Poéticamente —mojados, pero alegres— el pasado 16 de
octubre, dieciséis amigos del maestro Don Andrés Bello se encontraron en
Mérida: Oscar Sambrano Urdaneta y su señora esposa, Víctor Bravo, Alfredo
Angulo, Simón Alcántara (como anfitriones, junto a otros representantes de la Universidad de los
Andes); Mirla Alcibíades y Francisco Javier Pérez (venidos de la capital) y, de
Maracaibo, Enrique Arenas, Lilia y yo. Nos convocaba el aniversario del maestro;
140 años de fallecido y casi siglo y medio de inmortalidad. Teníamos dos días
hablando sobre Bello, entre nosotros y con los académicos, con los estudiantes
de la ULA y con
algunos profesores del Liceo Libertador. Prestigiaban el evento, de manera particular, Ramón Palomares,
JM Briceño Guerrero, Antonio Luis Cárdenas y JA Escalona, entre otros.
Mérida y su universidad volvían a ser lo que siempre han
sido: faro de luz. El maestro —en su silencio de bronce— con mirada profunda y
abismal, y atento, nos acompañaba e inspiraba; en especial, a través de las
palabras de Oscar Sambrano Urdaneta, uno de sus albaceas más esclarecidos y
consecuentes quien, junto a Pedro Grases, ha hecho posible que Don Andrés sea
leído, estudiado y recordado.
Andrés Bello —portentosa mente, multifacético, desde el pensamiento,
la lengua y la literatura—, nos sigue invitando a la construcción permanente de
la Patria Grande desde la cultura,
las instituciones, las leyes y la educación. No hay otra manera.
En Mérida se propuso denominar el Campus Universitario de Las
Lirias con su nombre. Lo que se estudia allí, en las facultades de Humanidades,
Ciencias Jurídicas y Economía, no era ajeno a la formación y a la preocupación
del maestro. Andrés Bello —el héroe civil en trance permanente de ciudadanía,
civilizada y civilizatoria— nos sigue acompañando en este empeño reiterado de Patria Grande que, intelectuales y
universitarios, nunca podemos dejar de asumir.
Angel Lombardi
prensaunica@hotmail.com
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