martes, 3 de junio de 2014

Pactar la Paz democrática

No hay tarea política más urgente e importante que establecer un acuerdo de convivencia y resolución de conflictos sobre reglas claras y poderes independientes, empezando por el CNE y TSJ.

Es absolutamente ilegítimo tratar de conseguir objetivos políticos por medios violentos igualmente con represión y terrorismo de estado.

Es tarea de la política y de los políticos definir y sincerar las intensiones reales detrás de las palabras paz y diálogo, un buen ejemplo es lo que ha venido sucediendo en Colombia en los últimos treinta años y es preguntarse si realmente las FARC han querido en algún momento la paz. Y esta es la pregunta importante en este momento en Venezuela, la llamada revolución y el plan de la patria son proyectos hegemónicos e irreversibles o son proyectos y políticas coyunturales y por consiguiente sujetos a discusión y cambios. La oposición ha sido clara y reiterativa, particularmente la MUD que solo transita la ruta electoral y las vías Constitucionales. El diálogo no es otra cosa que una posibilidad concreta de entenderse sobre hechos reales y tangibles. De parte del gobierno “el diálogo y la paz” parecieran ser en algunos momentos consignas vacías y estrategias publicitarias para confundir y ganar tiempo, si esta apreciación es correcta se está jugando con fuego y sometiendo al país y al propio gobierno a riegos graves.

La situación económica, en deterioro progresivo e irrecuperable a corto plazo se constituye en el verdadero agente desestabilizador del gobierno y no hay solución si no se desarrolla un acuerdo de convivencia y paz democrática. En la política, y en muchas otras cosas de la vida, el pragmatismo no es necesariamente mala palabra, si no al contrario oportunidades reales de “entenderse” en beneficio del país y el bien común.

Sin lugar a dudas vivimos tiempos difíciles y decisivos, de nuestro sentido común depende en gran medida el desenlace pacífico y democrático de esta profunda crisis histórica en desarrollo de estos últimos treinta años, dramatizada en los últimos quince años por un proyecto hegemónico anacrónico y en estos últimos meses por una crisis económica avasallante.

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