domingo, 28 de septiembre de 2025

Maracaibo: 496 años de fundada

 Una ciudad, cualquier ciudad, para sus habitantes, es la casa grande. Como habitante de esta, mi casa grande, la disfruto y la padezco, como todos.

En nuestro caso específico, Maracaibo cumple 496 años, con su historia a cuestas. Con poca memoria colectiva de esos casi cinco siglos, un presente precario y rodeado de incertidumbres —como el resto del país— y un futuro que se nos escapa.

Mientras el siglo XXI avanza, aquí uno tiene la sensación de un tiempo detenido y regresivo. Me gusta pensar en el futuro, y veo a mi ciudad en descuido con respecto a él. Algunas ideas generales andan por allí, y algún que otro proyecto, pero los percibo más como buenas intenciones o francas ilusiones.

El futuro tiene por fundamento el pasado y, principalmente, el presente. Sin una base financiera y económica sólida, la mejor idea, el mejor plan y proyecto para mañana terminan en gavetas burocráticas o informes que nadie lee ni toma en cuenta.

Sé que hay personas e instituciones que hacen un gran esfuerzo para mantener viva y en progreso a la ciudad, pero tanto el político como el gobernante viven y actúan en el corto plazo, casi siempre pensando en la próxima elección.

El empresario, grande y pequeño, no planifica sino para el corto plazo, porque para ellos todo son amenazas: desde un entorno sin legalidad verdadera, sujetos a las arbitrariedades del poder, hasta la atmósfera de corrupción presente en todas partes y a todos los niveles.

Una sociedad, una ciudad así, no progresa: sobrevive a sí misma.

Maracaibo, igual que todo el país, necesita descentralizarse. En el caso de nuestra ciudad, debe “municipalizarse”, por lo menos en uno o dos municipios más —municipio Oeste (después le ponen el nombre que quieran).

Otro proyecto viable desde ya es la arborización masiva. Bastaría una ordenanza perentoria y que se cumpla, para un compromiso real de todos los habitantes, instituciones, empresas, sectores públicos y privados.

El resto son quejas y deudas pendientes, acostumbradas: aseo urbano, agua, electricidad, vialidad (huecos incluidos), transporte público y un largo etcétera. Los problemas son reales; las soluciones, hasta ahora, son promesas.

Maracaibo y el Zulia han perdido esa primogenitura que tuvimos en la segunda mitad del siglo XIX y XX. Hoy está en mengua, porque también el país lo está. Pero creo que, en términos de iniciativas públicas y privadas, y en términos gerenciales y administrativos, se pudo haber hecho en la ciudad más y mejor.

También hay que asumir nuestras responsabilidades colectivas en términos de ciudadanía. Muchos dejamos mucho que desear. Nos quejamos y criticamos, pero nuestras conductas cívicas, en muchos casos, hablan de desorden, anarquía, exceso de individualismo y mala educación.

Brindo por mi ciudad, y espero que en los 500 años, además de los actos protocolares, tengamos algunas cosas buenas que mostrar.

 Ángel Lombardi

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