En los últimos días, en la Universidad Católica
“Cecilio Acosta” (UNICA), hemos tenido diversos invitados, Camilo Balza Donatti
y José Rodríguez Iturbe, entre otros, quienes han hablado de Cecilio Acosta,
Fermín Toro y Mario Briceño Iragorry, y
en todos ellos se coincidía en una constante: el desencuentro de nuestros
intelectuales con el país; desde el exilio de Andrés Bello y Simón Rodríguez,
pasando por Vargas, ese albacea de la angustia que lo llamaría Andrés Eloy
Blanco y tantos otros, que naufragaron existencialmente frente a una dura y
primitiva realidad nacional, que nos ha
llevado a pensar en Carujo y Urbina, como nuestros verdaderos héroes, o
antihéroes de la rapiña y del poder,
cuya filosofía es la violencia y el tan repetido “viva la muerte y muera la
inteligencia”. Todo esto viene al caso por lo que está sucediendo, tantas voces
sensatas e inteligentes ignoradas y
descalificadas. Primero fue Arturo Uslar Pietri, cuando nos advertía
infructuosamente sobre la locura nacional que se ha apoderado de nosotros como
una gran borrachera de inconciencia e irresponsabilidad. Después desde afuera,
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Tomás Eloy Martínez, proyectan e
identifican preocupados, una serie de signos y conductas pre-modernas que se
están dando entre nosotros, a todos los niveles, que les permite concluir en el
suicidio del país o en un modelo político autoritario y
anacrónico.
Manuel
Caballero, es otra voz solitaria que trata de recordarnos las muchas lecciones
de la historia nacional y que aparentemente no hemos aprendido, condenándonos a
repetir nuestros propios errores. Para terminar, en el infeliz proyecto
constitucional, fuertemente reglamentarista y excesivo que nos condena, otra
vez el pasado, con su vocación suicida y guerrerista, cuando nos retrotrae al territorio de 1810,
sentimentalmente válido, pero políticamente inviable y en términos prácticos,
lo que va a lograr es un estado de beligerancia y conflicto con todos nuestros
vecinos, incluido el Caribe. Estamos apostando a una geopolítica de guerra y lo
vamos a pagar muy caro, como país y como sociedad, al calentar todas nuestras
fronteras y aislarnos peligrosamente.
De
la moribunda a la efímera, mi opinión es que la nueva Constitución, de resultar aprobada no va a
durar mucho, porque en ella se han dado cita toda nuestra carga de prejuicios e
ignorancia y en contra de la sensatez y civilización del país. Con la intención
de corregir los muchos males que nos aquejan no nos autoriza a seguir cometiendo
tantos errores juntos y convocar al mismo tiempo todos los fantasmas y demonios
de nuestra historia.
De
la moribunda a la efímera es la impresión que tengo sobre el Proyecto
Constitucional en discusión; son tantos los errores acumulados y la ignorancia
demostrada, que no es una exageración el calificativo de “bodrio
constitucional” que utilizó la Revista
Zeta.
Más
de lo mismo es lo más benigno que podemos decir del trabajo de los
constituyentistas, han elaborado un proyecto en donde lo menos malo sin las
buenas intenciones, que como se sabe, conducen directamente al infierno; el
resto es retórica y contradicciones, con un afán reglamentarista. El texto
propuesto es largo, fastidioso, inviable y poco práctico y en algunos casos
peligrosamente retador, como es el de reivindicar el territorio que teníamos en
1810, en un ejercicio patriotero cargado de amenazas para la patria, ya que
concita contra nosotros prácticamente a todos nuestros vecinos territoriales.
El
miedo signa este Proyecto Constitucional en elaboración, miedo de los cambios
reales, miedo al futuro, por eso se aferran al pasado; miedo a nuestros vecinos
y miedo a los naturalizados, a quienes se les niega la igualdad ante la ley,
principio fundamental de la modernidad. Miedo y xenofobia terminan por
imponerse en una sociedad desarticulada y enferma que lleva demasiado tiempo en
crisis, mientras nuestro Presidente busca para mejorar su imagen en una
diplomacia “light” que no terminamos de entender. Desde el lejano año 1990
veníamos planteando que vivíamos tiempo de constituyente, lamentablemente
cuando esta llegó se configuró sobre la ignorancia y el miedo y un trasnochado
populismo y nacionalismo que tantas dificultades y crisis ha creado en América
Latina. Y para completar, se nos amenaza
con el principio de la información veraz, un verdadero atentado a la única
libertad real que en Venezuela ha funcionado. Contrariamente a lo que se
proclama cada día nos alejamos más del Siglo XXI y seguimos empeñados en formar
parte del furgón de cola de la historia.