lunes, 12 de diciembre de 2011

El alma latinoamericana




A Lilia

Evidentemente no existe un alma latinoamericana en los términos del historicismo romántico alemán, como Herder y compañía, incluido Hegel pensaban; pero no deja de ser un término y un concepto útil para hablar de algunas cosas como por ejemplo la música, particularizando aquella que deja de ser una manifestación local, regional o nacional y termina expresando e identificando a todo el espacio latinoamericano y estoy pensando en el tango, la ranchera, el bolero y el vallenato, los tres primeros géneros que sobresalían y dominaban lo que pudiéramos denominar la época de la radio y en mi experiencia directa de los años 40 y 50 del cada día más lejano siglo XX.
No es casual que el tango casi se convierte en un género literario y su letra y música expresa muy bien a un país y a un continente en donde la inmigración fue determinante y se integra a las respectivas sociedades desde la periferia urbana que no otra cosa son los barrios y arrabales que tanto cantó Gardel. Este mismo un mestizo cultural, de origen extranjero pero que nadie como él llegó a expresar mejor la “argentinidad” si esta existe. Argentina, sin lugar a dudas, se expresa a través de Gardel igual que lo hace con Borges, Cortazar y Sábato, entre otros. Lamentablemente también es Perón y el sarcófago de Evita y esas caricaturas contemporáneas del poder como Menen y los Kichner, dignos de una milonga lastimera y dolida. El tango es transgresión, sentimiento y extrañamiento, esa saudade o morriña, como nostalgia indefinible de los celtas, portugueses y gallegos.
La ranchera es otra cosa y particularmente en las letras y voces emblemáticas de Jorge Negrete y Pedro Infante. Es la expresión más cabal del macho latinoamericano, irresponsable, destemplado y atropellante. Incapaz de amar más allá del culto infantil a la madre que muy bien se expresa y reproduce en el culto a la virgen de Guadalupe y en el fuerte sentimiento telúrico del mejicano y en general de los habitantes de este continente. La ranchera es una fiesta trágica, siempre la muerte está presente, como muy bien lo expresó en su literatura Juan Rulfo.
El bolero es otra cosa, es la brisa del Caribe musicalizada. Es el romance eterno, vivir enamorado o en busca del amor. Con una fuerte carga sentimental y erótica el bolero expresa la dialéctica del eterno femenino confrontado a lo masculino, en una relación ambigua de dominación y servidumbre y en donde la dialéctica amo-esclavo se resuelve siempre a favor de las mujeres y es que el amor es un invento femenino, para perpetuar la especie y para dotar a la terrible historia humana de algo de belleza y amabilidad. En el bolero el hombre conquista pero siempre fracasa, es la mujer que seduce y triunfa aunque le haga creer al hombre que es el triunfador. El donjuanismo es un fracaso sentimental, en la incapacidad de amar y el temor a la mujer, de hecho tiene un fondo narcisista y homosexual. El don Juan literario conquista para abandonar, es el trofeo de su vanidad lo que importa. Casanova es otra cosa, es la pura sexualidad, es el atleta del sexo. Casanova hoy hubiera sido un actor porno con dotes literarias. El bolero ayuda a domesticar la historia, la humaniza y es un mérito fundamentalmente femenino.
El vallenato, es el vitalismo costeño, acordeón incluido, instrumento extraño a estas latitudes y que parece haber llegado a tierra firme vía Curazao. Es una música alegre y de fiesta popular, de letras picantes, promiscuas, de reconocimiento y de amistad entre parranderos, es como una escritura de García Marquez musicalizada, no exentos algunos vallenatos de auténtica poesía. Desde otro punto de vista, es la música de la resistencia, desde la marginalidad y la pobreza, pareciera querer expresar el hecho de que la vida es dura pero vale la pena y nunca se va a renunciar a la fiesta, como mecanismo ella misma de diversión y sobrevivencia. Es el instinto de diversión y en el fondo también de transcendencia en la inmanencia, de allí que en un sentido identitario general no hay mejor expresión del alma colectiva que la música.

De la memoria ancestral al siglo XXI

“Conócete a ti mismo y haz lo que debes”
Platón citado por Montaigne

“La Historia no se repite pero el hombre siempre se repite a sí mismo”
Tucídides

Somos peregrinos del tiempo, siempre en camino y confrontando desafíos y encrucijadas. No hay arte más difícil que el arte de elegir, de alguna manera no otra cosa es el destino.
El ser humano vive acompañado y asume la dialéctica de lo particular a lo universal. Seres telúricos por excelencia nunca como ahora hemos sido convocados a lo ecuménico global. El siglo que recién comienza entre otras cosas va a estar signado por las comunicaciones y los desplazamientos, como nunca antes la humanidad los había conocido. Nunca más gregarios y cosmopolitas, como una paradoja esencial de nuestro tiempo y que expresó muy bien el escritor Italo Calvino: querámoslo o no pertenecemos a un lugar, aunque siempre en trance de abandonarlo o con ganas de irnos.
La globalización o mundialización, la antigua ecúmene griega es cada día más real y condiciona fuertemente nuestra consciencia de la realidad. Muy acertado estuvo Mcluhan al describirnos a la humanidad contemporánea como una tribu en torno a un televisor; es la tribu urbana de los postmodernos con sus “guetos” urbanos y suburbanos y sus infinitas soledades de la consciencia contemporánea. Nunca fuimos más universales y nunca hemos sido más provincianos.
El proceso civilizatorio o la hominización del planeta dio un salto cualitativo con la “individuación” de la persona, sin distingos de ningún tipo y que permitió establecer de manera firme y definitiva nuestra condición civil en paralelo con la progresiva unificación del mundo y la convicción cada día más generalizada de que “el poder de transformación más eficaz no es la violencia... sino la preocupación por las víctimas” de cualquier tipo así como el empeño por establecer relaciones más humanas entre todos. En cada sociedad son las personas en uso y desarrollo de la libertad con responsabilidad, los hacedores de historia y de ninguna manera los colectivos anónimos o las instituciones despersonalizadas.
En esta mala hora nacional el ejercicio de ciudadanía y la necesidad de organizarnos como sociedad civil es urgente y perentorio y la necesidad de expresarnos en colectivo como una sociedad que comparte una historia, una cultura y un futuro. Este “todo” social y comunitario se expresa y actúa a través de la “persona” en su condición de individuo, portador de responsabilidades y derechos y sujeto a leyes y normas, siendo la primera y principal la norma moral y ética y es que todo acto humano es un acto moral por definición ya que nuestra capacidad de bien o de mal para nuestros semejantes es infinito.
En su proceso evolutivo la humanidad ha mantenido un fuerte anclaje en sus etapas más primitivas. podemos decir que la naturaleza humana resulta casi inmutable y de allí la conducta reiterativa y repetitiva cuando se trata de emociones y costumbres o de nuestra actitud cultural en las relaciones con los demás y con el poder. En este último caso no hemos avanzado mucho y tendemos a repetir la experiencia primitiva de las antiguas tribus y el liderazgo o la jefatura del cazador-proveedor.
En un sentido social y colectivo el individuo identificado y asumido en el grupo o la masa vive en tensión permanente entre un cerebro primitivo anclado traumáticamente en el pasado inconsciente y un futuro indeterminado que nos llena de temor y espanto.
Dice el Premio Nobel Elías Canetti (1981) en su libro “Masa y Poder” “Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido” y siempre el tiempo más atemorizante es el pasado poblado de fantasmas y el futuro habitado por demonios. En esta tensión transcurre la historia humana, cuya concreción más dramática es el llamado ciclo mimético de la dominación y el poder. Así ha sido desde siempre y seguramente así será en este tan amenazante y esperanzador siglo XXI. El número domina la historia; el número infinito de las almas ausentes; el número de los no nacidos y por nacer y el amenazante número de una demografía galopante que en los últimos 200 años ha sobrepoblado la tierra peligrosamente por lo menos para los parámetros mentales vigentes y las estructuras económicas y sociopolíticas conocidas. Cada segundo nacen 5 personas y mueren 2. somos 7 mil millones de habitantes para este agobiado planeta y nunca más solos en esta soledad de multitudes.
Según el mismo Elías Canetti, la historia es incomprensible sino la asumimos en la dialéctica de la Masa y el Poder, de allí que distingue cinco categorías o cenceptualizaciones.
Uno, La “masa de acoso” que “sale a matar y sabe a quien matar”; no otra cosa han sido las guerras de todos los tiempos, es la vieja Muta o partida de caza y de guerra, y no importa con qué principios abstractos hayan sido convocados: guerras de Religión, guerras de conquista o confrontaciones ideológicas, al final el fin siempre es el mismo: la dominación.
En sentido ritual se pretende exorcizar el mal a través del sacrificio del enemigo. De allí las ejecuciones rituales como la lapidación y la hoguera y mucho más recientemente, en las páginas e informaciones de los medios, pretendidamente asépticos y neutrales, las múltiples muertes de “los malos”, “los diferentes”, “los otros”, que abundantemente llenan nuestras páginas de sucesos. Ver sufrir a otros más que piedad concita indiferencia o alivio porque “no nos tocó a nosotros”. Es la proyección simbólica del antiguo rito del “chivo expiatorio” a través del cual el grupo expulsaba de su entorno todos los males y amenazas y canalizaba la violencia colectiva para evitar venganzas suicidas. Un buen ejemplo actual es la muerte dramática del tirano libio Gadafi en su transfiguración del poder al olvido. Había como una necesidad inconsciente sacrificial. Era como un premio colectivo, un trofeo autoconcedido. Es la pretensión del botín sin riesgo; de manera violenta y mágica; desde otro punto de vista es como nuestra relación mágica y malsana con la renta petrolera.
Dos, “masa de fuga”; es el temor y el miedo generalizado, es el peligro que lo amenaza a uno y al mismo tiempo nos amenaza a todos.
Tres, “masa de prohibición”; es la resistencia instintiva, colectiva, es la necesidad de no dejarse avasallar y al mismo tiempo tratar de conseguir un objetivo común; el mejor ejemplo en una sociedad industrial es la huelga, según el propio Elías Canetti. Todos son solidarios y el verdadero enemigo no es contra quien se hace la huelga, sino el que la rompe desde adentro, el esquirol, el traidor.
Cuatro, “masas de inversión” es organizarse y movilizarse para cambiar las relaciones de poder, propia de las llamadas épocas revolucionarias, cuando el poder cambia de manos en sentido grupal o clasista.
Cinco, “masas festivas”; es el sentimiento de pertenencia y goce, una fiesta colectiva nos hace eternos en sentido histórico. Un buen ejemplo entre nosotros es el ciclo festivo de fin de año, desde la bajada de la virgen hasta la subida de los furros, nunca el maracaibero y el zuliano en general se siente más a gusto y más realizado.

En estas cinco tipologías de conductas colectivas se resume y expresa lo poco que ha avanzado la humanidad y de alguna manera dándole la razón al filósofo Inmanuel Kant cuando se refería a la minoridad de la humanidad, de la cual no terminamos de salir.
El mundo cambia sin lugar a dudas y a todos nos toca cambiar y lo más importante y difícil es cambiar nuestra percepción de la realidad, condicionados por el pensamiento y teorías de los últimos 300 años. El mundo se hizo urbano; con las clases medias la riqueza se democratiza; las masas impulsan el proyecto democrático; la pobreza es real y muy generalizada, pero política y económicamente se le puede hacer retroceder; allí están para demostrarlo entre otros países de crecimiento y desarrollo reciente, China, la India y Brasil, con sus economías y sus clases media emergentes y como novedad absoluta África con su 35% de sectores medios y un crecimiento económico promedio del 5%, algo parecido sucede en América Latina, lo que nos permite pronosticar que el siglo XXI no solamente va a ser el siglo Asiático y del Pacífico igualmente puede ser el siglo de África y América Latina. La batalla de la pobreza no se ha ganado pero tampoco está perdida y hay que intentar ganarla. El mundo ya no es europeo ni occidental y el impulso tecnocienifico es impresionante en cuanto a posibilidades y oportunidades pero igualmente lleno de amenazas. Los únicos que no han entendido esta realidad son los pocos países con gobiernos fracasados, hundidos en sus anacronismos políticos e ideológicos. La imaginación y la realidad multiforme y compleja nos impulsan a un nuevo mundo. Cada día se alejan más los últimos tres siglos sin que por ello dejemos de reconocer los portentosos avances logrados en la llamada modernidad. La posmodernidad ya es un clima cultural y espiritual dominante que nos exige perentoriamente una nueva teoría y una nueva praxis y en particular en el campo de la política y la economía. El capitalismo y el comunismo en términos reales e históricos ya forman parte de la prehistoria de la humanidad. El capitalismo financiero y especulador es una vergüenza y un fracaso indignante, como lo son los gobiernos totalitarios, de economías estatizadas y sociedades cerradas. El siglo XXI es la posibilidad dialéctica de superar ambos sistema y no podemos fracasar. Las utopías concretas siguen siendo posibles en el nuevo siglo sin cometer la ingenuidad de pensar que va a ser fácil y de que las violencias de todo tipo que han acompañado siempre a la humanidad van a desaparecer.
Este ejercicio antropológico-simbólico que hemos intentado y que tipifica muy bien la conducta humana asumida colectivamente, se nutre de múltiples ciencias y experiencias que nos han permitido conocer y comprender como nunca antes las complejidades del pasado y del presente. Conceptos como la Muta y la Masa significan que no somos tan modernos como nos pretendemos y mucho menos cuando se trata del poder y la dominación. En la perspectiva del siglo XXI ¿cómo superar el ciclo mimético de las dominaciones y cómo horizontalizar la vida social?; desde la pareja y la familia hasta las estructuras sociales y políticas más complejas. ¿Cómo aprender a construir instituciones con ideales compartidos a nivel global?. ¿Cómo desde el conocimiento crear y construir libertad?. ¿Cómo pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad?. ¿Cómo romper la terrible dialéctica del amo y el esclavo?. ¿Cómo construir el reino de la fraternidad?.
Los seres humanos en el umbral del tiempo, siempre vuelven a estar solos. Solos en la soledad de la conciencia y paradójicamente solos en esta soledad existencial es cuando se posibilita el encuentro con “el otro”. Del Poder sólo podemos librarnos a través de la conciencia, tanto de sus tentaciones como de sus padecimientos. La masa anónima, pasiva y expectante y casi siempre movilizada por miedo o sujeta a sus necesidades es la bestia irracional y peligrosa que sustenta el poder. En ella y con ella el aniquilamiento es posible y la historia como horror y tragedia se hace presente. La masa se mueve por instinto, instinto de muerte o instinto de placer, en el fondo es lo mismo. El poder de destrucción que se acumula en ella es inconmensurable. El principal riesgo del siglo que comienza es la multiplicación irresponsable de la especie y el agotamiento suicida del planeta. La bomba demográfica y la bomba ambiental potencian la bomba de la pobreza y las desigualdades y si no desarmamos estos artefactos de destrucción producidos por el propio ser humano el siglo XXI se vería fuertemente comprometido como posibilidad en la esperanza.
El siglo XX para nuestro país fue el siglo del petróleo, palanca fundamental de nuestro desarrollo. Pasamos de ser un país rural y pobre a una sociedad moderna, urbana y de clase media, de manera peligrosamente aluvional y acelerada, sin embargo, fue un proceso altamente positivo para el país pero los riesgos que ellos implicaba no supimos anticiparlos y mucho menos evitar las desviaciones y errores propios de un país minero o país-campamento como lo llamó Cabrujas, y ello, a pesar de que algunos venezolanos preclaros y lúcidos nos lo advertían de manera insistente y particularmente Juan Pablo Pérez Alfonso. Eran los denostados e incómodos profetas del desastre, pero tenían razón.
De manera paradójica el modelo de bienestar y progreso en curso hace crisis en los dos momentos de mayores ingresos fiscales. El primer boom de la llamada gran Venezuela de CAP I que potenció el modelo del despilfarro y la corrupción y esta irracionalidad de los últimos 13 años que ha multiplicado igualmente el despilfarro y la corrupción y que inventó la peregrina idea de progresar, retrocediendo. Nuestra crisis es de larga duración y llevamos casi 30 años en ella y es una crisis histórica de un modelo rentista insostenible. De aquí en adelante las dificultades van a continuar, pero con la posibilidad de remitir y superar la crisis sobre la recuperación indispensable de los valores éticos y morales como requisito necesario para la recuperación a plenitud del proyecto democrático, la autonomía de los poderes y el protagonismo civil. Talento nacional tenemos y ganas de hacerlo. Hay que reinstitucionalizar el país, exigir responsabilidades personales a todos los niveles e incentivar la participación del ciudadano, sujeto y objeto de su propia promoción y liberación. Sin lugar a dudas, nuestro mejor destino está hacia adelante.
En esta “profecía de la memoria” según el decir de Elías Canetti, que hemos intentado, otra vez se entrecruzan el tiempo social con el tiempo personal y en mi caso nada me identifica mejor, en estos espacios sagrados de la memoria que la poesía de Lilia: “Soles caídos / se anidan en las manos / en la penumbra / de la tarde derribada”.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Palabras de agradecimiento en nombre de la Familiar Lombardi-Boscán

Si hay algo que me ha hecho feliz a lo largo de estos eventos que han permitido un sincero homenaje al Dr. Ángel Lombardi, es que éste ha sido organizado fundamentalmente por amigos, y que además, lo haya disfrutado y compartido con todos, sobretodo, con su familia.

Llevar a cabo éste tipo de celebraciones en donde al homenajeado se le rinde con honor y estima nunca ha sido usual por la natural resistencia humana a no reconocer los logros ajenos de una forma sincera y espontánea, máxime, cuando estos, en el caso del Dr. Ángel Lombardi, son reales, públicos y notorios. Y además, es raro, bastante raro, homenajear a cualquier persona por sus contribuciones a la vida pública y civil, a la cultura, el arte, la poesía, la educación, la universidad, la escritura, por sus ejecutorias como historiador, editor de libros y rector, y lo más increíble, por su condición de ciudadano, en una Venezuela donde tal condición es prácticamente una entelequia. Lo usual es que se utilicen los homenajes con fervor interesado dentro de una danza de la adulancia en pos de obtener favores o contraprestaciones indebidas. Que no es tal el caso que hoy nos mantiene reunidos aquí.

No hay duda que la obra del Dr. Angel Lombardi es ejemplo e inspiración para muchos otros. Ahora bien lo que ha hecho mi padre no ha sido gratuito ni forma parte de una errancia sin propósito. El Dr. Ángel Lombardi es un militante de la Historia en positivo y un venezolano resteado con el país y sus posibilidades emancipadoras. Lo que hace y seguirá haciendo es combatir desde la inteligencia, la razón y el entusiasmo por el engrandecimiento de la sociedad en que vive. Porque no se vaya a creer que con esto se está cerrando su ciclo vital y fuerza emprendedora, todo lo contrario. La “trinchera” está más fuerte que nunca y estas reuniones festivas lo que han servido es para acicatearlo aún más acerca de su confianza en el tiempo futuro y sus posibilidades.

Lo normal es que a uno después de muerto le encuentren los muchos meritos que supo labrarse en vida, y entonces: ¿ya pa´que? Esas glorias póstumas, legítimas y alentadoras para quienes sobreviven al homenajeado, y orientadoras, si es que cabe, en la futura sociedad, no las disfruta el artífice de las mismas. Y éste homenaje que el homenajeado nunca buscó, sé que lo está disfrutando y compartiendo de una forma festiva y agradecida con la humildad, y hasta timidez, que le caracteriza.

Egoísmo, envidia y mezquindad es lo usual y lo que pulula en cualquier ambiente. Puedo decir con satisfacción que esa barrera ha sido franqueada, y quisiera una vez más, nombrar a los artífices de ello: COMITÉ ORGANIZADOR y COMITÉ HONORARIO, y tantos otros.

Si bien el Dr. Angel Lombardi es un libre pensador ajeno a todo dogmatismo, un intelectual desacralizador y heterodoxo, hay una faceta en él muy poco conocida, y esto que voy a revelar viene muy a propósito de las actuales circunstancias en que celebramos a nuestra Virgen de la Chinita. Y no es otro que mi padre es un fervoroso mariano. Años tras años ha construido y cuidado con especial esmero un altar de vírgenes, santos y pequeñas reliquias, que deja estupefacto al que cree que le conoce. Creo que a través de ese altar domestico mi padre se acerca todos los días a Dios, sus padres y parientes en agradecimiento, meditación y oración. Me atrevo a ésta indiscreción privada porque, aunque no lo aparente, mi padre es un hombre con una profunda espiritualidad y sé lo agradecido que está con Dios por todo lo que le ha otorgado y todo lo que le ha quitado también.

En fin, en nombre de toda mi familia, y de manera especial de mi querida madre, Lilia Boscán de Lombardi, el alma gemela que enamoró y conquistó a mi padre para nunca desampararlo; de todos mis hermanos: Lilia Carolina, Jesus Gabriel, Marco Adriano, María de la Esperanza de la Paz, José Javier, Jorge Eduardo, Diego Enmanuel, Juan pablo y Lilia Sofia Leticia y el mío propio, una vez más, quisiera agradecerles a todos por la generosidad que han tenido hacia mi padre, el Dr. Angel Lombardi. Este reconocimiento, no sólo le honra a él mismo, sino que también se hace extensivo tanto a los proponentes como a la gente amiga que le estima, le admira, le acompaña, le respeta y le quiere.

Muchas Gracias
Maracaibo, 04-11-2011
Angel Rafael Lombardi Boscán


Palabras de Angel Lombardi Boscán

HOMENAJE NACIONAL AL DR. ANGEL LOMBARDI
FORO: LOMBARDI: HISTORIADOR

Agradezco a los organizadores el haber considerado mi presencia aquí en éste escenario donde se le rinde un caluroso y merecido homenaje a mi padre, el Dr. Angel Lombardi. Es inevitable que mi intervención sea laudatoria, y si a alguien molesta, desde ya me disculpo. Deben entender, que este es un momento muy especial, muy emotivo, y la figura de mi padre lo es prácticamente todo para mí. Las menciones a su biografía y la mía propia son inevitables.

Se supondría que por ser hijo de mi padre y compartir la misma profesión de historiador yo estaría en una posición privilegiada para establecer las claves de cómo mi padre ha entendido y entiende a la Historia. Y esto desde ya lo desmiento. En primer lugar porque mi padre entiende a la Historia y su enseñanza de una forma desacralizadora y heterodoxa, es decir, su inquietud intelectual como humanista ha sido tan vasta, tan constante, tan inquisidora que “nada de lo humano le ha sido indiferente”, siendo por ello que me atrevo a señalar que su obra y pensamiento son inclasificables; y segundo, porque hoy, mas que nunca, está dispuesto a emprender nuevos y fascinantes proyectos intelectuales. Y es que el tiempo de mi padre nunca ha sido el pasado, sino el futuro. Su confianza ciega en el país y sus posibilidades lo convierte en un autentico héroe civil de los que poco abundan. A mi me ha enseñado a pensar por cuenta propia y a procurar dudar de cualquier certeza a través del pensamiento critico, que metodológicamente, es el que siempre se ha servido en todas sus investigaciones y escritos. En “Introducción a la Historia”, libro que ya va por su 4ta. Edición, se encuentra reflejado lo fundamental de sus inquietudes y preocupaciones como historiador, y es por ello que invito a todos los que quieran saber como mi padre piensa a la Historia acudir al mismo y sin intermediarios. Una vez le escuché decir a un muy buen amigo de mi familia que “Introducción a la Historia” mas que ser un texto o manual para los estudiantes de la materia Teoría y Metodología de la Historia, curso éste que mi padre impartió en LUZ, que en realidad se trataba de todo un tratado de “antropología filosófica”, es decir, un manifiesto humanista escrito desde la sabiduría y la autenticidad de quien es un artista dentro del universo de la historiografía nuestra.

Yo por mi parte me la paso copiándome de casi todo lo que él dice acerca de la Historia o cualquier tema de la actualidad en el cual dirige su atención, fusilando sus geniales ideas a cada rato, y tratando de que su poderosa personalidad y su gran carácter no me fulminen. No hay un día que no aprenda de él y sus inspiradoras conversaciones, que de paso, tengo el privilegio de que estas son harto frecuentes. La acertada y provocadora sentencia que sostiene que “los historiadores lo que no sabemos, lo inventamos” tiene su particular sello, y no hay un escenario, en que yo mismo haga plagio de ella. Igual ocurre con muchas de las ideas de sus principales artículos de opinión en la prensa nacional y regional los cuales leo con avidez y entusiasmo. Mi principal influencia acerca de cómo entender y escribir la Historia provienen de él, y no me da ningún tipo de vergüenza decirlo públicamente. El que lea mis escritos podrá constatar esto. En pocas palabras: me siento orgulloso de las contribuciones que mi padre ha hecho en el campo de la historiografía universitaria y nacional, y le sigo y le acompaño porque le quiero y admiro, y ha sido y es una fuente de inspiración positiva y constante a lo largo de mi vida.

La influencia de mi padre sobre mi persona y profesión es una influencia benefactora que conscientemente sé que también podría haberme aplastado. Al compartir el mismo nombre y ejercicio profesional las comparaciones siempre serían inevitables. Esta difícil situación creo que ambos la hemos sabido enfrentar con madurez, entereza y optimismo, aunque mi padre siempre me ha propuesto que practique el parricidio, algo que yo, por supuesto, me he negado hacer. Siempre me increpa que el discípulo debe negar a su maestro, como sana lógica de crecimiento y renovación. Al hacer ésta confesión en publico me libero de éste gran miedo, y trato al igual que hace él, ser fiel a mi mismo. A ésta altura de mi vida nunca podría arrepentirme de haber escogido la profesión de historiador, que de paso, me apasiona. Y por otro lado, creo tener la suficiente personalidad y talento para escribir mi propia obra en el campo de la historiografía, sin que ello implique renegar de la influencia de mi padre como gran historiador que es. Ambos nos respetamos y hemos sabido ocupar nuestros respectivos espacios, aunque obviamente, su trayectoria, difícilmente yo la pueda emular.

Para concluir quisiera agregar tres aspectos, entre otros muchos que podrían mencionarse, que hacen de mi padre, el Dr. Angel Lombardi, un historiador fuera de lo común. En primer lugar, su laboriosidad. Yo nunca he visto a mi padre quejarse de prácticamente nada, sus fatigas las sabe sobrellevar de una forma estoica. Su constancia en el trabajo y afectos familiares no tienen parangón. En segundo lugar mi padre es un hombre digno. Orgulloso y altivo en el buen sentido de la palabra, que combinado con su sencillez y modestia, su don de gente, le ha llevado a practicar un pensamiento independiente y libre, autónomo a cualquier manifestación de poder, sea éste de la naturaleza que sea. Mi padre se ha labrado a fuerza de fe y lucha sus muchas victorias, y también, porque no decirlo: las derrotas. Y ya finalmente, mi padre posee una ética guiada por el bien común, todo su trabajo como historiador y hombre público ha tenido y tiene como norte la emancipación del hombre mas allá de todas sus miserias, mas allá de todas las injusticias. Para el Dr. Ángel Lombardi, la Historia ha representado toda una militancia a favor de la vida y las mejores causas humanas, y todo ello, con una coherencia y decencia que pocos pueden alardear. Son muy pocos los que enfrentan la existencia con algún sentido moral consistente, con nobleza e integridad: mi padre representa el retrato limpio de una persona buena, algo que obviamente heredó de su propio padre, mi entrañable abuelo: Nonno.

No puedo dejar de pasar la ocasión para decirles que la gran inspiración que Papá ha tenido y tiene en su inquietante y apasionante vida, lo que le confiere fuerza y confianza para conquistar las muchas cimas que ha escalado, es su gran amor: Lilia, mí querida madre.

Muchas Gracias

Angel Rafael Lombardi Boscán
MACZUL, 13 de octubre del 2011

lunes, 21 de noviembre de 2011

Convocados a la sacralidad de la amistad

Habitamos la casa que nos habita. No hay sentimiento más humano que el hogar; en el nacemos y en el aspiramos morir. No hay sentimiento más dramático que vivir a la intemperie; es el terror cósmico que obligó a nuestros ancestros a habitar cavernas o crear refugios que los protegieran de la naturaleza, de las fieras y de los hombres, siendo estos últimos mucho más amenazantes y peligrosos que los otros. Otro motivo fue ocultarnos de Dios; siempre es terrible la mirada escrutadora de los dioses, que no es otra cosa que nuestra propia conciencia. Caín, cometido el fratricidio, intentó huir de sí mismo, como si él no fuera responsable de su hermano. Todos somos responsables de todos. Noé, el escogido, cobijó a la humanidad sobreviviente y al mundo natural, en su arca, inerme y solitaria en un mundo de agua e infinito, en una navegación a la intemperie y sin rumbo conocido. Nuestras “casas” nos acompañan, la conciencia en primer lugar. Nuestra gente, nuestra soledad, nuestra propia tumba, agotados nuestros soles y lunas. La única casa digna de ser mostrada al final, es la de cimientos firmes, techo transparente y sin muros, como lo quería Seneca, para poder vivir a la vista de todos y es lo que ustedes, mis amigos, han hecho, ayudar a descorrer las paredes de los muchos silencios que me han habitado y me habitan.
Dice Seneca Dios tiene su eternidad y los seres humanos tenemos nuestras vidas, únicas y absolutas y de ella tenemos que rendir cuentas, a nosotros mismos, a los nuestros, a los amigos, a nuestros semjeantes. Ustedes me han abrumado con su generosidad y me han colocado, sin querer y con muchos cariño, en grave riesgo. Dice el filosofo estoico y tiene razón “lo que más nos impide avanzar es que pronto nos sentimos contentos de nosotros mismos; si encontramos a alguien que nos califique de bueno, prudentes o virtuosos, pronto estamos de acuerdo”.
Como siempre la responsabilidad no es de ustedes sino mía, para que estos días tan gratificantes, me hagan crecer, aconsejan los pitagóricos por lo menos un silencio de cinco años. El elogio es una tremenda responsabilidad para quien lo recibe y sin lugar a duda el silencio es la mejor recomendación. La primera ciencia es aprender a vivir, practicar la coherencia y entender que en nuestra conciencia puede habitar un dios o un demonio. He sido observado y acompañado con amistad e indulgencia y he recibido palabras llenas de generosidad. Como educador he llegado a pensar que en algunos casos pude ir más allá del monologo profesoral. Como historiador me nutre y me expresa el poema de Bertolt Bretch “Un obrero lee la historia”. A los vencedores les sobran libros y tumbas; a los vencidos humillados y ofendidos de la tierra les faltan voces y siguen en espera de ciencias y autores que los expresen. La literatura y el cine es otra patria a la que pertenezco y en la que habito y me habitan. La otra patria es la ciudadanía que es irrenunciable en el ejercicio agónico de la cotidianidad civilizada. En Venezuela seguimos en deuda con la republica y la democracia que no terminamos de construir y constituir. El maestro Simón Rodríguez lo sabía muy bien al decir que sin repúblicos no hay republica; sin ciudadanía y civilidad no hay democracia ni republica y sin libertad responsable no hay patria grande ni sociedad evolucionada. El proyecto republicano de 1810 y 1811 sigue siendo precario en la medida que las instituciones y las leyes siguen subordinadas al poder de turno y la democracia inaugurada con el sufragio universal de 1947 sigue huérfana en la medida que es violentada por los autócratas y por esos dos excesos que son el militarismo y el populismo, enfermedades endémicas y recurrentes en estas latitudes. Es necesario crear la memoria civil de nuestra sociedad, la de la ciencia y la de la cultura y entender que no hay otra fórmula que el respeto a los Derechos Humanos y al Estado de Derecho como definición civilizatoria de la Sociedad y del Estado.
En el homenaje les rindo homenaje a mis amigos y a todos aquellos que me acompañan, mi familia y todos ustedes y permítanme particularizar una vez más a Lilia, compañera de vida y apuesta cierta a la eternidad, inmortales inclusive en nuestra inmanencia tal como lo expresó Octavio Paz citando a Quevedo por aquello de la llama doble y las cenizas enamoradas. Otra vez el filósofo nos recuerda que somos afortunados cuando la vida nos conduce a la vejez y a la muerte pero en el entendido que aún ancianos apenas comenzamos a vivir. En lo posible hemos evitado el odio y el menosprecio y hemos tratado de guardarnos de la ira, hemos pretendido vivir no para alargar la muerte sino para descubrir con asombro que a pesar de todo, la vida vale la pena y ustedes sin lugar a dudas, han contribuido a que ello sea así.

viernes, 14 de octubre de 2011

Diálogo en el tiempo

Discurso con motivo del Doctorado Honoris Causa conferido por La Universidad del Zulia el 13-10-2011

A Lilia


“Los sentidos son limitados; la inteligencia débil y breve el espacio de la vida”. Así se expresa Cicerón y en el eco del tiempo nos lo reitera. Somos tiempo, tiempo que se acaba, repite el poeta mejicano Octavio Paz y no otra cosa es la conciencia que tenemos de los tiempos del hombre. En este reconocimiento nos hemos convocado gracias a la generosidad de un grupo de amigos y la buena disposición de diversas instituciones, y en particular mi alma mater, la Universidad del Zulia, siempre pródiga y generosa. Agradezco a mis amigos de las diversas universidades regionales que han tenido a bien acompañarnos en estas actividades. Las autoridades de La Universidad del Zulia, encabezadas por el Rector Palencia y la Decana de la Facultad de Humanidades y Educación, Doris Salas; así como a los miembros de la Asamblea de dicha Facultad y al Consejo Universitario que en forma unánime aprobó este reconocimiento. Agradezco al Rector Esparza y demás autoridades de la Universidad Rafaél Urdaneta. Igualmente al Rector Juan Mendoza y demás autoridades de la Universidad Alonso de Ojeda. Al Rector Calimán y demaś autoridades de la Universidad José Gregorio Hernández y al Rector Belloso, quien no nos acompaña por encontrarse fuera del país y demás autoridades de la Universidad Rafaél Belloso Chacín. Igualmente reitero mi profundo agradecimiento al Comité Organizador y al Comité de Honor, a la Universidad Católica “Cecilio Acosta” y a todos aquellos que se han involucrado de manera afectiva y efectiva. La Universidad, a pesar de sus particularidades termina siendo una sola, ella es universal y tiene vocación de trascendencia. Una institución milenaria, verdadera ciudadela del pensamiento crítico y plural. En ella la humanidad tiene su mejor herencia y aquí en el Zulia su mejor patrimonio. La Universidad es autónoma como sinónimo de libertad; para servir a la sociedad, siempre en proceso de reforma y siempre convocada al futuro.

La Universidad existe sin condición —como sostiene Jacques Derrida— y «hace profesión de la verdad, promete un compromiso sin límite para con la verdad». La Universidad debe asumir a plenitud la mundialización como un «estar» en el mundo y seguir contribuyendo a hacer el mundo desde las ciencias y las humanidades. De lo que se trata es de una nueva humanización desde la ética y desde el saber y sin permitir condicionamientos de ningún poder. La independencia y «el derecho mismo a decirlo todo» es su esencia y naturaleza identitaria básica y no otra cosa es la autonomía. Dice Jacques Derrida que,
“No obstante: la idea de que ese espacio de tipo académico debe estar simbólicamente protegido por una especie de inmunidad absoluta, como si su adentro fuese inviolable, creo… que debemos reafirmarla, declararla, profesarla constantemente, aunque la protección de esa inmunidad académica… no sea nunca pura, aunque siempre pueda desarrollar peligrosos procesos de autoinmunidad, aunque —y sobre todo— no deba jamás impedir que nos dirijamos al exterior de la Universidad —sin abstención utópica alguna—. Esa libertad o esa inmunidad de la Universidad, y por excelencia de sus Humanidades, debemos reivindicarlas comprometiéndonos con ella con todas nuestras fuerzas. No sólo de forma verbal y declarativa, sino en el trabajo, en acto y en lo que hacemos advenir por medio de acontecimientos.”
Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.
La reivindicación de la Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la historia de las universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el conocimiento como diálogo y alteridad contribuyen al acto creador de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal, pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento y la administración no pueden estar condicionados sino a la identidad y los fines de la Universidad. Lucrar con la Universidad y la Educación es la negación misma de ambas. De allí que la distinción entre Universidad pública y Universidad privada termina siendo artificial e inconveniente, ya que ambas sólo pueden responder a un interés y a un servicio público.
Tampoco podemos prescindir de la idea del egresado universitario como un potencial profesional trabajador, formado en una profesión en busca de empleo y oportunidades. Cuando reducimos la inclusión solo al ingreso universitario y olvidamos la prosecución académica, el rendimiento y la calidad de los estudios, así como ignoramos el futuro empleo o el mercado laboral en su sentido más amplio, estamos configurando un fraude académico y una gran estafa social.
El desafío principal del siglo XXI para las universidades es la ambigüedad e insuficiencia del saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la impresionante cantidad de información acumulada y trasmitida, así como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida, con humor e ironía «tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo pues no saben ustedes qué les espera».
Con este reconocimiento estamos en presencia de un acto gratuito, sin cálculos y sin segundas intenciones que son los únicos actos humanos que nos justifican.
Adherimos a la amistad, como un acto espiritual inexplicable, más allá de la frecuentación y las coincidencias. Empatía secreta de una fraternidad que nos trasciende, sustentada en diálogos y silencios. Abierta a la pluralidad y al disenso y a las cosas nuevas. Es futuro más que pasado y que nunca pretende “sumir en tinieblas el espíritu”. La verdadera amistad es inteligencia compartida y porqué no, esperanza que se nutre en una fe inquebrantable en el ser humano y nos obliga a ser “príncipes” en el sentido ciceroniano: “nunca es un funcionario, ni un poder ejecutivo, sino esencialmente un pedagogo, un orador, (un comunicador) y un filósofo para sus conciudadanos”.
Es costumbre humana que no califico, el homenaje a la senectud, quizás reminiscencia arcaica de la longevidad como signo de los dioses. En algún sentido, los homenajes atemorizan, es el reconocimiento pero también, antropológicamente hablando, es una ceremonia del adiós. A pesar de ello puedo confesar que si algún interés mantengo es en el futuro, pero acompaño a Séneca en la creencia de que “nadie puede gozar de una vida segura si se preocupa demasiado en prolongarla”. He tratado de vivir para el futuro, en apertura y en expectativa, raigalmente existencialista, he tratado de no agotarme en el estoico y epicúreo Carpe Diem. Creo tener plena conciencia de la memoria y del pasado. La historia fue mi aprendizaje más permanente, quizás por eso llegué a desconfiar de ella; con Paul Valéry descubrí su alquimia de cambiar y trastocar todas las cosas a conveniencia. En la educación y en la universidad agoté fundamentalmente mi periplo vital y cultivé una vocación pública y política como expresión irrenunciable de mi ciudadanía de hombre libre. La libertad es indisociable de la dignidad de cada ser humano, de sus responsabilidades y del pensamiento crítico y autocrítico y a pesar de todo nunca hay que sacrificar la esperanza. Con Albert Camus no creo en los ideales abstractos, creo en los seres humanos concretos, en la amistad y en la generosidad del amor incondicional. Amar sin cálculo y sin gratificación, con desinterés y entrega, es la amistad filosófica por excelencia y la realización humana más plena, en este sentido Lilia y mi familia han sido la mejor escuela. Lilia y yo profesamos el platonismo, por lo menos en la idea de que somos un alma en dos cuerpos. No creo en la multitud anónima y mucho menos en su condición de turba o jauría, masa inorgánica e irracional, presta a toda violencia y a toda ira. Los seres humanos somos redimibles en la medida que nos individualizamos y personalizamos y no hay revolución mayor, más duradera y eficaz que el descubrimiento maravilloso de devolver bien por mal; allí realmente fue cuando los seres humanos empezamos a caminar y a construir humanidad con el ejemplo del joven judío crucificado. No hay cambio real que no descanse en lo moral y en lo ético.
El proyecto humano es un proyecto educativo, es aprender a crecer como persona y como grupo. La educación institucional siempre tiende a ser deficiente, en particular cuando reproduce las inercias sociales y los intereses dominantes. El progreso es una posibilidad de la razón y particularmente a través del prodigio de la tecnociencia. Literariamente Prometeo y Fausto nos simbolizan muy bien, pero sin poesía, sin imaginación y sin bondad y humildad el progreso nos deshumaniza. Quizás ese es el secreto simbólico del Quijote, para vivir hay que estar loco pero para morir hay que recobrar el juicio. La enseñanza de Nietzsche, el filósofo por excelencia del siglo XX es lo contrario, vivió la agonía de lo racional y solo pudo sobrevivir refugiándose en la locura. Ese fue nuestro siglo XX, que todavía nos sigue asustando. El siglo XXI se nos presenta como una cruz astral, una encrucijada; frente a los múltiples desafíos: demográficos, ambientales, sociales, económicos, y políticos, el pasado sirve de poco. Sigue siendo válido aquello de inventamos o erramos. No podemos renunciar a la utopía, pero a sabiendas por lo vivido que la razón puede engendrar monstruos. Hay que volver a inventar repúblicas y democracias, en donde se asuma que el ciudadano es más importante que cualquier gobierno y la sociedad precede y predomina sobre el Estado. Abjuramos en política de los predestinados y de los mesiánicos, en la historia no son otra cosa que los héroes del horror y del miedo. La paz, la tolerancia y la convivencia es la base de todo proyecto humano civilizatorio, cuyo norte no puede ser otro que la justicia social y el bien común.
“No someterse al pasado ni al futuro, se trata de ser eternamente presente” dice Karl Jaspers, y es que para quienes venimos del siglo XX, se nos destruyó un mundo y muchos mundos y las explicaciones y teorías al uso ya no eran suficientes. Se nos redujo a un terrible presente de guerras mundiales, totalitarismos y crisis recurrentes y aquí en Venezuela y América Latina, como en una balsa de piedra vivimos anclados en nuestros arcaísmos y mentalidades mágicas y nuestros principales enigmas y dilemas siguen sin resolverse. Seguimos siendo la esfinge del continente perdido mientras revivimos cíclicamente rencores y frustraciones como si se hubiera perdido la capacidad de ordenar el caos y dejar de ser países del primer día de la creación. Para quienes venimos de la Venezuela desarrollista y optimista de la década del 50, 60 y 70 del siglo pasado el futuro fue un presente promisorio y perdimos la capacidad de anticipar y eventualmente evitar la crisis que se avecinaba y que lleva 30 largos años cabalgando nuestro destino. Fuimos y seguimos siendo sociedades desraizadas y de élites ausentes, según el decir de Vasconcelos, y en los últimos años, el desvarío despótico y el ilusionismo irresponsable nos ha convertido en una patria de expatriados, casi un millón en el exterior y muchos millones de exiliados internos asediados por el miedo, la angustia y la incertidumbre. Afortunadamente los seres humanos hemos aprendido a sobrevivir y está en nuestra naturaleza hacerlo, tal como lo describió con lucidez, en 1658, el médico inglés Sir Thomas Browne, citado por Javier Marías. “apenas recordando nuestras dichas y los golpes más agudos de la pena nos dejan tan solo punzadas efímeras. El sentido no tolera los extremos, y los pesares nos destruyen o se destruyen. Llorar hasta volverse piedra es fábula: las aflicciones producen callosidades. Las desgracias son resbaladizas, o caen como la nieve sobre nosotros; lo cual sin embargo, no es un infeliz entumecimiento. Ignorar los males venideros, y olvidar los muchos pasados, es una misericordiosa disposición de la naturaleza, por la cual digerimos la mixtura de nuestros escasos y malvados días; y, al no recaer nuestros liberados sentidos en hirientes remembranzas, nuestras penas no se mantienen en carne viva por el filo de las repeticiones”.
Hablar desde la altura de los años es un privilegio y un compromiso. Si lo hacemos desde la emoción solo quedan las lágrimas agradecidas y al hacerlo desde la razón y la reflexión, existe la posibilidad de una necesaria pedagogía para seguir aprendiendo a vivir. La vejez es un tema filosófico abundantemente tratado: desde Cicerón y Séneca, pasando por Montaigne y Simone de Beauvoir. Se ha escrito sobre ella con piedad y respeto pero también con ira y resentimiento. Dependiendo del abordaje podemos sacar conclusiones diversas. Cada vejez, existencialmente hablando, es única e intransferible y no es lo mismo la vejez del hombre que la vejez de la mujer, y mucho menos si la ubicamos en las diversas épocas y latitudes,o si se vive en una sociedad tradicional o en una sociedad moderna, pero al final lo importante no es la edad sino cómo se ha vivido y se sigue dispuesto a vivir.
Los seres humanos somos una incógnita, empezando por nosotros mismos. Nunca el retrato es completo y nadie llega realmente a conocer el corazón humano, éste es un privilegio de Dios. El retrato oficial es parcialmente verdadero y tiende a ser benigno; una vez a Jorge Luis Borges le dijeron que estaban denigrando de él y contestó: ojalá me hubieran consultado para que así se enteraran cosas terribles de mi. Lo primero es reconocernos en nuestra humanidad en donde méritos y pretendidas grandezas se diluyen en la cotidianidad. Esto lo sabía muy bien el poeta y místico Thomas Merton y particularmente en su libro Ishtar, crónica del último sobreviviente de una tribu indígena norteamericana que solo pedía que reconocieran su humanidad. Este es nuestro principal misterio y atributo, formar parte de una comunidad humana que por cierto, este Octubre llega a 7000 millones y quizás en nuestra evolución esto es lo más importante, reconocernos en la aldea global. Nadie conoce mi nombre, escribía James Baldwin, escritor negro norteamericano, quien después de huir toda una vida de sí mismo, descubrió que era lo que siempre había sido. Las diferencias existen para enriquecernos mutuamente y no para distanciarnos y separarnos.
Vivimos un tiempo nuestro que no escogimos. Padecemos un lugar impuesto y lo idealizamos desde nuestros afectos. Nuestro horizonte vital se multiplica tanto en los viajes reales como en los imaginarios. En mi mitología personal creo haber habitado alguna vez en Jerusalén, Atenas, Roma y París y fundamentalmente en las orillas de esta laguna llena de misterios o a la sombra de un matapalo. No importa donde profesamos nuestro silencio en ese sacerdocio de la soledad y el destino. Me asumo ciudadano del mundo, en la herencia libertaria y agónica de toda la historia humana y fundamentalmente en la cultura y el libro. Cada día intento volver a descubrir el futuro.
El tiempo siempre nos condena y nos absuelve. La memoria es un laberinto y un espejo; como en el cuento de Lewis Carroll, todos los caminos se cruzan y encuentran; todas las maravillas y todos los horrores, de allí la piedad que implica el olvido. La primera infancia es cuento e historiografía familiar, lo demás es arqueología, casi nunca conocida de la memoria traumática. Con las edades se impone la memoria lineal y cronológica como otra trampa de la razón y la costumbre. Con la vejez poco a poco se impone la retrospección, casi siempre emocional y re-creada. Y por último, nos diluimos en la memoria familiar y colectiva, hasta que, como diría Jorge L. Borges, nos diluimos en el olvido. No pretendo ser ni tema ni argumento sólo el futuro sigue motivándome entre otras cosas por aquello dicho por Solón: cada día envejezco un poco y cada día aprendo algo nuevo. Profeso el humanismo, en su definición heideggeriana de aspirar a vivir en las cercanías de Dios, es decir, inmerso en la humanidad, en sus conflictos y dolores, pero igualmente en sus esperanzas. Los desafíos existen para asumirlos y tratar de superarlos. Creo en el equilibrio y rechazo el fanatismo y el dogmatismo. No hay mayor libertad que reconocer nuestras limitaciones y errores y a pesar de ello, en nuestros días y trabajos, asumir las responsabilidades que nos tocan. Nuestro carácter en algún sentido define nuestro destino.
La Universidad ha sido mi ágora, agonía y plenitud de un compromiso concreto con la educación y el cambio necesario. Sin lugar a dudas seguimos fallando en el esfuerzo educativo, una educación de calidad para todos, verdadero secreto del progreso y del desarrollo. Vivimos el tiempo afortunado de la educación de todo para todos como lo quería el filósofo checo Comenio. La tecnociencia ha posibilitado la maravilla de educar a millones. La Universidad de Stanford acaba de ofertar un curso virtual a nivel mundial sobre Inteligencia Artificial y en la primera convocatoria se inscribieron 87.000 estudiantes. La Universidad del pasado y del presente cada día será más un anacronismo, propia de nostálgicos. El futuro es hoy y solo es posible si logramos integrarnos de manera activa y creativa a las nuevas sociedades del conocimiento. Los pueblos y las naciones tienen que aprender a relacionarse y convivir y renunciar a toda supremacía o pretensión hegemónica. Los pueblos han aprendido a movilizarse por la democracia y la justicia y a ser protagonistas y responsables de su propia historia, sin mesianismos engañosos y sin revoluciones ilusorias.
El siglo XXI tiene ante sí múltiples desafíos: el demográfico, ambiental y la pobreza no son los más fáciles de resolver por la complejidad y las interconexiones que implican, pero sin lugar a dudas el más urgente es desarmar la guerra y desarrollar la paz. El conflicto y la violencia hoy tienen el rostro del narcotráfico y el terrorismo además del viejo y tradicional militarismo armamentista que se sigue alimentando de las desconfianzas y rivalidades internacionales. El dilema es claro, o el fatídico choque de civilizaciones anunciado por algunos autores, o nos empeñamos en construir la paz sobre una cultura de la convivencia, el diálogo y la fraternidad sustentado en la justicia, los derechos humanos y el estado de derecho. La primera opción es la más probable si nos atenemos a la historia conocida; la segunda es la que nos toca construir pero para ello tenemos que cambiar usos y costumbres y mentalidades. Hay que empezar a derrotar en nuestra conciencia y cultura el fatídico ciclo del deseo mimético. Hay que aprender a unir lo desunido. Combatir la confusión que crean las ideologías y sustituir el temor y el miedo por la confianza y la esperanza. La tecnociencia y las maravillas mediáticas están allí, neutras en sí misma, su utilidad y uso dependen de nuestro discernimiento y libertad. Pueden ser destructivas o liberadoras según seamos suicidas o sabios. Es el ser humano concreto como ser moral el que va a determinar el futuro de la humanidad. Martin Buber calificó al siglo XX como el siglo sin Dios. Martin Heidegger había establecido que solo se salvaría si encontraba a Dios, todo lo cual me permite decir que este siglo XXI, prometeico y faústico, está en nuestras manos, como siempre ha estado la historia humana.


Ángel Lombardi
 


 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Venezuela sin gobierno

“Los moderados de todos los colores cedieron ante las fuerzas extremistas durante los próximos 10 años: 1811-1821” esta afirmación del historiador P. M. Mckinley (Caracas antes de la independencia, Monte Ávila 1987) explica sin lugar a dudas nuestros años fundacionales, con sus múltiples violencias raciales, sociales y política; la anarquía desatada y las pavorosas guerras civiles. Los años 1812, 1813, 1814, 1815 marcaron a sangre y fuego nuestro destino nacional. El radicalismo y el extremismo gobernó a Venezuela, fue la versión local de la época del terror en la revolución francesa. De julio de 1811 a julio de 1812, fueron los jacobinos patriotas que dominaron la escena y entre los sacrificados estuvo el propio Miranda. Entre julio de 1812 y agosto de 1813 prevalecieron los realistas, con Monteverde a al cabeza. Entre agosto de 1813 y julio de 1814, regresa Bolívar con su decreto de guerra a muerte, hasta que fue obligado a huir por el implacable y sanguinario J. T. Bóves que prevalece por 9 meses, entre julio de 1814 y abril de 1815. casi un lustro de guerra civil en donde el color de la piel se convirtió en bandera de guerra genocida y etnocida. La violencia fue nuestra partida de nacimiento y acta bautismal. Lamentablemente pareciera habernos quedado la costumbre y durante un largo siglo no supimos sino guerrear entre nosotros mismos en las llamadas guerras federales. Nuestra historia de violencia política y de sectarismo reiterado ha contaminado y perturbado nuestra tradición política hasta nuestros días, en particular en los desquiciados años de 1945-46 y en los últimos 12 años.
De los casi 400 mil habitantes de la provincia de Caracas en 1810, 5 años después se calculó 80 mil muertos producto de la violencia política. El terror era generalizado, dirigido por caudillos bárbaros sin otro límite que su codicia y sed de sangre. La mortandad al final de la guerra se calculó en 10 mil españoles y canarios exterminados y casi 100 mil de muertos se contabilizaron entre los blancos criollos y fundamentalmente los pardos. La horda y el caos gobernaron nuestro país durante esos 5 terribles y trágicos años. Contrariamente a lo que se llegó a pensar en la segunda mitad del siglo XX, una Venezuela sin memoria y adormecida en la prosperidad, Venezuela no solo no ha sido pacífica sino que la violencia prácticamente ha sido un instrumento nefasto utilizado por todos los bandos en nuestros procesos políticos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Constituciones Calvinistas

El tiempo es un absoluto que la vida de cada quien va relativizando. El pasado es re-creado a conveniencia y el presente siempre es indeterminado mientras que el futuro solo existe como deseo o idea absoluta, indevelable hasta que ocurre. Este divagación sobre el tiempo viene al caso al pensar en nuestros países latinoamericanos, que Hegel colocó en el limbo del futuro. Es nuestro afiebrado e ilusorio constitucionalismo, las Constituciones solo han servido para no cumplirlas. En algún momento alguien las llamó pura ciencia ficción o nuestra mitología particular. El recién electo presidente peruano, Humala simplemente ignoró la constitución vigente y juró sobre la anterior ya derogada, igual que en su momento, el presidente venezolano, Chávez, juró sobre una que calificó de moribunda y de antemano proyectó una nueva sin haberse cumplido ni siquiera el proceso constituyente, puro realismo mágico.
Este endeble constitucionalismo hispanoamericano empezó desde el propio origen de nuestras repúblicas cuando nuestros próceres constituyentistas simplemente adaptaron el constitucionalismo anglosajón y francés y se “copiaron” las constituciones norteamericanas y francesas, respectivamente con algún agregado escolástico de la propia tradición hispana. Ilusoria fue nuestra primera Constitución y todas las demás, llenas de declaraciones retóricas y buenas intenciones y en donde los “derechos” abundan y las obligaciones y responsabilidades escasean. Quizá nuestro pecado original Constitucional es el haber ignorado sistemáticamente nuestras realidades, tradiciones y maneras de ser. Hicimos y seguimos haciendo filosofía y teoría política importada, cultivando una minoridad que solo genera frustraciones y fracasos.
Ilusoria fue la Colombeia de Miranda y la Gran Colombia de Bolívar, como acertadamente lo estableció L. Castro Leiva. Igualmente ha sido una ilusión nuestro federalismo y nuestras muchas “revoluciones” que no pasaron de ser montoneras y conspiraciones para asaltar el poder precedidas por grandes declaraciones abstractas.
El prestigio y la continuidad de la Constitución norteamericana que en su momento fue conocida como la Declaración de Filadelfia, no es otro que el haber abrevado en la realidad y en la tradición norteamericana, profundamente religiosa, con una fuerte impronta Calvinista y que expresaba los valores y expectativas de una época, como lo era la ética del trabajo, la elección popular y la rendición de cuentas de los funcionarios. En estas consideraciones quedan expresadas algunas de las diferencias entre nuestras Constituciones de papel y las Constituciones con vigencia real.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La dialéctica del dinero


La frase la tomo prestada del político y expresidente colombiano Alfonso López Michelsen quien se refería a lo que él llamaba la dialéctica de la chequera para referirse al poder corruptor del dinero y en particular en la relación, más allá de toda moral, entre la política y el poder. En todos los tiempos y en todas las sociedades ha existido esta dialéctica y en los tiempos modernos y particularmente en algunas sociedades como la nuestra es más generalizada y más visible.
En cada país adquiere connotaciones locales y caricaturescas como por ejemplo la “mordida mejicana” o el popular venezolanismo de “bajarse de la mula”. En Venezuela, en la Colonia se conoció la corrupción del funcionario y el generalizado contrabando. En las primeras décadas de nuestra República el robo más visible fue la terrofagia de muchos de los próceres que se constituyeron de manera abusiva en grandes terratenientes a través de la figura de los “haberes militares”. Pero donde la escalada de corrupción se hace visible y obscena fue en la época petrolera, es decir en el último siglo, agravándose progresivamente hasta llegar al actual gobierno, en donde parecieran haberse roto todos los diques y todas las proporciones.
La llamada burguesía venezolana en general con las excepciones del caso ha sido la mejor muestra de cómo la relación entre política, poder y patrimonio se hace patentemente visible. Así tenemos los enriquecidos del gobierno de Juan Vicente Gómez y siguientes. Los ricos de la dictadura perezjimenista y los “apóstoles” de los gobiernos de Acción Democrática y COPEI, hasta llegar a la actual “chavezburguesía” cuya voracidad para engullir presupuesto y convertirlo en patrimonio personal es todo un prodigio. Un amigo, hace tiempo, al referirse a esta problemática y tratar de explicarla usaba la expresiva frase de que en la política y los negocios lo que había era “una asociación de socios asociados en sociedad”.
Jorge Eliécer Gaitán, también político colombiano distinguía entre el país nacional y el país político para deslindar un sector altamente corrupto de otro sector no tan contaminado y en la misma dirección Alfonso López Michelsen distinguía entre los políticos de profesión y los políticos de vocación. Es decir, entre quienes asumen la política como vocación de servicio y quienes la asumen y practican como un sistema organizado de ventajas, prebendas y robo.

Magia y poder


Con la pretensión de que la política es racional, tradición iniciada por Platón y Aristóteles, hemos obviado o silenciado lo irracional en ella. La magia, el misterio y la mitología que generan y rodean el ejercicio del poder. Seguramente en esto pensaba Max Weber cuando introduce un concepto religioso, el carisma, para identificar ciertas relaciones extrañas e inexplicables racionalmente entre ciertos individuos y las masas. Ésta, cuando actúa como grupo desidentificado, siempre se le ha relacionado con lo esotérico y patológico. De hecho la antropología y la psicología han identificado lo arcaico o proto-historia como el núcleo identificador en cada sociedad de conductas colectivas irracionales y que la mitología y su estudio han permitido parcialmente entender.
En el caso venezolano, los momentos de locura e irracionalidad en nuestra historia se reiteran cíclicamente. Toda una sociedad se aliena en conductas colectivas en donde la inconsciencia y la irresponsabilidad terminan definiendo esos comportamientos. En estos contextos es que surgen los liderazgos mesiánicos, que no sólo no le ponen fin a las crisis sino que las profundizan. Uno de los grandes éxitos del actual liderazgo mesiánico que gobierna el país es que logró demonizar a la mal llamada IV República y desvían hacia el imperialismo toda la carga de nuestras frustraciones, resentimientos y fracasos colectivos. Así transmutó de manera casi mágica a millones de militantes de Acción Democrática y COPEI en furibundos militantes de su causa como si ellos no hubieran tenido ninguna responsabilidad en lo que ahora denunciaban y execraban.
En las figuras mesiánicas convergen todos los temores y todas las esperanzas, dice René Girard, de sociedades que sometidas a su ciclo mimético cada tanto tiempo viven sus crisis cíclicas y catárticas. Cuando el “escándalo” se hace intolerable e insostenible, es decir cuando la crisis hace su aparición son asumidas por el colectivo de manera mágica e irresponsable. En Venezuela, en su siglo petrolero, el ciclo mimético puede caracterizarse por la periodicidad de las dictaduras y el autocratismo siendo el paréntesis democrático apenas un intento fallido de normalización psicológica que aspiramos como sociedad reasumir en los próximos tiempos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

La muerte de los faraones


Una de las noticias más importantes del 2011, es sin lugar a dudas los acontecimientos en curso en el norte de África y en el Medio Oriente conocidos mediáticamente como el tiempo de la ira árabe. Más allá de las circunstancias particulares de cada país, el mar de fondo es la modernización que se dio en las últimas décadas, en cada una de estas sociedades. El surgimiento de unas importantes clases medias y unas vanguardias juveniles y culturales que venían demandando cambios no atendidos y oportunidades insatisfechas. Siempre es así, la economía, la sociedad y la cultura se mueven sin cesar, como decía el poeta W. Withman “la hierba crece y no la vemos crecer”, mientras que las estructuras políticas y los intereses creados permanecen inmóviles y preservan el status quo, en una fosilización progresiva del sistema. El poder siempre tiende a legitimarse en el pasado, mientras que por definición la sociedad en general no puede dejar de mirar hacia delante, en un flujo vital permanente de energía y esperanza que cada ser humano cultiva en sí mismo. Si a ello agregamos el horizonte histórico de nuestra época caracterizado por el cambio acelerado en todos los órdenes y particularmente en lo tecnocientífico y la globalización, además de los múltiples desafíos demográficos, ambientales y de desarrollo nos obligan a constituirnos frente al poder como la “sociedad de los esperanzados” como diría Nietzsche.
Los hombres de poder en su locura se creen eternos, desde los momificados faraones hasta las momias de Lenín y Stalin en la plaza roja de Moscú. Otros se momifican en vida y se creen viviendo anticipadamente sobre un pedestal. De allí la importancia histórica, potenciada por los medios de comunicación de observar al derrocado dictador egipcio Mubarak en su camilla de enfermo, obligado a asistir a su juicio por peculado y corrupción, abuso de poder y crímenes de lesa humanidad. Un hombre que hace apenas un año se creía eterno en su prepotencia y abuso de poder. Igual Gadafi que en los últimos meses, negando la realidad seguía desafiando a sus adversarios y al mundo como si su destino estuviera en sus manos y no en las fuerzas de la historia que cada tanto tiempo encarnan en los diversos pueblos, que más allá de sus propias limitaciones, no pueden renunciar ni a su liberación ni a su futuro.

jueves, 8 de septiembre de 2011

La mala hora de los tiranos


Siempre es buena noticia la caída de un tirano, como es obvio, estamos hablando de Gadafi, con 42 años en el poder. Confiamos que muy pronto seguirá el régimen dinástico sirio con casi medio siglo en el poder. Tenemos confianza que en el Caribe pronto tendremos buenas noticias.
En la prehistoria y minoridad de la humanidad la tiranía es una constante. Los pueblos cada tanto tiempo sucumben, por debilidad institucional y miedos colectivos. Para legitimarse los tiranos de todos los tiempos desarrollan un culto a la personalidad que normalmente recoge la historia oficial con su culto a los héroes y a los llamados hombres representativos. Uno de los más emblemáticos fue el endiosamiento de Julio César, talentoso político romano que en una sociedad tan permisiva como aquella era conocido “como la mujer de todos los hombres y el hombre de todas las mujeres”. No escatimaba ninguna posibilidad para conseguir sus inescrupulosos objetivos de poder.
Los franceses endiosaron a Napoleón, asesino en serie, que se jactaba de que los muertos de sus batallas los repondrían los franceses en una noche de amor.
El tirano normalmente termina despreciando a su pueblo. Especialmente en el momento de la caída, cuando abandonados por todos, llegan a pensar que no los merecían. Así se expresó Hitler despectivamente de los alemanes que no supieron estar a su altura. Stalin, despreciaba a los rusos. El siglo XX fue pródigo en tiranos y tiranías pero afortunadamente en su mayoría terminaron ignominiosamente. Este 2011 ha sido un año abundante en buenas noticias. Han caído en serie el tunecino y el egipcio y esperamos que pronto el libio y el sirio. El problema no es solo salir de ellos, sino evitar que se reproduzcan, de allí la necesidad de una permanente vigilancia y profilaxia política e ideológica, fortaleciendo los sistemas políticos, afincados en la cultura de la ciudadanía y el protagonismo de la sociedad civil, así como un estado de derecho efectivo y una institucionalidad eficaz.
Aquí en América Latina, en los últimos tiempos se ha cultivado una pedagogía política con la prisión de Noriega y Fujimori. Es fundamental la despersonalización y desacralización del poder y para ello es importante operar sobre la conciencia histórica de los pueblos y expulsar de la misma todo vestigio de predestinación y mesianismo en quienes ejercen o pretenden ejercer le poder.

Error tras error


La crónica política de los últimos años puede resumirse en una cadena de errores de la oposición, una verdadera autohipnosis, diría la historiadora norteamericana Bárbara Tuchman (1912-1989). Errores de juicio y apreciación que le facilitaron el camino al éxito a un joven cadete que ya en el lejano agosto de 1974, cuando ingresa a la academia militar y con ocasión de la visita del presidente de la República puede anotar en su diario que le surge la idea de algún día ser presidente y gobernar la patria de Bolívar. Durante casi 20 años no hace más que conspirar y soñar con el poder, fracasando en 1992 en su intento conspirativa y golpista pero exitoso 6 años después cuando es electo presidente por la vía electoral. El gran primer error fue subestimarlo y la lenidad, irresponsabilidad y las complicidades que le permitieron inclusive salir airoso de su fracaso en el curso de estado mayor. El personaje se convirtió en un experto en el engaño, practicando con maestría lo que los colombianos llaman “el ser muy simpático y muy amigo” y lograba disimular muy bien con su histrionismo, el futuro complejo de grandeza y predestinación que le aquejaría posteriormente y tanto ha desconcertado a sus ex-amigos y aliados y que de manera muy sagaz observó Gabriel García Marquez cuando al entrevistarlo recién electo presidente descubrió en él una esquizofrenia evidente que por lo menos cobijaba dos personalidades distintas. El personaje en cuestión resultó ser un exitoso y manipulador actor político, con una gran versatilidad mediática y un poder impresionante de simulación y actuación, cuya maestría se está evidenciando en las últimas semanas a través de su “enfermedad” que a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta si es real o simulada.
El segundo gran error de sus oponentes es no haber entendido su naturaleza actoral o camaleónica y su oportunismo habilidoso. Siempre lo han subestimado y siempre se han colocado en una actitud reactiva y de allí el éxito político de uno y el fracaso de los otros. Todo esto, afortunadamente, ha comenzado a cambiar, con la aparición y consolidación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que al fin ha entendido la importancia de tener su propia estrategia y que no es otra que la de la unidad y el cambio y no caer en provocaciones ni emboscadas. De seguir así y mantener la agenda unitaria, el triunfo electoral en el 2012 es posible, con candidato único y un programa y un gobierno de integración y unidad nacional.

Estado y Sociedad


La metáfora del becerro de oro en la Biblia va mucho más allá de la debilidad humana por el dinero y la riqueza y la sacralización de los mismos. Esta sacralidad incluye el culto al poder. Dios desaparece del horizonte humano o apenas es una referencia externa y ritual.
Los antiguos emperadores, faraones y reyes en todas las sociedades y culturas se pretendían de origen divino y se asumían divinizados. Esta minoridad humana felizmente tiende a desaparecer en la modernidad y el gobernante es reducido a lo que es: un simple humano, con virtudes y defectos, y en algunos casos hasta toleran la estupidez y la locura.
El pretencioso Luis XIV que arruinó y desangró a Francia no solo se creía predestinado sino que se apropió de la representación única y exclusiva del Estado (El Estado soy yo) pretensión que algunos lunáticos posteriores en el poder repitieron, entre otros Hitler y Mussolini; Stalin y Mao; Idi Amin y Mugabe y aquí en el Caribe José Leonidas Trujillo y Fidel Castro Ruz (Al respecto recomiendo dos películas, el Gran dictador de Charles Chaplin 1943 y el Último Rey de Escocia de Kevin Macdonald 2006, así como la novela La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa del año 2000). La Filosofía de estos tiranos es simple “todo dentro del Estado, nada fuera del Estado” y como el Estado encarna en ellos se convierten en nuevos emperadores y faraones de la modernidad, o el superhombre nietzscheano, malinterpretado por lectores fugaces de mentes afiebradas. El Estado es creación humana y no es eterno, es histórico y contingente, ni sustituye a la Sociedad, ni puede anular la dignidad y la libertad de la persona, de allí que San Agustín (354-430) pudiera afirmar “Si no se respeta la justicia, los Estados no son sino grandes bandas de ladrones” (De Civitate Dei IV, 4).
Los sistemas políticos democráticos del futuro van a potenciar el protagonismo del ciudadano y de la sociedad civil en general y van a reducir el tamaño del Estado y limitar fuertemente al gobierno y al gobernante en un proceso indetenible de personalización responsable de la libertad.

"Sobres héroes y tumbas"


Título que tomo prestado del escritor argentino Ernesto Sábato (1911-2011) muy apropiado en estas fechas bicentenarias tan propicias a la necrofilia y la huida hacia el pasado. Manipulado este ideológicamente, como casi siempre ha ocurrido por el poder de turno. Sombras y fantasmas de la historia cuyas tumbas siguen abiertas a conveniencia y disposición del amo del poder. Procesión macabra de estatuas. Panteón y mausoleo de la historia escolar recordada de tanto en tanto en una interpretación de la historia asumida desde la muerte y negadora de la historia-vida que debería convocarnos al futuro más que al pasado, como sabiamente nos lo recuerda el texto bíblico “que los muertos entierren a sus muertos” y la exhortación a la mujer de Lot a no mirar hacia atrás para no convertirse en estatua de sal.
En Venezuela, la muerte violenta es cotidiana, todos vivimos con la angustia, el temor y el miedo a la inseguridad, en una sociedad violenta, armada y mal gobernada, siendo lo peor el mal ejemplo de cierto liderazgo nacional que ha hecho del lenguaje violento y la descalificación del adversario una política de Estado.
Se nos quiso atemorizar con un lema infame, como recordatorio reiterado de que la revolución está armada y quien no asuma su ideología no tendría otro destino que la muerte o el exilio. Hace tiempo en otro artículo hacia referencia a que el lenguaje no es neutral y las palabras terminan devolviéndose y afortunadamente hoy la palabra muerte ya no es popular y es impronunciable, por lo menos a nivel oficial, aunque nuestras calles siguen siendo inseguras y la violencia de todo tipo nos sigue amenazando. Una sociedad no progresa sino como un todo en donde las diferencias se respetan y la convivencia y la paz es el programa educativo y de gobierno más importante. En estos tiempos electorales, ojala que la moderación del lenguaje y la denuncia del sectarismo y el dogmatismo sean producto de una reflexión y una convicción y no acomodo oportunista a las exigencias electorales de captar una votación en las destruidas y desmoralizadas clases medias. El infame general franquista Millán Astray tenía por lema “Viva la muerte, muera la inteligencia”. En Venezuela quisiera creer, aunque sea producto de una enfermedad amenazante, que el nuevo grito sea: Viva la vida de todos los venezolanos.  

La esencia de la política


El decir veraz es según el pensamiento clásico griego el secreto de la política, o por lo menos así lo interpreta y lo entiende y asume el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). “El coraje de la verdad se había determinado entonces como lo que da efectividad y autenticidad al juego democrático”. Es la ética del gobernante lo que hace eficaz a la política y al gobierno y es lo que quiere expresa Platón con su rey-filósofo y Confucio con su idea que quien no puede gobernar su vida no tiene derecho a gobernar la de los demás. El mejor régimen y el mejor gobierno se posibilita sólo desde la ética. Maquiavelo tipifica la política al uso pero no tiene razón al reducirla solo a las pasiones y al interés sin escrúpulos, si esto fuera así nunca habríamos salido de las cavernas. El gobernante mentiroso y manipulador de la verdad puede ser exitoso pero es una rémora y un fracaso para su sociedad. “de hecho, no se trata de determinar una forma ideal o una mecánica óptima de distribución de los poderes, sino de destacar que la excelencia política dependerá de la manera en que los propios actores políticos hayan sabido constituirse como sujetos éticos”. Saber y poder (es lo que significa la palabra Rey en el viejo idioma anglosajón: es el que sabe y el que puede). Este poder legítimo se legitima desde la responsabilidad moral de los individuos. Dicho esto resulta aberrante e inapropiado este insoportable sainete o telenovela cubano-venezolana y burla a partir de la salud presidencial que nos ha negado a los ciudadanos hasta el elemental y neutro informe médico. El paciente impúdicamente miente y manipula su propia enfermedad y más allá de las características de ésta, pretende manipular a todos a partir de un juego mediático macabro y ofende y manipula en particular a sus propios seguidores involucrados emocionalmente con el personaje.
La República deja de ser una responsabilidad, conducida desde la ética y la Constitución y se convierte en una propiedad del amo del poder configurando un peligroso vacío de poder y tratando de crear una confusión política de la cual presuntamente se beneficiaría para seguir en el cargo (ya no hasta el 2021 sino hasta el 2031), para terminar de configurar una situación política desde un país extranjero en provecho del mismo y en desmedro del propio. El llamado primer magistrado definitivamente pareciera estar incapacitado para el decir veraz base y fundamento, como ya llevamos dicho, de todo poder útil y gobierno eficaz.

Entre la ira y la indignación


El año 2011 ha sido pródigo en acontecimientos de consecuencias históricas importantes, en especial los sucesos del Norte de África y el Medio Oriente que han sacudido en profundidad todas las estructuras políticas dominantes. En algunos países europeos y particularmente en España el llamado movimientos de los indignados, cuyo caldo de cultivo es la crisis económica y el desempleo masivo ha planteado una crítica a fondo igualmente de los sistemas políticos dominantes. Hasta en la aparente inmóvil China hay un mar de fondo que se viene manifestando esporádicamente en protestas diversas, silenciadas por el régimen comunista y aquí mismo en el Caribe hay un proceso silente en Cuba que no tenemos la menor duda va a significar cambios importantes en el sistema político de la isla.
La historia siempre se mueve, es como el río de Heráclito, cuyas aguas siempre fluyen. Hay épocas más agitadas y tiempos más tranquilos, pero ninguna generación escapa a las “crisis”, concepto genérico y neutral para significar hechos y acontecimientos difíciles o problemáticos y usualmente con una fuerte carga de violencia. Los seres humanos movidos por el interés o el temor pueden ser avasallados y hasta humillados, pero siempre llega el tiempo de la rebeldía y la revuelta y es que la dignidad y la libertad son intrínsecos y constitutivos de la condición humana. No hay gobierno eterno y el control social y político nunca es absoluto. Es fundamental conocer la naturaleza de la dictadura para oponérsele y vencerla, tanto en el plano político como ideológico y psicológico, descubierta su naturaleza las tiranías caen y la opresión desaparece.
En Venezuela, el proceso de liberación es inevitable, lo único que no sabemos es el cuando y el cómo, pero no tenemos la menor duda sobre la inviabilidad del actual proyecto político y la inevitabilidad de la recuperación democrática del país. “Una clase media atemorizada y una clase pobre sobornada” aunado a un juego de intereses que ha permeado prácticamente todas las estructuras sociales y particularmente a los llamados sectores económicos tanto del gobierno como de la oposición le han permitido al régimen un control social y político suficiente para creerse eternos. Juan Vicente Gómez lo utilizó en abundancia: miedo y corrupción, pero igual su tiranía terminó naufragando en las aguas democráticas de una sociedad que no estaba dispuesta a renunciar ni a la democracia ni al progreso.

sábado, 16 de julio de 2011

República federal y Estado democrático

En estos conceptos se resume el programa político-constitucional de la modernidad. Los ideales de una sociedad que aspira al autogobierno y al buen gobierno, promoviendo principios y valores y bienestar para todos. Progreso y felicidad son las dos palabras emblemáticas de esta filosofía política. Esta fe laica se cultiva tanto en la tradición occidental como oriental y el gobernante sabio pasó a ser una aspiración colectiva. Esta visión utópica e idealista del gobierno y la política de alguna manera era la proyección fáctica del paraíso perdido. En Grecia fue Solón quien mejor encarnó este ideal y en menor medida Pericles. En China fué Confucio con sus principios de equilibrio y sentido común. En ambas tradiciones se cultiva el desideratum del rey filósofo o gobernante sabio a pesar de que la realidad proveía y sigue produciendo en abundancia gobernantes y gobiernos torpes y limitados y en algunos casos francamente estúpidos o irracionales hasta la locura y los ejemplos sobran.
A partir del siglo XVII, en ciertas sociedades europeas empieza a desarrollarse la idea de una Monarquía Constitucional en donde el poder del Rey se subordina a la ley y el gobierno se constituye a través de la representación parlamentaria como expresión de la opinión pública. Este proceso se evidencia de manera definida en el llamado “Movimiento de los iguales” (1666) en Inglaterra, liderizado por O. Cromwell, en la Revolución Norteamericana de 1779 y en la Revolución Francesa de 1789. Historias conocidas y canonizadas en la historiografía de la humanidad.
El siglo XIX y XX, en términos políticos no fue otra cosa que la proyección y desarrollo de estos procesos a nivel mundial y de allí surgen los afanes y las violencias que han caracterizado el desarrollo del Estado moderno y democrático en cada país.
Donde mejor se ha expresado la idea del autogobierno ha sido en el concepto de Estado federal, en la descentralización y municipalización del poder y del gobierno ya que así se cumple de manera suficiente el ideal de la cercanía del gobierno al gobernado y del control de este sobre el gobierno en función de los intereses generales y del bien común.
En Venezuela estas aspiraciones y expectativas fueron recogidas y expresadas en nuestra primera Constitución en 1811 y 200 años después seguimos sin asumirlas y desarrollarlas plenamente. Tanto en el proyecto emancipador como en el proyecto liberal y en el llamado proyecto socialista la constante ha sido la centralización y la concentración del poder y seguimos muy lejos del gobernante sabio y del buen gobierno.

Las estructuras de poder

El poder siempre tiene nombre y apellido. En Venezuela en algún momento se ha llegado a pensar que lo ejerce un anciano enfermo de 84 años, desde la Habana, a través de otro hombre enfermo de 56 años, presidente de Venezuela y cuya enfermedad ha desatado una ola de especulaciones desde los que piensan en una gravedad o en una simulación aprovechada políticamente.
En la era de las comunicaciones, las imágenes y fotografías son excelentes medios para entender y analizar situaciones políticas complejas y dinámicas. En la alocución presidencial del 30 de junio desde la Habana, en donde el presidente anuncia su propia enfermedad, llama la atención el hecho de ser un mensaje leído por una persona delgada y sin la omnipotencia y arrogancia de otros tiempos (algunos maliciosos han llegado a pensar en un doble) para lograr el efecto del regreso triunfal en la madrugada del 4 de julio y su aparición pública el 5 de julio como una especie de “resurrección” milagrosa para potenciar la imagen del héroe invencible que como Bolívar en su momento llegó a retar a la propia naturaleza con su conocida frase: “si la naturaleza se opone...”.
En la coyuntura, los hombres y mujeres del presidente empiezan a manifestarse, satelizados con respecto al héroe. El primer círculo, reunido en Cuba con él son los hombres del presidente, los incondicionales: El general Silva Rangel, Adam Chávez, Nicolás Maduro y Elías Jaua. En Caracas se “retratan” los segundones y los infaltables otros poderes que se identifican como sus poderes y juran lealtad eterna al gran líder.
La salud de Hugo Chávez Frías es algo personal y privado y merece el respeto y el apoyo de sus familiares y allegados, para Venezuela sin distingo de ningún tipo es un asunto político y de Estado y por consiguiente no puede tolerarse que el poder se ejerza fuera de la Constitución, es decir, desde un país extranjero y sin el reporte médico oficial que establezca la verdad de la situación de la salud del presidente, ya que ésta también es un asunto político y público y tiene que ser asumido con la responsabilidad del caso, de no hacerse así se estaría configurando un vacío de poder inconveniente desde todo punto de vista. Quizá esta percepción de la situación fue lo que obligó al presidente a regresar intempestivamente al país y también por el hecho cierto de que los movimientos más preocupantes de orden político venían dándose en el propio chavismo por aquello de la sucesión y la herencia política.

sábado, 2 de julio de 2011

5 de Julio de 1811

Venezuela se declara independiente el 5 de Julio de 1811, nace allí, hay una continuidad histórica que no puede ser ignorada, una evolución social y cultural milenaria. Existe una protohistoria indígena anterior a 1492, insuficientemente estudiada y frecuentemente manipulada política e ideológicamente. Para empezar no eran aborígenes, ni se llamaban “indios”. Hace miles de años habían venido de Asia y el Pacífico y no tenían nada que ver con la India. Después vinieron los europeos en el siglo XV y XVI como conquistadores y colonizadores, con la codicia y la violencia del caso, incluida la inhumana esclavitud africana. Este complejo mundo antropológico y racial era diferenciado y hostil entre ellos, con muchas lenguas, creencias y costumbres. Para el siglo XVIII ya se ha consolidado una sociedad colonial, sincrética, múltiple y diversa, con una lengua, una religión e instituciones dominantes de origen ibérico, el español o castellano y el cristianismo en su doble vertiente, católica al sur y protestan al norte. Las instituciones dominantes en lo jurídico y en lo político eran absolutamente de origen hispano y europeo, de allí venimos.
El 5 de Julio de 1811 tenía Venezuela aproximadamente 800 mil habitantes, 50 mil avecindados en Caracas. “la cuarta parte son blanco, la mitad pardos, hay 64 mil esclavos y 12 mil españoles, canarios en su mayoría, el resto indios aun poco integrados” (Luis Mariñes Otero).
En Caracas había varios millares de esclavos, 4 marqueses, 3 condes y una burguesía comercial, estructurada desde la época de la compañía Guipuzcoana, europeísta y moderna, de allí salen Simón Bolívar y demás próceres, por algo la independencia cuaja en el seno de una Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía que se constituye el 14 de Agosto de 1810 y como consecuencia directa de los acontecimientos del 19 de abril de ese mismo año con el nombre de Sociedad Patriótica. De allí que podemos afirmar que la Independencia es un proyecto liberal-mantuano con una fuerte impronta e influencia de los procesos políticos de Inglaterra, Estados Unidos y Francia.
El 11 de Julio de 1810 se convocó un proceso electoral provincial, en donde solo votaban los hombres mayores de edad y propietarios, es decir, la mayoría de los “blancos”, evidente minoría social pero económicamente dominante. Se elegía un diputado por cada 500 votantes de los descritos anteriormente. Se eligieron 42 diputados en representación de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona Mérida y Trujillo y se autoexcluyeron Coro, Maracaibo y Guayana. Este Congreso electo se reunió el 2 de Mayo de 1811 en la casa del Conde San Javier y posteriormente en el convento de San Francisco. De aquí salió el 5 de Julio y la Independencia. Los hechos por delante, lo demás es interpretación, manipulación o cuento.

lunes, 27 de junio de 2011

7mil millones

Comparto con mis lectores este video de la gente de National Geographic con las que inagura las ediciones especiales de este año (2011) cuando la humanidad contará entre sus habitantes a 7mil millones de personas.

miércoles, 22 de junio de 2011

¿El Estado como obra de arte?

Durante mucho tiempo se creía en esta idea como una estética del Estado, y fue repetida por hombres sabios enamorados del mundo clásico y renacentista como Jacobo Burckhardt. La explicación quizás es que sin lugar a dudas organizar el Estado, es decir, crear un orden jurídico y político eficiente, representaba un gran avance frente a las etapas de barbarie y anarquía que la humanidad había vivido. En los albores de la modernidad un Estado organizado y poderoso representaba un avance civilizatorio innegable pero a la altura del siglo XX el propio Estado, se convierte en deshumanizante y opresor y llega a representar otro tipo de barbarie que no fue otro que el ogro filantrópico de Hobbes y el absurdo que Kafka muy bien representó en su literatura. De allí la propuesta utópica ácrata y de Marx de establecer como fin de la historia la desaparición del Estado, o como lo expresara Jorge Luis Borges “Algún día los seres humanos deberíamos merecer no tener gobiernos”. La sociedad ácrata o anarquista propugna el autogobierno con el uso consciente de nuestra libertad responsable y la sociedad comunista terminaría siendo la culminación de la historia a partir de la liberación de todas nuestra necesidades y en consecuencia fundar un mundo de iguales y libres.
Cada sociedad tiene el Estado que se merece y lógicamente el correspondiente gobierno. En Venezuela, el Estado petrolero, no importa quien gobierno, siempre ha sido el mismo: hipertrofiado, ineficiente y altamente corrupto. Para limitarnos solamente al siglo XX y al Estado petrolero, con Juan Vicente Gómez tuvimos un Estado autocrático y tiránico pero que posibilitó crear una estructura nacional por primera vez en nuestra historia. En la misma línea puede ubicarse a López Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez y al actual gobierno. En la república civil entre 1961 y 1998 el Estado y los diversos gobiernos intentaron desarrollar propuestas de modernización y democratización de nuestra sociedad, lamentablemente insuficientes y que al final terminaron naufragando en las mismas características perversas del Estado rentista petrolero: hipertrofiado con el consiguiente populismo clientelar, ineficiente y definitivamente corrupto aunque no en la proporción escandalosa de los últimos años.

viernes, 10 de junio de 2011

Política, compasión y temor

En términos políticos no existe la posibilidad de la liberación solamente por el discurso. Y así se evidenció en la filosofía política del siglo XVIII cuando en la fragua del pensamiento revolucionario de la época y particularmente de algunos autores como Jean-Jacques Rousseau por un lado se expresaba compasión por la condiciones de vida de unos y al mismo tiempo se generaba temor en el sector dominante de la sociedad. Temor y compasión es el discurso del poder y del contrapoder que termina anulando las posibilidades del diálogo y en consecuencia nos conduce a un estado de barbarie inevitable. Un sector de la sociedad al desconocer a otro sector de la sociedad y considerarlo su enemigo termina predicando y practicando la inhumanidad.
La pobreza y los pobres no son de hoy, siempre han existido pero para no ir muy lejos en el siglo XVIII europeo eran identificados como los desdichados. En el siglo XIX fueron identificados como los miserables y en el siglo XX quizá el término más generalizado es el de los explotados, marginales y excluidos o como dijere el autor mejicano Mariano Azuela “los de abajo”. Seres humanos reales, literariamente identificados y políticamente movilizados. La revolución francesa de 1789 fue cronológicamente la primera revolución moderna movilizadora de masas con un programa definido de identificación humana universal a través de la declaración de los derechos humanos y ciudadanos. Se partía del conocimiento explícito de que todos somos seres humanos y que sin ningún tipo de diferencia participamos de la misma naturaleza humana: todos nos reconocemos en todos, de allí el concepto de fraternidad, de fuerte reminiscencias cristianas y roussonianas. Pero solo en el siglo XX es cuando podemos hablar con propiedad y de manera universal de humanidad y fraternidad acompañado del concepto y propósito de redención social y liberación económica general y en ese empeño continuamos en estos comienzos del siglo XXI. El discurso revolucionario el haber terminado en fantasía o promesa incumplida tiene que ver con el hecho de haberse quedado solo en la retórica y reducido al plano político obviando la economía y la cultura.
Debido a esta insuficiencia filosófica y doctrinaria las revoluciones terminaron en fracaso y mientras tenían vigencia cada vez más iban asumiendo la magia como método y la fantasía como solución y un buen ejemplo de ello es la anécdota referida a la época de la revolución cultural en China cuando los trabajadores de una fábrica confrontaban un problema de desperfecto mecánico se reunían a leer el libro rojo de Mao como si este objeto mágico pudiera resolver el problema práctico que estaban confrontando. Ninguna revolución se sostiene en el discurso ni en el pretendido carisma del líder, sin alienación ideológica, sin represión y sin control social no hay liderazgo que valga ni revolución que dure.

martes, 7 de junio de 2011

La Universidad del siglo XXI (actualizado)

El cambio es consubstancial a la idea misma de Universidad, que en el 2088 cumple su primer milenio. En el tiempo largo de 10 siglos, la Universidad, de origen europeo, se globaliza, se masifica y se hace una y diversa. De la Universidad a la Multiversidad en la cual, durante cada época, se plantea sus propios retos y desafíos, de orden histórico y sociocultural, así como académicos, administrativos y tecnocientíficos.
El llamado modelo profesionalizante así como el científico —que gira en torno a la investigación— no desaparece, pero ya no es suficiente para definir el modelo universitario, cuyo reto principal es el inevitable y necesario crecimiento cuantitativo de la matrícula estudiantil y del número de profesores.
La educación superior en el siglo XX dejó de ser una educación de minorías y de élites y se masifica, multiplicando las oportunidades para millones de personas y asumiendo el desafío de cómo conciliar cantidad con calidad. De allí la aparición de miles de universidades en todo el planeta, con perfiles e identidades fundamentalmente iguales, pero al mismo tiempo con particularidades que ya no solo se agotan en la docencia y la investigación, sino que asumen una tercera función: la «Extensión», en su sentido más amplio, así como el desarrollo de perfiles muy específicos como servicio o respuesta a determinados proyectos del sector público o privado.
Otra realidad a tomar en cuenta es la convivencia y articulación con otras instituciones a nivel nacional e internacional que cumplen funciones educativas o de investigación de alto nivel, sin necesariamente ser consideradas universidades.
El monopolio de la educación superior afortunadamente ya no existe y el reto tecnocientífico, así como una educación de calidad sustentada en valores y servicios, tampoco es territorio exclusivo de las universidades. Igualmente la distinción pública-privada termina siendo contingente e insuficiente para definir a una Universidad, ya que lo único que importa es su calidad y su pertinencia social.
Una Universidad está al servicio de su entorno más inmediato: local, regional o nacional, pero igualmente con visión y vocación internacional, pues la cultura y la ciencia, también en su sentido más amplio, identifican lo humano civilizatorio universal. De hecho, la palabra «Universidad» nos remite a la idea de lo universal como humanidad en proceso de hominización; de acompañamiento y crecimiento en conjunto de todos los seres humanos solidariamente sin discriminación de ningún tipo.
La Universidad del siglo XXI continúa la tradición milenaria de la institución, y en particular sus características modernas incorporadas en los comienzos del siglo XIX a través de los modelos universitarios conocidos como el «modelo francés o napoleónico» y el «modelo alemán», a partir de la fundación de la Universidad de Berlín por Guillermo Von Humbolt.
La Universidad existe sin condición —como sostiene Jacques Derrida en una conferencia-ensayo— y «hace profesión de la verdad, promete un compromiso sin límite para con la verdad». La Universidad debe asumir a plenitud la mundialización como un «estar» en el mundo y seguir contribuyendo a hacer el mundo desde las ciencias y las humanidades. De lo que se trata es de una nueva humanización desde la ética y desde el saber y sin permitir condicionamientos de ningún poder. La independencia y «el derecho mismo a decirlo todo» es su esencia y naturaleza identitaria básica y no otra cosa es la autonomía. Dice Jacques Derrida que,
No obstante: la idea de que ese espacio de tipo académico debe estar simbólicamente protegido por una especie de inmunidad absoluta, como si su adentro fuese inviolable, creo… que debemos reafirmarla, declararla, profesarla constantemente, aunque la protección de esa inmunidad académica… no sea nunca pura, aunque siempre pueda desarrollar peligrosos procesos de autoinmunidad, aunque —y sobre todo— no deba jamás impedir que nos dirijamos al exterior de la Universidad —sin abstención utópica alguna—. Esa libertad o esa inmunidad de la Universidad, y por excelencia de sus Humanidades, debemos reivindicarlas comprometiéndonos con ella con todas nuestras fuerzas. No sólo de forma verbal y declarativa, sino en el trabajo, en acto y en lo que hacemos advenir por medio de acontecimientos.

Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.
La reivindicación de la Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la historia de las universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el conocimiento como diálogo y alteridad contribuyen al acto creador de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal, pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento y la administración no pueden estar condicionados sino a la identidad y los fines de la Universidad. Lucrar con la Universidad y la Educación es la negación misma de ambas. De allí que la distinción entre Universidad pública y Universidad privada termina siendo artificial e inconveniente, ya que ambas sólo pueden responder a un interés y a un servicio público.
Tampoco podemos prescindir de la idea del egresado universitario como un potencial profesional trabajador, formado en una profesión en busca de empleo y oportunidades. Cuando reducimos la inclusión solo al ingreso universitario y olvidamos la prosecución académica, el rendimiento y la calidad de los estudios, así como ignoramos el futuro empleo o el mercado laboral en su sentido más amplio, estamos configurando un fraude académico y una gran estafa social.
El desafío principal del siglo XXI para las universidades es la ambigüedad e insuficiencia del saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la impresionante cantidad de información acumulada y trasmitida, así como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida, con humor e ironía «tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo pues no saben ustedes qué les espera».