Esta película es una gran metáfora de la Venezuela en
revolución-involución, 20 años de padecimientos y aprendizajes. La
infección es básicamente endógena, como sus personajes, expresión
de una sociedad enferma y cómplice y hoy en dolorosa expiación. Si
la causa está aquí, el remedio también. En la película hay una
frase "programática" en sentido psicológico, sociológico
y cultural: "en las crisis lo peor de cada individuo y de toda
la sociedad, emerge y se manifiesta", nadie se salva, en cada
familia, en todo el país, las fronteras cerradas, el miedo y el
horror prevalecen. La violencia y la anomia (destrucción del tejido
social) se imponen. El caos, la historia y los personajes son apenas
un pretexto y una ocasión para hacernos la "realidad-desagradable",
pura tragedia y aparentemente sin escapatoria.
La realidad-real
la percibimos porque la padecemos en la voz de Maduro y el colapso de
los servicios. Se va la luz, no hay internet, sin gasolina, las
carreteras son peligrosas. El peligro nos rodea, la deshumanización
nos corroe y destruye todo sentimiento moral. Matas o te matas,
etc...
La película abunda en estas escenas de "miedo"
(me remitió al expresionismo alemán) pero el final es venezolano,
todo se va a resolver y bien. Comparto el final y el problema (el
virus) lo vamos a controlar, pero las cicatrices psíquicas y
espirituales que van a quedar creo que nos acompañarán por mucho
tiempo. El dolor provocado es incalculable y la redención, personal
y colectiva, es un proceso largo y complejo. Ojalá aprendamos de
esta traumática experiencia, provocada, auto-infligida, por nosotros
mismos.
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