domingo, 14 de febrero de 1999

El Rumor del Silencio



No otra cosa es la literatura y particularmente la novela, tal como la asumía Balzac: “arrancar  palabras al silencio; arrancar ideas a la noche”.  El novelista se ha convertido en el cronista historiador de nuestro tiempo.  La novela ha sido el género literario por excelencia del siglo XX, en ella y a través de ella se han expresado mundo lingüísticos y culturales, en su momento históricamente periféricos con respecto a Europa, Primero fue Rusia y su saga milenaria; Dostoyesky, Tolstoi, Chejov, Gorki, Sholojov, Pasternack, Solzhenitsin.  Después la epopeya norteamericana con E. Cooper, Melville, M. Twain, Poe y sus epígonos, Scott Fitzgerald, Faulkner, Steinbeck, Dos Passos, Sinclair Lewis, Samuel Bellow, Hemingway.

            Después vinieron los latinoamericanos, muchos y buenos escritores de oficio, con una gran herencia mitológica y literaria, con una realidad compleja, difícil, apasionante.  Cada escritor asumió su destino de héroe cultural y entabló un diálogo fecundo con el mundo a través de la respectiva sociedad, de la cual  ha sido el mejor intérprete y su crítico más feroz.  A Moravia, ha dicho que el novelista es el único que ha tenido el atrevimiento de proclamar lo que todo el mundo sabe y ve pero calla; que el rey está desnudo (Anderson) es decir, que  el poder corrompe y manipula y la sociedad cultiva sus vicios y complicidades.  El escritor se ha convertido en la contraparte del poder, en verdadera voz del  pueblo.  Si en el pueblo la cultura ha sido de resistencia y creación en la  tradición, para el novelista ha sido un arma de combate contra la servidumbre de lo cotidiano, la alineación y la manipulación.

            El novelista ha emprendido un peregrinaje consciente hacia el alma colectiva, abrevando en la historia viva del pueblo, asumido como cronista historiador ha gritado, injuriado, agredido, desenmascarado, ha dado su testimonio y ha dicho su verdad.  Entre ellos y por motivos especiales cabe destacar a: Ernesto Sábato (Premio Cervantes 1984), Camilo José Cela (Premio Nacional de Literatura, de España, 1984), Carlos Fuentes (Premio Nacional de Literatura de México 1984), e Isaac Pardo (Premio Nacional de Literatura de Venezuela 1984).

            E. Sábato (1912) escritor entre el ensayo y la novela, lo diurno y lo nocturno, como él mismo dice, atormentado por la época, por el amenazante holocausto, obsesionado por el destino humano, así como por el destino histórico de Argentina y América Latina.  Escritor lúcido y comprometido, como dice Lilia Boscán de Lombardi: “angustiosamente situado frente a la existencia en búsqueda desesperada de la verdad”.

            En “El Túnel” (1948)  su primera novela, asume al hombre contemporáneo como un solitario, incomunicado y angustiado, en relación conflictiva con el mundo circundante: “indagar los problemas psicológicos de un hombre significa  indagar su conflicto con el mundo en que vive”.

            En “Sobre Héroes y Tumbas” (1961) su segunda novela, Sábato a conciencia pasa de la clave metafísica existencial de “El Túnel” a una clave manifiestamente histórica y sociológica, el reencuentro conflictivo con la ciudad, Buenos Aires, y con el país, Argentina, cuya historia e identidad le obsesiona.  En  “Abaddon el Exterminador”  (1974) culmina esta indagación histórica literaria mediante la cual Sábato ha tratado de exorcizar sus fantasmas y los de su patria a la par que intentar comprender al hombre contemporáneo.  En estas ficciones  “el autor intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo” porque en definitiva el propósito es prometeico: aprehender al hombre en su doble dimensión, concreta y metafísica.

            Camilo José Cela (1916) escritor irreverente, cronista de la España profunda, fascinante y atroz, a la cual accede,  a través de sus crónicas de viajes así como de sus novelas.  En estas últimas, lo popular y lo cotidiano están orgánicamente entrelazados y la trama novelesca transcurre dura y fiera como la propia realidad española.  Refiriéndose  a su novela “La Colmena” dice C.J. Cela: “no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de lo cotidiano, áspera, entrañable realidad”, no otra cosa es la historia, lo cotidiano y así continúa diciéndonos el autor, “y este es un libro de historia, no una novela”.  Vida e historia se superponen y confunden, la vida como ordinariedad y sordidez, la historia  como política en esa novela de anti-héroes de oficio poco honesto.  Vida e historia convertidos en literatura por escritores de casta como Cela, que con humildad e iracundia, van desgranando su obra como crónica alucinada de la vida y de la historia.  (La familia de Pascual Duarte, 1944); La Colmena, 1951; La Catira, 1955; Mazurca para dos muertos, 1983).
             Carlos Fuentes (1928), cosmopolita por accidente y vocación, su obra se nutre de México y a México va dirigida (La región más transparente, 1958; Las buenas conciencias, 1959; La muerte de Artemio Cruz, 1962 y Aura, 1962 que es la clave de las cuatro novelas citadas, según el crítico Emir Rodríguez Monegal). Esta obra histórico literaria culmina con la monumental “Tierra Nostra” (1975), Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, vasto fresco histórico de la vieja España de Felipe II y del nuevo mundo, destruido y recreado.  Novela desorbitada y obsesiva búsqueda de la identidad en el tiempo y más allá del tiempo.  Los mitos y las viejas culturas indígenas constituyen una presencia permanente en la escritura de Fuentes así como la conflictiva y caótica contemporaneidad.  De ambos elementos se nutre el escritor y convertido en arqueólogo de la conciencia mexicana, recrea los viejos mitos y se sumerge “en las raíces religiosas de México, raíces que son de hoy y de siempre”. 

            Isaac Pardo (1905) escritor obsesionado por la historia y por la utopía, su primera obra es un ensayo novela luminoso y sobrio sobre la Venezuela germinal “Esta tierra de gracia” (1955) obra poética y amorosa, de la patria naciente “La historia de mi patria es un espejo mágico...  que se expresa completa ya en el siglo XVI... es un cuento apasionante que comenzó de esta manera... Después publica un exhaustivo estudio sobre Juan de Castellanos y en 1983 nos lega su monumental obra “Fuegos bajo el agua”.  “La invención de Utopía”, trabajo erudito y enciclopédico no exento de ternura.  Nos habla del hombre, sus miserias y humillaciones, pero fundamentalmente de sus sueños, mitos y esperanzas, de sus utopías, como fuerza transformadora de la historia. 

            Hemos intentado aproximarnos a cuatro escritores,  disímiles entre sí, pero emparentados en la común inquietud por la historia.  La historiografía surgió en la antigua Grecia como una actividad literaria conjuntamente con la epopeya y la tragedia, no nos extrañemos pues de estos parentescos y estas aproximaciones. Historia y literatura se superponen y confunden y el novelista se ha convertido en el verdadero cronista historiador de nuestro tiempo.  Ya lo había expresado W. Churchill, la historia de Inglaterra la había aprendido en  los textos de Shakespeare más que en los libros de los historiadores.

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