viernes, 13 de abril de 2012

Sociedad cerrada

La sociedad venezolana tiene sus propias complejidades, a pesar de no exceder los 30 millones de habitantes. Como país petrolero y beneficiario de una generosa renta por más de un siglo, hemos tenido muchas ventajas, pero al mismo tiempo hemos desarrollado algunas características inconvenientes como sociedad. Una de ellas es la debilidad y vulnerabilidad de nuestra legalidad e institucionalidad. Sobre esta precariedad tienden a prevalecer las relaciones personales y las relaciones de interés tienden a predominar absolutamente. Todo ello nos constituye en una sociedad “familiar”, clánica o tribal. Lo importante es el grupo o la “rosca”, dentro de ella todo, fuera de ella, nada. En este sentido seguimos siendo una sociedad poco evolucionada y bastante primitiva. El individuo confía poco en las leyes y las instituciones y no confía en nadie fuera de su entorno de complicidades. En nuestro país todo se mueve y se logra casi todo por las relaciones personales que se tengan. Mientras tengamos un familiar, un compadre o comadre o un amigo, estamos bien, todo o casi todo puede ser manejado y solucionado a este nivel. Sabemos que nos van a ayudar y a salir del “problema o a resolver” no importa si ello sea lícito o ilícito, legal o ilegal. En este tipo de sociedades la moral y la ética personal siempre o casi siempre se subordina al grupo, de allí el dicho que el que le pega a su familia se arruina, así como la frase que la ropa sucia se lava en casa. Todo lo anterior configura una sociedad fuertemente anacrónica que no termina de ingresar y asumir la modernidad, basada ésta, en una racionalidad sustentada en la ley y las instituciones, así como en la confianza. En este sentido, la conquista cívica y civilizatoria más importante para una persona es el “yo soy responsable” frente a todos los demás. Las relaciones sociales, así como la convivencia ciudadana tiene que desarrollarse a partir de esta “impersonalidad de la ley”, así como, sobre nuestras convicciones que vayan más allá de los intereses particulares y en donde la solidaridad y el bien común deben prevalecer en todo momento y sobre toda circunstancia. No tenemos otra alternativa que superar nuestra condición de sociedad cerrada y propugnar el concepto de sociedad abierta, inclusiva, pluralista y solidaria.

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