El
Zulia es una región particularizada por la geografía y la historia,
con su insularidad lacustre y que se proyecta en una tradición
cultural raigalmente provinciana y localista. Su sociedad multiétnica
y producto de un fértil mestizaje se manifiesta en un fuerte
anacronismo lingüístico que la particulariza, así como en sus
múltiples tradiciones religiosas y culturales que la identifican.
Paradójicamente, en su devenir histórico, desde la segunda mitad
del siglo XIX en la época de la llamada economía cafetalera hasta
el siglo XX definido por la explotación petrolera, la región se
convirtió en la más progresista y moderna del país, en competencia
con la región central y Caracas. Tanto con su élite de origen
extranjero como la criolla, la sociedad marabina fue pionera en
incorporar muy tempranamente todos los avances de la época:
electricidad, teléfono, banca, cine, etc. Producto de esta
contradicción, Maracaibo y el Zulia se configura como una sociedad
abierta a las innovaciones y novedades que venían del mundo exterior
y al mismo tiempo fuertemente aferrada a sus tradiciones.
Igualmente
otro fenómeno social que marca la región, motivado por la
explotación petrolera es la importante presencia de venezolanos de
todo el país: falconianos, trujillanos, margariteños y de otras
regiones; que afluían a nuestra tierras atraídos por el dorado
petrolero y a ellos se le unieron importantes núcleos de antillanos
provenientes de las islas angloparlantes y después de la segunda
guerra mundial, al igual que en el resto del país, la llegada de
miles de emigrantes, también en busca de su dorado particular en
donde destacan italianos, españoles, portugueses, árabes, chinos y
de otras latitudes, particularmente Colombia y Latinoamerica. En este
mosaico demográfico y social se potencia ese “Mezclaje” que el
escritor César Chirinos también identifica en hábitos, costumbres
y lenguajes, y que dió como resultado este Zulia bifronte: por un
lado profundamente tradicionalista, orgulloso de sus tradiciones y
cultor de las mismas, y al mismo tiempo ese zuliano abierto a todas
las influencias y experiencias y que en las últimas décadas se
agrega la fuerte influencia norteamericana, despectivamente
identificada como “mayamerismo”. Esta apertura a la modernidad,
que a veces se confunde con novelería y superficialidad ha ido
creando esa idea de una posmodernidad propia caracterizada por ese
sentido particularista del clan y la tribu que nos define en
cualquier contexto fuera de nuestras fronteras regionales.
El
zuliano ama lo que es y lo ostenta en el habla y en el volumen de su
voz. Siendo raigalmente venezolano nos gusta particularizarnos. Muy
lejos de la “zulianidad” como sentimentalismo barato y
chabaquenería, altamente manipulado por la política y la publicidad
y muy lejos del irreal y artificial “irredentismo independentista”,
separados de la patria venezolana. Venancio Pulgar es un nombre que
le es ajeno a la mayoría. Mucho más cercano, además de sus
símbolos regionales siente al pelotero o gaitero preferido o al
personaje local reconocido.
En
el Zulia: crisol y mezclaje en términos culturales trascienden la
modernidad de la democracia de clase media y el formulismo electoral
y se convierte ya en un plano posmoderno en un factor de
unidimensionalidad en función de un sincretismo que convierte a la
identidad en un factor no sólo de identificación sino de
crecimiento y evolución. Lo que vamos siendo es en definitiva lo que
nos define y la filosofía dominante del colectivo es una comunidad
que se piensa (aunque en la práctica no lo logre) en un proceso de
modernidad permanente.
En
Maracaibo y en el Zulia se funciona por estructuras familiares,
clánicas y tribales, todos nos conocemos, todos estamos relacionados
y todo se resuelve por la vía personal, típico de sociedades
anacrónicas pero al mismo tiempo nuestras élites profesionales se
vanaglorian de su cosmopolitismo y experiencias internacionales.
Nuestra Universidad del Zulia (LUZ) ha sido un Ateneo permanente de
progreso científico y profesional. Alma Mater de todo el sector
universitario de la región y que en algún momento, inclusive, nos
permitió declararnos capital científica de Venezuela.
El
Zuliano se pretende siempre moderno y a la vanguardia aunque se
siente orgulloso de su tradicionalismo. Esta dicotomía o
contradicción nos identifica y desafía en la construcción de una
posmodernidad y que se define en términos generales como “el
resurgimiento de valores arcaicos: particularismo locales,
religiosidad, sincretismo, culto del cuerpo, etnicidad, narcisismo de
grupo… con una saturación de lo político o más exactamente, su
transfiguración.” (La transfiguración de lo Político – Michael
Maffesoli).
El
Zulia, región fundamental del país, no abandona su vocación de
progreso, pero como aldea-global vive permanentemente en tensión y
contradicción consigo mismo entre mentalidades arcaicas y
premodernas y mentalidades modernas y posmodernas.
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