Venezuela,
con excepción del período 1945-48 y 1958-98 ha sido y es una
República militar. El actual régimen, prefigurado en 1992, con el
fallido golpe de estado, y encumbrado al gobierno en las elecciones
de 1998, no ha sido otra cosa que un gobierno y un régimen militar,
lo demás es fraseología y propaganda para camuflar. No hay “V”
República ni mucho menos un socialismo del siglo XXI, simplemente lo
que tenemos es un gobierno y un régimen militar, tanto por la
orientación militarista como por el hecho de que sus principales
actores fueron y son militares, secuestrando en la práctica a la
institución armada y poniéndola a su servicio.
La
frase que se le atribuye a Bolívar de que Venezuela era un cuartel,
cobra dramática vigencia en toda nuestra historia de manera
determinante. Habiendo nacido la República Civil, la guerra le dio
protagonismo al sector militar, protagonismo que han usufructuado
hasta nuestros días. A pesar de ello, la sociedad venezolana nunca
ha renunciado al origen y al derecho de tener una República Civil
que nace en el Ayuntamiento el 19 de abril de 1810 y en la capilla
Santa Rosa de la Universidad de Caracas, el 5 de Julio de 1811. En
1936, López Contreras de manera voluntaria y simbólica se quita el
uniforme e intenta ser un presidente civil, igual Medina Angarita,
pero sólo en 1945 y a pesar de tener un origen golpista, el gobierno
del 45 al 48 puede considerarse fundamentalmente civil y con mucha
más razón, después del golpe de estado del 23 de Enero del 58, el
gobierno que se inaugura en 1959, la etapa más luminosa de nuestra
historia política con nueve presidencias civiles y que se interrumpe
en 1998 con la elección de un militar que no supo o no pudo ir más
allá de una concepción mesiánica, populista y militarista del
gobierno.
En
la difícil coyuntura actual en realidad el problema principal a
nivel político no es tanto ponerle fin a un gobierno sino la
posibilidad de desarrollar un gran acuerdo nacional que permita
recuperar a plenitud la Constitución y el ejercicio civil de los
poderes públicos y de la política y el gobierno en general.
Nadie
sabe realmente, dada la gravedad de la situación que estamos
viviendo en el orden económico y social, lo que va a pasar en
Venezuela, pero lo peor que pudiera sucedernos es repetir los
esquemas golpistas del pasado y que el poder armado siga siendo
árbitro y protagonista principal. En este sentido la propia
Institución armada, debería estar interesada en rescatarse de la
contaminación ideológica y la manipulación política y ponerse al
servicio de la Constitución y el Estado de Derecho que ayude a la
sociedad venezolana a recuperar a plenitud sus posibilidades
democráticas y de progreso y convivencia en Democracia. De eso se
trata, reconciliar el país y propiciar un diálogo necesario para
recuperar las instituciones en función de los intereses de todos y
no en representación de un grupo político con pretensiones
hegemónicas. El régimen, tanto en su pre-historia como historia,
tiene una fuerte influencia política e ideológica de izquierda, y
que se reflejó de manera positiva en el proceso Constituyente que
terminó en la actual Constitución. Como igualmente en las
orientaciones de algunas políticas de fuerte impronta social, pero
con el paso del tiempo, el régimen no logró superar todas las
miseria y limitaciones del populismo y el militarismo, bordeando de
manera peligrosa conductas y políticas de corte neo-fascista y
neo-comunistas. Dicho de manera simple, la Constitución se escribió
con la izquierda y el gobierno la usó desde el pragmatismo corrupto
que es la principal debilidad de nuestros gobernantes de siempre. Un
proyecto y un programa político no puede quedarse en buenas
intenciones sino en prosperidad para la mayoría y oportunidades y
libertad para todos.
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