que tiene que circular y avanzar siempre para no dejarse atrapar por el pantano. Esta realidad se potencia en aquellas sociedades en las que estadísticamente la juventud representa un porcentaje importante de la población. En los llamados procesos de cambio contemporáneos, las vanguardias siempre se identificaron con sectores sociales muy definidos y fundamentalmente con las élites que representaban esos sectores, así sucedió con las llamadas revoluciones burguesas incluido nuestro proceso emancipador y las vanguardias juveniles de esa clase emergente. El mismo fenómeno se repite con las élites intelectuales que privilegiaron al proletariado como protagonista principal de la historia, y por último, especialmente emblematizado en el mayo del 68 francés, la revuelta o rebelión estudiantil a nivel global, que adquirió casi connotaciones míticas y al respecto son emblemáticas las consignas de “prohibido prohibir”, “la imaginación al poder” y “el cielo por asalto”. Era como la utopía hecha realidad. Esta tradición política-cultural de alguna manera se ha prolongado hasta nuestros días con el llamado movimiento de los “indignados” y las rebeliones civiles de diversos países incluida la llamada primavera árabe y el actual movimiento ucraniano en donde, el componente juvenil ha sido determinante. De alguna manera es lo que está sucediendo en el proceso político nacional, un sistema de intereses y de poder de corte autoritario y que tiende a cerrarse y excluir inevitablemente concita esta conciencia de movilización juvenil, encarnada fundamentalmente en el sector universitario que clama por un sistema abierto y plural y un país con futuro ya que para ellos el pasado no tiene mayor importancia y el presente en su precariedad e inestabilidad no les garantiza otra cosa sino incertidumbre y falta de oportunidades. Una debilidad de estos movimientos estudiantiles es que si no son asumidos por la sociedad civil y no se acompañan por un planteamiento programático de interés para toda la sociedad, terminan agotándose en sí mismo, hasta que otra generación estudiantil de relevo vuelva a asumir las mismas inquietudes y se manifieste al respecto, tal como ocurrió en Venezuela en el 2007 y que se reproduce hoy en el 2014.
La llamada generación del 28 termina teniendo sentido histórico en la medida que convierte su rebelión y protesta frente a un régimen despótico en un programa político democrático y modernizador como expresión del todo social y que pudieron realizar parcialmente una vez que acceden al poder.

lunes, 10 de febrero de 2014

"La renta y el reclamo"


“La renta y el reclamo”: “Ensayo sobre petróleo y economía política en Venezuela”, de Diego Bautista Urbaneja, publicado por la Editorial Alfa. Sin lugar a dudas es una importante contribución para entender la historia venezolana del último siglo y ayudarnos a entender estos difíciles y tumultuosos años de comienzos de siglo, que tan convulsionados tienen al país con sus confusiones e incertidumbres en todos los campos, que diera la impresión que a los venezolanos de esta generación se les estuviera negando el futuro. Pero el futuro es real y es inevitable aunque no podamos predecir y prever los acontecimientos que inexorablemente nos lleven a él y sin la seguridad de llegar a tiempo como ocurrió con el siglo XX que según el decir de Mariano Picón Salas el país llegó con 35 años de retraso, solo después que muriera el dictador Juan V. Gómez.
Desde 1914 hasta nuestros días la historia nacional ha transcurrido por los cauces que han marcado la economía petrolera. Desde 1922 el petróleo se convierte en nuestro principal producto de exportación, llegando a ser tan determinante en nuestra economía que todavía hoy más del 90% de nuestros ingresos provienen del petróleo, creando la economía de puertos que lamentablemente venimos siendo. Realidad ésta que ha creado prácticamente todas las distorsiones que nuestra sociedad padece, tanto en lo social como en lo político, desde la mentalidad rentista de todos hasta el aprovechamiento inmisericorde de la renta petrolera por unas élites codiciosas y a la larga irresponsables, que sin obviar ningún medio lícito o ilícito (la famosa corrupción) se han apropiado de la mayor parte de esta renta, propiciando y creando los fuertes desequilibrios que nuestra sociedad arrastra y que apenas han logrado mitigar de manera absolutamente insuficiente nuestro sesgado populismo que no ha sido otra cosa que fachada o ideología para ocultar y legitimar el usufructuo del poder por unos grupos minoritarios tantos venidos de las élites militares como de la llamada burguesía nacional.
Como dice el autor, hemos tenido una política económica sin economía política, es decir, que la apropiación ha prevalecido casi absolutamente sobre la distribución, con algunos períodos normalmente cortos en donde el esfuerzo distributivo significó un avance importante en nuestra configuración de sociedad moderna pero siempre con fuertes contrastes y desequilibrios.
Como muy bien lo entendió Rómulo Betancourt, en su libro Política y petróleo, en Venezuela nada puede ser explicado y entendido sino en esta perspectiva que Diego Bautista Urbaneja recoje y desarrolla de manera magistral, igual que otros estudiosos y autores, como por ejemplo, Asdrubal Batista, que sin lugar a dudas son fundamentales para esta afortunada y desdichada Venezuela petrolera.

jueves, 30 de enero de 2014

Tiempos de Dictadura


Un excelente documental del director Carlos Oteyza sobre un periodo de nuestra historia política, que se constituye en un epílogo de la dominación militar tachirense y al mismo tiempo un dinamizador de los procesos de modernización del país. Estamos hablando del periodo histórico signado por los acontecimientos del 18 de octubre de 1945 y el 23 de enero de 1958. El 18 de octubre, al no darse el acuerdo político logrado con la candidatura de Dyogenes Escalante por la locura repentina de éste (al respecto recomiendo el libro: el pasajero de Truman de Francisco Zuniaga), se precipitan los acontecimientos y el golpe de estado cívico-militar, dirigido por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez contra el presidente Isaías Medina Angarita, faltándole apenas 6 meses para terminar su mandato. Después vienen los convulsionados y radicales años de la llamada revolución de octubre, la elección de Rómulo Gallegos y el subsiguiente golpe de estado contra este, por el mismo grupo militar que insurgió el 18 de octubre. Sin lugar a dudas el “hombre fuerte” de este proceso político fue Marcos Pérez Jiménez y mucho más después del asesinato del presidente de la junta de gobierno Carlos Delgado Chalbaud. Pérez Jiménez formaliza su ascenso al poder en 1952 cuando desconoce los resultados del proceso electoral y se proclama presidente de la república, con un mandato de 5 años entre el 19 de abril de 1952 y el 19 de abril de 1957.
Pérez Jiménez con una agresiva política modernizadora y desarrollista, gracias a la generosa renta petrolera, trata de crear un consenso en torno a su gobierno, al mismo tiempo que con represión, censura, exilios y cárceles trata de neutralizar a la oposición partidista, que aunque menguada con el tiempo, nunca dejó de existir como resistencia al régimen y en ese sentido hay que hacerle justicia a muchos militantes de Acción Democrática, Partido Comunista, Unión Republicana Democrática y COPEI que con su coraje y esfuerzo mantuvieron viva la esperanza democrática que pudo concretarse el 23 de enero.
Pérez Jiménez gobernó omnipotente hasta 1957, con una sociedad adormecida por la prosperidad y un país que pareciera haber olvidado el proyecto democrático. Pero al intentar el dictador reelegirse para otro periodo en 1957 y provocar un plebiscito fraudulento se inicia el principio del fin del régimen, siendo emblemáticos en este proceso la Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco del 1 de mayo de ese año, las protestas universitarias de los meses de octubre y noviembre y el alzamiento militar del 1 de enero de 1959 que provocó que Pérez Jiménez tuviera que destituir al Ministro del Interior Valenilla y al jefe de la policía represiva de la Seguridad Nacional Pedro Estrada. De manera intempestiva y sorprendiendo a la mayoría, el régimen se derrumba el 23 de enero con la desobediencia pública de la escuela de cadetes del ejército provocando la huida intempestiva del dictador y permitiendo la aurora democrática de 1958 en función de una unidad nacional fuertemente aglutinada en un proyecto democrático que logró sobrevivir hasta la constitución unitaria de 1961.

viernes, 10 de enero de 2014

El terrible año 14


En la memoria histórica nacional, el año 13 y 14 del siglo XIX, fueron terribles en todo sentido, tratándose de un país en guerra y particularmente una guerra violenta y cruel. Con una violencia irracional y fratricida como pudo serlo un conflicto bajo el signo de “una guerra a muerte”. 200 años después, afortunadamente no estamos en guerra, pero se vive y se habla como si lo estuviéramos. Una guerra económica y delictiva nos acosa y una política empeñada en dividirnos.

La idea no es simplemente sobrevivir o resistir sino cómo cambiamos, en el presente, el curso desastroso de los acontecimientos. En primer lugar, el gobierno debe dialogar y rectificar, de no hacerlo la ingobernabilidad se hará presente con todas sus amenazas de inestabilidad y precariedad en todos los órdenes. Hay que abandonar este empeño suicida de una nebulosa e imaginaria revolución articulada en una república autocrática autodenominada socialista. Como si no hubiera sido suficiente siglo y medio de repúblicas autocráticas liberales y el corto respiro de 40 años de la república democrática, sustentada en la soberanía popular desde 1947 con el sufragio universal hasta las expectativas descentralizadoras de 1989. De eso se trata, retomar el rumbo democrático de una sociedad abierta, plural y moderna, en clave de siglo XXI. La libertad y la justicia social sólo son posibles en una república de leyes, de instituciones, sin fantasías ideológicas ni mesianismos trasnochados. Este año 14 va a ser terrible en términos económicos y con altos costos sociales, como siempre el costo mayor lo va a pagar la clase trabajadora y los sectores populares en general pero paradójicamente precisamente a causa de estas dificultades se abre una pequeña puerta para el desarrollo político democrático y alternativo, dialogante e incluyente, de allí que seamos optimistas en cuanto al curso político de los próximos meses y años, ya que pareciera definitivo la inviabilidad de este proyecto anacrónico.

El diálogo necesario


No tengo la menor duda que la noticia política más importante, nacional, del 2013, fue la muerte de Hugo Chávez. Igual que sucedió con Juan V. Gómez en 1935, el régimen sobrevivió un tiempo pero con cambios políticos inevitables hasta implantar de manera irreversible el proyecto democrático en el proceso político nacional.
Entre el 14 de abril, elecciones presidenciales, y el 8 de diciembre, elecciones municipales, se definió de manera precisa la fuerza real de partidos y grupos políticos. De 19.167.416 electores sufragaron por el oficialismo 26.67% del total electoral, lo que no significa que la diferencia sea toda de oposición, pero lo cierto es que podemos hablar de 3 minorías: gobierno, oposición y sectores independientes y habitualmente abstencionistas.
Con el 26.67% es imposible la gobernabilidad sin abrir un importante espacio de diálogo a nivel nacional, con todos los sectores, de no hacerse y caer en la tentación de la represión, la grave situación económica, social y política pudiera desbordarnos.
El “chavismo” es sin lugar a dudas una realidad política pero sin el liderazgo unificador de su fundador tenderá a fragmentarse en diversas tendencias y grupos de interés, poniendo en grave riesgo la gobernabilidad. En la oposición las cosas tampoco son fáciles, diversos partidos y múltiples intereses, pero paradójicamente sus debilidades y un adversario común los une.
El 2014 no luce fácil en ningún sentido, la economía en bancarrota con una devaluación crónica y una inflación indetenible, que los sectores oficiales han caracterizado muy bien cuando hablan de una guerra económica, pero en este caso provocada por ellos mismos.
Del 8D, como ya dije, se reflejan 3 minorías electorales, pero con la diferencia de que una va en mengua y la opositora tiene enormes posibilidades de crecimiento, siempre y cuando su liderazgo sea asertivo y que en las gobernaciones y alcaldías que están bajo su responsabilidad se demuestre de verdad un buen gobierno y un combate frontal a la corrupción.
La reunión de Maduro con los alcaldes fue muy auspiciosa, en todo sentido, la presencia del liderazgo opositor fue seria y pertinente y el planteamiento de ambas partes de desarrollar un diálogo a partir del principio de la co-responsabilidad es fundamental. Igualmente positiva ha sido la actitud de algunos gobernadores y alcaldes de tendencias opuestas que se han sentado a conversar, como por ejemplo, el gobernador de Carabobo y el alcalde de Valencia, y aquí en el Zulia, con mucha timidez todavía, el acercamiento necesario entre el gobernador Arias y la alcaldesa, Eveling.
El 2014 puede ser uno de nuestros peores años pero al mismo tiempo se abren posibilidades objetivas de empezar a recuperar el país políticamente a través de un diálogo necesario y constructivo. Confiamos en la madurez política de la oposición, pero sobre todo en el coraje de un gobierno que para poder seguir siendo gobierno necesita, aunque diga lo contrario, cancelar la pesada herencia recibida y asumir un compromiso abierto con el proyecto democrático.