miércoles, 22 de junio de 2011

¿El Estado como obra de arte?

Durante mucho tiempo se creía en esta idea como una estética del Estado, y fue repetida por hombres sabios enamorados del mundo clásico y renacentista como Jacobo Burckhardt. La explicación quizás es que sin lugar a dudas organizar el Estado, es decir, crear un orden jurídico y político eficiente, representaba un gran avance frente a las etapas de barbarie y anarquía que la humanidad había vivido. En los albores de la modernidad un Estado organizado y poderoso representaba un avance civilizatorio innegable pero a la altura del siglo XX el propio Estado, se convierte en deshumanizante y opresor y llega a representar otro tipo de barbarie que no fue otro que el ogro filantrópico de Hobbes y el absurdo que Kafka muy bien representó en su literatura. De allí la propuesta utópica ácrata y de Marx de establecer como fin de la historia la desaparición del Estado, o como lo expresara Jorge Luis Borges “Algún día los seres humanos deberíamos merecer no tener gobiernos”. La sociedad ácrata o anarquista propugna el autogobierno con el uso consciente de nuestra libertad responsable y la sociedad comunista terminaría siendo la culminación de la historia a partir de la liberación de todas nuestra necesidades y en consecuencia fundar un mundo de iguales y libres.
Cada sociedad tiene el Estado que se merece y lógicamente el correspondiente gobierno. En Venezuela, el Estado petrolero, no importa quien gobierno, siempre ha sido el mismo: hipertrofiado, ineficiente y altamente corrupto. Para limitarnos solamente al siglo XX y al Estado petrolero, con Juan Vicente Gómez tuvimos un Estado autocrático y tiránico pero que posibilitó crear una estructura nacional por primera vez en nuestra historia. En la misma línea puede ubicarse a López Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez y al actual gobierno. En la república civil entre 1961 y 1998 el Estado y los diversos gobiernos intentaron desarrollar propuestas de modernización y democratización de nuestra sociedad, lamentablemente insuficientes y que al final terminaron naufragando en las mismas características perversas del Estado rentista petrolero: hipertrofiado con el consiguiente populismo clientelar, ineficiente y definitivamente corrupto aunque no en la proporción escandalosa de los últimos años.

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