Autor
mejicano (1928-2013) editor, lector y guionista, como a él le
gustaba presentarse, fue un creador oceánico que en la mejor
tradición del Quijote trató de crear una literatura personal cuyo
hilo conductor fue el tema de la identidad y el poder. Autor
emblemático del “boom” de la literatura latinoamericana con
tantos nombres importantes y emblemáticos participa de la idea que
con el “boom” (1960-1970) la literatura latinoamericana se hace
universal; y todo un continente, uno y diverso, asume el idioma como
una patria compartida.
Se
da a conocer con dos libros fundamentales a través de los cuales
intenta comprender lo que pudiéramos llamar la “mexicanidad” con
antecedentes ilustres, como Alfonso Reyes y Octavio Paz. “La región
más transparente” de 1958 y “Las buenas conciencias” de 1959
en las cuales asume el permanente conflicto en nuestro continente
entre historia y mito. El conflicto que marca nuestros orígenes en
1492, entre lo hispano, lo indígena y lo mestizo. Conflicto secular
de encuentros y rupturas y esa inestable síntesis que pretendemos
expresar los latinoamericanos de nuestro tiempo.
En
1975, con “Terra nostra”, intenta una Suma literaria que venía
desarrollando en libros anteriores, como “La muerte de Artemio
Cruz” de 1962, “Cambio de piel” de 1967 y otros. Saga que
culmina de alguna manera en 1990 con “”Valiente mundo nuevo”,
“El espejo enterrado” de 1992 y la silla del águila del 2003,
estos son algunos de los títulos que reitera como en una
circunferencia o laberinto en donde la épica, la utopía y el mito,
son los verdaderos protagonistas.
La
escritura de Carlos Fuentes es una pretensión de un universo
narrativo totalizador a la manera del ya citado Quijote y otros
importantes autores de la literatura universal.
Decía
Carlos Fuentes que la aventura del novelista consiste en decir lo que
ignora.
Carlos
Fuentes vivió a plenitud su tiempo y sus oportunidades, vivió la
atracción de la mujer y se fascinó con la aventura del cine y en la
misma medida que particularizó su espacio mejicano en esa misma
medida se hizo universal.
A
su manera, también vivió la pasión de la política, pero más que
la política como vocación le fascinó el poder, en realidad, la
tragedia del poder, tan perversamente visible en nuestra historia
política así como en el terrible y trágico siglo XX.
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