Si asumimos la necesidad
de construir nuestra propia transición a la Democracia es bastante útil conocer
experiencias parecidas en otros países, en el entendido que son tiempos y
circunstancias diferentes. No existe una
receta pero si aprendizajes. En el caso brasileño que nos ocupa, su crisis política
que desemboca en un golpe de estado, se da en la convulsa América Latina de los
años 60 del siglo pasado, en plena guerra fría y exacerbada por el
"castro-comunismo". El 31 de marzo de 1964 las Fuerzas Armadas
sacan del poder al presidente Joao Goulart después de casi dos años de
manifestaciones y violencia anarquizante, como respuesta a la crisis económica,
inflación y acerba polémica política. Las fuerzas armadas brasileñas se
hacen con el poder directo hasta 1985, cuando las fuerzas democráticas logran
un triunfo electoral unidas pero en donde la negociación con la dictadura
siempre estuvo presente, en particular en los últimos años previos a la vuelta
a la democracia.
Cuando se le preguntaba a los
líderes de la transición sobre la experiencia vivida, todos coincidían en la
importancia de los partidos políticos, la movilización social y sindical y que
nunca abandonaron ningún espacio de participación como por ejemplo el electoral
a cualquier nivel, a pesar del ventajismo
y manipulación de la dictadura. Aquí quiero detenerme para la autocrítica
necesaria cuando optamos por la abstención aquí en Venezuela, error reiterado
que cometimos y que agravamos cuando algunos sectores privilegiaron los
factores internacionales a la resistencia interna. En el caso brasileño
se evitaron ambos errores, no practicaron la abstención electoral y estaban
claros que la resistencia al régimen autoritario tenía que darse desde adentro
y sin impaciencia ni extremismos. El discurso opositor era de permanente
denuncia de la dictadura pero evitando agraviar a la institución militar
como tal. Igualmente, siempre se estuvo cerca y en contacto con la gente, sus
problemas y aspiraciones. Se hablaba de justicia pero también de reconciliación
y se entendía que el paso a la democracia solo era posible con el
respaldo masivo de la gente pero con liderazgos moderados que no alimentaran
los temores y desconfianza de los militares.
En Brasil se fue exitoso por la
moderación, coherencia y constancia del liderazgo opositor pero también fue
importante la apertura política del gobierno militar en su última etapa.
Y con ello la vuelta a la democracia se asumió también desde la necesaria
gobernabilidad posterior a la dictadura. En paralelo se atendió la problemática
económica, en particular la inflación con criterios técnicos y no políticos
ni ideológicos. Así mismo se convinieron acuerdos políticos para las reformas
legales y constitucionales necesarias. Esta moderación y progresividad se ha
visto recompensada por los gobiernos sucesivos y su éxito en cuanto a
estabilidad política y economía en desarrollo. Lo que ha permitido
afrontar con éxito las diversas crisis que les ha tocado vivir, inclusive la
destitución de dos presidentes.
Volver a la democracia no es un valor
absoluto de paz y bienestar pero si una garantía cierta de pluralismo y respeto
al estado de derecho, al orden constitucional, vigencia y respeto de los
derechos humanos y que el hecho de disentir o ser opositor no te lleva ni a la cárcel
ni al exilio. Brasil es nuestro vecino y lo logró, nosotros también podemos
lograrlo.
Ángel Lombardi
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