Como todo sistema, imperfecto, igual que la Democracia, pero
perfectible, si se asume desde los intereses de la sociedad y su
interés o Bien-Común. Los norteamericanos lo han hecho, vía
Enmienda Constitucional o decisiones del Tribunal Supremo o del
propio Congreso. En el Sistema Norteamericano ha funcionado de verdad
la separación de Poderes y la primacía Constitucional, aunque en
ciertas presidencias, como la actual, ha existido la "tentación
imperial y la arrogancia del poder".
Otro aspecto
relevante, al existir partidos políticos, sin afiliación formal y
la libertad de consciencia de Senadores y Representantes, se ha
mantenido en la población la idea de la representación directa del
pueblo en todos los procesos electorales, tal como lo pensaba
Rousseau, la soberanía popular es indelegable, a menos que, mediante
el voto libre, cada ciudadano decide quién lo va a representar en
cada ocasión. De allí que al candidato presidente no lo elige la
CONVENCIÓN partidista sino en primarias que la Convención ratifica.
Igual el programa político-electoral, algo básicamente
tecno-político pero que el presidente electo puede manejar con
flexibilidad de acuerdo al principio de realidad más que a un amarre
ideológico.
El voto popular y el voto de los delegados por
estado se estableció para evitar que un demagogo-populista se
"cuele"; inclusive si en un estado un candidato gana el
voto popular, los delegados pueden votar diferente, existe un
precedente y fue dictaminado por el propio Congreso, como
permitido.
Igual sacar más votos populares y perder la
elección, vía "delegados. Pasó con Gore/Bush; con Hilary y
Trump y su antecedente más antiguo se remonta a 1876.
El
SISTEMA les ha funcionado porque ha funcionado el EQUILIBRIO y
eventualmente, en temas importantes de ESTADO y particularmente en
Política Exterior, el acuerdo bi-partidista y el acuerdo Ejecutivo y
Legislativo, Presidencia y Congreso. Y esto es precisamente unas de
las dificultades de Trump, no busca el "equilibrio" y no
guarda las "formas democráticas". Pareciera disfrutar,
cultivando enemigos, la peor manera para hacer política. Igualmente
su intemperancia, que lo hace imprevisible, así como su discurso
polarizador.
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