viernes, 18 de mayo de 2012

Historia sin historia

Creo que es Polibio el historiador greco-romano que habla por primera vez de historia universal para referirse a aquellas historias particulares, en su caso la griega y la romana, que tienen influencias importantes más allá de su propio ámbito geográfico local y en este sentido en occidente la historia universal se consideraría en el Imperio de Alejandro y como consecuencia en el helenismo. Igualmente el imperio romano y lógicamente el cristianismo. En el caso de las ciudades-estados y estados nacionales, todos tienen su propia historia pero no todos llegan a ejercer una influencia internacional. Con estos criterios podemos asumir el análisis de cada país y en particular de los países de América Latina, en donde la mayoría perecen en un localismo exagerado y una política internacional modesta quizás con la excepción en los últimos años del Brasil.
En estas historias nacionales, todo o casi todo nos viene de afuera, como es el caso en nuestro continente de las instituciones, la lengua y la religión dominante y que en un falso nacionalismo seguimos empeñados en negar. En Venezuela, hemos creado y recreado el mito indígena y africano y hemos reducido la historia nacional a una epopeya y a una figura. Cuando esta manipulación ocurre, en donde ideología y mito se confunden, la historia se convierte en una religión manipulada por el poder de turno y empobrecedora de nuestra conciencia histórica. De allí la importancia del concepto de desaprender nuestra historia, es decir, restituir la primacía del discurso historiográfico como discurso crítico y sustentador de la autoconciencia de la sociedad. Igualmente, asumir todas nuestra realidades, sin calificaciones morales, simplemente por el hecho de que son reales, en este caso 300 años de presencia y dominación hispana. Una fuerte y dominante influencia intelectual e ideológica de origen europeo y una negatividad identitaria que nos hace rechazar a los EEUU como la amenaza real a nuestra independencia y viabilidad nacional, eximiendo de responsabilidad a nuestros pueblos y sectores dominantes y particularmente a sus gobiernos en el precario destino nacional que hemos intentado construir. De allí el concepto de Historia sin historia y la tesis educativa de desaprender el discurso historiográfico tradicional y sustituirlo por el conocimiento adulto y en lo posible científico de nuestro pasado, para asumir a plenitud nuestra historia y nuestro destino como historia universal.

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