martes, 22 de abril de 2014

"Democracia sin política"


Nos guste o no, la política es una condición del ser social (de lo contrario seríamos “idiotas” en su significado griego para referirse a quienes sólo se ocupan de sus asuntos privados). Igualmente son necesarios los políticos y los partidos. “Si la política y los tan denostados partidos sirven para algo es precisamente para integrar con una cierta coherencia y autorización democrática las demandas que surgen continuamente en el espacio de una sociedad abierta”. (Daniel Innerarity). Sin menospreciar la experiencia política del pasado, hay que entender, definitivamente que hay que re-inventar la política, por la sencilla razón que la sociedad moderna, abierta, plural y global se está reinventando continuamente. Las élites tienden a aislarse y los partidos se quedan sin identidad, cuando se ubican en un centro amorfo y terminan pareciéndose tanto entre sí, que dejan de ser alternativas ya que los ciudadanos los perciben a todos iguales. Élites y clases políticas, casi siempre en el ejercicio del poder y los privilegios, terminan distanciándose de las mayorías y de allí la falta de representatividad que terminan ostentando. No otra es la causa de la aparición de movimientos casi espontáneos, entre ellos los “indignados” y movimientos sociales y juveniles diversos, ocupando espacios políticos abandonados por los partidos y por nuevos espacios que la tecnología proporciona como las dinámicas y actuales redes sociales. Este fenómeno se está viviendo a plenitud en nuestro país con el creciente activismo protagónico estudiantil, con altos niveles de participación y creatividad y que trasciende a la oposición y al gobierno y se convierte en un movimiento disidente y contracultural, muy definido en la acción y todavía amorfo en cuanto a proyecto político movilizador de la sociedad y que eventualmente pudieran derivar en proyectos políticos alternativos. Parte de la confusión política que estamos viviendo es precisamente la confusión entre lo que pudiéramos calificar de la vieja y la nueva política y cómo, tanto en el partido de gobierno como en los partidos de oposición, éstos fenómenos emergentes, incluido el concepto de sociedad civil, no terminan de ser entendidos y mucho menos asumidos especialmente a partir del celo que provoca una “competencia” no prevista para la movilización social y la participación política.

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