viernes, 29 de julio de 2005

Escritura y Compromiso



Somos lo que vamos siendo (y haciendo) sin menoscabo de la genética, la herencia de la sangre y de la memoria colectiva; yo y mi circunstancia dijo alguien, habría que agregar, y mi consciencia, de manera precisa y explícita, ya que los seres humanos tendemos a olvidarlo con mucha frecuencia, nada ni nadie está por encima de nuestra consciencia, sólo Dios, que en el fondo es nuestra propia consciencia o también puede decirse Dios hecho consciencia.



La analogía de la existencia y de la vida como un río que fluye es válida (Heraclito, Jorge Manrique, Nietzsche) la vida fluye y la existencia transcurre como tiempo y espacio indetenible, como un destino, a veces torrentosa y a veces como un remanso, casi siempre enturbiada y contaminada, pero sin perder nunca su vocación de agua limpia cuyo destino final es el mar, es decir la eternidad.



La vida, querámoslo o no, se hace con los demás y es deseable que sea para los demás (vacío de mí lleno de ti, es la fórmula del místico Ekhart) por eso el libro termina siendo confesión y compromiso.



Dos temas dominan el libro La historia como identidad y la cultura como Educación, todo ello en su más amplia acepción y con las limitaciones y las contradicciones inevitables.



Los múltiples combates por la lucidez son un imperativo categórico de la razón  Sapere Aude dice Kant así como por la historia y la cultura.



La “Historia de la infamia” es lo frecuente contrapuesta a “la historia de la eternidad”, la historia real tiende a ser cruel y sanguinaria  y la historia escrita es con demasiada frecuencia pura ideología, un discurso del poder, con visibles ausencias: las mujeres, los vencidos, las minorías, los trabajadores.



La “historia oficial” no es más que la memoria nacional, con sus mitos fundacionales y sus mitos paralizadores, como si el presente sólo pudiera asumirse y construirse desde el pasado. La historia siempre ocurre en tiempo presente, para quien la hace y para quien la escribe, la confusión es por el tema que siempre  termina siendo pasado, es el registro y memoria de todo lo relevante o digno de recuerdo, tanto en el plano personal como colectivo. Siempre hay un registro individual del pasado así como uno colectivo y el registro propio de los historiadores e intelectuales en general, con sus virtudes y defectos propios de la condición humana como la subjetividad, ideología, cultura, época e intereses o propósitos, de allí que la memoria termina siendo poco confiable y el recuerdo naufraga en la nostalgia o el recuerdo interesado. Los pueblos se emborrachan de pasado, especialmente en ciertas épocas de locura individual y colectiva, y el pasado es manipulado y transformado a conveniencia.



El actual presente venezolano se pretende novedoso y nuevo, iniciador de una nueva era y lo que hace es reproducir algunos de los rasgos más negativos de nuestro pasado: el gamonal o capataz como gobernante, el robo como política y el despilfarro de recursos y oportunidades como sistema. Venezuela no nace hoy precisamente.



En algunos países seguimos percibiéndonos todavía como naturaleza (tierra de gracia, el dorado, Doña Bárbara) y la acción humana civil y civilizadora casi invisible, no así la epopeya militar, real o inventada, que nos acosa desde todos los tiempos.



La cultura liberadora y progresista y la educación “de todo para todos” según la feliz fórmula de Comenio son deudas históricas de  nuestros pueblos, en especial de las “élites” o minorías dominantes.



Todo ser humano es educable pero no todos los seres humanos tienen la oportunidad de educarse, y esta es la mayor de las injusticias, porqué la miseria, pobreza y marginalidad no es más que consecuencia de la falta de educación; cuando a un ser humano no se le educa se le niega en la práctica el derecho a la autopromoción, a través de la conciencia y el trabajo, en menoscabo de su dignidad, libertad y progreso material.



La escritura para nosotros es una militancia y el compromiso una necesidad existencial, vivimos escribiéndonos, la palabra no es sólo un medio de comunicación “sino símbolos mágicos y música” (J. L. Borges).

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