La democracia, como todas las
cosas, es producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples
experiencias. Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano ha
ensayado diversas formas de gobierno y de participación democrática para
el autogobierno, la libertad individual y la igualdad social; y la
búsqueda de la oportunidad y la riqueza es tan antigua como la misma
humanidad. Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la
cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.
Las primeras manifestaciones institucionales concretas de la
democracia -tal como la conocemos hoy, inclusive el nombre- se remontan a
la Grecia clásica y concretamente a la ciudad de Atenas, su verdadera
cuna. La idea democrática surge como expresión de ciudadanía. El
individuo se sabe y se siente formando parte de una comunidad urbana,
una comunidad política, económica y social que trasciende el grupo
inmediato, tribal, clánico o familiar. La vida y los bienes de los
ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y esta y su gobierno eran
responsabilidad de todos.
Es necesario aclarar que, para los griegos, la categoría “ciudadano”
estaba limitada a una minoría. Son necesarios muchos siglos de evolución
histórica -concretamente a partir del constitucionalismo inglés, de la
Revolución Francesa de 1789, y el nacimiento de los Estados Unidos de
América- para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos los
habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.
A pesar de sus debilidades, contradicciones e inclusive
degeneraciones -como la demagogia y la anarquía- la democracia griega y
en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso. Fue una
manera concreta de gobernar y, en algunos casos, adelantándose a siglos
de evolución histórica, se crea un orden democrático con instituciones
marcadamente populares. Este ensayo de democracia progresiva no es
asumido de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo
cristiano, pues ambas épocas se agotaron en un autoritarismo exacerbado.
martes, 26 de noviembre de 2013
Democracia, capitalismo y socialismo
El capitalismo fue el verdadero
creador de la democracia moderna, aunque hoy se haya constituido en el
principal obstáculo para su desarrollo, ya que ha privilegiado la
categoría libertad en detrimento y desmedro de la igualdad. Hoy sabemos
que libertad e igualdad son términos indisolubles y complementarios,
ambos necesarios para poder definir un verdadero sistema democrático.
La teoría política democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo XVIII, cuando se descubre y define la categoría pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de donde emanan todos los poderes y a partir de la cual se elaboran todas las leyes.
A partir de entonces se identifica e individualiza a la persona como ciudadano de una nación y se le ampara y protege frente al poder arbitrario del Estado. La ley se encumbra por encima de toda otra institución o persona en ejercicio del poder. Con ello se busca controlar el poder y orientarlo en beneficio de todos.
“El principio inherente a la democracia es la igualdad y su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las diferencias entre los hombres”, expresaba Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana.
En democracia el poder debe ser difundido y compartido para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema, tal como lo asentaba Lincoln en su discurso de Gettysburg: la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la idea de que todos los hombres son creados iguales”, para que así prevalezca “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la conquista de la libertad política y jurídica, aunque no tanto a nivel económico y social. El socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor libertad y de una garantía cierta de justicia social. Lamentablemente, el socialismo histórico terminó negándose a sí mismo.
La teoría política democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo XVIII, cuando se descubre y define la categoría pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de donde emanan todos los poderes y a partir de la cual se elaboran todas las leyes.
A partir de entonces se identifica e individualiza a la persona como ciudadano de una nación y se le ampara y protege frente al poder arbitrario del Estado. La ley se encumbra por encima de toda otra institución o persona en ejercicio del poder. Con ello se busca controlar el poder y orientarlo en beneficio de todos.
“El principio inherente a la democracia es la igualdad y su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las diferencias entre los hombres”, expresaba Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana.
En democracia el poder debe ser difundido y compartido para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema, tal como lo asentaba Lincoln en su discurso de Gettysburg: la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la idea de que todos los hombres son creados iguales”, para que así prevalezca “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la conquista de la libertad política y jurídica, aunque no tanto a nivel económico y social. El socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor libertad y de una garantía cierta de justicia social. Lamentablemente, el socialismo histórico terminó negándose a sí mismo.
La Democracia: ética, cultura y sistema de vida
La
democracia como sistema político-histórico se define muy temprano,
en Atenas entre los siglos V y IV a. C., como una experiencia
política definida que provoca y produce su propia teorización.
Surge, además, como un sistema ideal posible, enmarcado y definido
por dos valores fundamentales: la libertad y la igualdad. De esa
manera, la democracia real viene a ser la lucha por la libertad y por
la igualdad; pero como proyecto, posibilidad y utopía, vendría a
ser el reino de la libertad y de la igualdad.
Los
demócratas de todos los tiempos han vivido esta dialéctica de
realidad y utopía que ha signado su lucha por una sociedad mejor; en
un texto del siglo IV a. C., el historiador Tucídides pone en boca
de Pericles las siguientes palabas:
“Nuestro
régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la
utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos
iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo hace
para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos
somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos
políticos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres;
ninguna Ley prohíbe la entrada en ella a los extranjeros, ni les
priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada
hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en
ella lo que bien les pareciere”
Me
he detenido y extendido en esta cita de Tucídides porque ella, por
sí sola, es todo un programa democrático vigente y actual.
La
sociedad, no el Estado y mucho menos el gobierno enmarcan al
individuo sin menoscabo de su dignidad y su bienestar, y con todas
las oportunidades necesarias para garantizar su autodesarrollo,
información participación con tolerancia, frente a propios y
extraños. Con todo esto lo que se quiere expresar es que, la
democracia no es solamente es un sistema político y social sino,
además, y fundamentalmente, una ética, una cultura, una mentalidad,
un sistema de vida, un comportamiento.
jueves, 10 de octubre de 2013
La investigación científica y el desarrollo humano
La
investigación científica y el desarrollo humano
“Las
ideas simples se encuentran sólo en las mentes complejas”
Remy
de Gourmot
El
epígrafe pudiera ser explicado con dos anécdotas, una, la de
Alejandro y el nudo gordiano, problema que resolvió de un tajo y
Juan el Evangelista a quien la gente le preguntaba sobre lo que decía
el Maestro y él respondía “ámense los unos a los otros” ante
el asombro de todos por la simpleza del mensaje y él apesadumbrado
replicaba “y les parece poco”.
Así
nos sucede con la realidad se nos complica y la complicamos demasiado
innecesariamente, atrapados en nuestros intereses, prejuicios,
teorías y paradigmas de rápida obsolescencia especialmente en esta
modalidad tardía que llamamos apresuradamente postmodernidad, de
evidente aceleración histórica y cambios tecnológicos
vertiginosos. La realidad siempre es racional nos recuerda Hegel y
lo racional siempre real, de allí que el reto de la “razón”
siempre fue y es lo empírico y la experiencia a partir de la
observación, descripción, experimentación e interrogación del
“mundo” incluidos, la naturaleza y lo humano. La filosofía y la
ciencia comienzan siendo una “física” y lo no demostrable una
“metafísica”. Todo comenzó de manera sistemática en el mundo
griego, cuando una decena o centena de nombres, fueron abandonando
las explicaciones mágicas y míticas y empezaron a “razonar”
como dice Arnoldo Movigliano y así hemos continuado aunque las
supersticiones, prejuicios y creencias de las más diversas índoles
no nos abandonan. Jorge Luis Borges tiene razón cuando define la
historia de la filosofía y de alguna manera la historia de las
ciencias como un diálogo eterno entre Platón y Aristóteles,
asumido esto como una metáfora del interrogar y el razonar desde el
asombro y el no-conocimiento, sólo sé que no se nada. Sólo somos
conscientes de la realidad y podemos llegar a comprenderla desde la
experiencia, como muy bien lo expresó Kant “la conciencia nunca
excede la experiencia” y el mismo Borges lo sabía muy bien cuando
se lamentaba que a su existencia le sobraban libros y le faltaba
vida.
La
razón también se extravía y puede producir monstruos, cuando
pierde el sentido de lo humano como valor trascendente en donde cada
persona es portadora de libertad y dignidad en términos absolutos.
Pero la realidad siempre está allí y por eso Karl Popper redujo la
historia humana a tecno-ciencia. Lo único real que produce cambios
reales, en una u otra dirección, positiva o negativa, de allí la
a-moralidad del cosmos, de la naturaleza, de la tecno-ciencia que no
hay que confundir con la “moralidad” necesaria e inevitable de
las personas que “producen y usan” la ciencia y la técnica, que
como actos humanos son inseparables de la ética, es decir, de la
libertad responsable.
La
modernidad o si prefieren “la edad de la razón” como se denominó
en algún momento en la tradición historiográfica occidental
entronca con el mundo clásico: greco-romano y helenístico y que
incluye además toda la tradición mediterránea, judeo-cristiana y
árabe-islámica, así como el Renacimiento como puente o enlace y
todos los siglos subsiguientes, hasta llegar a este cruce de
centurias y milenios que habitamos, llenos de incertidumbres,
complejidades y preguntas sin respuestas. De teorías y paradigmas
insuficientes o francamente obsoletos y un futuro convertido en
presente como dice Jacques Derida: “tomémonos nuestro tiempo, pero
apresurémonos, porque el mañana ya es hoy”.
Acercarse
a la modernidad o post-modernidad de este germinal siglo XXI
globalizado desde la “realidad” es todo un desafío intelectual
estimulante ya que nos obliga a “pensar” más allá de lo
conocido. De allí que la historia de la “razón”, es decir de
las ciencias, no es tanto lo conocido, sino lo desconocido, un poco a
la manera de lo que significó para Cristóbal Colón su viaje
oceánico, que aunque experto y experimentado navegante, en su ruta a
Occidente no sabía hacia dónde se dirigía ni los imprevistos que
lo aguardaban.
La
ciencia termina siendo un viaje a lo desconocido, aunque este
horizonte pudiera ser anticipado de alguna manera como ocurre con la
actual conquista del espacio. Para seguir transitando el futuro se
nos invita a asumir esta actitud con todos los riesgos que ello
implica, como es ir de lo conocido a lo desconocido, afrontando una
experiencia nueva con sus amenazas y eventuales sorpresas. Siempre
los interrogantes y las novedades exceden las respuestas
establecidas, especialmente cuando enfrentamos “nuevas realidades”
que comienzan siendo nuevas en términos cuantitativos y terminan
siendo diferentes en términos cualitativos, como por ejemplo la
demografía y la geografía, es decir, el ecosistema desarrollado
durante milenios en precario equilibrio y que hemos llamado
desarrollo humano y en los últimos siglos lo resumimos en la “idea
de progreso”. Estos equilibrios están definitivamente
desequilibrados, el número de habitantes desborda la Tierra. La
naturaleza se nos presenta maltratada, degradada y en peligro y un
nuevo fenómeno nos reta como es la urbanización acelerada del
planeta y las ingobernables megalópolis, simples datos empíricos
que tienden a sobrepasar todas las teorías y todas las soluciones
elaboradas hasta hoy. La exigencia de una nueva economía, de un
nuevo sistema social y una redefinición de la política y del
gobierno nos obliga a establecer nuevos paradigmas y asumir
creativamente los retos del futuro. El nudo gordiano vuelve a ser un
símbolo adecuado para la época. Estamos preparados o preparándonos
para el tajo. Creo que sí, por lo menos es lo que nos dice la
historia y seguramente lo “nuevo” advenirá como siempre con
dolores de parto.
domingo, 29 de septiembre de 2013
¿Golpe de Estado?
Cada tanto tiempo surge el tema del
golpe de estado en nuestro país, por lo menos a nivel mediático.
Henrique Capriles Radonski en su reciente visita a Miami se pronunció
al respecto de manera categórica y rechazó de manera firme
cualquier posibilidad y de allí que afirmara de manera rotunda, y a
mi juicio conveniente, que bajo ninguna circunstancia le conviene al
país un golpe de estado.
Por el lado del oficialismo llamó
mucho la atención una declaración de Diosdado Cabello con motivo
del reciente viaje de Maduro a China y antes que este abordara el
avión Cabello le garantizó que se fuera tranquilo porque aquí
nadie le iba a dar un golpe de estado. Despierta curiosidad la
obsesión por el tema de algunos personeros del oficialismo, incluido
el fallecido presidente que permanentemente se referían al golpe de
estado convirtiéndolo en un tema recurrente de su discurso oficial.
No sé si esto ocurre de manera consciente o inconsciente viniendo de
quienes montan su proyecto hegemónico a partir de una larga
conspiración que culminó en un golpe de estado afortunadamente
fallido. Tampoco me luce casual la glorificación del 4 de febrero
como ícono y mito fundacional del actual proyecto político
dominante.
Para cualquier examen racional del
tema es claro que el golpe de estado como proyecto político es más
factible encontrarlo en los sectores militares y entornos cercanos
que en el mundo civil y político partidista. Igualmente creo que
es un secreto a voces que existen grupos minoritarios radicales tanto
en los sectores del oficialismo como en algunos sectores de oposición
que pudieran estar estimulando este tipo de acciones, y dejar en un
segundo lugar el proceso político democrático electoral que a mi
juicio cuenta con mayoría determinante tanto en la oposición como
en el oficialismo. De allí la importancia de un pacto social o
compromiso público a favor del sistema democrático y las vías
electorales sustentados en el reconocimiento y respeto del
adversario, el pluralismo ideológico y político y el diálogo
fecundo y necesario. Contra esto conspira no solamente el
radicalismo de algunos sino la propia historia y particularmente la
nuestra que ha tenido una debilidad permanente hacia los atajos
golpistas y dictatoriales.
Ojalá sirva de advertencia lo que
está sucediendo en el Medio Oriente, en Egipto y con dramatismo
creciente en Siria, cuando el protagonismo político se centra en lo
militar y se abandonan las vías pacíficas y democráticas. En
Venezuela no tenemos alternativas sino apostar a la democracia y la
vía electoral y rechazar de manera absoluta cualquier desviación
golpista.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Homenaje a Hesnor Rivera
Hesnor Rivera
(1928-2001) poeta fundamental de Maracaibo y del país. Poeta jovial
a la manera de la gaya ciencia. Se protegió del mundo con la ironía
y el humor inteligente. Era un enamorado de la vida, un ser
fundamentalmente libre, condición que siempre reivindicó, de allí
la libertad de su poesía, así como su irreverencia poética. Su
poesía abreva intelectualmente en las vanguardias de su tiempo y
particularmente el surrealismo, pero su karma existencial y poético
fue Maracaibo, una vez más sólo accedemos a lo universal desde lo
particular.
La Universidad Católica
Cecilio Acosta (UNICA), con la Universidad del Zulia (LUZ) y la
Fundación Teatro Baralt, le rinden este homenaje con la intención
de rescatarlo para la memoria colectiva y fundamentalmente para las
nuevas generaciones, con la invitación a leerlo y al mismo tiempo
estamos asumiendo un compromiso público, de amigos e instituciones
para editar sus obras completas.
En la inauguración del
homenaje (18,19 y 20 de Septiembre), Lilia Boscán de Lombardi
presentó una semblanza del poeta así como su particular visión de
la poesía de Hesnor, en su momento alumno y amigo, y profunda
conocedora de la obra poética del autor. Califica esta poesía de
trascendente , no sólo en el sentido del valor literario de la misma
sino en su camino a convertirse en un clásico de nuestra literatura,
dándole al concepto de clásico el de la obra que dura en el tiempo.
Igualmente, Valmore
Muñoz, escritor y decano de la Facultad de Educación de la UNICA,
leyó una emotiva e importante carta de una de las hijas de Hesnor,
Celalba, quien sintetiza desde el afecto, vida y obra del poeta.
Igualmente se proyectó un documental entrevista de Yvork Cordido en
donde el poeta largamente explica el surgimiento de Apocalipsis,
época y motivaciones, y fue particularmente conmovedor cuando
explica cómo surge su poema-ícono Sylvia, el cual termina recitando
de manera conmovedora. Apocalipsis ya forma parte de la mitología
urbana y de nuestra historia literaria, así como el emblemático
movimiento cultural agrupado en 40° a la sombra. Sylvia, lo escribe
a los 24 años, en una fría noche-madrugada bogotana, y el relato de
su concepción y escritura producto del azar y de alguna manera del
propio destino del poeta, califica perfectamente en lo
real-mágico-maravilloso. Sylvia es una idealización de la mujer a
partir de fragmentos de muchas mujeres reales. La poesía no es otra
cosa que la fragmentación del mundo asumido en la totalización de
la poesía a partir de la sensibilidad del poeta.
jueves, 22 de agosto de 2013
El muro infamante
Las
sociedades que sucumben al miedo, se aíslan y se rodean de muros
mentales y físicos; así ocurrió con la muralla china que pretendía
ponerle límites al infinito y encerrar el vacío, terminó siendo
militarmente inútil y con el tiempo turísticamente atractiva. Así
le está ocurriendo a los norteamericanos con la infamante barda o
cerca para aislarse del vecino mejicano, una frontera de 3200 Km y
con un tráfico humano de millones de personas y con actividades
económicas cuantificadas en 14.000 millones de dólares anuales
solamente en drogas. Se empezó a construir en el 2006 con el apoyo
del 73% de los miembros del senado y por iniciativa del gobierno
reaccionario y belicista de Bush (hijo) y como consecuencia directa
de la histeria colectiva post 11 de septiembre de 2001. Una época
oscura para la sociedad norteamericana de intolerancia y
fundamentalismo muy parecido al infamante “macartismo” del siglo
XX. La cerca terminó siendo costosa e inútil, como la muralla china
y al retirarle el Congreso los fondos, en un rapto de sensatez quedó
como un monumento a la estupidez política y una afrenta a la
dignidad de un pueblo que se proclama democrático y que en su
momento puso total empeño en derrumbar otra cerca
ideológico-política como la llamada cortina de hierro y un muro
real como el de Berlín.
Hoy la
cerca inútil es motivo de burla y lógicamente no ha eliminado ni
disminuido el flujo humano entre los dos países y mucho menos
controlado la compleja problemática del tráfico de drogas. Como
siempre ha ocurrido en la Historia, las fronteras terminan
desapareciendo y los pueblos integrándose en una alquimia creadora
de culturas diversas. En el siglo XXI quizá este sea uno de los
principales desafíos, transformar las fronteras en territorios que
separan por territorios integrados y con ello ayudar a seguir
derribando tantas paredes espirituales y mentales que siguen
dividiendo a la humanidad.
Una película sobre Bolívar
Partamos
de la premisa que el cine nacional existe. Igualmente hay que
reconocer el esfuerzo hecho por mucha gente, especialmente creadores
y cinéfilos. Desde la década de los 40 del siglo XX hasta el día
de hoy el esfuerzo ha sido permanente pero errático y lo más grave,
como siempre, por falta de sentido institucional de las cosas no ha
habido continuidad.
Frente al
cine nacional tienden a existir dos posturas: todo lo que se hace es
bueno y hay que apoyarlo; y todo lo que se hace es malo y hay que
criticarlo. En lo personal, como simple espectador, he visto
películas mejores y muchas no tan buenas. Estimo como lo más
consistente de nuestra filmografía lo hecho por Román Chalbauld y
particularizo en mis gustos a Oriana, de Fina Torres. De mucho más
nivel ha sido nuestra tradición documental, desde las antológicas
Araya y Reverón, de Margot Benacerraf hasta la serie documental de
Bolívar Films.
En general
el problema no es de talento sino de recursos, profesionalización y
continuidad. No hemos logrado crear una consistente tradición
cinematográfica como por ejemplo la mejicana, la argentina o la
brasileña, de alguna manera la televisión y las telenovelas
particularmente monopolizaron nuestros espacios audiovisuales.
Tampoco hemos tenido una consistente tradición teatral y actoral,
carencias que se repiten en casi todos los aspectos de la industria
cinematográfica. Dicho lo anterior, llegamos al Bolívar
cinematográfico actualmente en cartelera. El Bolívar del director
Luis Alberto Lamata, en términos de producción, dirección,
escenografía, musicalización, pasan la prueba, si nos comparamos
con nosotros mismos. Mientras que en términos de guión, diálogos y
actuación las deficiencias son evidentes y reiteradas. Igualmente la
manipulación histórico-historiográfica, en donde se confunde
presente con pasado, quizá para complacer, no lo sé, al amo del
dinero. El personaje Bolívar, a mi juicio deficientemente
interpretado, actuado y sobreactuado, convierte a Bolívar en un
petimetre caraqueño, políglota (?), promiscuo, vanidoso y de gestos
altisonantes y falsos. Una figura acartonada o de cera. Los demás
personajes son simple comparsa, que todo el tiempo están fingiendo
ser lo que no son, sin sentimientos y sin contenidos, perfectas
existencias vacías, sin memoria, sin biografía y sin personalidad.
La película perniciosamente, al confundir el presente con el pasado,
a pesar de que se ubica en 1815-1816; entre Jamaica-Haití-Venezuela
se desarrolla en claves políticas subliminales de total actualidad.
Consideración
aparte merece el público, a pesar de la propaganda oficialista, y
quizá por ello mismo, aparentemente el gran público no la ha
respaldado todavía, en la función que nosotros asistimos éramos
apenas 6 personas.
jueves, 15 de agosto de 2013
Ernesto Sabato
Nace
el 24 de Junio de 1911, y muere a los 96 años. Escritor argentino de
obra corta e intensa, como Rulfo, había descubierto el arte de
escribir, quemando o destruyendo muchos manuscritos, tal como lo
prescribía Flaubert. Su obra narrativa publicada se reduce a la
trilogía: “El túnel”; “Héroes y tumbas”; y “Abaddón el
exterminador”. Obras llenas de intuiciones, premoniciones y sueños,
o mejor, pesadillas, que marcan y definen toda su obra. Su informe
sobre ciegos, texto casi autónomo dentro de otro libro, de alguna
manera anticipó la funesta y terrorífica dictadura militar
(1976-1983) con su casi 30.000 desaparecidos, que posteriormente
documentó la Comisión de la Verdad nombrada por el presidente
Alfonsín y que presidió Sábato. El propósito principal, como
dijera Sábato, era para no olvidar, aunque se proclamara el perdón
y la reconciliación pero con justicia y sin impunidad (casualmente
en los últimos meses fue noticia la muerte en la cárcel del
dictador Videla, que había sido condenado a cadena perpetua). Sábato
fue un hombre melancólico y depresivo, características que con los
años se acentuaron y que en su obra se refleja de manera visible.
Casi ciego, en su vejez, se dedica a pintar cuadros expresionistas,
en donde la figura humana, en particular el rostro y los ojos, como
en un cuadro de Munch expresan el terror y horror de la condición
humana, tanto por su herencia cainítica como por la finitud
inevitable. El escritor, a pesar de todo creía en los seres humanos,
especialmente en aquellos que no renuncian a la utopía.
Hijo
de emigrantes calabreses, Ernesto Sábato fue argentino integral y
latinoamericano a su manera. Irrenunciablemente lúcido y crítico, y
al mismo tiempo, como decía en los últimos años, en el fondo un
hombre bueno.
En
“El túnel”, novela urbana, es el conflicto existencial de los
pequeños seres que se agotan en la cotidianidad y el misterio, en el
amor y la tragedia, mientras que en “Héroes y tumbas”, es el
sentimiento trágico de la historia, de la identidad personal y
colectiva en permanente conflicto con el tiempo y las circunstancias.
Una identidad precaria y huidiza, de memoria reciente e inestable,
una identidad que pretende asumirse más desde el futuro que desde el
pasado, ya que éste, trágico por definición a veces pesa tanto que
no nos deja vivir. En “Abaddón el exterminador”, así como en su
obra ensayística, intenta una aproximación lúcida y melancólica
con su tiempo, ese siglo XX que tanto lo atormentó.
Carlos Fuentes
Autor
mejicano (1928-2013) editor, lector y guionista, como a él le
gustaba presentarse, fue un creador oceánico que en la mejor
tradición del Quijote trató de crear una literatura personal cuyo
hilo conductor fue el tema de la identidad y el poder. Autor
emblemático del “boom” de la literatura latinoamericana con
tantos nombres importantes y emblemáticos participa de la idea que
con el “boom” (1960-1970) la literatura latinoamericana se hace
universal; y todo un continente, uno y diverso, asume el idioma como
una patria compartida.
Se
da a conocer con dos libros fundamentales a través de los cuales
intenta comprender lo que pudiéramos llamar la “mexicanidad” con
antecedentes ilustres, como Alfonso Reyes y Octavio Paz. “La región
más transparente” de 1958 y “Las buenas conciencias” de 1959
en las cuales asume el permanente conflicto en nuestro continente
entre historia y mito. El conflicto que marca nuestros orígenes en
1492, entre lo hispano, lo indígena y lo mestizo. Conflicto secular
de encuentros y rupturas y esa inestable síntesis que pretendemos
expresar los latinoamericanos de nuestro tiempo.
En
1975, con “Terra nostra”, intenta una Suma literaria que venía
desarrollando en libros anteriores, como “La muerte de Artemio
Cruz” de 1962, “Cambio de piel” de 1967 y otros. Saga que
culmina de alguna manera en 1990 con “”Valiente mundo nuevo”,
“El espejo enterrado” de 1992 y la silla del águila del 2003,
estos son algunos de los títulos que reitera como en una
circunferencia o laberinto en donde la épica, la utopía y el mito,
son los verdaderos protagonistas.
La
escritura de Carlos Fuentes es una pretensión de un universo
narrativo totalizador a la manera del ya citado Quijote y otros
importantes autores de la literatura universal.
Decía
Carlos Fuentes que la aventura del novelista consiste en decir lo que
ignora.
Carlos
Fuentes vivió a plenitud su tiempo y sus oportunidades, vivió la
atracción de la mujer y se fascinó con la aventura del cine y en la
misma medida que particularizó su espacio mejicano en esa misma
medida se hizo universal.
A
su manera, también vivió la pasión de la política, pero más que
la política como vocación le fascinó el poder, en realidad, la
tragedia del poder, tan perversamente visible en nuestra historia
política así como en el terrible y trágico siglo XX.
jueves, 11 de julio de 2013
Universidad, Sociedad y País
La Universidad Venezolana desde hace mucho tiempo dejó
de autointerpelarse, se volvió excesivamente endogámica y perdió
su conexión con el país, para convertirse en un simple referente
nostálgico o sentimental, casi siempre quejumbroso con nuestro poco
creativo discurso del presupuesto, mientras seguíamos alimentando la
burocracia clientelar universitaria y permitíamos que nuestros
salarios y del trabajador venezolano en general se difuminarán en la
voraz e implacable inflación, provocada por políticas erróneas de
gobiernos fracasados. Es urgente retomar el diálogo con el país,
volver a aprender a respirar con él, a compartir sus angustias y
anhelos, a identificarnos con su presente y mucho más importante
volver a compartir el futuro con todos los sectores de nuestra
sociedad. Tenemos que asumirnos desde la autocrítica así como
hablarle con franqueza y claridad al país. “Parafraseando a Ortega
y Gasset, podemos decir que la Universidad se define en su Historia y
de acuerdo a sus circunstancias sociales. En consecuencia, cualquier
proyecto o desarrollo de la institución, pasa necesariamente, por
una reflexión sobre su pasado y sobre la realidad que la circunda.
La Universidad milenaria ha vivido en tensión
permanente con el poder y no podía ser de otra manera, en la medida
que se asumía racionalista y crítica. En nuestro ámbito cultural
es ejemplarizante lo acontecido en la emblemática Universidad de
Salamanca, el 12 Octubre de 1.936; decía el Rector Unamuno: “Estáis
esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz
de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a
mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.
Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de ¡Viva la Muerte!, y
yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira
de algunos que no la comprendían, he de deciros como experto en la
materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General
Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un
tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.
Pero desgraciadamente, en España hay actualmente demasiado
mutilados. Y, Si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más.
Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar
las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de
la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un
terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su
alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: ¡Muera la
inteligencia! ¡Viva la Muerte! Y la asamblea le hace coro. Unamuno
inmutable continúa “Este es el templo de la inteligencia y yo soy
su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis,
porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para
convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que
os falta: Razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros
que penséis en España. He dicho”.
La barbarie se impuso como lo temía el Rector Unamuno y
España pago las consecuencias. En Venezuela, somos tan insensatos
que no aprendemos estas lecciones fundamentales de la historia.
Igual que el Rector Unamuno, tampoco podemos ni debemos
callar y es que el silencio cómplice siempre le facilita el trabajo
a estos bárbaros recurrentes de la historia.
La Universidad es una creación civilizatoria de la
humanidad. En Venezuela, la Universidad tiene tres siglos implantada,
aunque su principal desarrollo se haya dado en el transcurso del
siglo XX y hoy por hoy es un sistema complejo y complicado que no
terminamos de entender, de identificar y de legislar. Jurídicamente
vivimos en la intemperie, con una ley obsoleta y una disposición
constitucional que no se cumple, concretamente, el artículo 109 de
la Constitución que establece la Autonomía Universitaria. “El
Estado reconocerá la Autonomía Universitaria como principio y
jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes,
egresados y egresadas de su comunidad, dedicarse a la búsqueda del
conocimiento a través de la investigación científica, humanística
y tecnológica para beneficio material y espiritual de la nación.
Las universidades autónomas se darán sus normas de gobierno,
funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio, bajo
el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley. Se
consagra la Autonomía Universitaria para planificar, organizar,
elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y
extensión. Se establece la inviolabilidad del recinto universitario.
Las universidades nacionales experimentales alcanzarán su autonomía
de conformidad con la ley”.
El sistema universitario o subsistema de Educación
Superior, agrupa a casi 200 instituciones y un poco más de 2.000.000
de estudiantes. El grupo más antiguo son las llamadas Universidades
Autónomas, acosadas y acusadas por el poder público de inoperantes
e improductivas. Las llamadas Experimentales han sido siempre
víctimas del gobierno de turno que le impone sus autoridades y con
ellas pretenden obediencia y sumisión política. El sector privado
con 25 instituciones y el 20% aproximadamente de la matrícula
estudiantil, casi inexistente en el ordenamiento legal y al mismo
tiempo, jurídicamente disminuidas ya que entre sus limitaciones está
el hecho que los títulos suscritos por el Rector tienen que ser
refrendados por el Ministerio. Igualmente en el Consejo Nacional de
Universidades (CNU) su representación es un quinto del voto pleno.
En los últimos tiempos se han incorporado al sistema universitario
diversas Instituciones básicamente caracterizadas por la
masificación y el sesgo político–ideológico de las mismas. Para
efectos nuestros, todas son Universidades, sin apellido, aunque con
identidades y problemáticas diferenciadas; el asunto es, manteniendo
la diversidad, cómo integrarnos en un sistema nodal, moderno y
eficiente. El problema no es calificarnos y mucho menos
descalificarnos, sino asumirnos orgánicamente al servicio del país.
La universidad venezolana le ha rendido muchos servicios a este país,
pero fundamentalmente ha sido un factor estratégico y dinamizador de
la evolución social, concretamente en la formación de los cuadros
profesionales y técnicos necesarios y en el desarrollo y
consolidación de las clases medias, ambos factores decisivos en el
desarrollo y consolidación del proyecto democrático nacional. Si
bien la Universidad se justifica a sí misma y la sociedad la
certifica, también es cierto que en términos de investigación y
creación de conocimiento, nuestra deuda es significativa. Apenas un
10% aproximadamente del profesorado clasifica como verdaderos
investigadores, (que no hay que confundir con investigadores de papel
o en el papel). Comparado con América Latina tenemos un déficit de
más de 20.000 investigadores y comparados con el mundo desarrollado,
el déficit se incrementa a casi 80.000 investigadores.
El gran reto para la Universidad del siglo XXI, es pasar
del modelo profesionalizante tradicional a los nuevos modelos que la
sociedad de la información y del conocimiento y las nuevas
tecnologías exigen. Cantidad con calidad, calidad con cantidad, es
el programa imperativo de nuestro desarrollo educativo. Creemos
profundamente en la educación como mecanismo excepcional para la
inclusión, sintetizada en la frase de Comenio “Educación de todos
para todos”. De allí la urgencia e importancia de concertar una
política educativa integral, sin pretensiones hegemónicas ni
ideológicas y mucho menos de control político. La Educación es por
definición el ámbito humano de la libertad, el lugar de la
hominización por excelencia. El esfuerzo educativo en Venezuela más
que mérito de un gobierno en particular, es básicamente una
conquista societaria, porque el ser humano como lo entendió y asumió
la UNESCO en su informe Aprender a Ser, es educable desde el
nacimiento hasta la muerte, y en ese proyecto educativo existencial,
se involucran y asumen responsabilidades todos los sectores y actores
sociales: familias, instituciones, iglesias, medios, empresas y
gobiernos, de allí la necesidad ineludible de la concertación y el
diálogo para elaborar e implementar políticas educativas
apropiadas, convenientes y necesarias, sin olvidar que el principal
protagonista es el sujeto a educar, es decir la persona concreta.
La Universidad es autónoma o no es. La Universidad, es
una versión de la libertad y no otra cosa es la autonomía. Es el
autogobierno y la libertad responsable. Es la exigencia de la razón
de conocer, comprender, preguntar siempre. La filosofía y la
ciencia igual que la poesía y el arte, nacen del asombro, es el ser
humano interrogándose a sí mismo e interrogando al mundo, a la
naturaleza, al universo entero; es la razón intentando sustituir al
mito.
La autonomía universitaria nace de estas circunstancias
y éstas necesidades. De allí que siempre termina siendo amenazada,
fundamentalmente desde el poder, sea éste político, económico o
religioso. El poder tiende a avasallar, controlar o mediatizar, y la
Universidad – no importa cuán grande sea su crisis – tiende
siempre, y de manera natural, a buscar y servir a la verdad, sabiendo
que la verdad es nuestra única posibilidad real de libertad. La
verdad nos hace libres, dice el viejo libro y repiten todos los
textos sapienciales que la humanidad ha producido. “La Universidad
teleológicamente es libertad y verdad. Todo lo demás se le
subordina e históricamente sólo la autonomía posibilita esta doble
vocación”.
La autonomía es el termómetro por excelencia de la
salud universitaria y democrática, del tipo de sociedad que somos y
del tipo de Estado que tenemos. Poder y cultura son antagónicos por
definición. El primero existe para reprimir, controlar y
administrar; mientras la cultura es libertaria y creadora, y
necesariamente tiene que ser crítica y utópica. Unos administran y
usualmente se benefician del presente; pero las Universidades y la
cultura crean el futuro y posibilitan la utopía.
Como observaba Nietzsche, Estado y Cultura viven en
permanente oposición radical.
Universidad y Poder siempre han entrado en conflicto, lo
que no significa que no puedan y deban colaborar. En el fondo,
Sociedad y Estado, terminan siendo sinónimos. En Venezuela estamos
urgidos de esta colaboración y diálogo necesario, para asumir la
tarea urgente de una nueva Ley de Universidades, de manera
concertada, participativa, plural y democrática, que refleje, asuma
y garantice el cumplimiento pleno del artículo 109 de la
Constitución, es decir la autonomía plena para todas las
Instituciones Universitarias. Esta nueva ley además debe propiciar
la reforma inteligente del sistema, de manera gradual y progresiva,
al mismo tiempo que se promulguen y asuman las políticas necesarias,
en el orden socio-económico para garantizar la estabilidad material
del trabajador universitario: obreros, empleados y profesores, así
como los presupuestos adecuados, no tanto para soportar un gasto
corriente que evidentemente está distorsionado, sino para la
inversión creativa.
Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos.
Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo
XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo
tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde
las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias
sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto
de saberes y experiencias.
La reivindicación de la Universidad «esencial y
eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es
entender que, en los últimos mil años, la historia de las
universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época
tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el
horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace
posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera
intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y
alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos tiempos, y
particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera
deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de
la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad,
primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como
profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como
maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con
maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los
estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el
conocimiento como diálogo y alteridad contribuyen al acto creador de
la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo
existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se
agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal,
pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés
u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin
dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la
Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los
estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento
y la administración no pueden estar condicionados sino a la
identidad y los fines de la Universidad.
La Universidad siempre se conjuga en futuro y la
Universidad del futuro ya está aquí. El desafío principal del
siglo XXI para las universidad es la ambigüedad e insuficiencia del
saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la
impresionante cantidad de información acumulada y transmitida, así
como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida,
con humor e ironía, “tómense su tiempo pero dense prisa en
hacerlo pues no saben ustedes qué les espera”.
En consecuencia y como conclusión, quisiera dejar bien
claro que los universitarios sólo pedimos un diálogo respetuoso,
plural y creativo. En segundo lugar, la vigencia plena de la
Constitución y, en particular, del Art. 109. Igualmente, se hace
urgente y necesario una nueva Ley de Universidades producto del
diálogo y la concertación respetuosa entre todos los sectores de la
vida social y política. Una Ley que propicie reformas necesarias
para que la universidad venezolana siga siendo “un baluarte para el
desarrollo humano y social del país” como lo expresara
recientemente y de manera elocuente la Conferencia Episcopal
Venezolana (CEV).
miércoles, 3 de julio de 2013
Memoria Cívil Vs. Memoria Militar
Se ha publicitado en
la prensa local que el Paseo Ciencias se llamará Paseo Los
Libertadores. No entendemos el cambio de denominación ni su
necesidad. En la memoria urbana el Paseo Ciencias después de la
destrucción del Saladillo quedaba como un referente importante de la
memoria colectiva como un homenaje de la ciudad a sus instituciones
educativas emblemáticas como es el caso del Colegio Federal de
Varones y la Universidad del Zulia, que en 1891 abre sus puertas
precisamente en esa calle. Recuperar el Paseo Ciencias y otros
espacios de valor histórico y cultural es encomiable y necesario y
allí nuestro apoyo a la gestión pública que lo hace posible.
Recuperar el casco central integralmente es una deuda que arrastramos
los ciudadanos y los gobernantes de esta ciudad. Tampoco
cuestionamos la multiplicación de símbolos que se han ido
acumulando en estos espacios como por ejemplo la incorporación del
Monumento a La Chinita, símbolo por excelencia de la herencia
católica y mariana de la ciudad. En el proyecto publicitado de
remodelación del Paseo Ciencias se habla de incorporar al maestro
Simón Rodríguez, a Ana María Campos, Guaicaipuro, José Leonardo
Chirino y Ezequiel Zamora, como toda decisión es polémica y en mi
caso no entiendo el intercalar figuras de nuestra épica civil con
figuras de nuestra épica militar, pero quizás es el “mezclaje”
y sincretismo típico de nuestra cultura y ciudad. El cambio de
nombre no lo veo necesario a menos que se piense que 500 años de
historia y 200 años de vida republicana se agoten esencialmente en
la épica emancipadora y que en nuestra memoria y conciencia
colectiva se siga privilegiando el elemento militar como el núcleo
fundamental de identificación de nuestra nacionalidad, criterio que
evidentemente no compartimos ya que una nación es fundamentalmente
una cultura, es decir, una lengua, una conciencia y unas tradiciones
en donde el protagonista siempre es la comunidad y cuando ésta se
individualiza es mucho más importante darle valor a los aspectos
morales, educativos, científicos y culturales. Entendemos y
respetamos la profesión militar así como la importancia de la
institución armada, pero no es conveniente para la conciencia
nacional que se le privilegie de manera excesiva y que el resto del
ser social aparezca como secundario y subordinado. El propio Bolívar
tenía plena conciencia de ello, de allí su famosa y repetida frase
de Moral y luces.
Con la destrucción
innecesaria del Saladillo, la ciudad fue sacudida en su alma, creo
que no debemos repetir el error de seguir maltratando nuestra memoria
y conciencia colectiva.
Continuidad y Cambio
Las
sociedades políticamente siempre oscilan entre la continuidad y el
cambio. En la actual coyuntura política una mitad quiere continuar
y mantener el status quo y la otra mitad quiere un cambio y un
gobierno alternativo. En esta pugna realmente no hay razones ni
ideológicas ni doctrinales sino el cálculo pragmático de
insertarse en el Estado y acceder al presupuesto público, sea una
alcaldía, una gobernación o la presidencia, de allí el interés de
los partidos políticos de ambos sectores en mantener abierta la
opción electoral a pesar de las reservas en la oposición con
respecto a nuestro sistema electoral.
El
“chavismo” murió con su fundador, lo que queda es un todo vacío
y las ambiciones personales y grupales siendo las más visibles las
tendencias que pudieran representar Maduro y Diosdado y las menos
visibles aquellas que están presentes en el sector militar, el
verdadero poder del régimen. En cualquier desenlace, ellos jugarían
un papel decisivo. En la oposición hay una unidad política por
necesidad con muchas diferencias reales y potenciales. Los partidos
juegan, táctica y estratégicamente un doble juego, a corto plazo la
unidad y a mediano plazo un proyecto gubernamental que perfectamente
puede ser permeado en ambos sectores, es decir los aliados y
adversarios políticos de hoy pudieran eventualmente mezclarse. El
curso de los acontecimientos es difícil de predecir pero lo que sí
está claro es el fracaso de este proyecto populista-militarista y el
pretender hegemonizar el gobierno sobre un falso dilema de izquierdas
y derechas que en la práctica no es real. La primera necesidad
nacional es recuperar la convivencia y unas reglas electorales
confiables. Como siempre el Estado debe alcanzar para todos, de no
ser así la anarquía y la violencia nos seguirán amenazando y con
ello se prolongarían penurias e incertidumbres.
Otra
certidumbre es que hay un cansancio generalizado con este clima
enrarecido de país detenido y sociedad atormentada. El sector joven
que es mayoría exige una salida política, equilibrada, democrática
y convivencial y de allí la necesidad de generar respuestas
societarias y políticamente viables y en donde ningún sector
político se sienta discriminado o excluido de los futuros
escenarios. Nadie vive del pasado, es un error del oficialismo
pretender eternizar políticamente la imagen del líder fundador y
legitimar el gobierno sobre su imagen igual que es necesario que la
oposición entienda que si no desarrolla el mensaje de la
alternabilidad y la convivencia va a ser difícil convencer a
sectores importantes que han apoyado a este gobierno de entender la
importancia y necesidad de una alternativa democrática.
sábado, 29 de junio de 2013
¿Sociedades con vocación de atraso?
Hay sociedades con
vocación de atraso, evidentemente no todos sus integrantes pero sí
ciertos grupos o sectores. En Venezuela muchos políticos y
empresarios no logran ir más allá del asalto a la renta petrolera.
Muy lejos de la política moderna y de la economía productiva. Los
primeros, gobernantes a cualquier nivel, se convierten en verdaderos
depredadores del presupuesto público, sin rendición de cuentas, sin
límites morales y en donde se practica una promiscuidad absoluta
entre lo público y lo privado. Los segundos, evidentemente no todo
el sector empresarial, se asumen como aventureros de los negocios con
sus famosas empresas de maletín en donde todo es susceptible de
convertirse en negocio, casi siempre en alianza con algún sujeto
“enchufado” en el gobierno. Sin ningún escrúpulo, política y
negocio se confunden. Estos personajes practican sin saberlo la
muerte de dios, en donde todo está permitido bajo el manto de la
santidad del dinero. Parte de nuestra incapacidad como sociedad para
entrar al futuro son estos sectores “dirigentes” ya que los otros
sectores o se han ausentado del país o se aíslan en sus intereses
particulares y cultivan la desesperanza y la derrota anímica. En
general las clases medias y los sectores populares se limitan a vivir
la incertidumbre y la precariedad a que lo obligan las circunstancias
y los mengüados ingresos. A pesar de todo lo anterior, podemos
afirmar con certeza que las sociedades no se suicidan aunque puedan
vivir como es nuestro caso una larga y agónica crisis pero en algún
momento la propia sociedad logra reaccionar y de los mismos sectores
identificados negativamente surgen movimientos y acciones que ayudan
a cambiar radicalmente las cosas en sentido positivo. Un buen ejemplo
es el sector militar, principal sostén del régimen, pero que en la
historia contemporánea venezolana la institución armada siempre
terminó siendo factor de cambio y estabilidad. Así fue con López y
Medina, entre 1936 y 1945, mientras se liquidaba políticamente al
gomecismo y así fue en 1958 y 1959, mientras desaparecía el
perezjimenismo y seguramente así será en esta próxima e inevitable
transición política.
Una sociedad de "amigos"
Venezuela,
superficialmente, es moderna, pero en usos y costumbres, ideas y
mentalidades prevalece la premodernidad con sus características
tribales y clánicas, o como diría Ana Teresa Torres, “La herencia
de la tribu”.
En el siglo XIX la
sociedad funcionaba como una “tierra de compadres” todo se
manejaba entre compadres y familiares, casi siempre convertidos en
socios, asociados en sociedad, como diría un amigo. A falta de
instituciones y leyes, las relaciones personales lo eran todo. Hoy
esto no ha cambiado mucho, seguimos siendo una “tierra de
comprades” de compañeritos y camaradas de partido. No hay
actividad o servicio que no se resuelvan a este nivel. Seguimos sin
instituciones que funcionen de manera objetiva y neutral y sin leyes,
aplicadas escrupulosamente de acuerdo a la doctrina y la justicia.
Nuestras leyes, empezando por la constitución, usualmente son de
lenguaje pomposo y altisonante y meramente declarativas, llenas de
lindas palabras y muchas buenas intenciones, que en su mayoría no se
cumplen. Las leyes y las instituciones usualmente son para ser
aplicadas o utilizadas contra los enemigos del gobierno. Es la vieja
fórmula del dictador dominicano, Trujillo, “a los amigos todo, a
los enemigos la ley”. La amistad o cercanía al gobernante es
nuestro verdadero amparo y nuestra mejor oportunidad para obtener
ventajas y “progresar”. Los poderes públicos, en vez de ser un
contrapeso al poder ejecutivo y al excesivo presidencialismo,
normalmente se le subordinan y se convierten en el principal
instrumento de intimidación y persecución. La derivación lógica
de este estado de cosas es que el hábito más extendido entre
nuestros conciudadanos sea la usual viveza y la maraña cotidiana,
para lo cual se precisan talentos que descansan sobre la
indeterminación y precariedad de lo lícito y lo ilícito y de allí
este estado generalizado delincuencial y de corrupción. En estas
condiciones el estado moderno es inexistente como regulador y garante
legal de relaciones interpersonales objetivas y de allí que termina
siendo un cascarón vacío, ayuno de justicia y de legalidad
acomodaticia lo que configura un “poder vacío” ya que el
verdadero poder lo detentan los “poderes fácticos”. En primer
lugar, el poder armado y después el poder político y económico que
son los que terminan gobernando siempre a favor de ellos mismos. En
Venezuela muchos mandan pero nadie o casi nadie gobierna. En nuestro
país no hay aspiración pública más apetecida que ser tratado como
jefe. En los actuales momentos, Maduro cree que manda mientras que el
gobierno se diluye en múltiples grupos, mientras Diosdado se
pretende jefe y actúa como tal. En estos tiempos de incertidumbre y
ambigüedad y de necrofilia hay un líder fantasmagórico y unos
“herederos” que tratan desesperadamente de llenar el vacío.
domingo, 9 de junio de 2013
¿Racionamiento?
De acuerdo a los teóricos, Marx entre ellos, el
socialismo sería el reino de la abundancia y la libertad, de allí
que no entendemos estos “socialismos” que lo que terminan
generando es tiranías personales, gobiernos corruptos e ineficaces y
una gran abundancia de miseria y escasez. Todo lo anterior viene al
caso por la experiencia traumática que estamos viviendo la mayoría
de los venezolanos sometidos a una fracasada política económica y a
una larga, ya demasiado larga, inflación acompañada con la
inevitable escasez. A pesar de la propaganda oficial la escasez no
la produce ni el Imperio, ni los empresarios, ni la oposición sino
una equivocada y errónea política que confunde economía con
ideología.
En otro orden de ideas en nuestro país casi todo
por no decir todo ha sido “racionado” empezando por la palabra,
reducida a un lenguaje degradado y envenenado. Igualmente ha sido
racionada la vida con la terrible inseguridad que nos amenaza todos
los días y cobra miles de víctimas infortunadas. Asimismo ha sido
racionada la libertad de pensamiento y expresión. Opinar es
peligroso y delictivo si el régimen se siente aludido y amenazado.
Se ha “racionado” la libertad individual y el derecho de
propiedad sometido a la arbitrariedad de los amos del poder y a la
discrecionalidad de tribunales, fiscalías y otros órganos del poder
público. Se ha “racionado” los diversos servicios, desde hace
mucho tiempo los venezolanos hemos conocido y vivido penosamente el
racionamiento del agua, de la electricidad y el mal servicio de las
comunicaciones en todo sentido y por último ha llegado, por ahora,
el último racionamiento que es el que más nos afecta en el día a
día, el de los alimentos de consumo masivo.
En Venezuela se ha impuesto el racionamiento
porque la incapacidad y la corrupción se han convertido en el modelo
gerencial-administrativo de este gobierno, que ha dividido a los
venezolanos y que llegó a racionar también el trabajo cuando impuso
las nefastas “listas” que en la práctica nos convertían a
millones de personas en ciudadanos de segunda o no-ciudadanos al
negar derechos fundamentales como el trabajo.
El racionamiento es el fracaso del llamado
“socialismo del siglo XXI” y el éxito del llamado modelo cubano,
país sometido a una férrea dictadura y cuyo mayor éxito económico
fue la famosa cartilla de racionamiento, verdadera expresión de un
gobierno que cultivó el poder personal hasta la idolatría y olvidó
el deber elemental de todo gobierno que es la libertad y el bienestar
de sus ciudadanos.
La izquierda capitalista
La
“izquierda”, en la terminología o vocabulario político de la
modernidad, es por definición “antisistema”. Con el
advenimiento del marxismo el término izquierda se posiciona
definitivamente como lo contrario del capitalismo, sistema dominante
en lo económico - social y de la burguesía como clase hegemónica
en lo político. Es la dialéctica hegeliana historizada, como
síntesis dialéctica y en vez de surgir un nuevo sistema alternativo
al capitalismo, como el socialismo y el comunismo, lo que surge es un
híbrido tan extraño como el comunismo-capitalista, tal como ocurre
en China y en otros países con gobiernos que se califican de
izquierda y en la práctica solo sirven para apuntalar y desarrollar
el capitalismo en su génesis más primitiva: un capitalismo salvaje.
Otra
característica curiosa de este híbrido económico político es que
han llegado al poder gobiernos que se proclaman de izquierda y
terminan sirviendo al gran capital nacional e internacional, es lo
que ha ocurrido en Brasil con Lula y Rousseff, en Uruguay con Tabaré
y Mujica, en Chile con Lagos y Bachelet, en Bolivia con Evo Morales,
en Argentina con los Kirchner, Correa en Ecuador y Ortega en
Nicaragua; es decir, presuntos líderes de izquierda que terminan con
sus gobiernos apuntalando sistemas tradicionales capitalistas y
consolidando viejas y nuevas burguesías. Un buen ejemplo es nuestro
propio país en donde el gobierno de turno, autoproclamado
revolucionario y socialista, terminó consolidando el petroestado
capitalista que siempre hemos sido y una emergente boliburguesía
de fortunas rápidas y corrupción grosera.
Estos
pretendidos revolucionarios, que en nombre del pueblo viven y actúan
como millonarios, terminan avalando todo lo que en teoría rechazan,
entre otras cosas el consumismo desaforado y el dinero casi como un
valor absoluto de la vida social. Hegel frente a esto diría que son
las ironías de la historia o astucias de la razón. Cuba es otro
aberrante ejemplo de “nueva sociedad y hombre nuevo”, en donde
el capitalismo de Estado termina siendo el ogro filantrópico que
todo lo controla y que monopoliza y administra una camarilla que
piensa, vive y actúa como capitalista en el peor sentido de la
palabra. Lula y Mujica ejemplarizan muy bien esta ironía: viejos
luchadores de izquierda, convertidos al frente de sus gobiernos en
vendedores de productos, bienes y servicios que en sus respectivos
países producen las pujantes empresas capitalistas de Brasil y
Uruguay.
Una vez
más, en nuestra cultura nominalista las palabras y los hechos se
contradicen y se oponen creando confusión y alimentando mitologías.
La generación perdida
Esta fue la frase que
utilizó Gertrude Stein, para referirse a la generación de
escritores norteamericanos que hacían su peregrinaje existencial y
literario a París, entre otros, Henry Miller y Ernest Hemingway. La
realidad demostró que no sólo no estaban perdidos sino que su
escritura marcó de manera indeleble a su país y a la cultura del
siglo XX. El problema es de talento y esfuerzos más que de
circunstancias. Esto viene al caso, porque en Venezuela se viene
hablando de décadas perdidas para las últimas generaciones que les
tocó nacer y vivir en una sociedad sometida a todas las pruebas.
Son las llamadas generaciones de la crisis. Para el país son 30
años no de pro-greso sino de re-greso. Para millones de jóvenes su
realidad y su circunstancia para “triunfar” o para “fracasar”.
El destino individual no puede confundirse con el destino colectivo,
aunque aceptamos como válida la frase historicista atribuida a
Ortega y Gasset “yo y mi circunstancia”. Millones de jóvenes no
han conocido otra cosa que incertidumbre y falta de oportunidades,
por una política suicida de división del país y destrucción de la
economía, pero como las sociedades no se suicidan, muchos de estos
jóvenes no sólo aprendieron a sobrevivir sino también a progresar.
Todo esto resulta trágico e innecesario si tomamos en cuenta que
Venezuela es un país privilegiado en muchos sentidos. Existen los
recursos humanos y existen los recursos de la naturaleza que
configuran un país con todas las ventajas comparativas y
competitivas que la ciencia económica ha establecido.
Estos tiempos de
incertidumbre, temor y precariedad, tengo la impresión que están
por terminar o por lo menos, es mi deseo. Si asumimos la teoría
pendular de la historia de Vico, 30 años es mucho tiempo para una
crisis que comenzó siendo política, continuó como crisis política
y social y terminó siendo una verdadera crisis moral y que
posibilitó esta autocracia militarista de los últimos 14 años.
En términos
filosóficos nadie triunfa o fracasa absolutamente y así ha ocurrido
con las últimas generaciones y el país en general. Inclusive este
re-greso debe implicar necesariamente unos aprendizajes que a mi
juicio muchos millones de venezolanos han asumido y es que la
Venezuela rentista y saudita es una realidad que ya pertenece al
pasado y que solamente si asumimos nuestras responsabilidades
individuales y colectivas podremos reasumir nuestro proyecto
democrático-modernizador de sociedad abierta, plural y progresista,
y creo que millones de jóvenes así lo han entendido y lo están
asumiendo y por eso el futuro se está convirtiendo en la
idea-programa que poco a poco le está devolviendo la confianza a los
venezolanos.
Garrote y/o zanahoria
En
cualquier curso de gerencia se utiliza esta terminología conductista
y tan poco poética de “garrote y/o zanahoria” para expresar la
vieja fórmula pedagógica del premio y castigo tan usada en las
escuelas y familias tradicionales. El actual gobierno -profundamente
anacrónico, tanto en su origen como en su desempeño- aspira a
recuperar legitimidad y gobernabilidad con este viejo método que
pretende reducir la naturaleza humana casi a la condición de
bestias. A los animales se les “educa” a golpe y/o con
gratificaciones.
El
gobierno ha invitado al sector empresarial a conversar sobre la base
de cooperar para reactivar la producción y combatir el severo
desabastecimiento, provocado por el mismo gobierno que golpea y
afecta todos los sectores, particularmente los más débiles
económicamente, como lo son los sectores populares, la clase
trabajadora y la golpeada y precaria clase media, con ingresos fijos
e insuficientes, y enfrentados todos a una inflación cercana al 30%.
Con ello se cae la propaganda gubernamental al pretender señalar
como responsables al sector privado y no asumir su propia
responsabilidad, producto de su fracasada e irracional política
económica de expropiaciones arbitrarias e improductivas y una
corrupción fuera de control.
El
“show” empezó con la promesa no de rectificar políticas
erróneas sino con la expectativa de repartir dólares
preferenciales y estimular la elemental codicia y el interés
legítimo de un sector empresarial que sobrevive con el acceso a
estos dólares, es decir, la “zanahoria” deseada y apetecida.
Para los otros sectores se utiliza la estrategia de las expectativas
y promesas económicas, en particular, el aumento salarial y en
primer lugar para el sector militar.
El
“garrote” es para los demás, para la oposición política en
general y el sector sindical y crítico del país. La idea es
atemorizar y “descabezar” liderazgos y para ello se sigue
utilizando los poderes públicos, en particular la fiscalía y los
tribunales, lamentablemente partidizados.
En
lo personal creo profundamente en la tolerancia, la convivencia, el
diálogo y la paz como valores absolutos y necesarios de un sistema
político y social, de allí que lo apropiado sería en vez del
“garrote y/o la zanahoria”, un gran diálogo nacional, tal como
lo vienen proponiendo diversos sectores y particularmente la
Conferencia Episcopal Venezolana, y es que la política no puede
sustentarse en una idea errónea de la naturaleza humana, asumida en
su versión primitiva o biológica, sino al contrario asumir a
plenitud el hecho cierto de que los seres humanos somos libres y
portadores de una dignidad personal absoluta y que no puede ser
maltratada o manipulada por el presunto pragmatismo de una fórmula
tan primaria como “garrote y/o zanahoria”.
jueves, 9 de mayo de 2013
Indignos o indignados
Los seres
humanos necesariamente tenemos que ser individualizados y
personalizados, en toda circunstancia por el hecho cierto de ser
poseedores de dignidad y libertad, lo que implica a su vez que todo
ser humano es responsable de sus actos. En consecuencia toda conducta
colectiva no implica eximir de responsabilidad a sus participantes.
Esto viene al caso, cuando toda una sociedad o parte importante de
ella se extravía y asume conductas cómplices, tanto porque
participa, como porque calla. Es lo que pasó en la Italia fascista y
en la Alemania nacionalsocialista, así como en la Rusia bolchevique
y en la España franquista. Igualmente indigna, fue la conducta de
muchos franceses frente a la invasión nazi, conducta indigna que
todavía hoy avergüenza a la nación francesa.
Aquí en
América Latina también ha sido relativamente frecuente el silencio
cómplice o la participación inescrupulosa de muchas personas que
por interés, cálculo o miedo terminan avalando dictaduras y
gobiernos corruptos e inescrupulosos. Así fue en la Argentina de
Videla y el Chile de Pinochet; igualmente en las feroces dictaduras
militares brasileña y uruguaya, así como muchas otras que siguen
avergonzando al continente. Otro buen ejemplo es la tiranía cubana
de más de medio siglo, que no habla muy bien de un pueblo, por lo
menos de una parte de él, que pareciera haberse acostumbrado a la
complicidad y a la servidumbre.
De allí
el título de este artículo ¿Indignos o indignados?. En el mundo
actual la respuesta que se ha venido imponiendo afortunadamente es la
de los llamados “indignados”, que han logrado que en los últimos
treinta años el mundo pasara de más de setenta dictaduras a menos
de cuarenta. El ejemplo más reciente lo tenemos en el Medio Oriente,
cuando la indignación de millones de personas acabó con las
tiranías y dictaduras longevas de esa parte del mundo. Igualmente en
algunos países europeos millones de personas se lanzaron a las
calles y plazas para protestar por la corrupción e insensibilidad de
malos gobiernos y políticos corruptos. La idea no es recurrir a la
violencia irracional de las “masas” pero sí a la presencia
activa de la gente en la vía pública, en el ejercicio pleno de su
ciudadanía civil, participando y protestando pacífica y legalmente
como expresión de su “indignación”.
La
experiencia histórica demuestra que siempre son las cobardías
morales y las complicidades de muchos, las que generan tiranos y
tiranías, dictadores y dictaduras. Las “mayorías” no siempre
tienen razón; al contrario en tiempos de crisis, casi siempre, se
equivocan. Muchos por interés y casi todos por temor. El miedo a la
libertad también forma parte de la historia de la humanidad.
domingo, 5 de mayo de 2013
El balance del mundo (2012-2013)
Los procesos históricos
en un mundo globalizado son complejos y contradictorios. Muchos
procesos y acontecimientos son previsibles pero igualmente existen
los imponderables que volatilizan cualquier predicción. No existe
una ciencia del futuro, pero sí es posible intentar identificar
hechos y tendencias y en algunos casos anticipar, como por ejemplo,
en los fenómenos meteorológicos aunque en el campo humano, como ya
hemos dicho, lo imprevisto e impredecible están siempre presentes.
En el año 2013, se van
a producir cambios políticos importantes en algunos países, como la
nueva jefatura china. Las elecciones legislativa en la India, países
que por su tamaño e importancia tienen una gran influencia en el
mundo. La incorporación de Croacia como estado número 28 en la
comunidad europea pero quizás la elección políticamente más
importante es la del nuevo gobierno en Irán. Elección clave en una
región altamente volátil y que de sus resultados prácticamente
pudiera depender la paz o un gran conflicto armado en la región con
repercusiones mundiales.
Igualmente las
elecciones legislativas en Alemania pueden ser decisivas en cuanto al
manejo de la crisis europea, por el papel protagónico que juega
Alemania en esta comunidad de naciones.
La elección del nuevo
papa también marca una noticia importante por las características
del mismo, latinoamericano, jesuíta y la adopción del nombre:
Francesco.
La economía mundial
tiende a recuperarse y las proyecciones de crecimiento económico son
las siguientes: 5.8% en los llamados países emergentes (BRIC). Un
3.5% como promedio mundial, y apenas un 1.6% en los llamados países
desarrollados. Asia crecerá un 6.4%, sin Japón que apenas lo hará
en un 1.2%. África Subsahariana un 4.8%. África del Norte y Medio
Oriente 3.8%. América del Sur 3.9%. América del Norte 2.2%. Europa
Occidental 0.3% y Europa Oriental 2.9%. Estas cifras en términos
macrohistóricos y de mantenerse estas tendencias a largo plazo
indicarían que el mundo está buscando un mayor equilibrio
económico, lo cual es francamente positivo para la paz mundial. Como
se viene diciendo en los últimos 40 años, vivimos en un mundo
multipolar en donde la dinámica geopolítica fundamental estaría
determinada por EEUU y China, que comparten intereses crecientes lo
que pudiera hacer pensar en una paz mundial en las próximas décadas
sin descartar importantes y graves conflictos regionales. Zonas de
conflicto las hay y vienen del pasado inmediato, los más ruidosos y
peligrosos se ubican en Medio Oriente y Norte de África y es
fácilmente proyectable un aumento de las tensiones en la región,
especialmente a nivel político por el conflicto abierto entre los
diversos proyectos democráticos modernizadores y el fundamentalismo
antioccidental. El mundo va a seguir siendo peligroso aunque luce en
el corto plazo que la mayoría de los países y bloques van a
privilegiar los negocios y la economía y evitar en los posible la
confrontación.
En esta visión global
y con una América Latina en franco crecimiento económico y
desarrollo del proyecto democrático, Venezuela luce como una
anomalía, con una economía destrozada, una sociedad dividida y un
proyecto político anacrónico e inviable.
martes, 16 de abril de 2013
El atraso como ideología
La
historia es fundamentalmente tiempo y, contrariamente a la teoría del
tiempo único y progresivo, lo real son los muchos tiempos que coexisten:
así como hay una modernidad y pueblos instalados en esa modernidad,
otros permanecen anclados en estadios evolutivos anteriores, inclusive
en tiempos equivalentes a la prehistoria.
Otras sociedades mantienen en su seno
grupos diversos con usos, costumbres y mentalidades mezcladas, es
nuestro caso, países a medio hacer, a medio camino entre la modernidad y
la premodernidad; podemos usar tecnología de punta y tener actitudes y
conductas primitivas o mágicas; vivir en una ciudad y tener o mantener
conductas rurales.
Este tipo de sociedad desigual y
contradictoria va a reproducir sus contradicciones y limitaciones
históricas a todos los niveles, incluidas las estructuras
institucionales, jurídicas y políticas. Ello ayuda a explicar el actual
gobierno, muchas de sus políticas, ideología e imaginario.
El siglo XXI venezolano se asume en la
perspectiva de personajes definitivamente anacrónicos, inspirado en un
cacique rural, esclavista y terrateniente como Zamora, un ideólogo
ilustrado pero iluso en muchos casos, como Simón Rodríguez, y la figura
emblemática del padre de la patria, todo ello como andamiaje ideológico
para acceder al futuro, algo así como pretender llegar a Marte con la
física de los griegos o de los medievales.
En nuestro tiempo este anacronismo tiene
sabidos antecedentes fracasados y con un alto costo en sufrimiento y
atraso: estoy pensando en la barbarie de los Khamer Rouge de Camboya,
que pretendieron regresar al campo y a la barbarie al 90% de la
población, 30 años después el país no logra recuperarse.
Igual Corea del Norte con Kim Jong-Un, o
los talibanes de Afganistán, pero aquí mismo en mérica Latina tenemos a
Cuba con su envejecida gerontocracia, pobreza generalizada y la
indignidad de haber convertido la prostitución en política de Estado y
prohibir los mejores sitios de la isla a sus propios ciudadanos,
convertidos en un porcentaje alto en servidores de turistas. Como la
diosa bifronte Jano o aprendemos a mirar hacia delante y avanzamos o el
pasado se convierte en culto y mausoleo.
Democracia
Después de un proceso electoral, no
importando quién lo haya ganado, se hace necesario reafirmar nuestra
fe en la Democracia y nuestro compromiso democrático. La Democracia
más que un sistema político es un sistema de pensamiento y de
valores, una cultura, la más propicia a la convivencia humana y a la
consecución del Bien Común. La Democracia es convivencia,
tolerancia, pluralismo, solidaridad, respeto a los derechos de los
demás, división efectiva de los poderes, responsabilidad
administrativa y alternabilidad en el poder con garantías para todos
y respeto al derecho de las minorías. En la época moderna se agrega
la vigencia de los Derechos Humanos, sustentados en dos principios
fundamentales, la libertad de la condición humana y la dignidad de
las personas. En Venezuela, durante todo el siglo XX, se
confrontaron dos proyectos políticos, el proyecto autocrático y el
proyecto democrático, creándose una dialéctica que sigue marcando
el proceso político contemporáneo, de allí que no es ocioso volver
a recordar quizá la primera declaración orgánica del concepto de
Democracia como filosofía social y de vida; y se le atribuye al
historiador ateniense Tucídides (460 a.C. - 396 a.C.) en su libro La
Guerra del Peloponeso, y que pone en boca de Pericles (495
a.C.- 429 a.C) una
declaración plenamente vigente.
“Nuestro régimen político es la
democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número
y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando
la República otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no
para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras
opiniones sobre los asuntos públicos. Nuestra ciudad se halla
abierta a todos los hombres; ninguna Ley prohíbe la entrada en ella
a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de
nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a
todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere…
“Confiamos para vencer en nuestro valor y
en nuestra inteligencia. Tenemos el culto de lo bello y cultivamos la
filosofía, sin que eso debilite nuestro carácter. Si poseemos
riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su
posesión, sino para emplearlas productivamente. Para nadie es
vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que sí es
vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo.
Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos
manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se
desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de
toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos
porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que
sí creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente
por el estudio de lo que debemos ejecutar”.
Con el mismo espíritu, casi dos mil años
después, Abrahan Lincoln (1809-1865), reafirma esta filosofía y
estos principios en su discurso de Gettysburg (10-11-1863) también
con motivo de unas honras fúnebres, homenaje a los caídos de una
batalla de la guerra civil norteamericana:
“Hace
ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este
continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al
principio de que todas las personas son creadas iguales. Ahora
estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta
nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede
perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla
de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo
como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus
vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto
y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero,
en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos
consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres,
vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por
encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o
restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo
lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron
aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos
consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon
hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos
los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta
ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una
devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última
medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos
muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios
mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la
Tierra.“
La
Democracia sigue siendo, en términos históricos y prácticos, el
mejor sistema concebido por el hombre para garantizar la convivencia
y el progreso humano, de hecho ella forma parte de una conquista
civilizatoria fundamental que implica que, el conflicto de intereses
siempre presente en la historia humana, y las controversias de todo
tipo que siempre acompañan la vida social, sólo pueden ser
resueltas por la vía del diálogo y el respeto y para las decisiones
importantes, de no lograrse el consenso, siempre se recurre al método
electoral, siempre y cuando, éste, garantice equilibrio y
objetividad en el árbitro. Este sistema político que ha terminado
por prevalecer en todo el mundo evidentemente es imperfecto como muy
bien lo apuntara Winston Churchill (1874-1965), al calificarlo como
el menos malos de los sistemas de gobierno creados por el hombre,
pero en su esencia defectuosa siempre existe la posibilidad de la
perfectibilidad del sistema y no otra cosa ha sido la historia de la
humanidad, la prosecución incansable de utopías e ideales en
función de valores y logros, tanto en un sentido espiritual como
material. No es casual que hasta los regímenes que niegan la
democracia de hecho insisten en definirse como democráticos, como
ocurrió en muchos de los fenecidos regímenes comunistas del siglo
XX. La palabra en sí misma ya es un programa político y en la
Venezuela de los últimos años la palabra democracia es la principal
convocante del futuro. En nuestro país, la democracia republicana ya
forma parte del proyecto fundacional de la nación, naufragado
lamentablemente en la barbarie que caracterizó la Venezuela del
siglo XIX. Dentro del proyecto democrático nacional se ha ido
erigiendo como una urgencia del pensamiento político, la
construcción de una épica civil que permita definir el proyecto de
República Democrática desde la propia sociedad como totalidad y no
desde un sector de ella y mucho menos desde el sector castrense que
por diversos intereses ha venido monopolizando el pensamiento
historiográfico y político del país. La Democracia no es un
proyecto ni de autócratas ni de élites egoístas sino un proyecto
compartido de país inclusivo y progresista. No hay tarea más
urgente para las nuevas generaciones que seguir construyendo en la
práctica este proyecto, y su principal obstáculo quizá siga siendo
la épica militar, fuertemente arraigada en nuestra conciencia
colectiva, y la condición de estado petrolero que ha propiciado una
manera de ser de la mayoría de nuestros conciudadanos inadecuada,
para decir lo menos. La democracia, como ya llevamos dicho, es una
filosofía y una cultura, pero también implica unas estructuras
económicas democráticas, así como una estructuración de la
sociedad también democrática. En nuestro país se ha hablado de un
ADN democrático, como garantía de supervivencia del sistema, en lo
personal tengo mis dudas sobre este pretendido ADN que quizá estemos
confundiendo con la costumbre de participar en procesos electorales,
convirtiendo el proceso electoral casi en un fetichismo del sistema,
especialmente cuando este, los procesos electorales, se desarrollan
sin garantías de equilibrio e imparcialidad. La democracia
venezolana tiene profundos desafíos ante sí de cara a las
exigencias del siglo XXI, y estos desafíos no podrán ser
enfrentados exitosamente sino aprendemos a mirar hacia adelante y a
entender que una nación es una identidad dinámica que se nutre más
del futuro que del pasado. El pasado no puede ser cambiado, pero
puede ser manipulado y de hecho lo es por las élites dominantes y
los gobernantes de turno y por ello las dificultades de que el futuro
sea compartido por todos ya que se tiende a proyectar también hacia
el futuro la misma manipulación ideológico-política que usualmente
se hace con el pasado.
Venezuela
vive no solo una crisis de larga duración dino que de hecho se
encuentra en una encrucijada histórica, cuyo principal desafío es
la globalización y la posibilidad de dejar de ser una sociedad
minera sin renunciar, como es lógico, al valor estratégico que
significa el ser un país petrolero. Quizá allí radica nuestro
principal error histórico, no haber entendido ni asumido la
oportunidad petrolera como una ventaja comparativa y competitiva para
facilitar el desarrollo de una economía productiva y más bien
habernos quedado en la concepción primitiva de este tipo de economía
minera que nos convierte en rentistas irresponsables que al no tener
que rendir cuentas de una riqueza no producida por nosotros mismos,
simplemente terminamos dilapidándola como un patrimonio heredado y
quizá no merecido.
En
términos históricos, en Venezuela podemos hablar de una democracia
petrolera, nos toca construir una democracia sin apellidos y que
exprese de manera real los principios y valores ya aludidos en el
discurso de Pericles y en el discurso de Lincoln. Creemos que
tenemos la capacidad humana para hacerlo. Las nuevas generaciones
tienen que entenderlo y asumirlo como su responsabilidad primaria,
que no es otro que propiciar un modelo de desarrollo moderno,
eficiente, solidario y honesto y quizá eso nos obligue como sociedad
a abandonar viejos paradigmas y a asumir plenamente los paradigmas de
la modernidad o como algunos autores llaman, las nuevas utopías que
se definen, no solamente a nivel nacional sino a nivel global. Nunca
como ahora la humanidad ha estado más integrada en términos de
desafíos y riesgos y nunca como ahora la co-responsabilidad nos
compromete, ya no solamente con nuestro país, sino con el destino
humano en general.
La
Democracia no se agota en el proceso electoral, al contrario, puede
perecer en un proceso electoral si este no garantiza la igualdad de
participación y de condiciones, de allí que en un sistema
democrático los poderes fundamentales pasan a ser el poder electoral
y el poder judicial, como poderes árbitros por definición; en
Venezuela, lamentablemente, nos falta un largo camino por recorrer en
este sentido.
Somos
de los que estamos convencidos que en función de la teoría cíclica
de la historia se avecinan tiempos difíciles y tormentosos, pero
quizá definitivos para alcanzar el fondo de nuestra crisis, y como
los pueblos no se suicidan necesaria e inevitablemente nos tocará
emerger de esta ya larga crisis de más de 30 años con un “nuevo”
proyecto de país que reivindique lo mejor de nuestro pasado y que al
mismo tiempo posibilite nuestro mejor esfuerzo para definitivamente
consolidar un proyecto civil, republicano y democrático.
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