jueves, 22 de agosto de 2013

Una película sobre Bolívar


Partamos de la premisa que el cine nacional existe. Igualmente hay que reconocer el esfuerzo hecho por mucha gente, especialmente creadores y cinéfilos. Desde la década de los 40 del siglo XX hasta el día de hoy el esfuerzo ha sido permanente pero errático y lo más grave, como siempre, por falta de sentido institucional de las cosas no ha habido continuidad.
Frente al cine nacional tienden a existir dos posturas: todo lo que se hace es bueno y hay que apoyarlo; y todo lo que se hace es malo y hay que criticarlo. En lo personal, como simple espectador, he visto películas mejores y muchas no tan buenas. Estimo como lo más consistente de nuestra filmografía lo hecho por Román Chalbauld y particularizo en mis gustos a Oriana, de Fina Torres. De mucho más nivel ha sido nuestra tradición documental, desde las antológicas Araya y Reverón, de Margot Benacerraf hasta la serie documental de Bolívar Films.

En general el problema no es de talento sino de recursos, profesionalización y continuidad. No hemos logrado crear una consistente tradición cinematográfica como por ejemplo la mejicana, la argentina o la brasileña, de alguna manera la televisión y las telenovelas particularmente monopolizaron nuestros espacios audiovisuales. Tampoco hemos tenido una consistente tradición teatral y actoral, carencias que se repiten en casi todos los aspectos de la industria cinematográfica. Dicho lo anterior, llegamos al Bolívar cinematográfico actualmente en cartelera. El Bolívar del director Luis Alberto Lamata, en términos de producción, dirección, escenografía, musicalización, pasan la prueba, si nos comparamos con nosotros mismos. Mientras que en términos de guión, diálogos y actuación las deficiencias son evidentes y reiteradas. Igualmente la manipulación histórico-historiográfica, en donde se confunde presente con pasado, quizá para complacer, no lo sé, al amo del dinero. El personaje Bolívar, a mi juicio deficientemente interpretado, actuado y sobreactuado, convierte a Bolívar en un petimetre caraqueño, políglota (?), promiscuo, vanidoso y de gestos altisonantes y falsos. Una figura acartonada o de cera. Los demás personajes son simple comparsa, que todo el tiempo están fingiendo ser lo que no son, sin sentimientos y sin contenidos, perfectas existencias vacías, sin memoria, sin biografía y sin personalidad. La película perniciosamente, al confundir el presente con el pasado, a pesar de que se ubica en 1815-1816; entre Jamaica-Haití-Venezuela se desarrolla en claves políticas subliminales de total actualidad.
Consideración aparte merece el público, a pesar de la propaganda oficialista, y quizá por ello mismo, aparentemente el gran público no la ha respaldado todavía, en la función que nosotros asistimos éramos apenas 6 personas.

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