lunes, 17 de julio de 2006

Ese bello país de la muerte

Tropecé con esta frase recientemente atribuida a un pueblo indígena del Caribe para referirse a la isla de Cuba. Parece ser que en Cuba desde que se conoce históricamente el número de suicidas es muy alto; así fue con los indios; con los africanos; con los criollos y así es en la Cuba “fidelista”. Como en Suecia el aparente paraíso en la tierra asusta y da miedo. Venezuela también forma parte de otra estadística aterradora: la de los homicidios, antigua tradición humana que empezó simbólicamente con Caín y Abel.

En América Latina, México tenía fama de un país de homicidas, pero hoy esta es una característica generalizada y pareciera que Venezuela en los últimos tiempos se ha incorporado con todos los honores a este terrible club.
“Desde 1998 hasta este año (2006) los homicidios han aumentado un 128%, las muertes violentas indeterminadas un 74%, los homicidios con armas de fuego un 36%, los secuestros un 426% y las muertes en enfrentamientos con policías” (la perversa ley de fuga tan nuestra), agravándose esta última cifra en la ciudad de Caracas en un 791%.
Cada media hora muere un venezolano de manera violenta, 44 familias se enlutan a diario y en los últimos 8 años, 100 mil familias han sufrido directamente este flagelo. Casi nunca hay culpables y si los hay no hay sanción o esta es muy leve. Las cárceles, los cuerpos armados y la justicia lenta y cómplice son otros capítulos trágicos de esta agonía nacional.
La violencia no tiene ideología igual que el desempleo, aunque una vez más es el más pobre el que soporta la carga más pesada y a quien más golpea la violencia y el desempleo, estructuralmente relacionados.

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