El siglo 20 fué el final de una época, la llamada modernidad, que
agotó los últimos cinco siglos.
Frente a ese agotamiento,
centrado en Europa Occidental, el mundo de post-guerra, post-colonial
y
post-totalitarismo nazi-fascista-comunista, empiezan a
aparecer y a acelerarse hechos y realidades
"nuevas".
La
revolución tecno-científica y particularmente la digitalización en
todos los órdenes informativos, comunicacionales, laborales y
sociales. La periferia se vuelve "poli-céntrica" y el
viejo orden eurocéntrico se transforma en pasado.
El nuevo
(des)-orden va fraguando en nuevos actores geo-políticos y sus
signos más visibles fueron las vanguardias y movimientos
contra-culturales, empezando por el Mayo del 68, francés.
Poniéndose
de manifiesto la crisis de las antiguas certezas "modernas"
incluido el marxismo y la búsqueda de nuevas certidumbres, que no
terminan de definirse.
De allí han surgido corrientes de
pensamiento que tratan de definir la novedad de una "fenomenología"
que nos interroga y desafía. Pessoa la identificó como "la
edad del desasosiego". Eric Fromm como "el miedo a la
libertad", Baumann como "Sociedad-líquida", Gilles
Lipovetsky como "la era del vacío" y Byung-Chul Han como
la "Sociedad del Cansancio".
Sea lo que sea, lo cierto
es que el siglo 21, está inaugurando, con todos sus riesgos e
incertezas, una nueva época de la historia humana. "Entenderla"
es vital para evitar los errores del pasado, en particular utopías
fraudulentas, mesianismos homicidas y libertad sin responsabilidad y
límites éticos-morales.
Las viejas teorías son
insuficientes para "comprender" y las antiguallas
ideológicas nos atan a un pasado perverso y lleno de crímenes.
Hay
que ir más allá de la "moda y la novedad" y potenciar lo
nuevo, necesario y positivo, en términos de humanidad y
humanización, entroncando con toda la tradición civilizatoria de la
humanidad y la historia humana como dignidad y libertad de todo
ser-humano.
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