lunes, 9 de febrero de 2015

La República in-civil


Venezuela, con excepción del período 1945-48 y 1958-98 ha sido y es una República militar. El actual régimen, prefigurado en 1992, con el fallido golpe de estado, y encumbrado al gobierno en las elecciones de 1998, no ha sido otra cosa que un gobierno y un régimen militar, lo demás es fraseología y propaganda para camuflar. No hay “V” República ni mucho menos un socialismo del siglo XXI, simplemente lo que tenemos es un gobierno y un régimen militar, tanto por la orientación militarista como por el hecho de que sus principales actores fueron y son militares, secuestrando en la práctica a la institución armada y poniéndola a su servicio.

La frase que se le atribuye a Bolívar de que Venezuela era un cuartel, cobra dramática vigencia en toda nuestra historia de manera determinante. Habiendo nacido la República Civil, la guerra le dio protagonismo al sector militar, protagonismo que han usufructuado hasta nuestros días. A pesar de ello, la sociedad venezolana nunca ha renunciado al origen y al derecho de tener una República Civil que nace en el Ayuntamiento el 19 de abril de 1810 y en la capilla Santa Rosa de la Universidad de Caracas, el 5 de Julio de 1811. En 1936, López Contreras de manera voluntaria y simbólica se quita el uniforme e intenta ser un presidente civil, igual Medina Angarita, pero sólo en 1945 y a pesar de tener un origen golpista, el gobierno del 45 al 48 puede considerarse fundamentalmente civil y con mucha más razón, después del golpe de estado del 23 de Enero del 58, el gobierno que se inaugura en 1959, la etapa más luminosa de nuestra historia política con nueve presidencias civiles y que se interrumpe en 1998 con la elección de un militar que no supo o no pudo ir más allá de una concepción mesiánica, populista y militarista del gobierno.

En la difícil coyuntura actual en realidad el problema principal a nivel político no es tanto ponerle fin a un gobierno sino la posibilidad de desarrollar un gran acuerdo nacional que permita recuperar a plenitud la Constitución y el ejercicio civil de los poderes públicos y de la política y el gobierno en general.

Nadie sabe realmente, dada la gravedad de la situación que estamos viviendo en el orden económico y social, lo que va a pasar en Venezuela, pero lo peor que pudiera sucedernos es repetir los esquemas golpistas del pasado y que el poder armado siga siendo árbitro y protagonista principal. En este sentido la propia Institución armada, debería estar interesada en rescatarse de la contaminación ideológica y la manipulación política y ponerse al servicio de la Constitución y el Estado de Derecho que ayude a la sociedad venezolana a recuperar a plenitud sus posibilidades democráticas y de progreso y convivencia en Democracia. De eso se trata, reconciliar el país y propiciar un diálogo necesario para recuperar las instituciones en función de los intereses de todos y no en representación de un grupo político con pretensiones hegemónicas. El régimen, tanto en su pre-historia como historia, tiene una fuerte influencia política e ideológica de izquierda, y que se reflejó de manera positiva en el proceso Constituyente que terminó en la actual Constitución. Como igualmente en las orientaciones de algunas políticas de fuerte impronta social, pero con el paso del tiempo, el régimen no logró superar todas las miseria y limitaciones del populismo y el militarismo, bordeando de manera peligrosa conductas y políticas de corte neo-fascista y neo-comunistas. Dicho de manera simple, la Constitución se escribió con la izquierda y el gobierno la usó desde el pragmatismo corrupto que es la principal debilidad de nuestros gobernantes de siempre. Un proyecto y un programa político no puede quedarse en buenas intenciones sino en prosperidad para la mayoría y oportunidades y libertad para todos.