jueves, 15 de julio de 2010

La derrota de la Historia

Viendo la película de Ridley Scott, Robin Hood, me convencí más que nunca que el relato histórico creado por la historiografía y en menor medida por la literatura queda totalmente desplazado por la poderosa versión cinematográfica de la Historia, cuyos recursos audiovisuales y efectos especiales son insuperables y de suma eficacia.
En la conciencia colectiva la pobre Historia escolar, aburrida y repetitiva, queda arrinconada en la memoria ingenua de la niñez y en la Historia oficial como un simple reflejo de la ideología dominante, expresado en efemérides, fiestas patrias y en el bronce y la polilla rde la necrofilia. La nueva historia para las grandes masas urbanas, es decir para la mayoría de la población, es la historia que el cine proyecta y la historia-ciencia apenas conocida y apreciada por un reducido grupo minoritario.
Sería interesante explorar este tema de la percepción colectiva de la realidad a partir del cine, y estoy seguro que las respuestas confirmarían nuestra hipótesis. Para la masa de espectadores, Cleopatra sin lugar a duda es Elizabeth Taylor, y Marco Antonio es Richard Burton. Toda la escenografía altisonante y teatral igual que vestuarios y diálogos pasan a sustituir los hechos reales de la historia.
Hitler es Bruno Ganz en la película “El derrumbe”, con más realidad y verosimilitud en la genial representación que el propio personaje real, en que se inspira
El dictador nazi y el dictador fascista en la representación que hace el genial Charles Chaplin a través de los personajes Hinkel y Napolini terminan siendo mucho más reales y cercanos que el verdadero Hitler y el verdadero Mussolini.
Otro brillante ejemplo de nuestra tesis, cuando la ficción cinematográfica sustituye la verdadera realidad, lo es la visión cinematográfica de la historia japonesa en las películas de Akira Kurozawa. Para la mayoría de los espectadores la época bíblica no es otra que la que Holywood ha ofrecido ,al igual que el mito del “Far West” han impactado de manera indeleble el imaginario colectivo.
El futuro para las masas no es otro que el que proyecta Holywood, bien sea que hablemos de la Guerra de las Galaxias o más recientemente, Avatar. Mitos y leyendas se confunden con la literatura y la historia y parece ser un recurso frecuente en la condición humana evadirse o escapar de la cotidianidad a través de la alienación que implica un cuento bien contado y la ilusión pertinaz de un final feliz.

Obsesión por el poder

Leyendo el excelente libro de Francisco Suniaga “el pasajero de Truman” no solo recuperamos una parte de nuestra historia reciente, a través de la recreación que hace el novelista de un personaje trágico como Diógenes Escalante, sino que además nos beneficiamos de las lúcidas y oportunas reflexiones que se hacen en el libro sobre la política en general y su ejercicio a la venezolana. En función de lo anterior es que podemos afirmar que en nuestro país la política prácticamente se reduce a la “silla” de Miraflores, símbolos por excelencia del poder. Se vive para alcanzar el “coroto” y es que lograrlo lo es todo porque para quien llega a Miraflores prácticamente se convierte en un reyezuelo o pequeño emperador tropical. Todos se les subordinan y el personaje llega a sentirse superior a los demás y a ubicarse por encima de las leyes y la propia Constitución y a usar los dineros públicos como si fueran parte de su patrimonio personal. El erario nacional convertido en propiedad privada del gobernante de turno.
En el caso que nos ocupa Diógenes Escalante era un político y diplomático exitoso que venía de la época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez y que el destino le deparó la posibilidad de ser presidente en 3 ocasiones, en 1931, en 1936 y en 1945; frustrándose en las 3 oportunidades sus posibilidades por diversas circunstancias pero particularmente dramática fue la última que se frustró por la locura del personaje.
La historia de Diógenes Escalante le permite a Suniaga desarrollar toda una reflexión histórico-política sobre el ejercicio venezolano de la búsqueda del poder, siendo este un verdadero calvario de pasiones subalternas y que obligan al autor a usar reiteradamente términos como “diabólico” e “infernal” para hablar de los hechos políticos y sus protagonistas. Todo ello es característico de las sociedades atrasadas, invertebradas y poco institucionalizadas. Uno de los mayores problemas de nuestra historia política es que es básicamente personalista y en ella casi el único motivo es el ejercicio primitivo y pragmático del poder con el consiguiente abuso y codicia, llenando este ejercicio de arbitrariedades y corrupción. La búsqueda del poder de manera patológica es producto de la locura y esta se acrecienta en la medida que se ejerce sin control y sin límites.

¿Pueblo manso?

Creo que en una canción de Ali Primera se habla de “Pueblo manso, manso pueblo” para referirse a las sociedades que se aletargan en un determinado momento pero siempre terminan despertando y es que de no ser así no habría progreso histórico.
En una película reciente de Scott Ridley, se recrea muy cinematográficamente, la leyenda inglesa de Robin Hood, y en ella uno de los ejes argumentales gira en torno a la inscripción grabada en la espada del héroe y que más o menos dice algo así como: “Nunca rendirse hasta que los corderos se conviertan en lobos”. El mensaje en ambas referencias es el mismo: que la pasividad de los pueblos siempre es temporal.
Todo lo anterior viene al caso para referirnos a nuestra propia sociedad en los últimos tiempos y que suscita una pregunta reiterada: ¿Qué pasa que la gente no reacciona? Referido al hecho de la multiplicidad de problemas que nos acosan en nuestra cotidianidad y con un horizonte que no termina de despejarse. Las incertidumbres se acumulan y el futuro para mucha gente nunca había sido más desesperanzador. De acuerdo a la experiencia histórica este estado de ánimo colectivo es preocupante porque cuando aparentemente no hay reacción, cuando esta sobrevenga tiende a ser violenta y anárquica. Un ejemplo reciente fue el Caracazo de 1989. El presidente lo sabe y por eso echó para atrás el racionamiento eléctrico en Caracas y el decreto con respecto a los buhoneros y la venta de productos de la cesta básica.
Frente a estos imponderables de una violencia hipotética y no canalizada, nunca más importante que desarrollar la ruta electoral con las garantías suficientes de imparcialidad y equilibrio, de allí la importancia de las elecciones del 26 de Setiembre de este año. Oportunidad que debe ser aprovechada para que triunfe el equilibrio y el pluralismo político y que posibilite, a corto plazo, un gran acuerdo nacional incluida la disidencia chavista para crear las condiciones de gobernabilidad y progreso que el país está demandando. La inmensa mayoría de los venezolanos no desea otra cosa que recuperar la cordura y la racionalidad en los asuntos públicos y que la política vuelva a ser un espacio de confrontación democrática y diálogo constructivo y no como se ha pretendido hasta a hora desde el oficialismo como una guerra sin cuartel entre venezolanos.