Por Heilet Morales
Rodeado de miles de libros en su biblioteca, el historiador y
exrector de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi, ofrece una mirada
retrospectiva y prospectiva sobre el laberinto que atraviesa Venezuela.
Firme en sus convicciones asegura que “una transición con el chavismo en
el poder no será un juego limpio”. Pero tiene claro que “conciliar,
reconciliar, negociar no son malas palabras en política”.
El
rector Lombardi conversó con PANORAMA y en esta primera entrega analiza
las coincidencias históricas de esta crisis con las del siglo XIX y el
siglo XX, el modelo de la renta petrolera, sobre la que sin ambages
asegura: “El problema no es el petróleo, ni la renta, sino quien se la
roba”.
Sobre el decantamiento de la crisis
venezolana advierte que “la mayoría queremos un cambio dentro de un
proceso pacífico, democrático, constitucional, eso es lo civilizado,
nadie apuesta a matarnos entre nosotros”. Pero deja claro que “si una no
funciona se potencia la otra. No se trata de querer un golpe de Estado,
una invasión, yo rechazo los conceptos de invasión y golpe de Estado,
pero como historiador no puedo negar que forman parte de procesos
históricos”.
— ¿Existe algún antecedente histórico de características similares a la crisis que actualmente atraviesa el país?
— Nos ha sorprendido la situación
venezolana porque tuvimos el privilegio de un siglo XX con un período
muy largo de relativa tranquilidad política, estabilidad y prosperidad
económica. El siglo XX venezolano fue para nuestra sociedad, para
nuestro país exitoso, lógicamente, hay una explicación económica y es
que a partir del año 1914, cuando se explota el primer pozo petrolero,
para efectos de comercio internacional, luego después del año 1922,
cuando el ingreso petrolero excede a cualquier otro ingreso de
exportación, una economía próspera, donde el petróleo lo movía todo y
eso permitió que la sociedad venezolana diera un salto cualitativo y
cuantitativo de un siglo XIX de pobreza, atraso, guerras civiles,
analfabetismo, autoritarismo, en fin, una Venezuela que tenía muchísimos
problemas, nosotros quedamos arruinados después de la Independencia.
Entonces después de un siglo largo de
ruina general, de pronto el petróleo permitió un crecimiento
demográfico, nosotros éramos un país muy pequeño, comenzando el siglo XX
no pasaba de tres millones de habitantes, la población se desplazó del
campo a la ciudad, se desarrollaron las ciudades, Caracas y Maracaibo en
los años cuarenta eran una aldea, a partir de los cincuenta hay un
gran desarrollo urbanístico, aparecen las clases medias, modernas,
urbanas, se crea un gran sistema de salubridad pública que logró
erradicar enfermedades endémicas tropicales, las expectativas de vida
cuando muere Gómez eran de menos de cuarenta años, de tres universidades
pasamos a más de 50, en fin, el siglo XX fue muy exitoso.
Los venezolanos nos acostumbramos y
creíamos que eso sería así eternamente, entonces nos volvimos cómodos,
satisfechos, criticones, sabíamos que vivíamos en el mejor país del
mundo. Ciertas mentes lúcidas empezaron a alertar, desde los años
ochenta, de que las cosas no iban tan bien, los llamados profetas del
desastre, quienes adelantaban de que iba a llegar un momento en que el
modelo petrolero iba a ser insostenible, tanto el modelo de
distribución, como el de acumulación de capital, entonces llegó la
crisis. El lobo anunciado llegó.
Primero, tímidamente, con la elección de
Chávez en 1998, ¿por qué creo tímidamente?, bueno Chávez llegó por la
vía electoral y a pesar de que se tenían ciertos temores con él, por
militar, autoritario, etcétera; el tipo aparentemente quería jugar el
juego democrático y todavía Venezuela tenía muchos recursos. A Chávez le
tocó el segundo boom petrolero, por eso la crisis venezolana se asume
paulatinamente estando Chávez vivo, sin el dramatismo de los últimos
seis años. Este último tiempo, coincidiendo con la presidencia de
Maduro, caen los precios del petróleo, cae la producción petrolera,
empieza la masiva inmigración de venezolanos y los problemas se
multiplican. Llegó el momento en que la sensación que tenemos es que se
nos viene el mundo encima, que es un poco el clima psicológico que en
este momento tenemos los venezolanos.
Cuando tú me preguntas si esto había
ocurrido otra vez, esto ocurre con frecuencia, las crisis históricas son
como las enfermedades, ningún ser humano está exento de ellas, ahora,
hay enfermedades leves y graves, nosotros tuvimos una gran crisis
histórica en los años de la Independencia, ahora la volvimos a tener,
pero cien años después. Nos sorprendió que un país con tan buenas
posibilidades cayera en tan malas posibilidades, diría que las crisis
son usuales en los procesos históricos, toda sociedad las vive, pero la
gran novedad es que no estábamos acostumbrados a que podía ocurrirnos
esto (…) Toda crisis se parece a toda crisis, pero nunca es la misma,
toda crisis histórica tiene rasgos particulares.
— Se lo presenta hoy al modelo del rentismo petrolero como perverso, agotado…
— Ese es un discurso equivocado. Gracias
al petróleo, a la renta petrolera es que tuvimos un siglo XX exitoso. De
tal manera que no hay que demonizar el petróleo, el problema no es el
petróleo, ni la renta, sino quien se roba la renta
y cómo
la distribuye. El problema son los gobernantes que administraron de una
manera perversa esa renta, uno más que otro, hubo mucha corrupción y
quizás una insuficiente distribución (…) Ahora, evidentemente desde el
punto de vista económico el modelo económico rentista es insostenible,
nadie puede vivir de rentas, a la larga termina arruinado. Una de las
transformaciones cualitativas de nuestra mentalidad y cultura es pasar
de una mentalidad rentista, de recibirlo todo a cambio de nada, sin
ningún esfuerzo; a la idea moderna del trabajo, del ahorro, del
esfuerzo, del mérito, de la educación, de la preparación, de la
jerarquía, de la meritocracia, es decir, invertir totalmente el modelo
de venezolano que inventó el rentismo por un modelo de venezolano
moderno, productivo, competitivo, global, pero eso no va a depender del
petróleo, dependerá de nosotros mismos que tengamos la capacidad de
desarrollar un sistema educativo con una estructura social que permita
llegar a esa sociedad moderna a la que aspiramos.
—
Pero hemos llegado a una crisis en la
que no ha habido la suficiente estatura política en la dirigencia para
forzar una salida negociada, sin violencia …
— Yo diría que no. En la política en
Venezuela se manejan dos tesis, especialmente a nivel de las élites
políticas, partidistas, económicas, empresariales, unos, yo diría la
mayoría; que queremos un cambio dentro de un proceso pacífico,
democrático, constitucional, eso es lo civilizado, nadie apuesta a
matarnos entre nosotros.
En ese sentido, las negociaciones tienen
un valor político, pero cuando te sientas a negociar con alguien que no
cree en las negociaciones es tiempo perdido. Aparentemente el Gobierno
no cree en las negociaciones porque desde el año catorce se viene
hablando de diálogo y el Gobierno sigue en su actitud represiva, no
cambia de política, persigue a la oposición, en fin, un Gobierno
autoritario que algunos califican de dictatorial. Yo diría que la
mayoría está trabajando para una salida pacífica, constitucional,
electoral, que sería lo ideal.
Evidentemente, eso no depende de quien
quiere esa salida, sino de la otra parte también. Hay 34 diputados
presos, exiliados o amenazados, más 500 presos políticos, la censura,
eso potencia la otra vía. ¿Cuál es la otra vía? Cualquier otra vía de
hecho. Hay dos vías la de derecho, enmarcada en la Constitución, en las
leyes, en la convivencia; la de hecho es que si una no funciona se
potencia la otra. No se trata de querer un golpe de Estado, una
invasión, yo rechazo los conceptos de invasión y golpe de Estado, pero
como historiador no puedo negar que forman parte de procesos históricos.
—
Para una negociación en la que una
de las partes, como dice el informe Bachelet, viola derechos humanos,
incurre en práctica autocráticas, eso de alguna manera no pueden ser
elementos sobre los cuales negociar?
— Si el Gobierno piensa que no hay riesgo
de perder el poder va a negociar de mala fe, para ganar tiempo. Si el
Gobierno piensa que puede perder el poder, con las consecuencias que
esto significa, va a negociar de buena fe. Que es un poco lo que los
gringos en su lenguaje muy directo han dicho: Varadero o Guantánamo. Qué
significa Varadero, eso lo decía el vicepresidente norteamericano,
ellos quieren que Maduro se vaya a disfrutar de una playa en Varadero,
en Cuba, tranquilo no se van a meter con él si negocia y acepta entregar
el poder y permitir una transición democrática; pero sino está
Guantánamo, que como usted sabe es una prisión gringa.
De tal manera que creo es el dilema que
debe estar viviendo Maduro, si le cree a los gringos y cree de verdad
que puede perder el poder y negocia, sino lo cree, y se piensa más
fuerte, entonces el conflicto se va a agudizar.
— ¿
En ese sentido no cree que la estrategia de EE UU subestimó la capacidad de resistencia del chavismo?
— No creo que una potencia como EE UU, que
tiene cuerpos de inteligencia, experiencia, subestime a nadie. Creo que
se trazaron una estrategia, en interés de ellos o nuestro, no quiero
juzgarlo: ayudar a salir de Maduro. Para eso hay muchas vías, pero para
un país como EE UU la vía más cómoda es la diplomática, la financiera,
el apoyo internacional y creo que eso es lo que se está desarrollando,
una estrategia de aislamiento del régimen de Maduro, de sanción
económica personalizada, para que la gente que apoye a Maduro sienta
ese, él no va a poder sobrevivir políticamente a esto. El hecho de que
más de 50 países democráticos, el Grupo de Lima, la OEA, la activación
del Tiar en la OEA, yo diría que son fuerzas diplomáticas, políticas,
económicas, estratégicas que van creando un clima para que Maduro
negocie de verdad. Si eso no funciona, sino funcionan las vías por las
buenas, vendrán por las malas. Lo que me luce insostenible es que Maduro
pueda durar.
— Con un escenario tan adverso el chavismo, como movimiento político, se ha hipotecado con Maduro que cada día le sale más caro…
— El problema de ellos es que están
divididos. No es ningún secreto que se dice que el Gobierno venezolano
se ha convertido en una corporación económica, donde los militares
tienen empresas, en el Arco Minero hay una empresa militar, están los
negocios lícitos, contrabando de gasolina, narcotráfico, el país ha sido
feudalizado en compartimientos económicos de intereses. Qué los une: el
temor de perder el Gobierno, pero en lo demás están divididos y cada
uno tiene su opción.
— Eso hace más complejo todo…
— Claro. De pronto Maduro quiere y
Diosdado no quiere, o Diosdado quiere y los militares no, o que Padrino
quiere, pero otro sector militar no. Entonces, esa ha sido la principal
dificultad, realmente ellos no tienen unidad de mando, aunque lo
aparentan, están profundamente divididos, tanto en su visión política de
la realidad, como en sus opciones, personales y grupales y sí creo que
le están haciendo un flaco favor al chavismo honesto o al chavismo
democrático. Asumiendo que existiera, es indudable que el chavismo llegó
a tener una fuerza política importante, eso es un capital político y
ellos en un sistema democrático perfectamente pudieran sobrevivir como
una fuerza política democrática, pero no lo veo fácil por su división y
porque se contaminaron demasiado con la corrupción y con intereses
trasnacionales muy peligrosos, como el fundamentalismo del Medio
Oriente, ese no es un pleito nuestro, no tenía por qué traerse acá, la
narcoguerrilla es un problema colombiano, pero está en territorio
venezolano, eso es innegable.
— Sobre el problema de la guerrilla
colombiana y el conflicto del país vecino ha habido, en las últimas
horas, como una especie de “juegos de guerra” irresponsables…
— Totalmente irresponsables. Con la guerra
no se juega. Primero, Venezuela no tendría por qué gastar tanto dinero
en chatarra militar. Segundo, tenemos que buscar relaciones
internacionales pacíficas, y mucho más con los vecinos, especialmente
Colombia. En la frontera no hay ninguna familia que no tenga algún
pariente colombiano y viceversa (…) lo que tenemos que hacer es
reformular relaciones de respeto, convivencia y complementariedad. Jugar
a la guerra no conduce a nada y creo que
a Maduro le puede salir mal la jugada de la guerra.
Hace poco recordé Las Malvinas, la
dictadura militar argentina montó la reivindicación histórica de Las
Malvinas y montaron su guerra, bueno la Thatcher les hizo frente, los
derrotó y ellos perdieron el poder, ese es un juego peligroso que
recomendaría desmontar lo más rápido que se pueda (…)
Cuando Venezuela se independizó teníamos
casi dos millones de kilómetros cuadrados, hoy tenemos un “milloncito”.
Qué indica eso, que no le hemos dado importancia ni a la frontera, ni a
la geopolítica, ni a los vecinos y hemos salido perdiendo siempre, si
este conflicto se desarrollara, nosotros corremos el riesgo de un
perjuicio permanente territorial y de otro tipo.
— ¿Advierte usted alguna posibilidad de una transición en la que participe el chavismo, como actor político, mínimamente?
— Me apunto a la tesis de una negociación
para una transición democrática, pacífica y electoral, si el chavismo se
convierte en un grupo de participación desde la oposición, no desde el
Gobierno. No tengo rollo ideológico con nadie que compita en igualdad de
condiciones, ahora un chavismo que quiera competir sin dejar el
Gobierno no, por eso he comprado la tesis de un Gobierno de transición,
pero sin Maduro en Miraflores, con los órganos de poder público, CNE,
etcétera, equilibrados, juego limpio y garantías internacionales.
— En todo este juego también está la oposición, ¿qué crítica le hace usted a ese sector político?
— Ellos también están divididos. Cada
partido tiene su visión, sus estrategias, sus intereses, las benditas
candidaturas. La principal crítica que le hago a la oposición es que no
han entendido que primero se sale de la dictadura y después vienen las
elecciones. Ellos mezclan. Ellos son candidatos en plena dictadura, sin
salir de la dictadura. En ese sentido no es lo mismo el ’58 (caída de
Pérez Jiménez) con lo de ahora, pero en aquel momento el liderazgo
político entendió muy claramente: primero había que salir del dictador y
después ira a elecciones.
De hecho, Wolfgang Larrazábal sale del
“perezjimenismo”, Wolfgang era un alto oficial y lo ponen a presidir la
junta de transición; después Jóvito (Villalba) lo convence de ser
candidato y compite y el “perezjimenismo” compitió y luego el propio
Pérez Jiménez consiguió una senaduría por el Distrito Federal, no hay
ningún problema si se acepta el juego democrático no hay por qué excluir
a nadie, pero una transición con el chavismo en el poder no será un
juego limpio.
—¿Sirve de algo el modelo chileno en el caso Venezuela?
— Hay muchos modelos, Magdaleno (John,
politólogo) ha identificado 100 casos, de ellos cincuenta y tantas
transiciones fueron más o menos pacíficas, pero hay tres modelos que a
mi juicio ayudan. Nunca son exactamente iguales pero ayudan; el
español, el chileno y el nicaragüense.
En España los partidos comunista y
socialista negaban la monarquía, negaban al franquismo, pero terminaron
sentándose (muerto Franco) con el “franquismo” para iniciar un Gobierno
de transición con el “franquismo” que creaba las condiciones para una
apertura democrática, para la recuperación económica, para una monarquía
constitucional y ahí están, España logró 50 años de progreso,
prosperidad y convivencia.
Los chilenos igual, cuando la fuerza
armada obliga a Pinochet a respetar los resultados electorales el pacto
de la concertación permitió que Democracia Cristiana y Partido
Socialista, antiguos rivales, se concertarán. Después el “sandinismo”,
ellos aceptaron dejar el poder cuando ganó Chamorro y quedaron como una
fuerza importante que después retomó el Gobierno, entonces sí hay
posibilidades de crear una transición civilizada, viable que favorezca
al país.
El mismo 23 de enero nuestro fue otro
ejemplo. Jóvito y Betancourt eran rivales a muerte, el
socialcristianismo y AD eran rivales a muerte, en el ’45, pero se
reconciliaron y fueron juntos, eso no significa ser lo mismo. Jóvito
mantuvo sus diferencias con Betancourt y AD y propuso a Larrazábal,
pero ganó Betancourt, quien se reconcilió con la Iglesia católica, con
los militares, vía Ramón J. Velásquez; Caldera fue fundamental para que
aceptara un gobierno de Betancourt, que venía con mala fama del ’45, de
tumbar a un gobierno.
De tal manera que conciliar, reconciliar,
negociar no son malas palabras en política, al contrario, son necesarias
para que una sociedad pueda progresar.
— Hay un tema al que este país tampoco
está acostumbrado, el de migrar, eso sí es inédito para Venezuela,
estamos hablando de más de 4 millones de venezolanos, ¿qué significa eso
para un país como el nuestro?
— Es el fenómeno más importante en
términos sociológicos, antropológicos, culturales y económicos de lo que
nos está pasando. El éxodo de venezolanos cambia totalmente los
parámetros de la vida social venezolana. Fuimos receptores de migrantes,
casi cuatro millones en el siglo XX, hoy, aparte de que se ha creado
una diáspora de gente joven, de gente profesional, familias divididas,
muy dura en términos personal y humano, tanto de los que se van como de
los que se quedan. Ahora la experiencia histórica dice más o menos lo
siguiente, si en Venezuela hubiera un retorno pronto a un sistema
democrático, con recuperación económica, un porcentaje importante puede
regresar, porque normalmente la adaptación y el éxito en otros ambientes
lleva tiempo y la mayoría de nuestros emigrantes se fue en los últimos 4
o 5 años y a muchos no les ha ido bien (…). A los que le toque el
destino quedarse afuera terminará siendo una riqueza adicional
venezolana en el exterior.
—
En ese sentido, ¡ante una posible transición una prioridad debe ser una política que incentive el regreso de venezolanos?
— La mejor política es que recuperemos la
democracia, los servicios públicos y tengamos un proceso económico
eficiente. Volver a ser un país atractivo para los mismos venezolanos
(…)
“Las élites del Zulia fallaron, lo creo. Me refiero a los dirigentes
políticos, económicos, académicos, religiosos, culturales, la gente
influyente abandonó la visión estratégica del estado, abandonamos la
pelea con el centralismo. De hecho, creo que parte del problema de la
dirigencia regional es que se ‘caraqueñiza”.
En su análisis sobre el Zulia y la crisis
que corroe al estado, el profesor e historiador Ángel Lombardi cree que
nuestra tragedia se inició cuando la visual prospectiva del petróleo
viró de Occidente hacia Oriente en la Faja del Orinoco.
Desde el punto de vista social opina que
“seguimos siendo centralistas en términos culturales, hablamos contra el
centralismo, pero terminamos pensando como centralistas”.
Defensor de la autonomía universitaria,
cuestiona que haya sido “asesinada”. Incluso, se pasen por el ejercicio
mental de qué habría hecho si todavía fuera rector en una situación como
la actual. “Habría renunciado, vencido mi período dejo el cargo,
primero porque no puedo hacer las elecciones como manda la ley; y no me
voy a plegar a la que me quieren imponer, lo digno es renunciar para
precipitar la crisis, eso obligaría a un proceso electoral. Pero respeto
a quien piense que le toca continuar hasta que se dé una solución
política a esto”.
—¡Cómo interpretar y asimilar el actual estado de cosas que atraviesa el Zulia?
— El tema zuliano, el tema universitario o
cualquier otro no se va a resolver sin la solución del tema país (…)
Por una razón muy elemental, una nación, un país es un todo orgánico
(…) En un desastre como este todos estamos en un mismo barco
hundiéndonos o el barco sale a flote y empieza a navegar bien o ninguno
lo logrará.
Lo del Zulia es muy visible por la
importancia del estado, nosotros somos cinco millones y medio de
personas; fuimos el estado emblemático del progreso tanto en la economía
del café como en la economía petrolera, las últimas décadas del siglo
XIX y las primeras décadas y después del siglo XX Maracaibo era una
ciudad que tenía con qué mostrarse.
Entonces encontrarnos con esto, una ciudad
abandonada, sucia, malos servicios que pareciera no tuviera dolientes,
casas vacías, hay mucha gente que emigra, hay gente que se va a Colombia
hasta tres meses, que deja la ciudad sola y luego regresa, aquí hay una
doble migración, la habitual y la estacional, todo eso configura un
estado particularmente deprimido, además, ya la depresión económica del
Zulia venía de antes. Este era el asiento de la industria petrolera,
pero llegó un momento en que el Oriente desplazó la producción petrolera
zuliana, entonces ya nosotros veníamos fallando y hemos terminado por
colapsar.
—Pero en buena medida una recuperación de la actividad petrolera, según los expertos, empezaría por el Zulia…
— Claro. Aquí hay una infraestructura
abandonada, descuidada, pero la hay. Los yacimientos aparentemente
agotados del campo costanero Bolívar no están tan agotados, además hay
petróleo residual, también me han informado que en una inversión
relativamente moderada puede recuperar producción a corto plazo en el
Zulia.
— En este tiempo le faltó al Zulia
reclamar ese viraje estratégico que hizo el Gobierno en materia
petrolera de Oriente por el Occidente, nos desplazaron y no pasó nada…
— Las élites del Zulia fallaron, lo creo.
Me refiero a los dirigentes políticos, económicos, académicos,
religiosos, culturales, la gente influyente abandonó la visión
estratégica del estado, abandonamos la pelea con el centralismo. De
hecho, creo que parte del problema de
la dirigencia regional es
que se ‘caraqueñiza’, un diputado pasa más tiempo en Caracas que en su
región, la excusa es la reunión en la Asamblea Nacional, eso es válido,
pero normalmente en otros sistemas parlamentarios el senador o diputado
está en la capital durante las sesiones, pero sus fines de semana y su
agenda sigue siendo local, no se desliga nunca de una relación directa
con su estado y con su elector (…)
Nosotros, en ese sentido, seguimos siendo
centralistas en términos culturales, hablamos contra el centralismo,
pero terminamos pensando como centralistas, además el Gobierno lo sabe y
lo ha manipulado por eso ha mantenido al este caraqueño como una
burbuja, hace rato que no voy, pero me dicen que ese es otro país, no se
va la luz, no se va el agua, no hay colas de gasolina, los puntos de
venta funcionan.
— En ese sentido, ¿somos ciudadanos de segunda los zulianos?
— No, de quinta. De segunda es poco.
— Usted demandó públicamente la
reacción de las fuerzas políticas del Zulia ante esto, pero solo hubo
una foto de todos en la plazoleta de la Basílica, ¿desde entonces ha
habido algún revulsivo?
— No. La inercia volvió a prevalecer, la
misma inercia que hemos denunciado del centralismo prevalece. El
problema del dirigente político, eso habrá que revisarlo también: las
estructuras de los partidos políticos, los liderazgos, el que aspira a
ser presidente, gobernador o alcalde sabe que para serlo, para ser
candidato, no depende de la gente, depende de sus contactos y del
partido, entonces hace trabajo partidista a nivel de cogollos, porque
quien quita y pone son los cogollos, son los caciques políticos, la vida
del dirigente se agota en los cogollos y los partidos, si él dependiera
de la gente, de la opinión pública, estaría en la calle todo el
tiempo, pendiente de los problemas de la gente, pero él sabe que su
candidatura y sus aspiraciones y expectativas va a depender de un
cogollito, uno empresarial que financie, un cogollito político, un
contacto con el Gobierno.
En ese sentido hemos evolucionado poco
políticamente y esa es una autocrítica que hay que hacerse, cuando
mañana logremos recuperar un país descentralizado, federal, con las
regiones y los ciudadanos con peso y valor, donde el partido político no
sea un instrumento de cogollos, de caciques, sino un correaje necesario
entre sociedad civil, poder, Estado y etcétera en ese momento los
partidos tienen que reformularse. Eso de que un partido es un nombre, el
cacique, con un dueño, recuerdo a Jóvito (Villalba) en “Mi partido y yo
y yo y mi partido” y fíjate desapareció el partido y desapareció
Jóvito; los partidos no pueden girar en torno a una persona, hay que
acabar con los caudillos, con el mesianismo, con el presidencialismo.
Creo
que al Presidente hay que elegirlo una sola vez, por un período de
cuatro o cinco años y ya. Las gobernaciones y alcaldías pueden ser tres
años y tres años, es decir, nadie es imprescindible, todos hacemos
falta, pero nadie es imprescindible y democratizar las estructuras.
Así como es necesario un cambio de
mentalidad y dejar de ser rentista para pasar a ser productivo,
trabajador, igualmente a nivel político hay que entender que la
democracia es horizontal.
A la sociedad civil tampoco la han
entendido los políticos y los partidos. Ellos forman parte de la
sociedad civil, pero siguen pensando en el independiente de antes que
era un militante sin carnet; cada partido tenía a sus independientes; en
cambio en la sociedad civil puedes ser militante de una política o de
una causa, o de unos principios sin carnet y puede perfectamente
coincidir con un partido o con otro en un momento determinado.
— El problema es que la sociedad civil está hecha al molde de los partidos o la sociedad política…
— Claro. Recuerda que el modelo petrolero
creó un modelo social y este era generado desde el Estado, aquí quién te
hace rico: el Gobierno. Tanto porque robes o porque te da contratos. La
burguesía venezolana, para no irme muy lejos de Gómez para acá, cada
Presidente tiene a sus ricos, están los ricos de Gómez, los ricos de
López Contreras, los de Medina, los ricos de AD, los ricos de Copei, los
ricos del chavismo y del madurismo; es decir, cada Gobierno ha
generado su propia burguesía que después se mezclan en los clubes, pero
básicamente la riqueza aquí la genera el Gobierno de turno, la renta.
La estructura social se genera en la
relación con la política, con el Gobierno, al final todo gira entorno a
lo mismo, eso hay que corregirlo, nosotros en una transición tenemos que
desmontar esta cultura.
— ¿En este caso usted es partidario de otro cambio constitucional?
— En Venezuela la Constitución es papel
mojado. Esta y todas las anteriores, no por nada tenemos 28 o 29
constituciones. No se han respetado porque no somos país de leyes y esa
es parte de la debilidad cultural venezolana (…) Somos medievales,
nominalistas, coloniales, hacemos la ley, perfecta, pero no la
cumplimos, decía Trujillo (Rafael Leonidas, el dictador dominicano) “a
los amigos todo, a los enemigos la ley”, igual pasa aquí (…)
— Acerca del tema universitario hay un desgaste…
— Una destrucción, creo yo.
— Ok, pero en particular en unas autoridades con diez años ya, con períodos vencidos…
— Hay un estatuto electoral que ellos
quieren implementar y no los dejan y les quieren imponer un estatuto
electoral inconstitucional, hay un conflicto. Entonces hay un principio
administrativo, si tienes un cargo electo y dura tanto tiempo no puedes
abandonarlo, de ti depende continuar o no. Por ejemplo, me he planteado
como hipótesis, qué hubiera hecho yo si me toca esta situación? Habría
renunciado, vencido mi período dejo el cargo, primero porque no puedo
hacer las elecciones como manda la ley; y no me voy a plegar a la que me
quieren imponer, lo digno es renunciar para precipitar la crisis, eso
obligaría a un proceso electoral. Pero respeto a quien piense que le
toca continuar hasta que se dé una solución política a esto (…) lo
lamentable de todo es que el asesinato de la Universidad autónoma lo
hayan provocado la mayoría de personas que vienen de las autónomas, no
solo como egresados, sino como dirigentes.
Hay un hecho notorio a destacar, estuvimos
medio siglo luchando por la autonomía universitaria y se avanzó y
llamada izquierda era la abanderada de la autonomía, tanto, que cuando
Chávez hace la Constitución del ’99, ese mismo grupo que era
influyente, logra elevar la autonomía a categoría constitucional,
resulta que cuando la tenemos como garantía constitucional es cuando
menos se ha respetado. La autonomía no existe y es un ingrediente de la
democracia, en una época yo la llamaba el termómetro o barómetro de la
democracia (…)
Aunque no tengo las cifras hay una
deserción que puede llegar al 50% o 60%, eso está en el abandono
completo, los que están guapeando un poco son las privadas, la Católica
Andrés Bello, la Metropolitana, la Monte Ávila, aquí las privadas
locales que se están medio manteniendo, pero ya con mucha precariedad, a
esto no le veo solución dentro del marco del Gobierno o del régimen
actual.
— Le insisto y no cree que ¿en
cualquier escenario electoral en las universidades las fuerzas del
cambio político están garantizadas?
— No creas. Por eso el Gobierno quiere
imponer otro sistema, ellos han penetrado por la necesidad a los
sindicatos, hoy los sindicatos universitarios, incluido el de los
profesores, los jubilados, son muy débiles porque dependes,
económicamente, de las ayudas, eso lo sabe el Gobierno, ellos saben que
si ponen a votar a todos los obreros, los empleados, los estudiantes a
los egresados a los profesores, los jubilados puedan manipular a ese
universo con prebendas, ayudas, la bolsita Clap, etcétera. En cambio, si
hay una elección con el sistema legal siempre pierde el Gobierno porque
el voto dominante es el claustro profesoral, pero le quitas
numéricamente el porcentaje a ese claustro y el Gobierno se puede colar
manipulando las necesidades de la gente. El universitario quiere votar,
pero con su reglamento, con su ley, de acuerdo a su autonomía, pero el
otro no lo deja porque sabe que ahí siempre gana la oposición.
Fuente: https://www.panorama.com.ve/politicayeconomia/Las-elites-del-Zulia-fallaron-20190913-0079.html