jueves, 15 de agosto de 2013

Ernesto Sabato


Nace el 24 de Junio de 1911, y muere a los 96 años. Escritor argentino de obra corta e intensa, como Rulfo, había descubierto el arte de escribir, quemando o destruyendo muchos manuscritos, tal como lo prescribía Flaubert. Su obra narrativa publicada se reduce a la trilogía: “El túnel”; “Héroes y tumbas”; y “Abaddón el exterminador”. Obras llenas de intuiciones, premoniciones y sueños, o mejor, pesadillas, que marcan y definen toda su obra. Su informe sobre ciegos, texto casi autónomo dentro de otro libro, de alguna manera anticipó la funesta y terrorífica dictadura militar (1976-1983) con su casi 30.000 desaparecidos, que posteriormente documentó la Comisión de la Verdad nombrada por el presidente Alfonsín y que presidió Sábato. El propósito principal, como dijera Sábato, era para no olvidar, aunque se proclamara el perdón y la reconciliación pero con justicia y sin impunidad (casualmente en los últimos meses fue noticia la muerte en la cárcel del dictador Videla, que había sido condenado a cadena perpetua). Sábato fue un hombre melancólico y depresivo, características que con los años se acentuaron y que en su obra se refleja de manera visible. Casi ciego, en su vejez, se dedica a pintar cuadros expresionistas, en donde la figura humana, en particular el rostro y los ojos, como en un cuadro de Munch expresan el terror y horror de la condición humana, tanto por su herencia cainítica como por la finitud inevitable. El escritor, a pesar de todo creía en los seres humanos, especialmente en aquellos que no renuncian a la utopía.

Hijo de emigrantes calabreses, Ernesto Sábato fue argentino integral y latinoamericano a su manera. Irrenunciablemente lúcido y crítico, y al mismo tiempo, como decía en los últimos años, en el fondo un hombre bueno.

En “El túnel”, novela urbana, es el conflicto existencial de los pequeños seres que se agotan en la cotidianidad y el misterio, en el amor y la tragedia, mientras que en “Héroes y tumbas”, es el sentimiento trágico de la historia, de la identidad personal y colectiva en permanente conflicto con el tiempo y las circunstancias. Una identidad precaria y huidiza, de memoria reciente e inestable, una identidad que pretende asumirse más desde el futuro que desde el pasado, ya que éste, trágico por definición a veces pesa tanto que no nos deja vivir. En “Abaddón el exterminador”, así como en su obra ensayística, intenta una aproximación lúcida y melancólica con su tiempo, ese siglo XX que tanto lo atormentó.

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