lunes, 12 de abril de 2010

Crisis y desenlace

Dice el historiador Tácito “15 años son una etapa decisiva del tiempo humano”. Si aplicamos esta idea a los tiempos venezolanos más recientes, podemos observar como en 15 años naufragó el proyecto de poder del bipartidismo nacional y en menos de 15 años está naufragando el actual proyecto de poder autocrático, en un desenlace que se viene prolongando demasiado. El escritor español José Ortega y Gasset, en un tiempo difícil de su patria, muy parecido al nuestro, en su ensayo “España invertebrada” anticipó y diagnosticó adecuadamente la crisis y su desenlace. “Ya a estas horas están haciendo las masas -las masas de toda clase- la experiencia inmediata de su propia inanidad”. Esta afirmación se hacía en 1934, en pleno apogeo de las alucinadas e irracionales dictaduras soviéticas y nazi-facista, en Rusia, Alemania e Italia respectivamente. “La angustia, el dolor, el hambre y la sensación de vital vacío... la resignación”, la humillación y la derrota se convirtieron en un prerrequisito o costo a pagar para “que la exaltación de las masas nacionales y de las masas obreras, llevadas al paroxismo de los últimos 30 años, era la vuelta que ineludiblemente tenía que tomar la realidad histórica para hacer posible el auténtico futuro, que es, en una u otra forma, la unidad de Europa”. Lo admirable de estas líneas es que esto fue escrito ente 1920 y 1934. en sentido analógico, la situación venezolana nos induce a pensar que desde 1983 hasta nuestro días la llamada crisis nacional, no es más que el estertor caótico de una sociedad confundida que necesita cancelar su período petrolero y rentista y no sabe cómo.
Si Rómulo Betancurt, resumió su visión y su proyecto político de la primera mitad del siglo XX en su libro “Venezuela, política y petróleo” hoy me atrevería a decir que nuestro mejor resumen de la situación nacional y los tiempos vividos en la segunda mitad del siglo XX y en esta difícil y atemorizante primera década del siglo XXI sería algo así como “Venezuela, política sin petróleo”, traduciendo de esta manera la necesidad de una idea-fuerza que nos convoque a todos en la creencia y la convicción de la necesidad de asumirnos como una sociedad productiva, civilizada y moderna, sin la excesivas ataduras del pasado y con una visión adecuada del futuro, que no es otro que la participación dinámica en el nuevo orden mundial, que las nuevas tecnologías y el propio desarrollo económico están imponiendo. Hacia el futuro sin complejos, ni mitos consoladores y mucho menos con la ilusión de un “Dorado” no merecido.

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