La
historia es fundamentalmente tiempo y, contrariamente a la teoría del
tiempo único y progresivo, lo real son los muchos tiempos que coexisten:
así como hay una modernidad y pueblos instalados en esa modernidad,
otros permanecen anclados en estadios evolutivos anteriores, inclusive
en tiempos equivalentes a la prehistoria.
Otras sociedades mantienen en su seno
grupos diversos con usos, costumbres y mentalidades mezcladas, es
nuestro caso, países a medio hacer, a medio camino entre la modernidad y
la premodernidad; podemos usar tecnología de punta y tener actitudes y
conductas primitivas o mágicas; vivir en una ciudad y tener o mantener
conductas rurales.
Este tipo de sociedad desigual y
contradictoria va a reproducir sus contradicciones y limitaciones
históricas a todos los niveles, incluidas las estructuras
institucionales, jurídicas y políticas. Ello ayuda a explicar el actual
gobierno, muchas de sus políticas, ideología e imaginario.
El siglo XXI venezolano se asume en la
perspectiva de personajes definitivamente anacrónicos, inspirado en un
cacique rural, esclavista y terrateniente como Zamora, un ideólogo
ilustrado pero iluso en muchos casos, como Simón Rodríguez, y la figura
emblemática del padre de la patria, todo ello como andamiaje ideológico
para acceder al futuro, algo así como pretender llegar a Marte con la
física de los griegos o de los medievales.
En nuestro tiempo este anacronismo tiene
sabidos antecedentes fracasados y con un alto costo en sufrimiento y
atraso: estoy pensando en la barbarie de los Khamer Rouge de Camboya,
que pretendieron regresar al campo y a la barbarie al 90% de la
población, 30 años después el país no logra recuperarse.
Igual Corea del Norte con Kim Jong-Un, o
los talibanes de Afganistán, pero aquí mismo en mérica Latina tenemos a
Cuba con su envejecida gerontocracia, pobreza generalizada y la
indignidad de haber convertido la prostitución en política de Estado y
prohibir los mejores sitios de la isla a sus propios ciudadanos,
convertidos en un porcentaje alto en servidores de turistas. Como la
diosa bifronte Jano o aprendemos a mirar hacia delante y avanzamos o el
pasado se convierte en culto y mausoleo.
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