A pocos años del primer centenario de la
Independencia en Venezuela, existía un vacío historiográfico que no había
llenado nadie, ni siquiera Baralt.
Existían muchos escritos, parciales y fragmentarios en su mayoría,
laudatorios casi todos de la gesta emancipadora y de sus héroes, en especial
Bolívar. La documentación conocida era
escasa y desorganizada; las colecciones documentales publicadas eran manejadas
arbitrariamente. El país carecía de una
memoria histórica organizada, se hacía sentir la necesidad de una historia del
país, seria y documentada, teóricamente sólida: José Gil Fortoul acomete la
empresa y el resultado fue una obra admirable.
Nuestro historiador se beneficia de una
sólida cultura personal; de un alejamiento físico de la patria y el manejo de
documentación inédita; todo lo cual le permite desarrollar una visión de la
historia nacional, más amplia y profunda. La Historia Constitucional se
sustenta en una teoría y filosofía de la historia, sólida, aunque nada
original.
Metodológicamente, Gil Fortoul fue
escrupuloso en la información y en el procesamiento de la misma. Su objetividad era su punto de vista,
honradamente expresado. Intentó ser ponderado
y equilibrado en los juicios.
Este tomo I gira en torno a un
personaje: Bolívar y a narrar un proceso
ininterrumpido del pueblo venezolano y sus dirigentes por dotar al país de un
orden legal y constitucional.
Gil Fortoul piensa, al igual que toda
la generación positivista, que existe una oposición radical entre la
constitución real del país – primitivo, atrasado, mestizo – y el modelo
constitucional propuesto. Una cosa es la
sociedad real y otra la que piensan y proyectan los ideólogos y doctrinarios.
Cada pueblo tiene el gobierno que se
merece, parece pensar Gil Fortoul. La
Historia Constitucional, meritoria e importante por muchos conceptos, no es tan
novedosa y original como pudiera pensarse.
Gil Fortoul se cuida mucho de intentar un verdadero revisionismo
histórico, como sí lo hace Caracciolo Parra Pérez con Mariño. La figura de Bolívar domina en demasía y en
general toda interpretación tiende a seguir la línea de lo consagrado y
oficial. En esencia, Gil Fortoul es un
conservador ilustrado, por formación, mentalidad, hábitos e intereses. Es conservador como historiador y lo será
como político.
Una de sus contradicciones
fundamentales se expresa a nivel teórico en el hecho de que el intelectual
civilizado termina siendo el ideólogo de la barbarie. El hombre que empieza entendiendo la
historia, a la manera hegeliana, como hazaña de la libertad, termina apoyando y
convalidando un régimen que niega la libertad de manera absoluta.
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